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viernes, 18 de mayo de 2012

Muere la cantante Donna Summer

Donna Summer falleció este jueves en Florida a los 63 años. La cantante libraba en secreto su batalla contra el cáncer de pulmón y se afanaba por concluir la grabación de un último disco antes de morir. Le sobreviven su esposo Bruce Sudano y sus tres hijas Mimi, Amanda y Brooklyn.
La familia de la artista agradeció enseguida las condolencias y animó a sus fans a "celebrar su vida extraordinaria y prolongar su legado".
Fuentes del portal estadounidense TMZ desvelaron que Summer podría haber contraído la enfermedad al respirar partículas cancerígenas en las jornadas que siguieron al 11S. Los atentados tuvieron un fuerte impacto en la cantante, que confesó haber sufrido entonces una fuerte depresión. "Me espantaron las experiencias terribles de ese día", contó después, "no podía salir a la calle y no quería hablar con nadie. Dejaba las persianas bajadas y me quedaba en mi habitación. Al final volví a ir a la iglesia y la luz volvió a mi alma".
Summer se ganó el sobrenombre de "Reina del Disco" por el éxito de sus sencillos en las pistas de baile y se la recuerda por éxitos como "Bad Girls", "I Feel Love" o "Love to Love You Baby". Fue la primera artista en alcanzar el número uno con tres álbumes dobles consecutivos y sus discos le hicieron acreedora de cinco premios Grammy. El último en 1998 por su álbum "Carry On".
Summer emprendió 12 giras y grabó una veintena de discos. En ocasiones en solitario y otras veces en colaboración con bandas cómplices como Brooklyn Dreams. Protagonizó un puñado de musicales en Europa y sobrevivió a varios intentos de suicidio gracias a una súbita conversión al cristianismo militante a finales de los años 70.
La fe le ayudó a atenuar sus adicciones. Pero sus convicciones religiosas estuvieron a punto de destruir su imagen pública cuando alguien la acusó de decir que el sida era un castigo divino por la inmoralidad de los gays. Miles de fans devolvieron sus álbumes y su carrera caminó durante días al borde del abismo. Pero Summer negó que esa fuera su posición, recordó que dos de sus compositores eran homosexuales y zanjó la polémica recitando un pasaje de la Carta a los Corintios.
Summer había nacido en un suburbio de Boston en la Nochevieja de 1948 en una familia profundamente cristiana. Al igual que muchas otras estrellas afroamericanas, su carrera como solista arrancó en la oración dominical. Pero enseguida creó un grupo con una prima y una tía imitando a las Supremes.
A finales de los 60, se enamoró de la voz de Janis Joplin y se enroló en una banda psicodélica con el objetivo de alejarse de sus padres y mudarse a Nueva York. La banda se desintegró enseguida. Pero Manhattan fue un trampolín para la cantante, que compitió por el papel de Sheila en el musical "Hair". Lo interpretó luego en una gira europea que la llevó después a instalarse en Múnich, donde aprendió a hablar alemán con fluidez e interpretó papeles cada vez más importantes en musicales y operetas.
Por entonces aún no era Donna Summer sino LaDonna Adrian Gaines. Su nombre artístico lo tomó prestado del actor austriaco Helmuth Sommer, con el que contrajo matrimonio en 1972 y del que se divorció al enamorarse del artista alemán Peter Mühldorfer. Summer se mudó con él a Los Ángeles pero la relación no funcionó. A Mühldorfer no le gustaban los focos y asfixió la relación con su gusto por la violencia y el alcohol.
La cantante conoció en 1978 a su esposo Bruce Sudano, que por entonces era miembro del grupo Brooklyn Dreams. Ambos se casaron en julio de 1980 y tuvieron dos hijas: Brooklyn y Amanda.
elmundo.es

domingo, 25 de diciembre de 2011

La raíces científicas del placer por la música

Portada del libro.
'¿Por qué nos gusta la música?'. Esta es la pregunta la escritora italiana Silvia Bencivelle, periodista científica de profesión, se hizo un día, quizás mientras escuchaba cantar villancicos a un grupo de niños, y a la que ha tratado de dar respuesta en su ultimo libro.
Bencivelle, que trabaja en la televisión pública en su país, no ha encontrado una fácil y única respuesta al hecho evidente de que los seres humanos tenemos un cerebro musical, capaz no sólo de disfrutar de las notas, sino también de generar obras maravillosas y distintas a lo largo de siglos de historia.
Con un lenguaje claro, y en ocasiones incluso divertido, la autora busca los orígenes de nuestra musicalidad más allá de nuestra especie, pues recuerda el canto armonioso de muchas aves e incluso que los monos son capaces de distinguir las octavas en la escala diatónica, que es la que se usa normalmente en Occidente. Otros experimentos han demostrado que determinadas músicas (como Vivaldi) tranquilizan a los animales, mientras que también las hay (Metallica, por ejemplo) que los alteran totalmente.
En este recorrido por la atracción por la música, Bencivelli recuerda que ya Darwin pensaba que nuestros antepasados utilizaban la música para el cortejo, algo que aún no se sabe con certeza. También hay investigadores que atribuyen su atracción, al arrullo que las madres hacen a sus bebés para tranquilizarles, que podría existir desde los inicios de la especie humana.

