Un trabajo seguro, conseguir pareja, tener un hijo. El viejo mandato se juega en un nuevo escenario donde los tiempos parecen ser otros. Hombres y mujeres retrasaron sus relojes en busca de la realización profesional y económica, pero ¿se olvidaron del amor?, ¿por qué no pueden comprometerse?, ¿por qué las parejas no perduran en el tiempo?
Al parecer, estamos frente a una nueva forma de vincularse. En el juego de la conquista, el deterioro de la imagen y la pérdida de la juventud picotean la cabeza. Gobiernan la apariencia y lo individual. La tecnología ayuda al aislamiento. Se busca un ideal muy elevado. Exigentes y exigidos. Nada alcanza. Para paliar la falta, se cae en abusos y en picos de consumo.
Los adultos jóvenes de hoy parecen "estafados por la vida", siguen en la búsqueda melancólicos, intolerantes, ansiosos, enojados..., ¿insatisfechos?
Cuando Laura tenía 9 años saltaba a la soga cantando: "Viuda, casada, soltera, enamorada, con hijos, sin hijos, con uno, con dos...". Cada salto era una posibilidad de futuro. Al tropezar, la cuerda se detenía y el destino estaba echado. Laura "era buena saltando" y siempre supo que se casaría y tendría muchos hijos. Hoy, a los 36, se descubre soltera, sin novio, sin hijos y, según ella, "con la soga al cuello".
"Las mujeres de entre 30 y 40 buscan esencialmente una pareja. Los hombres también, pero ambos salen a la conquista siguiendo mandatos tradicionales. Y aquí se presenta un problema de base", anticipa Norma Toker, socióloga y psicóloga experta en vínculos, para quien "hay una nueva manera de configurar las relaciones, nuevas formas de construir subjetividades".
Laura suele tomar café con algunas de aquellas amigas con las que saltaba a la soga y con otras nuevas. "Eramos unas tontas", dicen, entre risas, cuando recuerdan aquellos juegos de niñas en los que todas aún creían en el amor. En la mesa, donde hay cortados mitad y mitad, alguno con leche fría, té verde y lágrimas, también hay solteras, divorciadas, concubinas, amantes y una que jura que es superfeliz con su matrimonio de casi 10 años.
Así como ocurría en tiempos de Laura, se cree que hoy el 80 por ciento de las niñas de entre 7 y 10 años piensan que se casarán y tendrán hijos antes de los 30. Para Toker, resulta fundamental entender que, como decía el filósofo Castoriadis: "Estamos en el tiempo y el tiempo nos hace".
A la edad de Laura, Juan era fanático de los bloques y los ladrillos. Siempre dijo que sería constructor de puentes y torres. Hoy es uno de los arquitectos más reconocidos de la ciudad y el peor de los pacientes de la terapia intensiva de la clínica más renombrada del momento. Hace unos meses el estrés lo llevó a vivir ataques de pánico. Y hace unos días debutó con los infartos. Juan tiene dos hijos y una mujer rubia, flaca y superbronceada que espera volver a irse de vacaciones antes de que termine el verano.
Juan come con amigos todos los viernes. Es una costumbre que conserva "pase lo que pase". Un buen corte de carne y ruedas de vino tinto los enlaza. En la ensalada mezclan un poco de fútbol, negocios, mujeres y familia. Los hay casados y de caza, pocos se animan a confesarse enamorados, hay "piratas" y otros "chamuyeros" atados al matrimonio por "culpa", "por los hijos" o "por temor a volver a empezar o a quedarse solos".
Laura y sus amigas, Juan y los suyos, cada uno con su historia, tienen en común ser parte de los más de cuatro millones y medio de argentinos que tienen entre 30 y 40. Parece que no es tarea fácil ser parte de la generación de los DNI con "20 y pico de millones".
El psiquiatra Juan Manuel Bulacio, especialista en estrés y ansiedad, cree que las condiciones de exigencia y competitividad en las que vivimos incrementan aún más las dificultades para alcanzar nuestros deseos. "Cuando todo lo que soñamos o programamos de jóvenes no llega a concretarse, después de los 30 entramos en una rueda de frustración y ansiedad que nos aleja aún más de nuestros objetivos", enfatiza.
¿Concretamos los planes que alguna vez tuvimos para nosotros?, ¿qué estuve buscando?, ¿con quién estoy?, ¿es verdad que es preferible estar solo que mal acompañado?, ¿cómo hago para no dejar de sentirme joven?, ¿quién quiere tener un hijo conmigo?
Hoy por hoy, la maravillosa crisis de estar en "la curva de la vida" esconde estas preguntas y sugiere palabras clave como soledad, celulitis, maternidad, gym, chat, dinero, Viagra, shopping, after office.
El karma de tener treinta y pico
Según los manuales de psicología evolutiva, "se espera que el adulto joven se haya adaptado a la sociedad en la que vive, pueda cumplir con un trabajo y mantener relaciones estables con una pareja, llegando, en muchos casos, a formar una familia". En este marco, perdemos horas debatiendo sobre conflictos y crisis vitales. Signados por demandas exitistas, solemos pensar a los "30-40" que están en crisis como damas y caballeros errantes, que no han sabido cumplir con lo que establecen los mandatos.
No cumplir con los pautas genera culpa, inseguridades, disminuye la autoestima y la tolerancia a la frustración. Muchos adultos de los "30 largos" aún están perseguidos por la falsa idea de haber defraudado a sus padres y no "cotizar en bolsa".
