El pibe había montado un pequeño invernadero. Tenía libros especializados y lámparas para regularlos tiempo de iluminación necesaria para mejorar lafloración. El problema fue que en esas macetas crecían frondosas plantas de cannabis sativa. Marihuana. Y llegó la Policía. Y él fue preso hasta que en el juicio oral hizo su descargo. Le explicó a un Tribunal Oral de Mar del Plata (vivía en la Costa) que no era ni un dealer y ni mucho menos un peligroso narco. Que sólo consumía de su propia cosecha, casera, algo sofisticada, si se quiere. Los jueces entendieron que se trataba de un caso de tenencia de marihuana para uso personal. No fue preso; lo obligaron a encarar un tratamiento de rehabilitación.
Por menos cantidad que la de ese invernadero –cuatro macetones en un balcón porteño– el mes pasado la Sala I de la Cámara en lo Criminal y Correccional Federal sobreseyó a dos personas que cultivaban ahí sus plantas de cannabis. Los jueces dijeron que la cantidad de la cosecha incautada (72 gramos) no afectaba ni ponía en peligro la salud pública "ni siquiera en modo potencial". Tampoco hubo penas. Mucho antes, la Sala II de la misma Cámara Federal se había pronunciado a favor de los argumentos de una mujer que consumía marihuana, en su casa, para atenuar los dolores que le provocaba una enfermedad crónica de la columna.
La discusión está abierta desde hace tiempo. Pero nunca como ahora buena parte de la Justicia argentina pugna por la necesidad de cambiar las reglas de juego acerca de los consumidores de drogas que llegan al sistema penal. Del mapa de criminalidad sobre oferta y demanda de estupefacientes –estadísticas oficiales de la Corte Suprema, que al cierre de esta edición se aprestaba a dar un fallo definitivo sobre el tema–, se desprende que el 70% de las personas que entran al sistema penal llegan por tenencia y consumo personal de drogas.
Hay unas diez mil causas de este tipo por año y cada una le cuesta al Estado un promedio de cinco mil dólares, según cálculos oficiales. La pregunta obvia sería si desde la sanción de la ley de drogas 23.737, en 1989, se logró bajar el consumo y el tráfico ilegal.
La respuesta la acaban de dar ochenta magistrados de todo el país: "La oferta y demanda de drogas registra niveles sin precedentes, en un problema que es en esencia sociosanitario". Así lo advirtieron días atrás en una declaración que quiereaportar al debate de lo que será la reforma de la ley de estupefacientes. Se trata –dicen estos juecesy fiscales– de cambiar el paradigma de las políticas sobre tráfico yconsumo de drogas. "Hay que separar muy bien lo que es un problema social y de salud de lo que es una persecución penal. Nadie habla de liberar las drogas", le dijo a Viva un camarista.
Las políticas vigentes conducidas a perseguir el consumidor, dicen, "han distraído la atención en contra de los espacios de corrupción política y policial, de encubrimiento del tráfico, mediante acciones dirigidas a los sectores más vulnerables". Para eso, el Comité científico asesor en materia de control de tráfico ilícito de estupefacientes, sustancias psicotrópicas y criminalidad compleja –del Ministerio de Justicia de la Nación– está elaborando tres anteproyectos que complementarían la postura que adopte la Corte Suprema sobre los casos de tenencia para consumo personal.
Los ejes de la nueva legislación serían: aumentar las penas y la intervención penal para los delitos más graves; diferenciar al que tiene drogapara consumo personal de los narcotraficantes. La idea es que el consumo sea tratado como un problema sanitario con una fuerte intervención estatal; distinguir el uso y abuso de una sustancia y los casos específicos donde debe haber una internación obligatoria.
Quieren que los lugares de internación sean controlados por la Justicia y que las obras sociales –que hasta hoy se niegan a atender adicciones– paguen los tratamientos. Finalmen te, la nueva ley debería centrarse en reprimir el crimen organizado y desbaratar las redes de narcos.