Una flauta del Paleolítico

Hasta ahora, la prueba más antigua de un objeto musical es la flauta hecha con un hueso de animal en los montes de Suabia, datada hace unos 37.000 años, un momento en el que los neandertales convivían con los 'Homo sapiens' en Europa.
Sin embargo, para hacer ritmos y música, como bien apunta Bencivelli, no se precisan instrumentos. Basta la voz y las palmas, basta golpear el suelo con los pies o entrechocar dos piedras, o dos palos, para que al final pueda repetirse un ritmo que se va metiendo en ese cerebro musical. En otras palabras, su origen podría ser mucho más antiguo.
El hecho de que esee ritmo atraiga tanto puede deberse, como indican algunos estudios, a que éste fue el paso previo a la aparición de un lenguaje hablado; o porque, como defendía Darwin, facilitaba la selección sexual; o quizás porque favorecía la cohesión social de los grupos.
La ciencia también se ha demostrado que las notas musicales son el vehículo en el que viajan las emociones, algo que se repite en todas las culturas y en las formas más diversas.
Con todo, Bencivelli reconoce que la razón última de por qué nos da tanto placer inmediato, aún es un misterio pendiente de descubrir, si bien el acercamiento de su ensayo, en el que tienen cabida infinidad de enfoques científicos, ofrece unas interesantes pistas que ayudan a conocernos un poco mejor.
elmundo.es

domingo, 24 de julio de 2011

El destino cita a Amy Winehouse


A primeras horas de la tarde, saltaba la noticia: Amy Winehouse había fallecido en un piso de Camdem, en Londres. No era la primera vez que se rumoreaba su defunción y hubo que esperar a que un portavoz de la Policía Metropolitana confirmara que sí, que el Servicio de Ambulancias recibió una llamada a las 15.54 (hora británica) pero que ya no pudo hacer nada por la cantante. Dados los antecedentes, medios y fans especulaban que se trataba de una sobredosis. Conviene esperar al informe del forense, aunque -con toda seguridad- antes nos llegaran las revelaciones de supuestos amigos.
Una de las últimas apariciones públicas de Amy ocurrió el 18 de junio, en Belgrado. No fue un buen concierto: se cayó, parecía incapaz de interpretar su repertorio y tampoco recordaba el nombre de sus músicos. El público serbio decidió que la cantante estaba borracha y se dedicó a abuchearla: el respetable huele la sangre y no perdona. Al poco, se suspendía el resto de la gira europea, que incluía una parada en Bilbao. Su oficina anunciaba que no habría nuevas actuaciones hasta que Winehouse pudiera recuperarse: otra vez el ciclo de rehabilitaciones, caídas, intentos de volver a la normalidad.
Su muerte transforma una carrera extraordinaria en una simple moraleja. Inevitablemente, eso eclipsara su papel en el redescubrimiento del soul y en el boom de las vocalistas femeninas, dos fenómenos que han cambiado el perfil de la música pop internacional. Con veinte años, ella editaba Frank (2003), un disco de querencia jazzística que compitió por el premio Mercury. Pero fue en 2006, con Back to black, cuando encontró la fórmula ganadora.
Su segundo trabajo mostraba una fascinación por el soul de los sesenta, con la autenticidad que proporcionaban los Dap-Kings, la banda que tomó prestada a la veterana vocalista neoyorquina Sharon Jones. También había rastros de exuberantes músicas jamaicanas pero lo esencial fue la construcción del personaje, con canciones desafiantes como Rehab y You know I'm not good. Amy se transformaba en una versión contemporánea de las protagonistas del repertorio de las Shangri-Las y otros girl groups, chicas atrapadas por amores complicados y enfrentadas a la moral dominante.
Paulatinamente, nos enteramos de que su imagen coincidía con su vida privada. Había un novio, luego marido, con nombre de villano: Blake Fielder-Civil. El padre, un taxista con vocación de cantante, también se convirtió en figura mediática: quería salvar a su hija de la adicción al crack, la heroína, el alcohol. Hubo broncas, visitas a la comisaría, declaraciones explosivas. El marido, dado a resolver violentamente discusiones, terminó en la cárcel y ella en una isla del Caribe, para alejarla de las malas influencias, mientras se tramitaba el divorcio. Aquello se convirtió en un reality show: se rodó un documental, luego libro, titulado Saving Amy (Salvando a Amy).
En realidad, el título más adecuado era el del segundo disco de los New York Dolls: Too much, too soon (Demasiado y demasiado pronto). Amy era un producto de la sofisticada industria inglesa del pop: entre los muchos colegios que conoció, había pasado por la BRIT School, una eficaz academia para futuras estrellas. A los 19 años, estaba bajo contrato con una discográfica, una editorial y una empresa de management. Sin embargo, no pudo aprender lo esencial: como sobrevivir a una fama repentina, de dimensiones globales, en los tiempos de la comunicación instantánea.
Durante la peor crisis de la industria musical, ella fue uno de los pilares de la multinacional Universal. La compañía hizo lo posible por estirar su arrollador éxito, publicando ediciones ampliadas tanto de Frank como de Back to black. De alguna manera, el consenso general en su círculo era que resultaría buena terapia empujarla a hacer un disco. Sus dos productores, Salaam Remi y Mark Ronson, lo intentaron pero se había evaporado la inspiración -Amy sí pudo participar en homenajes colectivos, interpretando temas ajenos- y se había perdido la motivación.
Por la brecha que ella abrió, se colaron otras cantantes británicas con educación en el soul y en el reggae: Lilly Allen, Duffy, Adele. Ellas evitaron los deslices de Amy, una chica flaquita que se vendía como despampanante sex symbol, con grandes ganas de divertirse e impermeable a las críticas. Es su desdicha que haya muerto unas semanas antes de cumplir los 28 años, lo que la sitúa de pleno en la leyenda urbana del club de los 27, el grupo de rock stars que desaparecen al llegar a esa edad.
En realidad, Amy pertenecía a otro club: era más bien la continuadora de vocalistas como Billie Holiday, Dusty Springfield, Nina Simone o Etta James. Algunas de ellas tuvieron hábitos tan peligrosos como los de Winehouse pero vivieron muchos años. En ningún libro estaba escrito que ella tuviera que morir ahora, tras hacer únicamente dos discos: cada drama tiene sus razones.

