sábado, 26 de julio de 2008

Todas quieren el caño en casa

Tamara Smerling
26.07.2008
No hay que agujerear techos ni pisos para colocarlo. Cuando llegan visitas al living de casa se puede desmontar en un instante. La instalación cuesta, en promedio, unos 800 pesos y sólo se necesitan tres metros cuadrados de espacio para hacer piruetas y acrobacias.
“Ya instalé caños en dormitorios, garajes, livings, en cualquier lugar donde a la gente que lo va a utilizar le resulte cómodo, porque es desmontable. Si lo sacás nunca te enteraste que estuvo ahí. De cinco llamados por semana que recibíamos en la empresa pasamos a veinte consultas por día”, dice Omar Collazo, que armó una empresa a la que llamó Easy Pole, y que instala a domicilio las ahora famosas barras de entrenamiento para practicar el “baile del caño”. “Estamos trabajando muy bien desde hace seis o siete meses, recibíamos cinco consultas por semana, pero en los últimos veinte días se masificó la llegada de correos electrónicos y llamados a la empresa”, cuenta Collazo, mientras describe que entre sus clientes figuran desde chicas de veinte años hasta amas de casa que pisan los cincuenta y que, cansadas del gimnasio, de los aparatos o del Pilates, se volcaron al “baile del caño”.
Karina Díaz tiene 31 años y dos hijos: Camila de siete y Valentín de cuatro. Como no tiene mucho tiempo para practicar fuera de su casa decidió instalar la barra a la vista de sus hijos y de su marido, que ahora la aplauden cuando se entrena en vivo: “Yo tomo clases hace un año y hace tres meses me enteré de que había una persona que lo colocaba en casa, que el precio era accesible y entonces llamé”. Karina asegura que desde que instaló el caño su casa se transformó en “una plaza”, porque además de entrenar en cualquier momento del día, “mis hijos llegan del colegio y se ponen a jugar”, y se ufana: “Mi nena más grande hasta aprendió algunas técnicas y coreografías”. Karina cuenta que su marido ya no se sorprende de verla treparse porque “ya está acostumbrado”, que “la parte sensual ya se perdió y toda la familia está incorporada al pole dance”.
En Mercadolibre.com y Masoportunidades.com tienen promociones para practicar “el baile del caño”: en las páginas de venta directa por internet se puede encontrar en un par de segundos barras de entrenamiento que se entregan a domicilio: los precios van de 780 a 1.280 pesos y vienen con fotos de living alfombrados color rosa viejo o lustrosos mosaicos color caqui.
Collazo dice que la barra más famosa que colocó es de la que se cuelgan actrices y vedettes en el estudio mayor de Ideas del Sur. “Además de las consultas particulares estoy recibiendo propuestas para instalar caños en gimnasios del interior del país que están interesados en este deporte y que pretenden que coloque las barras en centros de entrenamiento de Catamarca, Pilar o La Pampa”, dice y explica que instaló cincuenta barras en viviendas porteñas y que ya tiene comprometidos otras quince colocaciones para los próximos días.
Carolina Fonzo tiene 29 años y es arquitecta. Hace dos años que baila pole dance y unos meses que instaló el caño en una habitación de servicio que estaba desocupada en su casa. “Tengo una rutina diaria que me dio mi profesora, que hago todos los días durante una hora, es como si tuvieras una bicicleta fija o una colchoneta para hacer abdominales. Es piola porque al tenerlo en tu casa te permite no depender que esté abierto o no el estudio donde vas a practicar pole dance”, dice la chica, que asegura que sus compañeras de estudio son amas de casa o profesionales que lo toman como un deporte.
El material con el que se fabrican los caños es acero inoxidable. Se le hace un pulido especial para que les dé “agarre” a las chicas y no se resbalen. La barra tiene una rosca que se coloca a presión sobre techos y pisos de la casa. Se mueve a partir de una “llave” que viene incluida en la promoción junto con el caño y que es muy similar a las barras de cortinas para baños que hacen presión entre dos paredes. “Lo que empezó como algo tranquilo, está dando un golpe de tuerca”, dice Collazo, quien describe cómo ensambla, arma las bases y compra acero inoxidable de fabricación nacional para hacer las barras.
Cecilia estudia producción de modas y trabaja como promotora. Tiene 26 años y amigas que son streapers. Pero asegura que su pasión por el “baile del caño” no es por trabajo y mientras viaja desde Palermo en el tren que la lleva a su clase, hace una cruda defensa de la danza: “Este baile no es solamente lo que se ve en Showmatch, es una actividad que tiene un montón de técnicas aéreas y acrobacias que hacían los chinos (sic). Sí tiene sensualidad, pero no es exclusivamente erótico”. La chica cuenta, además, que instaló una barra móvil en el living de su departamento de dos ambientes para “poder practicar todos los días y aprenderlo mejor de acá a un año”, a pesar de que su papá casi se muere de un infarto cuando entró en la casa de “la nena” y vio una barra de hierro plantada en el medio del living de la casa.

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