LA 'TRANSA' POR DENTRO
El hombre –un dealer , o vendedor al por menor– camina hacia Bruno con sus bolsillos llenos de marihuana en plena avenida 9 de Julio. Se saludan con un apretón de mano; uno deja 25 gramos de marihuana en la palma del otro y toma los 50 pesos doblados para que no se noten. Todo ocurre en un solo movimiento. Esos 25 gramos compactados ocupan el volumen de dos cajitas de fósforos, y bastan para armar unos veinte porros. El que compró, Bruno, es diseñador de páginas web y tiene 23 años.
Fuma marihuana todos los días desde hacetres años y está harto de hacer movidas : "Al final el transa hace todo el negocio. Se llena de plata y a veces te vende cualquier porquería". Bruno está pensando seriamenteen volver a sembrar cannabis en un rincón del balcón.
La fiscal Mónica Cuñarro es coordinadora del Comité Científico Asesor de la Corte y está de acuerdo en que hay que cambiar el foco de la discusión. "No fue útil criminalizar al consumidor. No sólo no disminuyó el consumo de drogas ilegales, sino que aumentó. Y tampoco hay control del Estado en los medicamentos de venta libre, en general, y en particular de los psicotrópicos", sostiene.
Más aún: "Muchosjóvenes consumen sustancias que terminan en zepam como si fueran agua, pero nadie controla esemercado. Entiendo que no es casual porque afecta al interés de muchos laboratorios. La otra sustancia legal que causa más daños que las ilegales es el alcohol,con una incidencia directa en el delito urbano".
No fue útil la penalización, pero además tampoco hubo prevención. Esta legislación alejó a la persona que tiene un problema con una sustancia ilegal del sistema de salud, y le quitó la responsabilidad al Estado de hacerse presente en la prevencióny atención. A tal punto que hoy tenemos un gravísimo problema con el paco, sustancia altamente contaminada, y con los solventes. Llevará años recuperar una generación entera, sobre todo en los sectores más pobres, víctimas del paco. Se suele hacer una relación directa del delito con el binomio "joven/adicto". ¿Es así en la realidad?
Con ese argumento se sancionó laactual ley, que prevé un agravante cuando alguien comete un delito bajo el efecto de una sustancia. Y es el mismo argumento que se usó en 1990, en el caso Montalvo, para que la Corte menemista volviera a reprimir al consumidor en el mismo plano que a un traficante. Pero por Tribunales nunca aparecen ni el que vende ni el que distribuye. Despenalizar no equivale a legalizar, pero, ¿son muchos los que lo saben?
La persona común puede hacerse esa pregunta, pero los políticos no pueden confundir los términos: despenalizar no es lo mismo que legalizar. Además, la Argentina no puede legalizar sustancias prohibidas porque hay compromisos internacionales que lo prohíben.
¿La sociedad eludió el problema del consumo de drogas?
Hay una conducta social: si es un tema delicado y complejo, se lo deja al campo penal. Eso da una falsa sensación de que está todo controlado. Pero el discurso se cae con los resultados de una encuesta reciente que muestra al alcohol como la sustancia más consumida y un gran abuso de los psicofármacos, cuya venta no es bien controlada. Pero, leyes aparte, ¿cómo se rompe la corrupción policial, política y estatal que apaña y favorece al narcotráfico? Es imposible que en un mercado ilegal no exista corrupción. Y el mayor abismo es la ausencia del Estado en la administración pública. Se puede romper con mejor gestión: investigando mejor, eligiendo mejores funcionarios judiciales, controlando su gestión.
MI PLANTA DE CANNABIS SATIVA
Por miles de años, la cannabis sativa ha sido utilizada con fines recreativos y en forma terapéutica. Su uso está descrito en papiros asirios del siglo VI a.C. En los tiempos modernosse la usó –sin rigorcientífico, cabe aclarar– para el tratamiento de la malaria, la constipación y el reuma, o como anestésico.
En los últimos años, algunos países desarrollados legalizaron su uso con fines terapéuticos y paliativos, en casos como enfermos de cáncer y sida.