Bulacio coincide con la idea de que "entre los 30 y los 40 las personas deberían consolidar su crecimiento personal y laboral, y hacerse cargo y disfrutar de la familia que forman o les gustaría formar", pero, al mismo tiempo, cree profundamente que "la única salida es trabajar para favorecer una cultura personal y social de vida sana basada en los buenos hábitos".
Parados frente a la curva, están quienes aceleran para vivir al ritmo que impone la sociedad moderna, están quienes se paralizan por temor a no saber cómo seguir y se sienten disminuidos o excluidos, y están los que entienden que es tiempo de reflexión y revaloración. Pero, en definitiva, cuesta mucho sostener la necesidad del cambio porque el entorno no acompaña.
¿Cuáles son hoy los parámetros de éxito?, ¿por qué no conseguimos lo que queremos?, ¿cuál es el costo de tanto esfuerzo? Más preguntas para ir pensando.
En la Argentina no hay estadísticas fiables en materia de salud, pero en la práctica se puede observar un severo incremento de los trastornos de ansiedad, particularmente trastornos de pánico y de ansiedad generalizada, según aprecia el especialista. "Este trastorno -explica Bulacio- está caracterizado por la interpretación que las personas hacemos de todos los hechos sociales, económicos y culturales que conforman nuestra realidad cotidiana. Cuando la percepción de lo que nos pasa se siente como una amenaza o un peligro, aumenta la ansiedad y, según la predisposición de cada persona, se desencadenarán distintos grados de ansiedad, llegando a cuadros agudos, hoy muy comunes, como una crisis o un trastorno de pánico."
El médico refuerza la idea: "Aquellas expectativas de la juventud que se frustran en la edad adulta se traducen en cuadros de ansiedad que, de hacerse crónicos, devienen en depresión". Si no hay resolución, o por lo menos una predisposición a buscar alternativas frente a los temas que estresan, seguramente se terminará en abusos, consumismo, depresión, insatisfacción. Siempre se tiende a compensar "la falta".
En este sentido, hombres y mujeres de 30 y pico operan según un mismo manual. Sin embargo, más allá de estilos propios de cada género (histerias, enojos, celos, demandas, facturas, caprichos, etcétera), el tipo de personalidad hace la diferencia. Serán más propensos a vivir en crisis aquellos adultos que tengan menos recursos, capacidades o deseos de superar cualquier tensión. No está demás releer las preguntas que aparecen más arriba. No es necesario aún tener las respuestas para seguir. Tiempo al tiempo.
Señal de ajuste
Los de 30-40 de hoy nacieron entre 1970 y 1980, años muy especiales para criarse en la Argentina.
"Estuvimos los padres que quisimos educar a nuestros hijos ofreciéndoles todas las posibilidades de elegir con libertad, en contraposición a las costumbres dictactoriales de la época -cuenta Norma Toker-. Sin embargo, no puede negarse que las pautas autoritarias eran más fuertes."
Modelos estrictos, desmedidos en orden y exigencia, parecen haber reforzado las raíces de los mandatos tradicionales, más allá de que los cambios se hayan comenzado a gestar en silencio. Siempre hay una resistencia al cambio y esto dificulta aún más las posibilidades de adaptación.
"Más allá de los cambios sociales, hubo una mutación cognitiva significativa -explica Toker, parafraseando a Franco Berardi, un brillante experto en comunicación, italiano-. Esto significa que se piensa, se siente, se habla distinto. Y mucho tuvo que ver la tecnología."
Es cierto. En 20 años pasamos en forma fugaz del almacén de barrio al supermercado, del local al shopping, de la televisión a Internet, del telegrama al mensaje de texto. Casi todos tienen acceso a un celular cuando hace apenas 20 años había que esperar meses para que Entel instalara la línea en casa. Todo pasó muy rápido y, en ese tiempo, en ese escenario, los chicos de los 70-80 se "hicieron adultos".
Los "30-40" de hoy parecen tener fundamento para sentirse "desajustados" y, en la obsesión por vivir al ritmo que se impone, reconocerse "insatisfechos" por no alcanzar todo eso que buscan o alguien dice que deberían tener.
El desajuste en los tiempos afecta a los adultos jóvenes de todas las clases sociales. Sin embargo, la clase media parece ser la más afectada a la hora de vivir la crisis de los treinta y pico. Es la clase que estudia y trabaja, o la que intenta sostener un estudio o conseguir un trabajo digno. Es la que busca con esfuerzo el desarrollo económico y profesional. Es la que aún sueña, casi sin dormir, con la necesidad de formar una familia. Es, aparentemente, la clase más consciente de la insatisfacción.
La licenciada sostiene con fundamentos su mirada constructivista: "Hombres y mujeres construyen su realidad; siempre ha sido así. Los cambios de esta época, como la globalización, la tecnología, el predominio de la imagen, dieron lugar a nuevas formas de pensar el mundo".
De eso se trata cuando se sugiere pensar en ajustar el deseo con los "tiempos" para bajar los niveles de ansiedad y seguir adelante sin tanto estrés. No es tarea sencilla, mucho menos cuando sincronizar relojes implica, en primer lugar, redefinir el concepto de adultez.
Toker invita a la reflexión: "Si lo que se espera es que un adulto trabaje, ¿es adulto el nene de 14 años al que hoy no le queda otra que salir a trabajar? Si se espera que el adulto se una en pareja y tenga hijos, ¿es adulta la nena de 15 años que es mamá por decisión o irresponsabilidad?". El debate sobre la necesidad de "sociedades adultas" quedará para otro artículo.
