domingo, 12 de septiembre de 2010

Dar sangre tiene sus mitos

La donación de sangre debe ser un acto voluntario, altruista y sin condicionamientos. Pero como siempre se trata de promover la donación, más vale despejar ciertos mitos que circulan alrededor de ella.
Durante siglos, la sangre estuvo ligada a tantos mitos e ideas, sobre la fuerza, la salud, la identidad, el linaje, la emotividad, que es explicable que muchos de ellos aún subsistan popularmente, aún cuando el avance de la comprensión médico científica y biológica del organismo dé suficientes garantías de que las cosas son muy diferentes a lo que se pensaba antaño.
Desde épocas remotas se pensaba, por ejemplo, que "purgar" los excesos de sangre mediante una sangría podía tener diversas ventajas, con lo cual producir artificialmente pequeños desangramientos se convirtió en una práctica normal, aunque cueste creerlo, hasta entrado el Siglo XX.
Hoy sólo se utiliza frente a enfermedades muy raras de la sangre (poliglobulia hematológica, por ejemplo), aunque queda como homenaje a aquella práctica el nombre de una de las más prestigiosas revistas médico científicas del mundo: The Lancet, que es el nombre del instrumento que los antiguos médicos usaban para hacer los cortes.
El fundamento que daba Galeno (dos siglos después de Cristo) para estas prácticas era, muy simplificado aquí, desde luego, que el "exceso" de sangre, así como cualquier otro exceso, no era bueno y que predisponía a enfermedades (y que, por lo tanto, la sangría era una medida preventiva). Una forma de "depurar" uno de los humores fundamentales del organismo.
Aunque hoy nada de esto se considera cierto, muchas de estas ideas (y otra más) subsisten en el imaginario popular alrededor de una práctica que hoy sí está más que vigente y necesaria: la donación de sangre. Tal cual explica la doctora Gloria Góngora, médica hematóloga miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Hemoterapia e Inmunología (AAHI), donar sangre, siempre en las condiciones establecidas internacionalmente, no afecta a la salud, y es un acto voluntario en el que están dadas las condiciones que garantizan la seguridad del donante.
No es cierto, por ejemplo, que donar sangre "debilita": "Principalmente ?señala la especialista? porque el donante debe ser seleccionado y cumplir con ciertos requisitos". El peso de un donante no puede ser en ningún caso menor a los 50 kilos, y las unidades ?"bolsas"? para la extracción de sangre tienen una capacidad estándar universal de 400 mililitros (ml), con una tolerancia de 50 ml.
Teniendo en cuenta que el volumen de sangre en el organismo es de 75 ml por kilo de peso, en un cuerpo de 50 kilos una donación de sangre implicaría perder menos del 10% del fluido sanguíneo. A medida que el peso de la persona es mayor, el riesgo de que donar pueda representar una pérdida significativa, es aún menor.
Esta pérdida, señala Góngora, "se recupera normalmente en el transcurso de las siguientes 24 horas" por la acción de las células hematopoyéticas, y el restablecimiento del volumen de sangre "no depende del número de células ?glóbulos y plaquetas? perdidas, sino de la cantidad de líquido extraído". Por eso se aconseja siempre beber abundante agua después de donar sangre.
Tampoco se puede extraer una cantidad de sangre mayor de la establecida por las medidas internacionalmente fijadas, porque el volumen de anticoagulante que contiene cada unidad está predeterminado, y si el volumen de sangre fuera excesivo, se coagularía y quedaría inutilizable la unidad.
No hay purificación. Hay otros requisitos de seguridad presentes en el acto de donar sangre, tanto para cuidar al donante como para cuidar a la persona que va a recibir los hemoderivados (en general, la sangre de una unidad no se trasfunde entera, sino que se divide en sus componentes).
Mediante el cuestionario del donante se testea el estado de salud y algunas características del potencial donante para saber si posee algún factor de riesgo que le impida donar. Por último existe la cláusula de autoexclusión voluntaria y anónima, en la que el donante, por cualquier causa, puede informar que no desea que la muestra de sangre que le fue extraída sea utilizada.
"Es necesario que el donante sepa que todo el material que se utiliza en las salas de donación es descartable, y que no existe ningún riesgo de adquirir una enfermedad transmisible por donar sangre", remarcó la integrante de la AAHI, que acaba de realizar entre el 8 y el 10 de diciembre pasados el Simposio Dr. Luis Agote de Medicina Transfusional del Bicentenario, en Buenos Aires en la sede de la Academia Nacional de Medicina.
Es importante evitar toda presión en lo que los hematólogos llaman "donantes compulsivos" o "de repsición": aquellos que concurren a donar porque un amigo, pariente o conocido necesita donantes, lo que constituye en realidad la principal manera de nutrir los bancos de sangre en la Argentina, donde la donación voluntaria y espontánea lamentablemente no es muy común: "Cierto aprovechamiento oportunista en casos así puede hacer creer que al donar, la persona se purifica, o que, limpia todo lo viejo, pero esto tampoco es cierto", explica Góngora. En cada extracción de sangre confluyen células jóvenes recién salidas de la médula y otras que ya llevan más tiempo circulando por el organismo, por lo que extraer sangre no es "quitar lo viejo" para que aparezca lo nuevo.
El mito de que extraerse sangre "fortalece" parece haberse desplazado hoy hacia el otro costado, hacia uno de las obsesiones más comunes hoy: la de que donar sangre "engorda". Nada de eso, remarca la doctora: los niveles de sangre se restablecen y son autorregulados por diversos mecanismos orgánicos, ninguno de los cuales está relacionado con el incremento de peso.
En resumen: en las normas de seguridad transfusional que todos los servicios de hematología deben garantizar, donar sangre no es bueno ni malo para la salud: es bueno como acto de solidaridad cuando es un acto voluntario, espontáneo y sin condicionamientos.
Marcelo Rodríguez
Más información en: http://www.aahi.org.ar

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