Hernán no tiene ninguna de estas enfermedades, pero riega con devoción sus tres plantas predilectas. Es camarógrafo, tiene 39 años y vive en Berazategui. "Hace dos años mi primo me dio las primeras semillas, me dijo cómo cuidar la planta y me cambió la vida. Me olvidé de esa paranoia de caer en lugares peligrosos para comprar marihuana."
María, de 28, contadora y de Munro, también se dedica a la jardinería cannábica: "Llega un momento en que es una planta más a la que una le da su tiempo y cariño. Algunos fines de semana me gusta relajarme fumando. No molesto a nadie y nunca vi a nadie agredir a otro estando colgado . Quiero cuidar a mi planta sin que los vecinos me crean drogadicta o delincuente".
Martín (22), hace lo propio en su balcón de Villa Crespo: "Las cuido como el mejor jardinero. Y lo mejor es que ya no compro ese faso paraguayo con olor a pis, que encima te deja dolor de cabeza". Internet globalizó la forma de conseguir las semillas de cannabis y aprender todo lo necesario para su cultivo. Es posible hacer compras online de semillas, libros, fertilizantes o insecticidas. Por diez euros se pueden comprar diez semillas de la variedad taskenti, de Uzbekistán: "Potente, de enorme rendimiento y perfume refinado", según el anuncio. El precio de otras variedades trepa hasta los 115 euros por una decena de semillas, que llegarán por correo.
En la Argentina, hace un par de años que hay instaladores de invernaderos indoors que van a domicilio... por 200 pesos. En tanto, desde la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia –que reúne a diecisiete personalidades de la región, ex presidentes incluidos–, el mes pasado calificaron de "guerra perdida" a la aplicación de las políticas represivas contra el consumidor: "El sistema actual está arraigado en prejuicios, temores y visiones ideológicas". El tema se transformó en un tabú y los daños colaterales que se ven de esa guerra perdida son loscrecientes niveles de violencia en los barrios pobres, diagnostican.
DROGA, PROGRESISMO, LAVADO
José Granero, titular del Sedronar, pone el acento en que "hay que tratar al adicto como un enfermo". Estamos de acuerdo, pero ¿por qué fracasaron las políticas contra las drogas?
El narcotráfico es un negocio que mueve 500 mil, 600 mil millones de dólares al año. Es un número que ablanda a cualquiera. Hay que generar conciencia social del problema y la lucha es una decisión política, no de leyes. Decir que la despenalizaciónva a ser un ahorro de dinero en procesos judiciales y que esa plata se usará para luchar contra el narcotráfico es una estupidez. ¿Hay detrás una discusión ideológica?
Creo que estamos padeciendo la presencia de un progresismo bobo porque detrás de esta discusión quizás involuntariamente le están haciendo el juego al negocio de lasgrandes tabacaleras.
Supongamos que se despenalicen la tenencia y el consumo, ¿quiénes son los únicos con la tecnología necesaria para fabricar cigarrillos de marihuana?
Las tabacaleras. Y además, hay grandes lavadores de dinero como el señor George Soros impulsando la despenalización del consumo personal de drogas en muchos países del mundo. No descarto que acá en la Argentina pueda suceder que también esté detrás.
¿Cómo define usted al consumidor de marihuana?
Es una persona con problemas de adicción incipiente cuando no se convirtió en adicto. Yo no creo en el consumo recreacional. En nuestras comunidades terapéuticas el 60% de los que ingresan es por alcohol y marihuana, que son las dos drogas de mayor tolerancia social.
San Telmo es un barrio turístico y fumón. Por sus cuadras, gringos y europeos se pasean atentos en busca de marihuana. Encaran con naturalidad a quien ven fumando. No dudan. Ahí vienen tres juntos. Y piden, sin que nadie los salude: "Ganja, my friend?".–Three porros, one hundred pesos– le contesta alguien. Los gringos dicen "ok", se van los cuatro hasta la esquina y doblan. Se llevan por 50 pesos tres porros que a un vivillo porteño le habían costado siete pesos. Los gringos pasan de nuevo. Uno levanta el pulgar y baja la cabeza. "It's good, my friend", se despide.
clarin.com
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