Solo dos discos

- Frank, 2003. El título de su primer álbum era un homenaje a Sinatra. El disco obtuvo un éxito notable en Reino Unido: fue platino y recibió varias nominaciones a los premios británicos Mercury . Destaca el single Stronger than me.Back to black, 2006. Supuso la consagración internacional de la artista. El disco, producido por Mark Ronson, se convirtió en triple de platino a las pocas semanas de su aparición. Winehouse compuso los diez temas del álbum. En la edición de los Grammy, ganó cinco premios de las seis candidaturas a las que optaba.

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Amy Winehouse, fiel al espíritu autodestructivo

"Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver". Amy Winehouse ha terminado por cumplir al pie de la letra con la famosa frase, atribuida popularmente a James Dean, aunque fue el actor John Derek el primero en decirla en 1949 en la película de Nicholas Ray y Humphrey Bogart Llamad a cualquier puerta. Y además lo ha hecho a la edad maldita de los 27 años, que le concede el extraño honor de pertenecer a lo que algunos han dado en llamar el Club de los 27, el grupo de jóvenes estrellas musicales que murieron a esa edad como Brian Jones, Jimi Hendrix, Jonis Joplin, Jim Morrison o Kurt Cobain.
Parecía como si su final estuviese escrito de antemano. En la única biografía publicada en España sobre la cantante, Amy Winehouse. La chica mala del pop rock, escrita por Joán Sarda y editada en 2008, se hace incluso referencia en sus primeras páginas a este ilustre club de desaparecidos, a modo de justificación por la temprana semblanza biográfica. "Nadie intentó, por ejemplo, escribir una biografía de Janis Joplin cuando triunfó con Cheap Thrills, y la cantante nacida en Texas establecida en California contaba con 25 años", escribe Sarda. También se recuerda en el libro la existencia de una web de apuestas donde muchos dudaban si la cantante británica iba a superar los fatídicos 27 años. Alguno a lo mejor se ha hecho multimillonario con tan truculenta apuesta y, mientras tanto, a decir verdad, todo el mundo esperaba que sucediese lo que ya ha sucedido. Hasta su padre, Mitch Winehouse, el taxista parlanchín que siempre ha hablado a todo micrófono que se mueva, se atrevió a anticipar su funeral para regocijo de la prensa amarilla.
Este es el aliento que ha rodeado la vida de una cantante que había dejado de ser noticia por su música soul (neo-soul que empezaron a llamar los fanáticos de las etiquetas comerciales) en detrimento de sus idas y venidas a los centros de desintoxicación y la suspensión de cada vez más conciertos por su lamentable estado de salud. La "muñeca rota del soul", como la calificaron algunos medios anglosajones en cuanto saltaron a las noticias sus escándalos, coincide con Joplin o Morrison no solo en su edad sino también en tener un final precedido por la autodestrucción, su compañera de viaje desde que se dio a conocer en 2004 con su disco Frank. Con su espectacular moño y sus numerosos tatuajes por el cuerpo, Winehouse es la última representante del live fast, die young, fielmente caracterizada mejor que nadie por Sid Vicious, integrante de Sex Pistols. Es decir, existencia frenética y excesiva, impulsada por el consumo de droga, en el mundo del pop-rock que acaba de forma trágica y muy temprana. El binomio drogas-música ha alumbrado grandes obras artísticas, siendo motor creativo de muchos grupos y compositores desde la irrupción paralela del jazz y de la marihuana hasta el rock psicodélico y el LSD, pero también ha sido el detonante definitivo para el adiós de muchos, como los del Club de los 27.
Bill Wyman, exbajista de los Rolling Stones, decía de Brian Jones que era el "inventor e inspirador de los Stones". Fundador y guitarrista, Jones había significado como nadie la actitud de la contracultura del rock a mediados de los sesenta con su pertenencia a los Stones y una inmersión sin límites en las drogas. Apareció muerto en la piscina de su casa en julio de 1969. A Jones le siguió Jimi Hendrix, el mejor guitarrista de la historia del rock, que murió en septiembre de 1970 en Londres por una mezcla de somníferos y alcohol. Joplin apareció sin vida en octubre de ese año en el hotel Landmark de Los Angeles tras sufrir una intoxicación de heroína y morfina a causa de una sobredosis. Su cuerpo permaneció desnudo en el suelo de la habitación unas 16 horas hasta que lo encontraron. Jim Morrison murió en la bañera de un hotel de París después de que su compañera Pamela le suministrara sus últimas rayas de heroína. Kurt Cobain, que también había sufrido sobredosis de heroína y vivió atormentado, apareció muerto en abril de 1994 en una habitación encima de su garaje tras dispararse con una pistola. Dejó escrita una nota con el verso de una canción de Neil Young: "Es mejor quemarse que apagarse lentamente".
Ese fuego incontrolado ardía dentro de Winehouse, de la que hemos vivido casi en directo su decadencia mortal. Al igual que con las muertes de cualquiera de ese club de los 27, no tardarán en llegar las conspiraciones de su fallecimiento. Los monstruos de la prensa amarilla británica se encargarán de ello porque tenían en ella un filón. De hecho, el tabloide News of the World, cerrado recientemente por los escándalos de las escuchas ilegales y que a finales de los sesenta se hizo eco del consumo de drogas de los Stones, se alimentó hasta sus últimos días de su trágica caída. Cualquier cosa era válida. Según se cuenta en su biografía, Winehouse, que formaba parte de ese circo sobredimensionado y caprichoso formado por Kate Moss, Pete Doherty o Kelly Osbourne, se reía de todo ello pero no podía evitar ser víctima. Tal vez, por eso, se fijó en Billie Holiday como una referencia que transcendía lo artístico a lo vital. "Es como dicen. Ningún maldito episodio es como el negocio del espectáculo. Había que sonreír para no vomitar", decía la grandísima vocalista de jazz que también fue consumida por las drogas.
Mil veces escuchada en la radio (y lo que queda a partir de ahora), la canción Rehab, el éxito con el que saltó a la fama mundial, era autobiográfica de Winehouse. Era el relato de la visita que la cantante realizó a un centro de desintoxicación. El "Ray" que aparece en la primera estrofa no es otro que Ray Charles, a cuyos discos acudió Amy en esa etapa dominada por la depresión causada por el abandono de su polémico marido Blake Fielder-Civil. Ray Charles pasó por la autodestrucción pero logró sobrevivir. Winehouse no ha tenido tanta suerte. O no la quiso.
Como un icono excesivo de nuestros tiempos, auspiciados por la publicidad y el sensacionalismo, Amy Winehouse queda hoy como la última célebre aniquiladora del tiempo, en referencia a la obra de El perseguidor de Julio Cortázar, escrito en homenaje a la fugaz y obsesiva existencia de Charlie Parker, adicto a la heroína e impulsor del bebop con su saxo que buscaba constantemente la belleza del jazz. "Poder vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de los minutos y de pasado mañana...", escribía Cortázar. La cantante de Back to Black vivía mil veces más de lo que podía vivir tras resucitar supuestamente el soul para unos, ser portada de todos los tabloides, el producto más rentable de una gran discográfica y dedicarse a reconstruir a base de güisquis y cocaína un espíritu roto en pedazos.
Lejos de ser un consuelo, podrá poner en su tumba lo que pone en la inscripción griega de la placa de bronce de la lápida de Jim Morrison en el cementerio parisino de Pére Lachaise: "Fiel a su propio espíritu".
elpais.com

