lunes, 30 de marzo de 2009

PINOCHO cumple SETENTA AÑOS


De Disney se pueden discutir muchas cosas. Sólo una es completamente indiscutible: haber llevado el arte del dibujo animado a cimas que nadie ha sobrepasado. Y el Everest de su obra es Pinocho, de 1938, que ahora se edita por primera vez en versión completamente restaurada.
Es cierto que ya hubo otras ediciones en DVD, pero ésta es la primera que proviene de una reconstrucción completa de los negativos originales, y además la primera que se edita también en Blue-Ray.
Para la mayoría de los especialistas en animación de todo el mundo, Pinocho es la mayor de las obras maestras de Disney, y la demostración absoluta de su poder como narrador, vigente a 70 años de su estreno (o casi, como se verá) mundial.
Siempre es paradójico hablar de Disney como un artista, porque prácticamente no dibujó más después de montar su propia empresa a mediados de los años 20. Sin embargo, tenía control total sobre las obras, al punto que las múltiples manos que se encargaron de cada largometraje de la firma parecen sólo un mismo par. Además, siempre intentó sobrepasar desafíos técnicos con el fin de borrar en el espectador la impresión de estar viendo un dibujo. Con Pinocho, la perfección técnica llegó a un extremo que sólo algunas secuencias de Fantasía y Bambi lograron luego.
En 1937, Disney había logrado filmar el primer largo animado sonoro y en colores de la historia. Blancanieves fue un éxito enorme en todo el mundo y lo salvó de una segura bancarrota, dado que había apostado hasta la casa de sus padres a esa película. Su segunda producción debía ser Bambi, pero Disney se enfrentaba no ya al universo de los cuentos de hadas, sino a hacer creíble a un grupo de animales que eran, al mismo tiempo, criaturas fantásticas.
Aplazó ese desarrollo y decidió darles una oportunidad a sus dibujantes más jóvenes –con el tiempo la base del estilo de la casa, como Fred Moore, Ollie Johnston, Bil Tytla, Ward Kimball y Frank Thomas– que, a su vez, quisieron probar todo lo que no se había podido hacer por falta de presupuesto en Blancanieves.
La restauración actual muestra el cuidado en el detalle, la enorme capacidad para la composición de planos con efectos tridimensionales –recuérdese: en esta época una computadora era idea de cuento de hadas–. Como resultado, la animación es de una perfección increíble incluso hoy.
Pero Pinocho es mucho más que lo perfecto de su técnica: es también una corrección absoluta del libro original de Carlo Collodi. Si en el texto es más bien un pícaro que tiene varios castigos, y Pepe Grillo una especie de fantasma aleccionador, nada de eso sucede en la película.
El Pinocho de Disney es un inocente constantemente amenazado, y Pepe Grillo es no sólo su conciencia, sino un espejo del espectador que recorre con los personajes un cuento de aprendizaje. No se trata solamente de “qué está bien y qué está mal”, más allá de que el film, producto clarísimo de la época del New Deal, apostaba a la educación del ciudadano, al trabajo y a los lazos familiares como único sostén de la moral. Lo impresionante es que nunca deja, al mismo tiempo, de ser un film de aventuras y un cuento de terror: la transformación de niños en burros, por ejemplo, sigue siendo una secuencia escalofriante.
Una de las (muchas) virtudes de la edición es que incluye el doblaje con que se conoció el film en los países de habla hispana. Ese doblaje es uno de los dos –el otro fue el original de Blancanieves, que hoy se considera perdido– que se realizara en la Argentina. Lo dirigió Luis César Amadori y tenía como voces principales a dos estrellas del cine argentino de entonces: Pablo Palitos como Pepe Grillo y Miguel Gómez Bao como Yepeto.
Una gran experiencia es, también, ver el film con los comentarios –subtitulados, algo que a veces nuestros editores olvidan– donde Eric Goldberg, Leonard Maltin y artistas que hicieron el film cuentan su desarrollo escena por escena.