El amor después del amor
Los padres y abuelos de los "30-40" cumplían con un rito prolijo y ordenado para el amor: conocerse, "zaguanear" o "hacer puerta", ponerse de novios, comprometerse, casarse, tener hijos. Para llegar al casamiento había que tener un trabajo seguro que pudiera sostener el gran sueño de la casa y la familia propias. Los padres podían ayudar y no era tan difícil acceder a un departamento o una casita. Hoy, nada es tan posible o accesible. En la mayoría de los casos, el futuro de los afectos quedó en manos de los bancos y otros administradores de la economía.
Las nuevas pautas culturales han retrasado los planes. En algunos casos, muchos adultos no cambiaron la ropa y se recostaron en una adolescencia prolongada para escapar de los compromisos del mundo adulto. En otros, al parecer la mayoría, hombres y mujeres han detenido los relojes en busca, fundamentalmente, de la realización profesional o económica.
"No sólo las mujeres están obsesionadas con encontrar un hombre. Los hombres también quieren estar en pareja", asegura Toker, basada en los tantos casos clínicos que recibe en su consultorio. "Aunque no parezca -revela-, los varones de hoy sufren mucho, tienen miedo de estar solos, les avergüenza mostrarse solos, pero lo disimulan por eso de que los hombres no lloran. El problema es que, para estar en pareja, hombres y mujeres siguen los mandatos o modelos tradicionales. Están desajustados desde el inicio y es difícil sostener una relación que atenta contra la libertad y el desarrollo personal que necesitan los treintañeros de hoy."
Según esta experta en vínculos, "las parejas de hoy piden momentos de soledad, precisan un espacio donde cada uno pueda conectarse con su necesidad de estar aislado, sin la imperiosa necesidad de compartirlo todo sin sentir que su libertad está en riesgo".
El gimnasio, salir a correr, el fútbol con amigos, el MP3/4, el café solo, la notebook, Facebook, el chat, viajes cortos, son refugios, pequeños escapes que a veces se pactan en silencio y otras veces se piden a los gritos.
En los últimos años disminuyó la cantidad de casamientos. Se optó por la convivencia, para bajarle tensión al compromiso. Con sin libreta roja, el 40 por ciento de las relaciones suele terminar en separación o divorcio.
"Los fracasos en las relaciones responden a esta nueva forma de pensar y sentir las relaciones -detalla Toker-. El que no entiende que las necesidades y los tiempos han cambiado, que no es mejor ni peor, sino que las cosas ya no son como antes, corre riesgo de ser una de las parejas que llegan con mucha angustia pidiendo ayuda en el consultorio."
La mujer ganó espacios que eran propios del hombre y es difícil para ellos saber lo que necesitan. A veces ellas tampoco lo saben. Parece que ya no precisan la protección y el cuidado que demandaban años atrás. Por otro lado, se autoabastecen económicamente. Y eso al hombre lo relaja, pero también le quita poder a su imaginario sobre la virilidad.
¿Las mujeres de entre 30 y 40 buscan un compañero o un hombre para procrear? Nadie se anima a dar sentencia pero, por naturaleza, las mujeres siempre buscaron ser madres. "Entre los 30 y los 36 años la fertilidad disminuye en un 25%, mientras que entre los 36 y los 40 la reducción de la fertilidad llega a un 40%", tal como lo confirma el doctor Jorge Blaquier, director médico de Fertilab. Estas estadísticas trastornan el humor de las mujeres de casi cuarenta.
El tiempo que estiraron se acota y la cuenta es regresiva. Entonces, el deseo se convierte en obsesión. Salen a la caza del padre, y cuando la presa no aparece, que suele ser lo más probable, dejan todo en manos de la ciencia.
Cada año, 100 mil argentinas tienen hijos sin estar en pareja. Los especialistas destacan que creció la cantidad de mujeres de más de 36 años que hacen tratamientos de fertilización para quedar embarazadas, aunque es muy común también que mujeres en pareja concurran con sus hombres al consultorio en busca de un embarazo. Es que para ser padres biológicos hay un tiempo.
La idea de la maternidad a solas también puede registrarse en los pedidos de mujeres para adoptar un hijo. Por ahora, se da prioridad a los matrimonios o parejas en convivencia.
Se reafirma una y otra vez la idea del tiempo. Hay un "tiempo biológico" que no cambia. Hay una edad para tener hijos; hay una edad para ser joven y otra para envejecer.
Hay, por otro lado, un "tiempo social" que se construye. El tiempo del hombre y el de la mujer; el tiempo de cada uno, con lo que modeló y demanda la historia familiar y los proyectos personales que se hayan podido trazar.
Tal vez, una propuesta para reducir la ansiedad y la insatisfacción sería pensar en la posibilidad de encontrar un punto donde ambos tiempos (el biológico y el social) puedan encontrarse. "La falta crónica de tiempo y el exceso de presiones para concretar todo eso que uno desea o aquello que la sociedad demanda confluyen en la formación de los malos hábitos que atentan contra la salud: "Sueño escaso, falta de tiempo libre, mala alimentación", advierte el doctor Bulacio.
Ser o no ser
Más allá de la vida de los afectos, la realidad laboral y el sostén económico se imponen como causa principal de estrés y ansiedad.
Las empresas de hoy no dan tiempo para la experiencia. Si hoy a los 30 no se tiene una trayectoria y alguna especialización, será muy difícil seguir en carrera. Si no se consigue cierto progreso y reconocimiento es muy probable quedar fuera de pista. El dinero, el éxito y la posibilidad de sostener la imagen y la juventud son exigencias para estar rumbo al podio. "Es habitual ver en los empleados de entre 30 y 40 años cuadros de ansiedad social disimulada, producto del estrés que provocan las exigencias, los climas laborales complejos y la excesiva exposición", enfatiza Bulacio, quien subraya un indicador más que preocupante en este rango de edad: "El abuso de alcohol y ansiolíticos".