martes, 28 de junio de 2011

Cómo influye la música de un anuncio publicitario en la percepción de la marca

Cómo influye la música de un anuncio publicitario en la percepción de la marca
(www.neomundo.com.ar/SINC) "Nuestro estudio corrobora que la inserción de distintas melodías en el anuncio, adecuadas y congruentes con el mensaje y la marca, pero diferentes en estilo –cambio de tempo y tono– generan diferentes impresiones, tanto del comunicador como de la marca", declara Patrick Hartmann, coautor del estudio que publica African Journal of Business Management e investigador de la Universidad del País Vasco.
Para llegar a esta conclusión se llevó a cabo una encuesta entre una muestra aleatoria de 540 consumidores españoles (de entre 15 y 65 añosa los que se les expuso a una serie de anuncios publicitarios radiofónicos de una marca de agua mineral ficticia, diseñados específicamente para la investigación.
Los resultados de la encuesta midieron la percepción hacia el comunicador del anuncio, la generación de reacciones emocionales y la actitud hacia la marca ("evaluación global" e "intención de comprar" a partir de la escucha.
"Se trataba de cuatro anuncios experimentales, uno sin música y tres con acompañamiento musical, con texto idéntico y con un nombre ficticio. Los cuatro se grabaron en la Cadena Ser y a cada sujeto se le expuso a una sola de las versiones", explica Hartmann.
La música seleccionada no contenía letra –para que el texto no interfiriera en la evocación de recuerdos– y se escogió tras varias sesiones de grupo con expertos de una agencia de publicidad. Finalmente, dos de las versiones musicales (no conocidas por el público) se crearon específicamente para los anuncios y una tercera versión (de música conocida: fue What a Wonderful World de Louis Armstrong)
"Para la variable, ‘reacción emocional generada’ en el consumidor, se obtienen puntuaciones medias significativamente más altas en las versiones del anuncio con acompañamiento musical frente al anuncio sin música, así como puntuaciones medias significativamente más altas en la versión con la famosa melodía de Louis Armstrong, frente a las otras dos versiones de canciones no conocidas", afirma el trabajo.
EL COMPÁS MARCA EL MENSAJE
Para conocer el vínculo asociativo ‘melodía-marca’, una vez terminada la encuesta, se expuso a los sujetos a la escucha de los tres anuncios experimentales con música.
Los resultados muestran que la primera pieza musical que se escucha se aprende y memoriza rápidamente y es la que la mayoría (73,3% considera más adecuada para el anuncio y la marca)
"La exposición conjunta a una melodía específica y una marca crea un vínculo asociativo, muy rápidamente, entre dicha melodía y la marca en la memoria del consumidor", añade Hartmann.
Por otro lado, el estilo musical también afecta a las impresiones sobre la persona que lanza el mensaje en el anuncio.
"De acuerdo con el concepto de ‘adecuación musical’, los sujetos que escucharon la versión con música en tonalidad mayor y tempo más rápido calificaron a la comunicadora como más alegre, inquieta, nerviosa, impaciente, jovial, deportiva, entusiasta y atrevida, en comparación con la segunda versión musical".
Por el contrario, "los individuos expuestos a una versión de tonalidad menor y tempo más lento percibieron a la comunicadora como más tranquila, relajada, paciente, delicada, comprensiva, disciplinada, madura y de mayor confianza", señala el experto.
Esto también ocurre respecto a los atributos que trasladamos a la marca con la escucha de las dos versiones. Mientras que los sujetos expuestos a la primera versión percibieron la marca como "más enérgica, deportiva, excitante, refrescante, joven y festiva", la segunda, suave, relajante, madura, natural y saludable".
"Una marca podrá verse condicionada por una melodía específica desde el primer momento en que dicha melodía se asocia con la marca. Así, la música será, en buena parte, (junto a sus recuerdos y emociones asociadas), lo que haga que una marca resulte identificable en la mente del comprador", concluye el estudio.
neomundo.com.ar

