sábado, 19 de julio de 2008

El tango como terapia contra el estrés


Fulvia Mendes, comerciante rosarina, de 46 años, decidió participar en un grupo de tangoterapia a principios de 2007. "Asistí al taller por trastornos de ansiedad -recordó-. Al bailar, noté que el contacto con el otro era una dificultad que yo tenía, ya que me resultaba imposible dejarme llevar por mi compañero, factor indispensable en el tango. La ansiedad me hacía no respetar el tiempo de espera para marcar los pasos; me apresuraba, y así rompía el tiempo y la armonía. El cuerpo contaba lo que nos estaba pasando; lo podíamos ver y sentir."
Luego de bailar, comenzaba la charla grupal. "Todos teníamos algo para decir, ya fuera propio o de nuestros compañeros, que resultaban ser el espejo de las dificultades que nos costaba asumir como propias."
Al cabo de unos meses de participar en el grupo, Fulvia se sintió aliviada y con herramientas para evitar cuadros de ansiedad generalizada. Si bien el tango es una danza, a juzgar por los resultados de quienes incursionan en la tangoterapia, es también un eficaz método terapéutico para aliviar el estrés, la ansiedad y superar estados depresivos.
Como el caso de Mendes, cada vez más personas se animan a participar en esta técnica en diversos centros del país.
Así es como la Asociación Civil y Cultural Sentimiento Tango organizó el Primer Congreso Internacional de Tangoterapia, que culmina hoy en la ciudad de Rosario.
Según los profesionales consultados, la tangoterapia es una técnica terapéutica catalizadora del desarrollo personal, un método de exploración de los recursos personales y un potenciador de las capacidades de cada persona, a través del uso de la metáfora diagnóstica para arribar a conclusiones y llevar a cabo la acción terapéutica. Es un lugar de intercambios humanos y de juego, de vínculos con sentido y trascendencia, dentro del marco de una vivencia estética y creativa singular.
El doctor Federico Trossero, médico con formación en psiquiatría biológica y psicoterapeuta, autor del libro Tango- terapia y bailarín de tango, comentó que quienes realizan tangoterapia por problemas como ansiedad, estrés y depresión pueden verse beneficiados por varios factores.
Según Trossero, bailar tango permite disminuir los niveles de la hormona liberadora de corticotrofina (CRH, por sus siglas en inglés), un mediador muy importante del estrés, que cuando está aumentado puede generar reacciones en todo el organismo, desde hipertensión hasta destrucción de neuronas del hipocampo, cuya consecuencia son trastornos en la memoria.
Si se baila el tango en forma regular, mejora la salud cardiovascular; además, disminuye el colesterol e incide en el estado anímico al provocar "estrés positivo". Estas fueron algunas de las conclusiones acerca de la influencia sobre la salud que produce este baile. Es el resultado de una investigación dirigida por el cardiólogo Roberto Peidro, director del Centro de Vida de la Fundación Favaloro, y su colega Ricardo Edgar Comasco, quienes publicaron el libro Con el corazón en el tango .
Los investigadores diseñaron un protocolo de investigación para medir determinados valores respiratorios y cardíacos mientras que se bailaba el tango. Luego compararon esos resultados con las variaciones que se producía cuando hacían ejercicios sobre una cinta deslizante y los resultados fueron altamente positivos para quienes practicaban el baile.
A partir de la publicación de dicho trabajo, la aplicación del tango en los tratamientos ha interesado a profesionales de Finlandia, Canadá, Japón, Colombia y Rusia, entre otros.
El doctor Comasco, médico especialista en urología, tuvo a su cargo la charla inaugural en el congreso de Rosario. Para el experto, el baile de tango es una actividad física con un alto componente psicosocial y sentimental que brinda la posibilidad de "verse y sentirse mejor". La importancia reside en procurar la ejecución de esfuerzos de intensidad moderada en forma frecuente.
"Cuando bailamos un baile de abrazo intenso, como el tango, se produce en el cerebro la hormona oxitocina, llamada también hormona del amor, que baja los niveles de la CRH y trae esa sensación de tranquilidad y bienestar, como la que genera estar con la persona amada, combatiendo la ansiedad y el estrés", afirmó Trossero.
Según el especialista, el cuerpo, en el baile de tango puede expresar las penas, las angustias, las alegrías, los miedos... El abrazo puede generar una sensación de protección y contención. El ser reconocido y pertenecer al grupo mejora la autoestima. "Es notable observar cómo algunos que llegan sin interés por sus cuidados personales, al poco tiempo se sienten bien, se arreglan y reanudan su vida social. Es justamente la pérdida de la autoestima uno de los síntomas capitales de la depresión."
Comasco destacó que bailar tango produce múltiples beneficios: ayuda a aliviar y a disminuir los síntomas de la ansiedad y la depresión; mejora el estado de humor; aumenta el entusiasmo y el optimismo. También disminuye el estrés mental y aumenta la sensación de bienestar por la liberación de endorfinas. Por otra parte, se comprobó que la actividad física a través del baile de tango, por sus connotaciones psicosociales y emocionales, colabora en el mantenimiento de una vida sexual plena.
"En el ejercicio, se liberan compuestos químicos del cerebro, responsables de la sensación de bienestar: las beta endorfinas, sustancias del propio organismo. El aumento de estas sustancias en el cerebro, se producen con tan sólo 20 minutos de ejercicio aeróbico y sus efectos benéficos pueden llegar a durar mucho tiempo después", aclaró Comasco. Para el experto, la actividad física disminuye el grado de agresividad, ira, ansiedad, angustia y depresión. También estimula el manejo positivo de la autoestima y posibilita una mejor predisposición a la integración social.
Fulvia recomienda con entusiasmo la tangoterapia a todas las personas con depresión, estrés, ansiedad o incluso fobias. "Si bien bailar el tango es una actividad lúdica, también se trata de una forma de terapia absolutamente enriquecedora, disparadora de conocimiento de traumas, obsesiones y dificultades", concluyó.
Por Julieta Bravo Para LA NACION

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