Límpielo todo y limpie contenta. Éste podría ser el eslogan de venta de “101 canciones para el trabajo en la casa” (101 Housework Songs), un compact que salió a la venta en Inglaterra como regalo posible para las madres, que mañana festejan su día en el Reino Unido.
El CD, vendido por la cadena de supermercados Sainsbury’s, promete “barrer con la tristeza de la limpieza” y “hacer divertido el trabajo del hogar”; compila una infinidad de temas muy alegres para que las amas de casa frieguen los pisos felices –entre ellos, “I Want to Break Free” (Quiero ser libre), de Queen–; y, sobre todo, incluye una visión del universo femenino que puso en pie de guerra no sólo a las feministas inglesas, sino a cualquier mujer con una pizca de amor propio.
“Ese compact es un chiste –opina Liliana Mizrahi, psicóloga y autora del libro Mujeres en plena revuelta–. El trabajo de la casa no es, exactamente, una labor para ponerse contenta. No es como arreglar las macetas del jardín. Es un trabajo embrutecedor, repetitivo, cansador y, sobre todo, invisible. Sólo se lo registra cuando no se lo hace.
Entonces, que alguien se plantee “alegrarte” el trabajo doméstico es una burla. El mensaje es: ‘Señora, no sólo tiene usted que fregar como un animal, además lo tiene que hacer cantando’. Por no hablar de lo irritante que puede ser el doble mensaje: las canciones que incluye el compact son emancipatorias, pero a la vez son usadas para que la mujer se quede en su casa abrazada a un trapo”.
Para la escritora y periodista Daniela Di Segni, autora del libro Busco al hombre de mi vida, marido ya tuve, lo terrible no es que te manden a limpiar cantando –de hecho, a Di Segni le gusta poner música clásica o boleros cuando hace las tareas domésticas– sino que se plantee el compact como un regalo exclusivamente para mujeres. “Ahí sí, la propuesta se vuelve sexista y estúpida –opina–. Y da la pauta de que nada cambió demasiado.
La diferencia entre los productos destinados para las mujeres antes y los de ahora es que antes las mujeres eran recatadas y posaban para la publicidad con delantalcito blanco. Ahora, en cambio, son flacas y sexies. Pero están en el mismo lugar de siempre.”
COSER Y CANTAR.
En su artículo “Cristina y el Síndrome Doris Day” –publicado hace poco más de un mes en la contratapa de este diario– la doctora en filosofía y legisladora de la ciudad de Buenos Aires Diana Maffía explicaba cómo desde la publicidad y el marketing se buscó, desde mediados del siglo pasado, atraer a las mujeres hacia su rol doméstico.
Según relata Maffía, al finalizar la Segunda Guerra Mundial el regreso a casa de los soldados presentó un enorme desafío: lograr que las mujeres, que habían salido a la calle para sostener la economía del hogar, se olvidaran de la autonomía conseguida y aceptaran volver a ser un émulo de Doris Day: señoras domésticas, felices y sin ánimos de independencia alguna.
Para Maffía, el plan de gobierno para que las mujeres tengan sus lavarropas baratos –propuesto por Cristina Fernández de Kirchner para revitalizar el consumo, argumentando que las mujeres pedían lavarropas y los hombres, autos– no hace más que reescribir en clave política y popular el mismo discurso que proponen los supermercados de Inglaterra con sus disquitos felices.
“Y esas canciones, ¿por quién están cantadas? ¿Por Margaret Tatcher? –ironiza Maffía–. Ese compact marca la vuelta a la naturalización del trabajo doméstico a cargo de las mujeres. A modo de premio para aquellas que cumplen con su ‘rol’, hay un trato romántico y amable.
Algo así como ‘mirá querida lo que te traje: un compact para tu alegría espiritual’. Y la verdad que no está mal tener música alegre, del mismo modo que no está mal que te den créditos para un lavarropas. Lo que está mal es pensar que hay condiciones naturales, biológicas, del más básico género, que determinan quién debe escuchar ese CD.”
Frente a las 101 canciones para pasar el trapo, Jennifer Howze, bloguera del diario inglés The Times, respondió a los supermercados con un fino humor. En su artículo “Las nueve canciones para escuchar mientras escribís una carta de queja a Sainsbury’s”, incluye los temas “Mujer independiente”, de Destiny’s Child. Y “Respeto”, de Aretha Franklin.
OPINIÓN
Un auténtico regalo
Carlos Alhadeff (Psicólogo. Autor del libro El machista arrepentido)
A las mujeres les ponen música con el mismo fin con el que a los pollos se les pone luz las veinticuatro horas: para que produzcan más. Nada nuevo, en realidad.Con la aparición de este compact, el mundo machista no hace otra cosa que confesarse.
Ahora queda más que claro que toda esta historia de la mujer liberada es falsa, y que, en ese sentido, el CD ofrece una enorme autenticidad: deja en evidencia lo que se piensa socialmente de las mujeres.
Desde hace muchos años, la publicidad nos muestra siempre la misma imagen: la felicidad de una mujer pasa porque sus hijos crezcan bien, sus pisos estén brillantes y su pelo esté desenredado. O sea: es una boluda.
Y, sobre la base de esa imagen de boluda total, crece toda una industria –de marketing y también editorial– puesta para regocijar a la famosa “mujer de hoy”. Antes había revistas como la alemana Burda, que traía figurines para que las señoras hicieran lo único que podían hacer bien: coser. Del mismo modo, hoy sigue habiendo revistas que se consideran modernas y revolucionarias porque traen secretos sobre cómo seducir más a tu novio; es decir que de los figurines las mujeres pasaron al marido. Y encima, ahora, tienen que hacerlo cantando.
criticadigital.com
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