domingo, 17 de abril de 2011

Decodifican los sabores de la música

Decodifican los sabores de la música
Nora Bär
LA NACION
Gioseffo Zarlino, importante teórico de la música del siglo XVI, asignaba a ciertas consonancias la cualidad de "dulces" y "suaves". Berlioz se refiere a la "pequeña voz ácida del oboe". El transgresor Eric Satie, pianista y compositor del último siglo, pide en alguna de sus piezas que se toque "con la punta de la lengua". Estas asociaciones entre la percepción del sabor y ciertos parámetros musicales no sólo sugieren que existen puentes entre las experiencias sensoriales, sino que permiten preguntarse por la semántica del pensamiento (cómo construimos significado).
Es precisamente sobre estos temas que giró un inusual trabajo realizado por dos físicos, un matemático y músico argentinos, que acaba de publicarse en la revista Perception . Los científicos no sólo probaron que existe una correspondencia entre la música y el sabor, sino que las asociaciones exceden los atributos sensoriales para ingresar en el dominio de la semántica.
"Siempre me intrigaron las indicaciones, a veces muy curiosas y singulares, que aparecen en las partituras -cuenta Bruno Mesz, el pianista/matemático del grupo- y quería ver si había una cierta congruencia en la interpretación."
Mesz, del Laboratorio de Acústica y Percepción Sonora de la Universidad de Quilmes, es uno de los asistentes al curso de doctorado que dicta el físico Mariano Sigman en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, al que también concurren otros matemáticos, biólogos, lingüistas.
"Hablamos mucho sobre música y semántica, música y lenguaje, música y pensamiento en general -agrega Sigman-. Un día se nos ocurrió esbozar un proyecto para establecer puentes entre estas experiencias. Encontramos un montón: algunos intuitivos y otros no tanto. Por ejemplo, la representación del tiempo y del espacio. Casi todo el mundo piensa que el pasado está atrás y el futuro, adelante; es una arbitrariedad bastante persistente en todas las culturas. Casi todos creemos que hay colores cálidos y fríos. Son puentes sinestésicos entre la sensación térmica y la cromática. En este trabajo, nos preguntamos si existe una correspondencia ubicua entre dos experiencias sensoriales y culturales en apariencia distintas, la música y el sabor."
Para averiguarlo, los investigadores convocaron a nueve músicos entrenados en improvisación que venían de la música popular, académica y contemporánea, y les pidieron que realizaran 24 improvisaciones sobre la base de los cuatro gustos canónicos: dulce, salado, amargo y ácido.
Encontraron que estas palabras inspiraban patrones muy consistentes: el amargo se correspondió con sonidos graves y ligados, el salado, con el stacatto (notas bien separadas unas de otras), el ácido/agrio, con melodías muy agudas y disonantes, y el dulce, con música consonante, lenta y suave. "Las dimensiones que analizamos son las más típicas -explica Mesz-. El tono, la duración, la articulación o continuidad entre las notas, si los acordes son resonantes o disonantes, la intensidad..."
Para probar objetivamente las regularidades, Sigman y Marcos Trevisan, del Laboratorio de Sistemas Dinámicos y del de Neurociencia Integrativa, de la UBA, diseñaron un programa de computación que "escuchó" (decodificó) las melodías y reconoció con alrededor de un 80% de precisión si la palabra que había disparado su creación era "amargo", "dulce", "ácido" o "salado".
Pero la exploración no terminó allí. De un conjunto de 108 improvisaciones, los científicos luego les pidieron a 57 estudiantes sin ningún tipo de entrenamiento musical que escucharan los 15 segundos iniciales de tres composiciones correspondientes a cada sabor, ordenadas al azar. Después de cada una, los participantes tenían 10 segundos para contestar a qué sabor la asociaban. El nivel de acierto superó el 70%.
"Pudieron adivinar el gusto de la música casi a la perfección -dice Sigman-. Esto muestra que hay una promiscuidad sensorial que es la base de la metáfora y del pensamiento. Somos seres que construyen objetos semánticos, de significado, a partir de la experiencia sensorial. Y eso tiene que ver con cómo se organiza el pensamiento, porque esos puentes no son caprichosos, sino que tienen ciertas regularidades. Una primera pregunta es si responde a un condicionamiento cultural. ¿Responderían lo mismo en países que tienen música pentatónica? Esto abre preguntas cuya respuesta no conocemos..."
Pero lo más interesante está por llegar. Inspirado en la idea proustiana del gusto y el olfato como disparadores de la evocación, Bruno Mesz se lanzó a componer nueva música a partir de las improvisaciones. "Diseñé un procedimiento algorítmico de composición en el que las improvisaciones van evocando temas del repertorio clásico o popular por similitud -explica-. Por ejemplo, si hay algo que se parece a un fragmento de Beethoven, en lugar de utilizar el original pongo el de Beethoven, Puccini o lo que fuere. Así, se forman collages o mosaicos, con reminiscencias de los originales, pero siempre respetando el "sabor" original."
