jueves, 20 de noviembre de 2008

Descifran causas de la rebeldía capilar

Además de psicólogos atentos, los peluqueros de acá en más deberían pensar en tomar clases de biología para comprender a fondo la materia en la que se basa su trabajo: el pelo. Al fin y al cabo, las ciencias de la vida no sólo sirven para explicar los complejos comportamientos de las hormigas y las abejas o por qué desaparecen las especies animales tan aceleradamente. Los biólogos también se detienen en asuntos más humanos, más mundanos y cotidianos, por ejemplo por qué todas las mañanas y a lo largo del día el pelo decide rebelarse, convertirse en un gato indomable y generar crisis de angustia a su portador.
Uno de los científicos que pone atención a estos temas es el austríaco Leopold Eckhart, de la Universidad Médica de Viena. Sus investigaciones publicadas en la revista científica estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences revelan el origen de las fibras de queratina con las que la mayoría de los seres humanos adornan sus cabezas.
Hasta ahora se pensaba que estas proteínas que abundan en las uñas y en el pelo eran una característica exclusiva de los mamíferos. El trabajo de Eckhart y sus colegas de las universidades italianas de Padua y Bolonia, en cambio, dice que no: las proteínas del pelo y toda la maquinaria genética responsable de su fabricación también se encuentran en reptiles y aves.
“Nuestros resultados sugieren de forma firme y en contra de lo que se creía hasta el momento que el último ancestro común de los mamíferos y los reptiles y las aves, de hace entre 310 y 330 millones de años, ya tenía proteínas del pelo”, asegura el biólogo molecular austríaco.
“Las queratinas duras o alfa-queratinas aparecieron en la evolución para formar escamas, garras, uñas. Sólo con el paso del tiempo sirvieron para formar pelo en el linaje de los mamíferos.”
La evolución, saben los biólogos, actúa de manera sospechosa. En el cuerpo humano, por ejemplo, pasó (y pasa) dejando vestigios de su acción a lo largo de millones de años: la muela del juicio, el apéndice y el cóccix son algunos de los órganos hoy inservibles que hablan de adaptaciones al ambiente ahora olvidadas. Todo queda registrado en el genoma, libro de instrucciones que cada día expone más sus páginas.
Eckhart y su equipo, por ejemplo, analizaron el genoma del pollo (Gallus gallus) y de un lagarto llamado Anolis carolinensis. Y allí, para sorpresa de la comunidad científica, dieron con genes similares a los de las queratinas duras en mamíferos: el pollo tiene uno y el lagarto seis.
Las investigaciones de Eckhart y otros científicos, como el alemán Markus Nöthen, de la Universidad de Bonn, exceden su área de trabajo y son seguidas con atención por clínicas y empresarios relacionados con la creciente industria de los tónicos de cabello y el combate a la calvicie. La razón es obvia: en sus papers se aloja la clave de futuros tratamientos para que los pelados no sean mayoría.
“Es posible que el primer pelo tuviera un papel sensorial, como el que tienen los bigotes”, sugiere Eckhart, aunque hasta ahora ningún paleontólogo haya encontrado evidencia de la aparición del primer folículo en la historia de la vida en la Tierra. Más bien, se conocen con certeza las nuevas funciones que los mamíferos les dieron a las proteínas que lo componen: son utilizadas para cubrir el cuerpo y mantenerlo así a una temperatura más o menos constante a pesar del frío o el calor circundante. Se supone también que el cambio de función se dio a través de una larga transición, aunque a la mañana y por momentos los pelos y los mechones en ciertas personas se confundan con garras y escamas.

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