sábado, 5 de julio de 2008

La infertilidad y la especie

¿SE EXTINGUIRA LA SEXUACION HUMANA?
Es un hecho, los casos de infertilidad sin causa tienden a incrementarse con el paso del tiempo, así como aumentan proporcionalmente los nacimientos asistidos por tratamientos de fertilización. ¿Debemos ver en ello una progresiva merma de nuestra capacidad reproductiva? ¿Una expresión propiamente tanática del significante y la cultura sobre el ser que habla? ¿O se trata más bien de una evidente modificación de los lazos simbólicos que regulan la alianza entre hombre y mujer, con la consecuente transformación de la noción de familia, el número de sus integrantes, la oportunidad de su conformación?
Cuando, en los años ’60, la China de Mao Tse Tung ponía freno a su crecimiento demográfico desalentando la maternidad previa a los 28 años de edad de la mujer, Occidente denunciaba en ello la omnipresencia de un Estado opresor: la edad promedio de la primera maternidad se situaba entonces alrededor de los 24 años.
Cuarenta años después, junto a la implantación globalizada de un sistema productivo mundial, corroboramos algunos efectos no deseados ni calculados de la denominada emancipación femenina: la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, la progresiva conquista de nuevos derechos y deberes, sumadas a la entronización universal de un ideal individual de realización, evidencian empujar la edad de la primera maternidad –al menos en las capas medias de la sociedad– a edades cada vez más avanzadas; edades que sobrepasan, incluso, la otrora temida barrera de los treinta.
Vale decir, una edad que intenta preservar en la mujer contemporánea el lapso considerado necesario para su formación profesional, su consolidación personal, equiparando sus expectativas y comportamientos al de sus congéneres masculinos.
Muy otros los tiempos de nuestras bisabuelas que, como en el caso de muchísimos embarazos adolescentes actuales, devenían madres apenas alcanzada la edad fisiológicamente apta para la procreación. Y, aunque quizá resulte redundante señalarlo, la fertilidad biológica de una jovencita de 14 años no podría ser comparada con la de una mujer que supera holgadamente los 30.
¿Corre a causa de ello nuestra humanidad un peligro cierto de extinción?
Responderemos rápidamente que no, cuando el tecnocapitalismo vigente que promueve la desdiferenciación sexual en los roles mercantiles, alienta el simultáneo desarrollo de métodos reproductivos que sabrían incluso prescindir del sexo, entre los que el de la clonación brilla ciertamente en el horizonte de nuestra previsible evolución.
Se insinúa entonces un fantasma: el de la extinción de nuestra especie como especie sexuada, extinción que no coincidiría, sin embargo, con su efectiva desaparición.

Por Mario Pujó, para Página 12(estracto)

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