domingo, 8 de marzo de 2009

Cómo superar la resistencia de los chicos a ir a la escuela


Florencia Bernadou
Para LA NACION
"Todas las mañanas, mi hijo me decía que le dolía la cabeza, pero no tenía fiebre. Yo me tenía que ir a trabajar y lo mandaba igual al colegio. Pero cuando cada dos por tres me llamaban al trabajo diciendo: «Su hijo está llorando porque le duele mucho la cabeza», me iba volando a buscarlo porque me sentía culpable por no haberlo dejado en casa. Pero cuando al llegar yo, los síntomas desaparecían, me sentía enojada. ¿Había dejado todo por nada?", se pregunta Miriam Scalise, mamá de Alan, de 10 años.
"Que los chicos no quieran asistir al colegio es un motivo de consulta habitual de los papás", asegura la licenciada Alicia Leone de Lurie, coordinadora de la Asociación Argentina de Psiquiatría y Psicología de la Infancia y la Adolescencia, al referirse a este conjunto de síntomas que se conoce como fobia escolar.
A pesar de que puede originar situaciones muy complicadas, para la especialista no constituye una enfermedad psicológica como tal, sino que se trata de un "estado de angustia intensa que puede acompañar o no a otros cuadros".
La fobia escolar suele aparecer en la escuela primaria -donde se estima que afecta al 5% de los chicos-, sobre todo en los primeros grados. Los motivos que la originan son variados. "A los más chiquitos los angustia separarse de los papás; son chicos que tampoco van a dormir a casas de otros amiguitos; les da miedo el mundo fuera de la familia y desconfían del cuidado de otros adultos."
En otros casos, esta angustia no tiene que ver con el rendimiento, sino que aparece en situaciones sociales: lo que sucede en los recreos, en el comedor, cuando tienen que hacerse amigos.
El diagnóstico no suele ser difícil, pero, dada la corta edad de los niños y la vergüenza que esto les provoca, es difícil que exterioricen sus sentimientos. Así como un adulto dice: "Estoy angustiado", en un niño esto se presenta con síntomas equivalentes a la palabra. "Los más comunes -dice Leone, que es también supervisora del Hospital de Niños- son el dolor de panza o de cabeza, las náuseas al desayunar, no querer o no poder despertarse."
Un buen indicador de que el problema tiene que ver con la escuela y no con lo físico es que estos síntomas no aparecen durante las vacaciones o los fines de semana.
La fobia escolar puede tener su origen en diversos ámbitos, que se refuerzan unos a otros. Además de lo mencionado acerca de la angustia de enfrentarse a un mundo extrafamiliar como es la escuela, regido por otros códigos y con otras autoridades, es cada vez más habitual que esta fobia aparezca en niños que no tienen una organización de hábitos hogareños: no pueden autodisciplinarse ni pueden postergar un placer inmediato en pos de un objetivo.
"Hay que sondear si provienen de hogares donde el caos impera más que la estructura", dice Leone.
Excepto por la mala asistencia, estos niños generalmente son buenos estudiantes y tienen buena conducta. A veces, un cambio de escuela, maestro riguroso, las pruebas difíciles o un problema de aprendizaje pueden ser causas del temor a ir a la escuela.
Estas fobias también pueden deberse a "situaciones de abuso psicológico o sexual, por parte de docentes o alumnos más grandes, que no hay que descartar y son muy difíciles de exteriorizar por parte de los niños", según advierte la licenciada Mónica Diner, especialista en abuso infantil.
Divinas y populares
"A la consulta acuden más varones que mujeres -estima la doctora Marisa Punta Rodulfo, titular de Clínica de Niños y Adolescentes y Psicopatología Infanto-Juvenil de la UBA-, pero esto es debido a que una niña tímida es compatible con la femineidad. En cambio, un niño retraído o que no hace deportes llama la atención."
Para Rodulfo, hay etapas de recrudecimiento de la fobia escolar. Además del ingreso escolar, "a partir de quinto grado se ve más en nenas; tiene que ver con tensiones sociales; eso de las divinas y las populares, la mejor amiga; porque a medida que avanzan en la escuela la opinión de los pares es más importante que la de los docentes o los padres", dice.
La otra etapa de recrudecimiento es el inicio de la secundaria, que afecta al 2% de los alumnos. Según Rodulfo, la manifiestan como falta de atención: "Se duermen, se dispersan, no escuchan a los profesores. Es como si no hubieran aprendido nunca nada. Son los chicos que se llevan todo, pero después, llamativamente, en 15 días aprueban siete materias".
Al igual que en todo problema, cuanto antes se aborde, mejor y más rápida será su resolución.
La reversión depende de la causa.
El curso general de estos problemas es evaluar al niño, a la familia, conversar con los docentes y, si se la toma al inicio, se puede desarmar rápido, considera la doctora Rodulfo, quien advierte que hay que estar alertas "porque estos niños pueden llegar a tener ataques de pánico, que son indicadores de una patología que está en vías de consolidarse como tal".
Para padres
Consultar rápido si el chico reiteradamente manifiesta que no quiere ir al colegio.
No contradecirse y, por ejemplo, obligar a los chicos a ser independientes, mientras al mismo tiempo se los sobreprotege.
Ofrecer apoyo escolar cuando el chico se siente debilitado porque hay contenidos que no entiende.
No permitir que falte porque sí; tampoco obligarlo a ir a la escuela. Ninguna de las dos cosas son beneficiosas. Puede permitirse una falta mientras se evalúan las causas.
Hablar con el docente si el chico tiene algún temor en particular, como recitar ante la clase; el maestro puede hacer alguna concesión que facilite las cosas.
Hablar con su hijo sobre por qué no quiere ir a la escuela, pero no a la mañana, a la hora de ir al colegio.
Ser optimista. Asegúrele a su hijo que se sentirá mejor cuando llegue a la escuela.

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