¿Adónde quiero llegar?, ¿cuánto valgo?, ¿quién juzga?, ¿quién paga?, ¿vale la pena todo esto?, ¿qué futuro quiero para mí?, ¿de qué depende?, ¿no será mucho? Más preguntas, pero asoman respuestas. Hay un poco más de información para bajar la incertidumbre.
Las crisis o momentos de insatisfacción son un buen momento para repensar cómo se quiere seguir. Tal vez se trate de redefinir objetivos, pensar más a corto plazo y empezar a vivir más ajustados a los tiempos que pretende uno, el otro y el entorno.
"Es uno quien construye", reafirma la licenciada Norma Toker. El doctor Juan Manuel Bulacio insiste en la necesidad de trabajar en una cultura personal y social de vida sana basada en los buenos hábitos: "Por un lado, la sociedad, el Estado, las empresas y los medios deberían replantearse las responsabilidades sociales. Y en lo individual, habría que aumentar la conciencia de autoinfluencia, realizar ajustes periódicos de las expectativas aprendiendo a seleccionar lo más sano y conveniente, desechando lo negativo o innecesario".
Por Eduardo Chaktoura
Espejitos y billeteras
El culto a la belleza y a la juventud que gobierna a las sociedades occidentales es uno de los factores determinantes para que los "30-40" sientan la crisis del ya no ser (joven).
Más allá del miedo a envejecer, hombres y mujeres trabajan sobre la imagen para la conquista. Amén de otros encantos o virtudes que uno pueda ofrecer, es inevitable pensar que prevalece la idea de que, en un principio, todo entra por los ojos.
El espejo es la referencia y los ojos del otro, el gran jurado. "Hoy gobierna la apariencia -señala la socióloga y psicóloga Norma Toker-. La apariencia es la imagen. La imagen es el cuerpo y el cuerpo se degrada con los años. Entonces, ¿qué vamos a ser o parecer cuando no haya atributos para mostrar?".
Desde hace tiempo, Sebastián Marcovecchio es entrenador físico personal. El 80 por ciento de sus alumnos tiene entre 30 y 40 años. Gran parte son mujeres solteras o separadas. "Generalmente, las mujeres que están en pareja se suman a las actividades en grupo o clases específicas que ofrecen profesoras o gimnasios, y a las solteras mucho no les gusta compartir entrenador", detalla Sebastián, que con 33 años parece conocer muy bien lo que busca cada uno de sus alumnos, hombres y mujeres de su misma generación.
"Es muy particular la conducta de quienes hacen actividad física después de los 30", avanza Sebastián, a quien le preocupa que haya personas que "entienden el gimnasio como una obsesión que enferma y genera todo tipo de trastornos". Prefiere no hablar de casos particulares, pero reconoce que suele haber algunos "eternos adolescentes" de más de 30 que, como muchos de 20, mezclan el gimnasio con otros vicios que nada tienen que ver con el cuidado del cuerpo.
"Ellas buscan endurecer, modelar y seguir gustando para que los hombres las elijan. Ellos, en cambio, buscan salud. Ya no están de moda Rambo ni Schwarzenegger", precisa el profesor, para quien entró en juego la figura del runner (el hombre que corre).
Más allá de los lagos de Palermo, las plazas o espacios verdes de cualquier barrio o ciudad se convirtieron en pistas para gastar zapatillas. "Sería ideal que todos entendieran que, así como para ir al gimnasio, para empezar a correr hay que hacerse chequeos e ir en forma progresiva", advierte el entrenador.
Mientras ellas quieren estar en forma para la conquista de un compañero o un padre para sus hijos, otra realidad se impone y sorprende: "Es enorme el mercado que se abrió en los últimos años para esta generación -subraya Sebastián-. Muchos trabajan para comprar lo último que ofrece esta moda del descarte".
"Todos quieren tener la última remera, zapatilla o pantalón de tal marca; pero esa misma marca, así como las otras de moda, ya están estudiando el nuevo modelo que van a sacar a la venta la semana próxima. Los hombres y mujeres de 30 y pico van a querer reemplazar lo que compraron días atrás", cuenta Sebastián Marcovecchio, que se reconoce parte de una generación "gobernada por el marketing y la publicidad".
Además de preparador físico, es licenciado en Comercialización y sigue muy de cerca los hábitos de consumo de sus alumnos: "Más allá de la indumentaria deportiva, el mercado ofrece desde cosmética especial hasta alimentación funcional: leche antitodo, yogures que aportan todo lo que uno busca, etcétera. Hay muchas páginas en Internet y cientos de publicaciones que venden miles de dietas y fórmulas para quemar grasas, levantar la cola o endurecer brazos y abdominales".
De shopping
Hoy, muchos de "30-40" trabajan fundamentalmente para "bancar" sus tarjetas de crédito, cargadas de cuotas que certifican hasta dónde puede llegar la necesidad de compensar carencias saliendo de compras.
Los negocios de ropa se llenan a diario. "La imagen y la apariencia son claves, tanto para hombres como para mujeres", cuenta Leonardo, empleado de una reconocida línea de ropa unisex. "Sorprende cómo ellos aprendieron a comprar. Si bien dan menos vueltas que las mujeres, están atentos a cómo calza el pantalón, cómo cae la tela, qué color les queda mejor, y cuando no saben con qué quedarse se llevan las dos cosas, por las dudas."