Hoy, el poder de la organización Disney hace que sea imposible pensar que este trabajo hizo que el tío Walt perdiera dinero. Efectivamente: una de las grandes fuentes de ingresos tanto de los cortos de Mickey Mouse como, muy especialmente, de Blancanieves fue el mercado no estadounidense.
Disney había logrado eludir, hasta cierto punto, el embargo cultural que caía sobre muchos países europeos bajo el gobierno nacionalsocialista alemán o el fascismo italiano. Pero tras la invasión nazi a Polonia y el desencadenamiento de la guerra, todos los productos estadounidenses sufrieron una interdicción –ideológica y comercial– en la Europa ocupada. Es decir, el público italiano sólo vio la adaptación de su cuento infantil nacional tras la contienda.
Aunque el film fue un éxito enorme en los Estados Unidos, sólo se amortizó completamente años después, algo menos grave de lo que sucedió con la película siguiente, la ambiciosa y compleja Fantasía, que casi lleva a la quiebra a su autor.
Incluso si hay otros films más populares o más discutidos, Pinocho sigue teniendo un grado de detalle y de vida, de elecciones estéticas precisas que casi ninguna otra obra de animación –o, por lo menos, de dibujo animado tradicional en largometraje– tiene.
Se sostiene –y la restauración ayuda mucho a eso– como una obra maestra aún hoy, cuando la tecnología parece querer desplazar al lápiz y al pincel que dieron vida a esta marioneta.
Otros Pinochos famosos, en dibujos o con actores
El cuento de Collodi es uno de los más adaptados a la pantalla, la mayoría como serie o dibujo animado –los derechos del personaje son cosa bastante lábil–. La serie animada más fiel al libro original, aunque con un tono un poco más cómico, se realizó en Japón en 1976.
Once años después, la empresa estadounidense Filmation (creadora de He-Man) lanzó un largometraje como “continuación” del de Disney, Pinocho y el Emperador de la Noche, que habría de ser (en una época de eclipse para la animación internacional) el último film animado completamente realizado en los Estados Unidos (donde mucha animación de hoy se terceriza).
En 1999, el británico Michael Anderson intentó una adaptación con actores y efectos especiales donde el gran Martin Landau hacía de Yepeto.
Y en 2002, embriagado por el éxito de La vida es bella, Roberto Benigni acometió una adaptación bastante fiel del libro, de enorme presupuesto, que fue destazada por la productora Miramax para el estreno fuera de Italia.
No es buena, está lastrada por el avasallador histrionismo de Benigni pero en las secuencias finales demuestra la inteligencia y la sensibilidad que no tenía su film anterior.
En la Argentina nunca se estrenó en salas y salió en VHS e incluso en DVD, aunque es heroico conseguirla (y también heroico verla, sea hecha la salvedad).
Habla la experta restauradora
“Comenzamos el trabajo de restauración para la edición en Blue-Ray hace cuatro años. Y decidimos entonces que era necesaria una restauración integral. Disney nos trajo este proyecto aunque se trataba de un título de archivo. El negativo de Pinocho era muy viejo, pero recurrimos a él porque queríamos tener realmente el film original.
Hasta ahora, en las ediciones que han salido a la venta tanto en VHS como en DVD, se usaban como material de base copias que tenían tres o cuatro generaciones. Encontramos mucha suciedad en el negativo, y hasta fotogramas dañados. Pero la paleta de colores era increíble, al punto de que nos dimos cuenta de que hacía años que no se veía correctamente la hermosa paleta del film. Hicimos una enorme investigación para recuperar esos colores, incluso chequeando con los borradores y los bosquejos preliminares.
Algunas cosas de la película son maravillosas: el color azul de los ojos de Pinocho, por ejemplo, o los trazos realizados con pincel en ciertas escenas eran bellísimos y los recuperamos. Del resto de los archivos, tenemos terminada la restauración de Blancanieves y estamos trabajando en la de Dumbo, que es la película favorita de John Lasseter,” dice Sara Duran Singer.
criticadigital.com

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