viernes, 21 de noviembre de 2008

El dinero sí hace la felicidad


“El dinero no es todo... ¡Pero cómo ayuda!”, cantan Los Auténticos Decadentes, en una frase que condensa cinismo y sabiduría popular.
“El dinero hace feliz, pero mucho dinero no implica automáticamente la felicidad” es la relectura de la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y Laborales (Eurofound), según un estudio realizado en 27 países.
Curiosamente, un trabajo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aseguró que en América Latina la felicidad es inversamente proporcional a los ingresos.
El debate excede al diván.
La encuesta europea, que se hizo a más de 35 mil personas, afirmó que los más felices son daneses y finlandeses, y los más desafortunados, húngaros y búlgaros. “Los países con altos ingresos tienen muy buenos resultados al ser consultados sobre satisfacción en la vida”, reconoció Branislav Mikulic, de la Eurofound. Los antiguos países socialistas –explicó su presidente Jorma Karppinen– tienen “desventajas marcadas asociadas a los bajos ingresos”. Una de las claves de los países que están arriba en el ranking es que las tensiones entre pobres y ricos son casi inexistentes.
En América Latina, sin embargo, algunos plantean que cuanto más rico es el país, menos satisfechos están sus habitantes. La investigación del BID (con los reparos del caso) afirmó que en muchos países pobres del subcontinente la población está más satisfecha con su vida que los habitantes de países que tuvieron una repentina alza del PBI.
En Guatemala, una de las dos naciones con menor crecimiento económico, la población es más optimista que en países con tasas altas, como Chile y Ecuador.
El estudio se basó en la Encuesta Mundial Gallup, que entrevistó a más de 40 mil latinoamericanos entre 2005 y 2007. La calidad de vida de los costarricenses fue evaluada como de 7,4 sobre 10, seguida por la de los panameños (6,8) y los mexicanos (6,6). Aunque el PBI de esos países fue más bajo que el de Trinidad y Tobago, la nación centroamericana mostró niveles de satisfacción de sólo el 5,8. La Argentina se ubicó undécima entre 23 países.
En el BID ya le pusieron nombre al fenómeno: “crecimiento infeliz”. Sus economistas explicaron que “la insatisfacción en los países de rápido crecimiento es el resultado del acelerado aumento de las expectativas de consumo material y de la competencia por estatus económico y social”. Es decir: en la región más desigual del mundo, una economía súbitamente inundada con billetes aumenta las expectativas de todos, pero satisface sólo las de algunos.
La psicoanalista Gilda Palmieri relata: “En el consultorio a veces se plantea que con más dinero se será más feliz, pero se trata de una cuestión subjetiva: la envidia no es por el dinero, sino porque el otro tiene algo que yo no tengo”. La pobreza feliz también puede ser un espejismo. “No siempre una manifestación de felicidad –concluye la especialista– implica que la persona que la hace sea feliz. A veces, incluso, se tapan depresiones con manifestaciones festivas.”

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