miércoles, 11 de marzo de 2009

El Principito está de vuelta

“A Antoine Saint-Exupéry, porque me dio la fuerza para resguardar la inocencia y la pureza del corazón”, dice Alejandro Roemmers desde la dedicatoria de su novela El regreso del joven Príncipe, el libro que actúa como segunda parte del relato que escribió el francés en 1943 y que es un éxito en la Argentina con más de 40 mil ejemplares vendidos desde su publicación en noviembre último.
Roemmers –que habitualmente publica poesía– hizo con este texto su incursión en el mundo de la prosa. En charla con Crítica de la Argentina, explica que buscó hacer un libro con “una visión más positiva de nuestro tiempo” y asegura que intentó dar el mensaje de esperanza que no tenía el libro de Saint-Exupéry.
–¿Qué esperaba generar en el lector?–
Lo que se dio, porque en este momento está primero en ventas en la Argentina. El mensaje está en un lenguaje que todos entendemos y compartimos: es el camino desde la inocencia a la plenitud del espíritu, y es un poco mi experiencia de vida y mi aprendizaje. Y haberlo conectado con un homenaje a Saint-Exupéry le dio una proyección internacional que si no hubiera costado mucho.
–¿Cuándo fue su primera lectura de El Principito?
–Fue al final del colegio primario: me conmovió mucho y me dejó triste. Me sentí muy reconocido en el personaje porque transitaba la etapa de inocencia, aunque yo ya escribía poesía. Y a los veintipico lo volví a leer, y sentí que quería preservar esa actitud de inocencia y de pureza ante la vida. Cuando distintos amigos me propusieron que hiciera un libro que no fuera poesía para que llegue a más gente, se me ocurrió hacer regresar al Principito pero con un final más positivo, más esperanzador, para ponerle esa fe que yo tengo y que a Saint-Exupéry en ese momento le faltaba, porque estaba la Segunda Guerra Mundial y su situación personal era difícil porque ya percibía el final de su vida. Mi experiencia de vida es al revés, yo vengo de estar mal, desesperanzado y triste y hoy me siento muy pleno y muy feliz. Por eso escribí el libro, porque no me encontré con tantas personas felices en el mundo y eso va más allá de la situación social o económica: se trata de una postura y de una actitud.El libro de Roemmers tuvo una primera edición en 2000 que se distribuyó de manera privada. Por problemas con los derechos de autor de El Principito, el escritor no lo reeditó en su momento. Ocho años después, alguien le acercó su libro a la familia Saint-Exupéry y como resultado Roemmers obtuvo los derechos para distribuir su obra y un prólogo a El regreso del joven Príncipe escrito por Frédéric D’Agay, sobrino nieto del creador de El Principito y presidente de la fundación Antoine de Saint-Exupéry. Allí dice que el de Roemmers es “un libro universal de lenguaje universal” y que, como “la Argentina ha impregnado toda la obra” del aviador, no resulta extraño que quien siga su aventura sea un argentino.
–¿Cómo se le ocurrió continuar El Principito?
–Nunca lo pensé como una segunda parte, busqué volcar una experiencia de mi vida y no quería hacer una biografía: tenía que ser una historia y necesitaba un personaje adolescente. Entonces dije: “¿Por qué no imaginar que es El Principito que volvió?”.
–¿Cuánto suma la escritura poética a la hora de pasar a la prosa?
–La prosa no es tan sencilla como uno cree. Tuve la suerte de escribir este libro como si fuera un solo poema, lo hice todo corrido en nueve días, en un trance entre poético y místico.
–¿Cómo fue pasar de un género que no vende a la masividad que obtuvo con este libro?
–Fue el objetivo, llegar a los jóvenes. No me refiero a la edad, sino a la actitud, porque el que cree que ya lo sabe todo y tiene una actitud arrogante es viejo aunque tenga 18.
–¿Y cuánto de usted tiene el personaje adulto que dialoga con el Principito a lo largo del libro?
–Todo, los que me conocen siempre me dicen “sos vos”. Eso me puso contento. Pero yo soy los dos, en diferentes etapas de mi vida y en distintos momentos del día también, porque no podemos manejarnos en un nivel de conciencia parejo todo el tiempo, más cuando uno se tiene que ocupar de negocios. En ese sentido, es auténtico y es lo que yo creo y practico. Los que están al lado mío lo ven como lo más normal, no les sorprende el libro. Eso me deja bien, porque para conocer la grandeza de una persona hay que hablar con los que están a su alrededor. La mayor parte de las veces las cosas son de una manera hacia fuera y de otra en la intimidad pero, en mi caso, creo que soy bastante coherente.
criticadigital.com

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