Leonardo tiene 36 años y se ríe de sus amigos, que "tienen 3 camperas, 5 pares de zapatillas o 10 camisas que no usan, pero que están ahí, colgadas, por estar".
lanacion.com
Al parecer, estamos frente a una nueva forma de vincularse. En el juego de la conquista, el deterioro de la imagen y la pérdida de la juventud picotean la cabeza. Gobiernan la apariencia y lo individual. La tecnología ayuda al aislamiento. Se busca un ideal muy elevado. Exigentes y exigidos. Nada alcanza. Para paliar la falta, se cae en abusos y en picos de consumo.
Los adultos jóvenes de hoy parecen "estafados por la vida", siguen en la búsqueda melancólicos, intolerantes, ansiosos, enojados..., ¿insatisfechos?
Cuando Laura tenía 9 años saltaba a la soga cantando: "Viuda, casada, soltera, enamorada, con hijos, sin hijos, con uno, con dos...". Cada salto era una posibilidad de futuro. Al tropezar, la cuerda se detenía y el destino estaba echado. Laura "era buena saltando" y siempre supo que se casaría y tendría muchos hijos. Hoy, a los 36, se descubre soltera, sin novio, sin hijos y, según ella, "con la soga al cuello".
"Las mujeres de entre 30 y 40 buscan esencialmente una pareja. Los hombres también, pero ambos salen a la conquista siguiendo mandatos tradicionales. Y aquí se presenta un problema de base", anticipa Norma Toker, socióloga y psicóloga experta en vínculos, para quien "hay una nueva manera de configurar las relaciones, nuevas formas de construir subjetividades".
Laura suele tomar café con algunas de aquellas amigas con las que saltaba a la soga y con otras nuevas. "Eramos unas tontas", dicen, entre risas, cuando recuerdan aquellos juegos de niñas en los que todas aún creían en el amor. En la mesa, donde hay cortados mitad y mitad, alguno con leche fría, té verde y lágrimas, también hay solteras, divorciadas, concubinas, amantes y una que jura que es superfeliz con su matrimonio de casi 10 años.
Así como ocurría en tiempos de Laura, se cree que hoy el 80 por ciento de las niñas de entre 7 y 10 años piensan que se casarán y tendrán hijos antes de los 30. Para Toker, resulta fundamental entender que, como decía el filósofo Castoriadis: "Estamos en el tiempo y el tiempo nos hace".
A la edad de Laura, Juan era fanático de los bloques y los ladrillos. Siempre dijo que sería constructor de puentes y torres. Hoy es uno de los arquitectos más reconocidos de la ciudad y el peor de los pacientes de la terapia intensiva de la clínica más renombrada del momento. Hace unos meses el estrés lo llevó a vivir ataques de pánico. Y hace unos días debutó con los infartos. Juan tiene dos hijos y una mujer rubia, flaca y superbronceada que espera volver a irse de vacaciones antes de que termine el verano.
Juan come con amigos todos los viernes. Es una costumbre que conserva "pase lo que pase". Un buen corte de carne y ruedas de vino tinto los enlaza. En la ensalada mezclan un poco de fútbol, negocios, mujeres y familia. Los hay casados y de caza, pocos se animan a confesarse enamorados, hay "piratas" y otros "chamuyeros" atados al matrimonio por "culpa", "por los hijos" o "por temor a volver a empezar o a quedarse solos".
Laura y sus amigas, Juan y los suyos, cada uno con su historia, tienen en común ser parte de los más de cuatro millones y medio de argentinos que tienen entre 30 y 40. Parece que no es tarea fácil ser parte de la generación de los DNI con "20 y pico de millones".
El psiquiatra Juan Manuel Bulacio, especialista en estrés y ansiedad, cree que las condiciones de exigencia y competitividad en las que vivimos incrementan aún más las dificultades para alcanzar nuestros deseos. "Cuando todo lo que soñamos o programamos de jóvenes no llega a concretarse, después de los 30 entramos en una rueda de frustración y ansiedad que nos aleja aún más de nuestros objetivos", enfatiza.
¿Concretamos los planes que alguna vez tuvimos para nosotros?, ¿qué estuve buscando?, ¿con quién estoy?, ¿es verdad que es preferible estar solo que mal acompañado?, ¿cómo hago para no dejar de sentirme joven?, ¿quién quiere tener un hijo conmigo?
Hoy por hoy, la maravillosa crisis de estar en "la curva de la vida" esconde estas preguntas y sugiere palabras clave como soledad, celulitis, maternidad, gym, chat, dinero, Viagra, shopping, after office.
El karma de tener treinta y pico
Según los manuales de psicología evolutiva, "se espera que el adulto joven se haya adaptado a la sociedad en la que vive, pueda cumplir con un trabajo y mantener relaciones estables con una pareja, llegando, en muchos casos, a formar una familia". En este marco, perdemos horas debatiendo sobre conflictos y crisis vitales. Signados por demandas exitistas, solemos pensar a los "30-40" que están en crisis como damas y caballeros errantes, que no han sabido cumplir con lo que establecen los mandatos.
No cumplir con los pautas genera culpa, inseguridades, disminuye la autoestima y la tolerancia a la frustración. Muchos adultos de los "30 largos" aún están perseguidos por la falsa idea de haber defraudado a sus padres y no "cotizar en bolsa".
Bulacio coincide con la idea de que "entre los 30 y los 40 las personas deberían consolidar su crecimiento personal y laboral, y hacerse cargo y disfrutar de la familia que forman o les gustaría formar", pero, al mismo tiempo, cree profundamente que "la única salida es trabajar para favorecer una cultura personal y social de vida sana basada en los buenos hábitos".
