El 18 de marzo de 1965 por primera vez un ser humano realizaba una caminata espacial.
El hombre de la proeza fue Alexei Leonov, a quien apenas 12 minutos de paseo en el vacío interestelar le sirvieron para entrar en la historia.
La Guerra Fría que enfrentaba a Estados Unidos y la Unión Soviética era el marco en el que se gestó la hazaña. Los soviéticos habían desarrollado su programa Voshkod inmediatamente después del exitoso Vostok, que había puesto en el espacio por primera vez a un hombre, Yuri Gagarin, y una mujer, Valentina Tereshkova.
Mientras los estadounidenses hacían avanzar su programa Géminis, en lo que fue el paso previo de las misiones Apollo, que finalmente colocaron al pionero Neil Armstrong sobre la superficie lunar, los soviéticos, aunque con menos equipo y presupuesto, querían marcar hitos en esa carrera, con menos presión científica que propagandística.
Producto de esa urgencia, varios contratiempos pusieron en riesgo la vida de Leonov. La Voshkod 1, lanzada unos meses antes, había sido la primera multitripulada. Tres cosmonautas, literalmente apretados como sardinas, formaron parte de esa experiencia. En la Voshkod 2 sólo eran dos, Leonov y Pavel Belyayev, a quien, entre otras cosas, le tocó manejar una de las tres cámaras que documentaron la experiencia, cuyas imágenes fueron retransmitidas por la televisión soviética horas después.
Leonov vivió momentos de gran peligro en ese paseo, que comenzó cuando la nave se encontraba sobre el sur de Egipto y finalizó cuando merodeaba el este de Siberia. Uno de ellos fue el que le produjo el traje provisto, que le impedía moverse con facilidad, y por lo que no podía manejar los controles que abrían y cerraban la escotilla de salida al exterior.
También su cuerpo sufrió las consecuencias de esa situación. Según informes médicos que se conocieron muchos años después, como la mayoría de los datos, en 20 minutos la temperatura corporal de Leonov ascendió peligrosamente casi 2°C, hasta tal punto que dentro del traje sentía que chapoteaba en su sudor. Tampoco se sentía cómodo con los 15 metros de cordón umbilical que lo conectaban con la nave.
No terminaron allí los problemas: la nave, por un error en el sistema de navegación, aterrizó impensadamente en el medio de la taiga, un agreste territorio ruso poblado de bestias salvajes. Eso hizo que el rescate se prolongara más de lo esperado.
Pese a todo, Leonov y su paseo por el azul y silencioso espacio marcaron un hito en la historia de la navegación espacial.
Luis Ini
El hombre de la proeza fue Alexei Leonov, a quien apenas 12 minutos de paseo en el vacío interestelar le sirvieron para entrar en la historia.
La Guerra Fría que enfrentaba a Estados Unidos y la Unión Soviética era el marco en el que se gestó la hazaña. Los soviéticos habían desarrollado su programa Voshkod inmediatamente después del exitoso Vostok, que había puesto en el espacio por primera vez a un hombre, Yuri Gagarin, y una mujer, Valentina Tereshkova.
Mientras los estadounidenses hacían avanzar su programa Géminis, en lo que fue el paso previo de las misiones Apollo, que finalmente colocaron al pionero Neil Armstrong sobre la superficie lunar, los soviéticos, aunque con menos equipo y presupuesto, querían marcar hitos en esa carrera, con menos presión científica que propagandística.
Producto de esa urgencia, varios contratiempos pusieron en riesgo la vida de Leonov. La Voshkod 1, lanzada unos meses antes, había sido la primera multitripulada. Tres cosmonautas, literalmente apretados como sardinas, formaron parte de esa experiencia. En la Voshkod 2 sólo eran dos, Leonov y Pavel Belyayev, a quien, entre otras cosas, le tocó manejar una de las tres cámaras que documentaron la experiencia, cuyas imágenes fueron retransmitidas por la televisión soviética horas después.
Leonov vivió momentos de gran peligro en ese paseo, que comenzó cuando la nave se encontraba sobre el sur de Egipto y finalizó cuando merodeaba el este de Siberia. Uno de ellos fue el que le produjo el traje provisto, que le impedía moverse con facilidad, y por lo que no podía manejar los controles que abrían y cerraban la escotilla de salida al exterior.
También su cuerpo sufrió las consecuencias de esa situación. Según informes médicos que se conocieron muchos años después, como la mayoría de los datos, en 20 minutos la temperatura corporal de Leonov ascendió peligrosamente casi 2°C, hasta tal punto que dentro del traje sentía que chapoteaba en su sudor. Tampoco se sentía cómodo con los 15 metros de cordón umbilical que lo conectaban con la nave.
No terminaron allí los problemas: la nave, por un error en el sistema de navegación, aterrizó impensadamente en el medio de la taiga, un agreste territorio ruso poblado de bestias salvajes. Eso hizo que el rescate se prolongara más de lo esperado.
Pese a todo, Leonov y su paseo por el azul y silencioso espacio marcaron un hito en la historia de la navegación espacial.
Luis Ini
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