Hacia fin de año, estas creaciones darán lugar a una performance que combinará instalaciones, actuación, degustación. "La ciencia se comunica de manera siempre muy fría -concluye Sigman-. Queremos que este trabajo se exprese en un descubrimiento «sabroso» de correspondencias universales entre sabores y música. Una experiencia totalmente inusitada en ciencia."
WORK IN PROGRESS
  • A fines de año, la música de Bruno Mesz reunirá en una performance a la actriz María Alche (La Niña Santa), al chef del resto molecular La Vinería de Gualterio, Alejandro Digilio, y al director Rafael Spregelburd.
  • "Trabajo a partir de lo que me sugiere el mercado, la memoria afectiva y también la música -dice Digilio, que toca la batería desde los diez años-. Voy a buscar contrapuntos, intensidad, confusión...".
  • "Será un concierto de música y sabores -agrega Sigman-. Habrá fragmentos amargos de Beethoven, melodías dulces de Debussy o Mozart... Y a partir de eso, una instalación sinestética, que todavía está en elaboración."
lanacion.com

sábado, 9 de abril de 2011

¿Qué fue primero: El huevo, la gallina o la música?

[huevos]















Por Amy Ma
En una granja en los Nuevos Territorios en Hong Kong, un grupo de 20.000 pollos escucha diariamente una mezcla de música clásica, jazz, rap y Cantopop (pop cantonés).
Los llamados "huevos musicales" provienen de la Granja Musical de Chung Hing, y a cada uno de ellos se lo distingue con un pequeño adhesivo oval con una insignia en forma de clave de sol color azul. La curvatura central de la clave de sol está decorada para lucir parecida a la cabeza de un gallo. Pero, ¿cómo les iría en una prueba de sabor?
Desde el día en que nacen, los pollitos de Chung Hing escuchan lo que el granjero Fong Chi-hung, de 35 años, denomina bandas sonoras "apropiadas para su edad": los de 15 días o menos escuchan canciones suaves de amor y los de 16 a 30 días, música disco de ritmo más rápido. Una vez que los pollos superan los 30 días, la selección musical se vuelve mucho más flexible. No se sorprenda al encontrar éxitos de rock de la banda china Beyond y canciones pop del grupo cantonés femenino Twins.
A las 20 semanas, las gallinas comienzan a poner huevos y escuchan una mezcla más ecléctica de canciones. Los equipos de sonido de alta fidelidad instalados en los diferentes rincones del galpón son conectados de 10:00 a.m. a las 2:00 p.m. y de las 4:00 p.m. a 6:00 p.m. —a niveles de volumen tan altos como en las discotecas, así que es difícil mantener una conversación— con una pausa entre medio designada como la hora de la siesta para las aves.
Los granjeros intentan todo tipo de trucos para lograr que sus gallinas pongan más y mejores huevos. La estrategia de Fong es sencilla: los pollos están menos estresados cuando hay un ritmo constante y una melodía que ahoga cualquier otro ruido, especialmente durante el momento de alimentar a los animales, en el que los trabajadores entran a la habitación; gallinas más felices comen más y ponen huevos de mayor calidad.
Fong abrió su granja en 2003 y comenzó a aplicar su "técnica musical" en 2006. Desde entonces, indica que la tasa de mortalidad de sus pollos ha caído a la mitad.
Pero toda esta musicalidad tiene un precio y el de los huevos musicales es de 3,75 dólares de Hong Kong (unos 50 centavos de dólar) por huevo, o nueve veces más que los huevos de otros proveedores.
Un restaurante en Hong Kong que está dispuesto a pagar el costo extra es Posto Pubblico, un restaurante italiano cuyo chef, Joshua Chu, decidió hace cinco meses que en su cocina usaría sólo "huevos musicales". Los propietarios de Posto Pubblico planean abrir un nuevo restaurante en abril llamado Cantopop en el que también sólo usarán este tipo de huevos. Para satisfacer la demanda, la Granja Musical de Chung Hing, que ahora produce entre 500 y 600 huevos por día, proyecta abastecerse de más pollos.
"Se puede ver la diferencia en la yema, que es casi de color naranja y dos veces más grande que en los huevos normales de supermercado", dice el chef Chu.
El chef mostró una muestra de tres huevos —un huevo musical, otro producido localmente y otro de un proveedor de China— abiertos en un cuenco uno junto al otro. Visualmente, la yema del huevo musical era más grande y de color más oscuro que los otros dos.
Cuando se le preguntó si creía que la dosis diaria de música rock había tenido ese efecto, encogió los hombros y se rió. "Es posible".
Pero entonces se llevó a cabo la prueba definitiva: Chu cocinó cada huevo y ofreció una degustación. El veredicto: tenía el gusto de un huevo común, francamente, pero su yema de proporciones considerables puede ser todo un almuerzo por sí sola.
wsj.com

