domingo, 7 de diciembre de 2008

Por qué hay que hacer dieta

Hemos leído hace un tiempo, principalmente en nuestro país y de médicos locales, declaraciones supuestamente científicas que directamente le dicen a la gente que... no es bueno hacer dieta. Este concepto suena increíble por varias razones: primero, porque va a contramano de lo que piensa la ciencia en todo el mundo. Segundo, porque se lo propala en un país donde, ya lo sabemos, más de la mitad de la población padece trastornos alimentarios y de sobrepeso, en algunos casos muy grave. Tercero, porque, puertas adentro de sus propios consultorios, estos mismos médicos que largan al viento la premisa de dar la espalda a la dieta, entregan sistemáticamente a sus pacientes obesos o con sobrepeso planes alimentarios de todo nivel de calorías, desde las VLCD (dietas de muy bajas calorías) a las LCD (dietas de bajas calorías), e insisten en la importancia del exacto cumplimiento de un plan determinado de alimentación.
Todos los profesionales que estamos en el campo de la salud y la nutrición sabemos de los peligros que entrañan la diabetes tipo II o la hipertensión arterial, para las cuales no hay tratamiento posible si no cambiamos la forma de comer del paciente, algo difícil de conseguir si no se ataca el problema por su raíz, por su base, y no por sus síntomas. Muchos de los que se detienen en este último aspecto tratan de hacer frente al fracaso en la tarea de hacer perder peso al paciente recomendándole la solución "final" de la cirugía. Error. El paciente se somete a la operación, con los riesgos que entraña toda intervención; quizás al principio baje de peso, pero en la gran mayoría de los casos, como no se atacó la causa ?que es la adicción a la comida?, sino el síntoma, luego recupera los kilos y se hunde en la frustración.
Aquí y en el mundo, el tema del sobrepeso y la obesidad es de una extraordinaria importancia por los daños que trae aparejados, las enfermedades y la morbilidad. La gravedad del problema ha hecho que tanto en Europa como en los Estados Unidos hayan aparecido task forces (grupos de trabajo) que luchan contra la obesidad, ya instaladas no sólo en los consultorios, sino en los más altos ámbitos académicos, concurriendo a congresos nacionales,
sudamericanos, norteamericanos o europeos. Varios de nosotros presentamos permanentemente trabajos interdisciplinarios en los cuales la DIETA, con mayúsculas, es el eje del que nacen el resto de las actividades y los cambios en la conducta, donde se entremezclan la actividad física, el estado clínico, las emociones, el trabajo sobre nosotros mismos, etcétera. No es casual que cada vez haya más revistas y publicaciones especializadas en obesidad infantil, nutrición, obesidad del adulto, diabetes, desórdenes de alimentación, como tampoco lo es que tanto en la Web como en los medios, en las universidades y en los centros hospitalarios, los profesionales dedicados al tratamiento de esas afecciones y su posible origen y consecuencias sean cada vez más respetados.
Si la obesidad y el comer sin freno son respectivamente una enfermedad y una adicción, ¿es lícito decir "no luchemos contra el comer compulsivo e incesante"? ¿Es válido "enseñar" a comer a quien no puede parar con su desborde o abandono, a quien tiene su autoestima, su salud y su vida a punto de colapsar? Si es una enfermedad crónica, ¿es válido decirle a quien la padece que baje los brazos y que mire para otro lado, alimentándose y engordando como si fuese un tipo normal? Si la obesidad es una enfermedad, ¿decir esto no sería igual a decirle a un paciente que aprenda a darle valor al aire puro, que está mal que haya tomado frío y que haya introducido en su cuerpo una bacteria y tenga neumonía?
Esta y muchas otras preguntas no tienen más que una respuesta: no.
Por eso, para quien las necesita, decimos sí a las dietas, sin medicación, sin yuyos y sin mentiras. Sí al control alimentario. Sí al dominio de la conducta. Sí a la medida y a la distancia. No a los mensajes extraños. La gente reclama coherencia. Sesenta por ciento de gordos en el mundo quieren tener la esperanza de ser tratados como seres inteligentes.
Sí a la moderación, al límite, a la medida, a la porción, a la salud.
La pregunta de por qué fracasan las dietas o por qué fracasan los gordos debería ser reformulada con una más veraz: ¿por qué fracasamos los nutricionistas? Hagamos una severa autocrítica.
Por Máximo Ravenna

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