Parados frente a la curva, están quienes aceleran para vivir al ritmo que impone la sociedad moderna, están quienes se paralizan por temor a no saber cómo seguir y se sienten disminuidos o excluidos, y están los que entienden que es tiempo de reflexión y revaloración. Pero, en definitiva, cuesta mucho sostener la necesidad del cambio porque el entorno no acompaña.
¿Cuáles son hoy los parámetros de éxito?, ¿por qué no conseguimos lo que queremos?, ¿cuál es el costo de tanto esfuerzo? Más preguntas para ir pensando.
En la Argentina no hay estadísticas fiables en materia de salud, pero en la práctica se puede observar un severo incremento de los trastornos de ansiedad, particularmente trastornos de pánico y de ansiedad generalizada, según aprecia el especialista. "Este trastorno -explica Bulacio- está caracterizado por la interpretación que las personas hacemos de todos los hechos sociales, económicos y culturales que conforman nuestra realidad cotidiana. Cuando la percepción de lo que nos pasa se siente como una amenaza o un peligro, aumenta la ansiedad y, según la predisposición de cada persona, se desencadenarán distintos grados de ansiedad, llegando a cuadros agudos, hoy muy comunes, como una crisis o un trastorno de pánico."
El médico refuerza la idea: "Aquellas expectativas de la juventud que se frustran en la edad adulta se traducen en cuadros de ansiedad que, de hacerse crónicos, devienen en depresión". Si no hay resolución, o por lo menos una predisposición a buscar alternativas frente a los temas que estresan, seguramente se terminará en abusos, consumismo, depresión, insatisfacción. Siempre se tiende a compensar "la falta".
En este sentido, hombres y mujeres de 30 y pico operan según un mismo manual. Sin embargo, más allá de estilos propios de cada género (histerias, enojos, celos, demandas, facturas, caprichos, etcétera), el tipo de personalidad hace la diferencia. Serán más propensos a vivir en crisis aquellos adultos que tengan menos recursos, capacidades o deseos de superar cualquier tensión. No está demás releer las preguntas que aparecen más arriba. No es necesario aún tener las respuestas para seguir. Tiempo al tiempo.
Señal de ajuste
Los de 30-40 de hoy nacieron entre 1970 y 1980, años muy especiales para criarse en la Argentina.
"Estuvimos los padres que quisimos educar a nuestros hijos ofreciéndoles todas las posibilidades de elegir con libertad, en contraposición a las costumbres dictactoriales de la época -cuenta Norma Toker-. Sin embargo, no puede negarse que las pautas autoritarias eran más fuertes."
Modelos estrictos, desmedidos en orden y exigencia, parecen haber reforzado las raíces de los mandatos tradicionales, más allá de que los cambios se hayan comenzado a gestar en silencio. Siempre hay una resistencia al cambio y esto dificulta aún más las posibilidades de adaptación.
"Más allá de los cambios sociales, hubo una mutación cognitiva significativa -explica Toker, parafraseando a Franco Berardi, un brillante experto en comunicación, italiano-. Esto significa que se piensa, se siente, se habla distinto. Y mucho tuvo que ver la tecnología."
Es cierto. En 20 años pasamos en forma fugaz del almacén de barrio al supermercado, del local al shopping, de la televisión a Internet, del telegrama al mensaje de texto. Casi todos tienen acceso a un celular cuando hace apenas 20 años había que esperar meses para que Entel instalara la línea en casa. Todo pasó muy rápido y, en ese tiempo, en ese escenario, los chicos de los 70-80 se "hicieron adultos".
Los "30-40" de hoy parecen tener fundamento para sentirse "desajustados" y, en la obsesión por vivir al ritmo que se impone, reconocerse "insatisfechos" por no alcanzar todo eso que buscan o alguien dice que deberían tener.
El desajuste en los tiempos afecta a los adultos jóvenes de todas las clases sociales. Sin embargo, la clase media parece ser la más afectada a la hora de vivir la crisis de los treinta y pico. Es la clase que estudia y trabaja, o la que intenta sostener un estudio o conseguir un trabajo digno. Es la que busca con esfuerzo el desarrollo económico y profesional. Es la que aún sueña, casi sin dormir, con la necesidad de formar una familia. Es, aparentemente, la clase más consciente de la insatisfacción.
La licenciada sostiene con fundamentos su mirada constructivista: "Hombres y mujeres construyen su realidad; siempre ha sido así. Los cambios de esta época, como la globalización, la tecnología, el predominio de la imagen, dieron lugar a nuevas formas de pensar el mundo".
De eso se trata cuando se sugiere pensar en ajustar el deseo con los "tiempos" para bajar los niveles de ansiedad y seguir adelante sin tanto estrés. No es tarea sencilla, mucho menos cuando sincronizar relojes implica, en primer lugar, redefinir el concepto de adultez.
Toker invita a la reflexión: "Si lo que se espera es que un adulto trabaje, ¿es adulto el nene de 14 años al que hoy no le queda otra que salir a trabajar? Si se espera que el adulto se una en pareja y tenga hijos, ¿es adulta la nena de 15 años que es mamá por decisión o irresponsabilidad?". El debate sobre la necesidad de "sociedades adultas" quedará para otro artículo.
El amor después del amor
Los padres y abuelos de los "30-40" cumplían con un rito prolijo y ordenado para el amor: conocerse, "zaguanear" o "hacer puerta", ponerse de novios, comprometerse, casarse, tener hijos. Para llegar al casamiento había que tener un trabajo seguro que pudiera sostener el gran sueño de la casa y la familia propias. Los padres podían ayudar y no era tan difícil acceder a un departamento o una casita. Hoy, nada es tan posible o accesible. En la mayoría de los casos, el futuro de los afectos quedó en manos de los bancos y otros administradores de la economía.
