lunes, 10 de octubre de 2011

Abrigate...¡Y mandá un sms!


La tranquilidad tiene cara de pantalla luminosa y en ella se lee: Escribime cuando llegues. Cómo consumen tecnología y cómo es la comunicación entre padres e hijos a través de los teléfonos celulares es objeto de estudio. El informe hecho por Ibope Media revela que poseen celulares el 78% de los padres, de entre 35 y 59 años; y el 72% de los hijos, de entre 12 y 18 años. En el caso de los smartphones, los chicos sacan ventaja: 11% de ellos tienen teléfonos de estas características, mientras que en el caso de los adultos es el 7%. En los usos se ven las diferencias: el 26% de los hijos de entre 12 y 18 años utilizan su teléfono por su cámara fotográfica y los juegos, 19% por el bluetooth y el reproductor MP3, el 16% por la radio y el altavoz. Miramos a los padres y vemos que el uso de la cámara fotográfica se ubica en el primer lugar, pero lo sigue el uso de la radio y los ringtones (12%), el altavoz (11%) y el bluetooth (10%).
Llamame. No, escribime
Dime cuántas llamadas hiciste y te diré qué edad tienes: si quiere esconder el DNI escriba más mensajes de texto y hable menos: el 45% de los hijos utiliza el servicio de mensajes de texto contra el 3% de los padres.
El 23% de los chicos usa el servicio de identificador de llamadas; el 13%, los mensajes multimedia; y el 12%, el contestador automático. Sólo el 6% accede a Internet. ¿Qué usan más los padres? El servicio que se ubica en segundo lugar es el de mensajes multimedia (20%), seguido por el GPS, (10%). Sólo el 4% accede al mail y el 2% a Internet.
Pablo Quirno (de 45 años) y Josefina (42) son los padres de Pablo (20), Marcos (18), Santos (15) y Fini (10). Pablo cuenta que a los tres varones les dieron celulares a partir de los 12 o 13 años, cuando empezaban a ir a reuniones con amigos de noche y empezaron las salidas nocturnas (Fini está a la espera). "En ese momento quedaba claro que el uso era para hablar con nosotros solamente y coordinar las buscadas a sus salidas. Tenían que tenerlo encima y contestar rápidamente cualquier llamado. Era una tranquilidad saber que podíamos estar conectados tanto para coordinar una búsqueda o si tenían algún problema. Cuando Marcos recibió su celular empezaron a usar mucho más los mensajes de texto que las llamadas, primero entre los amigos -era una manera de gastar menos- y después con nosotros, por costumbre, -y agrega- considero que los mensajes de texto enfrían la comunicación y por eso preferimos hacer llamadas de voz, pero también nos adaptamos a los nuevos usos sin problema". Carla Garibaldi de Benedetti (de 43 años), mamá de Felipe (16), coincide: "Prefiero más la llamada, pero con Feli trato de comunicarme con mensajito porque a él le gusta más."
María José Schiaffi (de 47 años) accedió a comprarles celulares a Manuel (17) y Camilo (13) cuando empezaron a salir de noche. "En general soy yo la que llama o manda mensaje de texto para saber en qué andan, avisarles si no llego a buscarlos porque me atrasé en el trabajo o chequear que estén volviendo. Mis hijos usan sobre todo el mensaje de texto -no tienen Internet en sus teléfonos- y el resto del tiempo se comunican por Facebook. El teléfono de línea para ellos tiene el mismo significado que el florero de la mesa ratona, un adorno. Si un amigo no contesta un mensaje de texto o no está en Facebook, no está en ningún lado, se desintegró", bromea.
Si la tecnología permite más autonomía o es una atadura electrónica es pregunta universal, y cómo afecta la dinámica de la relación padre-hijo, también. El Mercurio cita a Robert Weisskirch, profesor de Desarrollo Humano de la Universidad del Estado de California, que realizó un estudio con 196 parejas de padre o madre e hijos, y lo publicó en la revista Cyberpsychology, Behavior and Social Networking. Weisskirch concluyó que es la naturaleza de la llamada y quién la hace lo que puede afectar el vínculo. Los jóvenes llaman principalmente a sus padres para pedir permiso o para avisar que llegan tarde. Los padres, por su parte, llaman para saber en dónde están sus hijos, chequear las tareas escolares o expresar su molestia por algo. Cuando son los jóvenes los que toman la iniciativa de llamar, esto se asocia a una mejor relación con sus padres, a los que consideran como un buen apoyo y con los que tienen una buena comunicación. En este caso, los padres se sienten gratificados y las llamadas parecen estimular su autoestima. "Cuando los jóvenes son los que llaman en busca de apoyo u orientación, en general se llevan bien con sus padres", dice Weisskirch.
Por el contrario, si es el padre o la madre quienes hacen la llamada para monitorear a sus hijos, chequear el cumplimiento de sus tareas o llamarles la atención por algo que les molestó, la relación tiende a ser más conflictiva y el adolescente tiene una autoestima más baja.
De todas maneras, Weisskirch destaca que el celular es un buen instrumento para la transición que viven los hijos hacia su independencia.
No estar ni acá ni allá
María José no es fanática de la tecnología; Pablo, sí. Sin embargo, comparten una preocupación. Los hijos de Majo aún no reclaman un Blackberry: "Disfrutaré todo lo que pueda hasta que llegue ese momento. Veo a todos los de su edad abstraerse absolutamente del medio con la computadora y el Facebook, pero al menos cuando se levantan de la silla, vuelven a conectarse con lo que los rodea. Con un smartphone ese momento no llegaría casi nunca. O llegaría forzándolo a punto de la pelea". Pablo agrega: "Lo que sí nos está molestando un poco -y no puedo tirar la primera piedra porque yo también lo hago- es que en toda reunión a la que vas los chicos están constantemente chequeando sus pantallas y contestando mensajes, posteando en Twitter, etcétera, en lugar de estar disfrutando del encuentro. Es como que quieren estar en el lugar donde no están."

Conectados, pero no comunicados

La tecnología de conexión es una herramienta. Las herramientas tienen usos específicos y nacen para servir a las personas. Cuando éstas quedan al servicio de las herramientas, hay un peligro cierto. El estudio de IBOPE muestra que el uso del celular para la comunicación es mínimo. Sin embargo se ha extendido entre los padres la creencia de que ese adminículo (y otros) son esenciales para la supervivencia de sus hijos y para el vínculo con ellos. La mirada, la escucha receptiva, la palabra con todas sus entonaciones, texturas, y aún con los silencios que la acompasan, así como la temperatura emocional que se produce durante un intercambio persona a persona, son factores esenciales en la comunicación humana. Ninguna tecnología los reemplaza, y cuando pretende hacerlo, simplemente disimula u oculta el vacío de comunicación real existente.
Padres e hijos pueden estar hoy muy conectados, pero hay un déficit preocupante de comunicación en ese vínculo. La comunicación no consiste en que un hijo mande un mensaje diciendo en qué boliche está. Requiere tiempo, presencia, exige resignar cosas prescindibles. Si no, se pagan precios altos, que están a la vista en los dramas y tragedias cotidianos (algunos públicos, otros ocultos) que protagonizan los chicos y sobre los cuales muchos padres se desayunan tarde. Para que el uso de la tecnología contribuya a la comunicación requiere límites (de tiempo, de funciones y de lugar) y orientación, y los deben poner los padres. Es una tarea indelegable y postergada.
lanacion.com

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