lunes, 30 de marzo de 2009

Gran hermano marciano


Se trata de un experimento necesario para poder diseñar de forma realista una misión espacial tripulada a Marte. Tiene, también, todos los componentes mediáticos que le acercan a un concurso de telerrealidad. La duda es si ganará la ciencia o nos quedaremos con la anécdota. Y como dentro de dos días comienza el encierro completo de los voluntarios, podemos reflexionar y especular sobre lo que pasará...
Viajar a Marte, incluso cuando el planeta hermano se nos pone a tiro es complicado, aunque cada dos años se sitúa a unos 60 millones de km de la Tierra, y entonces es más barato y más breve el viaje interplanetario. Las sondas robóticas que mandan las agencias espaciales en esos momentos suelen demorar unos seis meses el viaje.
Una nave tripulada debería plantearse unos ocho meses al menos. Para el viaje de ida. Desde luego, habrá que contar otros ocho meses. Y, coincidirán conmigo, al menos un mes en Marte para justificar el esfuerzo tecnológico y humano de ir hasta el planeta rojo. Unos 17 meses de viaje solos, conviviendo en un ecosistema necesariamente cerrado...
La ficción ha imaginado miles de escenarios posibles para esa convivencia forzada (a menudo acabando en masacre, los humanos somos así). Sin embargo, la experiencia de convivencia de varios meses en el espacio no es una ficción, sino un hecho: en la Estación Espacial Internacional se da constantemente desde hace mas de ocho años. Los astronautas y cosmonautas, con sus tiranteces en el trato humano, han aguantado estupendamente y (aún) no ha habido ningún crimen mortal.
Así que cabe pensar que la convivencia, incluso con la tensión de saber que no hay escape posible, o incluso con la incógnita de un futuro incierto (algo así sería la experiencia psicológica de un viaje a Marte), es posible. Igualmente se han realizado diversos experimentos de aislamiento completo, como los que hizo la propia ESA a comienzos de los 90, llamados ISEMSI y EXEMSI, en el que seis personas se recluían en un simulador de la estación espacial rusa MIR, durante 135 días. Se comprobaron incrementos en la tensión interpersonal, sobre todo al final del periodo. Al principio abundaban las bromas, posteriormente las discusiones... ¡Como pasaría en cualquier sitio!
La cuestión es que había algunos parámetros específicos, como se comprobó en 1999 en el estudio SFINCSS, llevado a cabo en Rusia, durante 110 y 240 días en sus dos versiones, con 12 personas (11 hombres y una mujer) en tres grupos, no solamente en la convivencia, sino incluso en los niveles hormonales y otras constantes biomédicas que se sincronizaban y compartían (e incluso algún hongo de los pies).
Las conclusiones de los expertos apuntaban a que una diversidad cultural amplia en el equipo permitiría
una mejor conviencia. Para ello, el confinamiento tuvo varios grupos: en uno cuatro rusos, en otro tres rusos y un extranjero, y en el trecero personas de Japón, Rusia, Austria y Canadá (y entre ellos la mujer).
En cualquier caso nunca se ha comprobado qué puede pasar en un confinamiento de más de 500 días, y por eso nació la idea de ir estudiando convivencias similares simuladas en Tierra. El
Instituto Ruso de Problemas Biomédicos y la Agencia Espacial Europea han montado un programa de experiencias: la primera de ellas va a durar sólo algo más de 3 meses, 105 días. La siguiente, a finales de años, será de 17 meses. El estudio se llama MARS500 y la ESA ha colocado en su canal de YouTube un vídeo explicativo, que será el primero de un completo seguimiento a los protagonistas del encierro.



La 'tripulación'de esta nave simulada es de seis personas, seleccionadas de entre los 5.600 voluntarios que se presentaron a las convocatorias. Dos van a ser en el futuro la tripulación principal: Oliver Knickel, ingeniero mecánico del ejército alemán, de 28 años de edad y Cyrille Fournier (de 40), francés y piloto comercial. Por la parte rusa, cuatro personas: el comandante cosmonauta Sergei Ryazanski (34), que también es biólogo; el ingeniero y también cosmonauta Oleg Artemyez (37) (ambos con experiencia en el espacio); Alexei Shpakov (25), fisiólogo y deportista y Alexei Baranov (34), médico.
Las condiciones de vida simularán en lo posible el aislamiento espacial (aunque algunos psicólogos opinan que como en el fondo los participantes saben que están en la Tierra y que siempre hay una vía de escape, la interrelación de un viaje espacial será necesariamente diferente). No saldrán de sus módulos, donde además se reciclarán líquidos y aire como sucederá en una nave. En la versión larga del experimento, se les dejará simular unos paseos sobre una superficie como la de Marte.
También se mantendrá una limitación en las comunicaciones 'con Tierra', y es la incorporación de un retraso conforme se alejan hacia Marte, para simular la imposibilidad de hablar en directo y someterse a los dictados de la limitación de la velocidad de la luz: el desfase llegará a ser de 40 minutos en algunos momentos del viaje entre pregunta y respuesta.
En cualquier caso, dos parámetros fundamentales no estarán presentes en esta simulación, que se centra en los aspectos convivenciales: ni las radiaciones que recibiría una misión a Marte ni la prolongada ausencia de gravedad. Ambas circunstancias podrían ser letales por lo que sabemos. Y exigen soluciones precisas y duras para los futuros viajeros a Marte: aislamientos importantes para disminuir los posibles efectos de una exposición a altas densidades de radiación, y programas de ejercicio intensivo que consumirían gran parte del tiempo durante el viaje, solamente para no sucumbir a la osteoporosis.
En cualquier caso, esta especie de Gran Hermano Marciano comienza ya. Y con más cámaras de televisión, expertos alrededor y monitorización de los protagonistas que en la versión televisiva. ¿Qué pasará?

elmundo.es

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