El Mar Muerto es un símbolo religioso y cultural desde hace miles de años. Sin embargo, debido principalmente a que su mayor afluente se utiliza en el 95% para la agricultura y a que 150 millones de metros cúbicos de su propio caudal se emplean anualmente en la minería, en las últimas tres décadas perdió un tercio de su superficie y su nivel desciende casi un metro por año.
Para protegerlo, el Banco Mundial y organizaciones ambientalistas de la zona están estudiando la posibilidad de tender un acueducto desde el Mar Rojo para importar 2000 millones de metros cúbicos de agua. Costo estimado de la obra: 15.000 millones de dólares.
Lamentablemente, ni el del Mar Muerto es un problema aislado, ni las consecuencias de este oscuro escenario son meramente folklóricas, sino políticas y económicas.
Para encontrar nuevas y mejores formas de manejo del agua, un líquido insustituible en un planeta que, si se cumplen los pronósticos, estará crecientemente sediento, desde hoy y hasta el domingo se reúnen en Estambul 15.000 investigadores, representantes de organizaciones ambientalistas, jefes de Estado y delegados de las Naciones Unidas.
La ONU, el Banco Mundial y otras organizaciones internacionales advierten que, si el consumo sigue aumentando al ritmo actual, el agua puede convertirse en motivo de otra grave crisis global.
Es más, según un informe del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI, por sus siglas en inglés), ya hay 1400 millones de personas en el mundo que viven en áreas abastecidas por ríos que se están secando.
Otras mil millones carecen de acceso al agua potable y alrededor de 840 millones carecen de saneamiento. El SIWI calcula que, dentro de quince años, 1800 millones de personas estarán viviendo en países o regiones en las que habrá una escasez absoluta de agua.
Estudios de la FAO, por su parte, revelan que el consumo de agua se multiplicó seis veces a lo largo del último siglo, el doble de lo que aumentó la población. Otros del Centro para Investigaciones en la Epidemiología de los Desastres, de Bélgica, muestran que durante el período que va de 1996 a 2005 alrededor del 80% de todos los desastres naturales fueron de origen meteorológico o hidrológico. Y todo esto sin tener en cuenta que un aumento de temperatura de entre 3 y 4 grados, como el pronosticado por los científicos para la segunda mitad del siglo, modificará el ciclo hidrológico y empeorará los efectos locales de las inundaciones y las sequías.
El país no está exento de estas preocupaciones. Si bien recibe lluvias abundantes en la pampa húmeda y comparte uno de los reservorios de agua subterránea más grande del mundo -el acuífero Guaraní-, las dos terceras partes de su territorio son áridas o semiáridas.
Datos del Instituto Nacional del Agua indican que el 83,75% de la población urbana está abastecida por agua de red, pero sólo el 54% dispone de servicios de evacuación de excretas.
Un estudio de la Universidad Nacional de La Plata reveló que más de la mitad (el 53%) de los 13.800.000 de habitantes bonaerenses no dispone de cloacas y casi el 30% vive en hogares sin conexión a una red de agua potable.
Alrededor de seis millones de habitantes están en riesgo sanitario, ya que carecen de sistemas adecuados de abastecimiento de agua segura. Entre un millón y un millón y medio consumen agua con altos niveles de arsénico o flúor, o padecen la degradación de la calidad del agua superficial y de los acuíferos.
Según los especialistas del Consejo Mundial del Agua, organizador del presente foro, si se pretende seguir generando alimentos en 2050, habrá que cambiar realmente los modos de producción. Para "fabricar" una hamburguesa, asegura el International Water Management Institute, se necesitan nada menos que 10.000 litros de agua.
Para el SIWI, a riesgo de que en un futuro no demasiado lejano no haya suficiente agua para uso humano, las medidas (tales como reducir el despilfarro y la contaminación, o aumentar la eficiencia) deberán pensarse y ponerse en práctica sin pérdida de tiempo.
Nora Bär
Para protegerlo, el Banco Mundial y organizaciones ambientalistas de la zona están estudiando la posibilidad de tender un acueducto desde el Mar Rojo para importar 2000 millones de metros cúbicos de agua. Costo estimado de la obra: 15.000 millones de dólares.
Lamentablemente, ni el del Mar Muerto es un problema aislado, ni las consecuencias de este oscuro escenario son meramente folklóricas, sino políticas y económicas.
Para encontrar nuevas y mejores formas de manejo del agua, un líquido insustituible en un planeta que, si se cumplen los pronósticos, estará crecientemente sediento, desde hoy y hasta el domingo se reúnen en Estambul 15.000 investigadores, representantes de organizaciones ambientalistas, jefes de Estado y delegados de las Naciones Unidas.
La ONU, el Banco Mundial y otras organizaciones internacionales advierten que, si el consumo sigue aumentando al ritmo actual, el agua puede convertirse en motivo de otra grave crisis global.
Es más, según un informe del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI, por sus siglas en inglés), ya hay 1400 millones de personas en el mundo que viven en áreas abastecidas por ríos que se están secando.
Otras mil millones carecen de acceso al agua potable y alrededor de 840 millones carecen de saneamiento. El SIWI calcula que, dentro de quince años, 1800 millones de personas estarán viviendo en países o regiones en las que habrá una escasez absoluta de agua.
Estudios de la FAO, por su parte, revelan que el consumo de agua se multiplicó seis veces a lo largo del último siglo, el doble de lo que aumentó la población. Otros del Centro para Investigaciones en la Epidemiología de los Desastres, de Bélgica, muestran que durante el período que va de 1996 a 2005 alrededor del 80% de todos los desastres naturales fueron de origen meteorológico o hidrológico. Y todo esto sin tener en cuenta que un aumento de temperatura de entre 3 y 4 grados, como el pronosticado por los científicos para la segunda mitad del siglo, modificará el ciclo hidrológico y empeorará los efectos locales de las inundaciones y las sequías.
El país no está exento de estas preocupaciones. Si bien recibe lluvias abundantes en la pampa húmeda y comparte uno de los reservorios de agua subterránea más grande del mundo -el acuífero Guaraní-, las dos terceras partes de su territorio son áridas o semiáridas.
Datos del Instituto Nacional del Agua indican que el 83,75% de la población urbana está abastecida por agua de red, pero sólo el 54% dispone de servicios de evacuación de excretas.
Un estudio de la Universidad Nacional de La Plata reveló que más de la mitad (el 53%) de los 13.800.000 de habitantes bonaerenses no dispone de cloacas y casi el 30% vive en hogares sin conexión a una red de agua potable.
Alrededor de seis millones de habitantes están en riesgo sanitario, ya que carecen de sistemas adecuados de abastecimiento de agua segura. Entre un millón y un millón y medio consumen agua con altos niveles de arsénico o flúor, o padecen la degradación de la calidad del agua superficial y de los acuíferos.
Según los especialistas del Consejo Mundial del Agua, organizador del presente foro, si se pretende seguir generando alimentos en 2050, habrá que cambiar realmente los modos de producción. Para "fabricar" una hamburguesa, asegura el International Water Management Institute, se necesitan nada menos que 10.000 litros de agua.
Para el SIWI, a riesgo de que en un futuro no demasiado lejano no haya suficiente agua para uso humano, las medidas (tales como reducir el despilfarro y la contaminación, o aumentar la eficiencia) deberán pensarse y ponerse en práctica sin pérdida de tiempo.
Nora Bär
lanacion.com
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