miércoles, 30 de marzo de 2011

Componer música con la mente, más cerca de lo que creemos


Un nuevo sistema que selecciona tareas determinadas a los patrones encefalográficos asociados con estímulos concretos podría suponer una revolución a la hora de componer música para aquellos que no tuvieran conocimientos musicales y sobre todo para aquellos que independientemente de tenerlos o no, se vean imposibilitados para tocar un instrumento o moverse.
El sistema ha sido desarrollado por el compositor Eduardo Miranda del centro interdisciplinar de investigación de música computerizada de la Universidad de Plymouth.
Para captar las señales cerebrales cuenta con una serie de sensores que detectan el EEG completo y que luego lo envían a un ordenador donde los diferentes patrones se convierten en un instrumento, intensidad y tono determinado.
Por ahora el sistema es muy sencillo y funciona utilizando como estímulo unas tarjetas con dibujos de diferentes “instrumentos”, pero Miranda cree que podría mejorarse hasta convertirse en una herramienta útil para componer.
Lo único que me da cierto pánico es que si Leonardo Dantés ha sido capaz de crear monstruosidades con sus manos, no quiero ni pensar lo que puede llegar a salir de su perturbado cerebro. Esperemos que esta tecnología no caiga en malas manos o estaremos perdidos.— Dani Burón
gizmodo.es

domingo, 9 de enero de 2011

Música placentera como la comida o la droga

Canciones imprescindibles. Canciones que nos aceleran el pulso y la respiración. Canciones que nos ponen la piel de gallina y que desencadenan en el cerebro una cascada de reacciones mediadas por la dopamina en el sistema de recompensa. Un estudio revela que la música puede ser tan placentera como la droga.
Las personas experimentamos un intenso placer frente a estímulos que son necesarios para sobrevivir (comida), a las llamadas recompensas secundarias (dinero) y a las sustancias que promueven esas reacciones químicas (drogas). Pero también tenemos la capacidad de obtener placer a través de estímulos abstractos como la música o el arte.
"La mayor parte de la gente coincide en que la música es un estímulo placentero especialmente potente que se usa con frecuencia para influir en los estados emocionales", explican los autores del trabajo en las páginas de 'Nature Neuroscience'. Su capacidad para provocar reacciones fisiológicas está perfectamente documentada. Es lo que se llama 'escalofrío emocional', una respuesta mediada por el sistema nervioso autónomo que afecta a la frecuencia cardiaca, respiratoria, a la conductividad de la piel y a la temperatura periférica.
Aunque también se ha observado que las áreas del cerebro que conforman los circuitos de la emoción y la recompensa se activan mientras que escuchamos los compases que consideramos placenteros, el papel directo de la dopamina no se ha comprobado. Este neurotransmisor es el mediador de las adicciones a drogas como la cocaína o la heroína.
Gracias a la investigación realizada en el Instituto Neurológico de Montreal de la Universidad McGill (Canadá), ahora sabemos que la dopamina también media el placer que experimentamos con la música, "una recompensa muy abstracta que consiste en una secuencia de tonos desplegados a través del tiempo que produce una respuesta comparable a la de estímulos más básicos", indican los autores.
Y no sólo durante los momentos especialmente estimulantes de una melodía. El cerebro también reaccionaba (y liberaba dopamina) justo antes, un fenómeno llamado anticipación. En resumen, "estos resultados ayudan a explicar por qué la música está tan valorada en todas las sociedades", concluye el estudio.
elmundo.es

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Comprueban que la música puede afectar las emociones