Las nuevas pautas culturales han retrasado los planes. En algunos casos, muchos adultos no cambiaron la ropa y se recostaron en una adolescencia prolongada para escapar de los compromisos del mundo adulto. En otros, al parecer la mayoría, hombres y mujeres han detenido los relojes en busca, fundamentalmente, de la realización profesional o económica.
"No sólo las mujeres están obsesionadas con encontrar un hombre. Los hombres también quieren estar en pareja", asegura Toker, basada en los tantos casos clínicos que recibe en su consultorio. "Aunque no parezca -revela-, los varones de hoy sufren mucho, tienen miedo de estar solos, les avergüenza mostrarse solos, pero lo disimulan por eso de que los hombres no lloran. El problema es que, para estar en pareja, hombres y mujeres siguen los mandatos o modelos tradicionales. Están desajustados desde el inicio y es difícil sostener una relación que atenta contra la libertad y el desarrollo personal que necesitan los treintañeros de hoy."
Según esta experta en vínculos, "las parejas de hoy piden momentos de soledad, precisan un espacio donde cada uno pueda conectarse con su necesidad de estar aislado, sin la imperiosa necesidad de compartirlo todo sin sentir que su libertad está en riesgo".
El gimnasio, salir a correr, el fútbol con amigos, el MP3/4, el café solo, la notebook, Facebook, el chat, viajes cortos, son refugios, pequeños escapes que a veces se pactan en silencio y otras veces se piden a los gritos.
En los últimos años disminuyó la cantidad de casamientos. Se optó por la convivencia, para bajarle tensión al compromiso. Con sin libreta roja, el 40 por ciento de las relaciones suele terminar en separación o divorcio.
"Los fracasos en las relaciones responden a esta nueva forma de pensar y sentir las relaciones -detalla Toker-. El que no entiende que las necesidades y los tiempos han cambiado, que no es mejor ni peor, sino que las cosas ya no son como antes, corre riesgo de ser una de las parejas que llegan con mucha angustia pidiendo ayuda en el consultorio."
La mujer ganó espacios que eran propios del hombre y es difícil para ellos saber lo que necesitan. A veces ellas tampoco lo saben. Parece que ya no precisan la protección y el cuidado que demandaban años atrás. Por otro lado, se autoabastecen económicamente. Y eso al hombre lo relaja, pero también le quita poder a su imaginario sobre la virilidad.
¿Las mujeres de entre 30 y 40 buscan un compañero o un hombre para procrear? Nadie se anima a dar sentencia pero, por naturaleza, las mujeres siempre buscaron ser madres. "Entre los 30 y los 36 años la fertilidad disminuye en un 25%, mientras que entre los 36 y los 40 la reducción de la fertilidad llega a un 40%", tal como lo confirma el doctor Jorge Blaquier, director médico de Fertilab. Estas estadísticas trastornan el humor de las mujeres de casi cuarenta.
El tiempo que estiraron se acota y la cuenta es regresiva. Entonces, el deseo se convierte en obsesión. Salen a la caza del padre, y cuando la presa no aparece, que suele ser lo más probable, dejan todo en manos de la ciencia.
Cada año, 100 mil argentinas tienen hijos sin estar en pareja. Los especialistas destacan que creció la cantidad de mujeres de más de 36 años que hacen tratamientos de fertilización para quedar embarazadas, aunque es muy común también que mujeres en pareja concurran con sus hombres al consultorio en busca de un embarazo. Es que para ser padres biológicos hay un tiempo.
La idea de la maternidad a solas también puede registrarse en los pedidos de mujeres para adoptar un hijo. Por ahora, se da prioridad a los matrimonios o parejas en convivencia.
Se reafirma una y otra vez la idea del tiempo. Hay un "tiempo biológico" que no cambia. Hay una edad para tener hijos; hay una edad para ser joven y otra para envejecer.
Hay, por otro lado, un "tiempo social" que se construye. El tiempo del hombre y el de la mujer; el tiempo de cada uno, con lo que modeló y demanda la historia familiar y los proyectos personales que se hayan podido trazar.
Tal vez, una propuesta para reducir la ansiedad y la insatisfacción sería pensar en la posibilidad de encontrar un punto donde ambos tiempos (el biológico y el social) puedan encontrarse. "La falta crónica de tiempo y el exceso de presiones para concretar todo eso que uno desea o aquello que la sociedad demanda confluyen en la formación de los malos hábitos que atentan contra la salud: "Sueño escaso, falta de tiempo libre, mala alimentación", advierte el doctor Bulacio.
Ser o no ser
Más allá de la vida de los afectos, la realidad laboral y el sostén económico se imponen como causa principal de estrés y ansiedad.
Las empresas de hoy no dan tiempo para la experiencia. Si hoy a los 30 no se tiene una trayectoria y alguna especialización, será muy difícil seguir en carrera. Si no se consigue cierto progreso y reconocimiento es muy probable quedar fuera de pista. El dinero, el éxito y la posibilidad de sostener la imagen y la juventud son exigencias para estar rumbo al podio. "Es habitual ver en los empleados de entre 30 y 40 años cuadros de ansiedad social disimulada, producto del estrés que provocan las exigencias, los climas laborales complejos y la excesiva exposición", enfatiza Bulacio, quien subraya un indicador más que preocupante en este rango de edad: "El abuso de alcohol y ansiolíticos".
¿Adónde quiero llegar?, ¿cuánto valgo?, ¿quién juzga?, ¿quién paga?, ¿vale la pena todo esto?, ¿qué futuro quiero para mí?, ¿de qué depende?, ¿no será mucho? Más preguntas, pero asoman respuestas. Hay un poco más de información para bajar la incertidumbre.
Las crisis o momentos de insatisfacción son un buen momento para repensar cómo se quiere seguir. Tal vez se trate de redefinir objetivos, pensar más a corto plazo y empezar a vivir más ajustados a los tiempos que pretende uno, el otro y el entorno.
"Es uno quien construye", reafirma la licenciada Norma Toker. El doctor Juan Manuel Bulacio insiste en la necesidad de trabajar en una cultura personal y social de vida sana basada en los buenos hábitos: "Por un lado, la sociedad, el Estado, las empresas y los medios deberían replantearse las responsabilidades sociales. Y en lo individual, habría que aumentar la conciencia de autoinfluencia, realizar ajustes periódicos de las expectativas aprendiendo a seleccionar lo más sano y conveniente, desechando lo negativo o innecesario".
Por Eduardo Chaktoura
Espejitos y billeteras
El culto a la belleza y a la juventud que gobierna a las sociedades occidentales es uno de los factores determinantes para que los "30-40" sientan la crisis del ya no ser (joven).
Más allá del miedo a envejecer, hombres y mujeres trabajan sobre la imagen para la conquista. Amén de otros encantos o virtudes que uno pueda ofrecer, es inevitable pensar que prevalece la idea de que, en un principio, todo entra por los ojos.
El espejo es la referencia y los ojos del otro, el gran jurado. "Hoy gobierna la apariencia -señala la socióloga y psicóloga Norma Toker-. La apariencia es la imagen. La imagen es el cuerpo y el cuerpo se degrada con los años. Entonces, ¿qué vamos a ser o parecer cuando no haya atributos para mostrar?".
Desde hace tiempo, Sebastián Marcovecchio es entrenador físico personal. El 80 por ciento de sus alumnos tiene entre 30 y 40 años. Gran parte son mujeres solteras o separadas. "Generalmente, las mujeres que están en pareja se suman a las actividades en grupo o clases específicas que ofrecen profesoras o gimnasios, y a las solteras mucho no les gusta compartir entrenador", detalla Sebastián, que con 33 años parece conocer muy bien lo que busca cada uno de sus alumnos, hombres y mujeres de su misma generación.
"Es muy particular la conducta de quienes hacen actividad física después de los 30", avanza Sebastián, a quien le preocupa que haya personas que "entienden el gimnasio como una obsesión que enferma y genera todo tipo de trastornos". Prefiere no hablar de casos particulares, pero reconoce que suele haber algunos "eternos adolescentes" de más de 30 que, como muchos de 20, mezclan el gimnasio con otros vicios que nada tienen que ver con el cuidado del cuerpo.
"Ellas buscan endurecer, modelar y seguir gustando para que los hombres las elijan. Ellos, en cambio, buscan salud. Ya no están de moda Rambo ni Schwarzenegger", precisa el profesor, para quien entró en juego la figura del runner (el hombre que corre).
Más allá de los lagos de Palermo, las plazas o espacios verdes de cualquier barrio o ciudad se convirtieron en pistas para gastar zapatillas. "Sería ideal que todos entendieran que, así como para ir al gimnasio, para empezar a correr hay que hacerse chequeos e ir en forma progresiva", advierte el entrenador.
Mientras ellas quieren estar en forma para la conquista de un compañero o un padre para sus hijos, otra realidad se impone y sorprende: "Es enorme el mercado que se abrió en los últimos años para esta generación -subraya Sebastián-. Muchos trabajan para comprar lo último que ofrece esta moda del descarte".
"Todos quieren tener la última remera, zapatilla o pantalón de tal marca; pero esa misma marca, así como las otras de moda, ya están estudiando el nuevo modelo que van a sacar a la venta la semana próxima. Los hombres y mujeres de 30 y pico van a querer reemplazar lo que compraron días atrás", cuenta Sebastián Marcovecchio, que se reconoce parte de una generación "gobernada por el marketing y la publicidad".
Además de preparador físico, es licenciado en Comercialización y sigue muy de cerca los hábitos de consumo de sus alumnos: "Más allá de la indumentaria deportiva, el mercado ofrece desde cosmética especial hasta alimentación funcional: leche antitodo, yogures que aportan todo lo que uno busca, etcétera. Hay muchas páginas en Internet y cientos de publicaciones que venden miles de dietas y fórmulas para quemar grasas, levantar la cola o endurecer brazos y abdominales".
De shopping
Hoy, muchos de "30-40" trabajan fundamentalmente para "bancar" sus tarjetas de crédito, cargadas de cuotas que certifican hasta dónde puede llegar la necesidad de compensar carencias saliendo de compras.
Los negocios de ropa se llenan a diario. "La imagen y la apariencia son claves, tanto para hombres como para mujeres", cuenta Leonardo, empleado de una reconocida línea de ropa unisex. "Sorprende cómo ellos aprendieron a comprar. Si bien dan menos vueltas que las mujeres, están atentos a cómo calza el pantalón, cómo cae la tela, qué color les queda mejor, y cuando no saben con qué quedarse se llevan las dos cosas, por las dudas."
Leonardo tiene 36 años y se ríe de sus amigos, que "tienen 3 camperas, 5 pares de zapatillas o 10 camisas que no usan, pero que están ahí, colgadas, por estar".
lanacion.com
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