Los gustos de cada persona difieren en cuanto a música y músicos. La música, sin embargo, no nos proporciona sólo un placer normal, como puede hacerlo comer nuestro plato preferido. La música nos brinda emociones increíbles, que no podemos describir del todo. Un estudio del Centro de Ciencias del Cerebro y Sistemas Complejos –un instituto de investigación que funciona en la Universidad Florida Atlantic en los Estados Unidos– que publicó PloS One (un sitio dedicado a la divulgación científica), explica por qué las notas inducen pensamientos y emociones tan sublimes .
Los investigadores registraron las notas de una pieza clásica de Frederic Chopin –el estudio Op. 10, N°3 del notable pianista polaco– y las sintetizaron en una computadora sin utilizar el característico “sentimiento” humano. También incluyeron una versión convencional tocada por un pianista. Ambas –la emitida por la PC y la ejecutada por un profesional– presentan los mismos elementos musicales, tales como la melodía, el ritmo, la armonía, el tempo y el volumen. También fueron “interpretadas” por el mismo piano. Sin embargo, sólo la versión “humana” logró desatar una actividad cerebral particular y evocar respuestas emotivas .
Para comprenderlo, se trabajó con voluntarios que tenían una gran afinidad con la música. Además de observarse su comportamiento, se los sometió a una resonancia magnética especial que registró el flujo de sangre relacionado con la actividad neurológica del cerebro mientras escuchaban la música en cuestión.
El estudio constó de tres partes. En la primera, los participantes dieron cuenta de su tipo de respuesta emotiva en tiempo real. En la segunda se efectuó la resonancia magnética con cada uno de los dos tipos de música. Por último, se evaluaron las emociones suscitadas en ambos casos.
La resonancia magnética reportaba el crecimiento del flujo sanguíneo asociado con la mayor actividad neuronal. Los voluntarios escuchaban las dos performances y se registraban sus respuestas emotivas en tiempo real gracias a un software diseñado específicamente.
“Instrumentamos esos tres pasos para garantizar la coherencia de las emociones de los participantes en el estudio de comportamiento con los resultados de la resonancia magnética funcional”, declaró Edward Large, uno de los autores del estudio junto con la Dra. Heather Chapin.
Los resultados de la investigación son muy elocuentes. El toque “humano” – el plus que proporciona el placer de escuchar música ejecutada por un concertista – crea una interpretación expresiva diferente que puede evocar emociones más fuertes como consecuencia de una mayor actividad neurológica.
Por otra parte, las personas que escuchan música con frecuencia tienen una mejor actividad emocional y cerebral. “Nuestros oyentes no eran músicos profesionales, pero tenían experiencia en el campo de la música, tales como cantar en un coro o tocar en una banda”, explica el Dr. Large.
“Con estos datos no podemos determinar si la mayor actividad neurológica se debe a su experiencia o si esos individuos buscan experiencias musicales porque ella les produce más placer”, agrega. Lo que parece evidente, sin embargo, es que por más que las máquinas pueden ser sofisticadas o avanzadas en términos tecnológicos, es siempre el hombre el que hace la diferencia.
clarin.com

domingo, 17 de octubre de 2010

Tocar un instrumento mejora la comunicación, la atención y la memoria

neomundo.com.ar
El rol de la música quizás sea más importante de lo que parece a simple vista. Aprender a tocar un instrumento mejora las habilidades relacionadas al lenguaje, el habla, la memoria y la atención.
A dichas conclusiones llegaron una serie de estudios analizados en conjunto por la Universidad de Northwestern (Estados Unidos). Las conclusiones fueron publicadas en la revista Nature Reviews Neuroscience.
Nina Kraus, la autora principal, explicó que en los últimos años hubo un gran aumento en el número de investigaciones que revisaron la relación entre la música y el sistema nervioso. Los resultados de estos estudios deberían tener "una fuerte incidencia en la educación", sostuvo.
Algunos de los trabajos realizados encontraron que los músicos son más hábiles para aprender los sonidos de un nuevo idioma. A su vez, los niños que tocan algún instrumento tienen un mejor vocabulario, leen mejor y muestran una mayor activación neuronal frente a los cambios de tono en el lenguaje oral.

LA NEUROPLASTICIDAD
Gran parte de los estudios realizados se centraron en la neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para modificar las conexiones entre las neuronas con el objetivo de adaptarse a los cambios o a nuevas situaciones. Esta plasticidad es el resultado de la educación o de la experiencia que una persona tiene a lo largo de su vida.
Kraus dijo que estudiar música parece generar nuevas conexiones cerebrales que permiten grandes logros en el área de la comunicación. A su vez, las investigaciones sugieren que este buen hábito facilita la creación de patrones muy importante para el aprendizaje.
La autora explicó que el cerebro no puede procesar toda la información sensorial que llega, por lo cual selecciona lo que considera más importante. Tocar un instrumento ayuda a que las neuronas puedan elegir más eficientemente qué es más relevante dentro una amplia gama de estímulos.
"El cerebro de un músico selecciona los elementos con información vital de un sonido. En una hermosa interrelación entre procesos sensoriales y cognitivos, el sistema nervioso hace asociaciones entre sonidos complejos y qué significan", detalló. Este entrenamiento es ideal para tocar una canción pero también para muchos aspectos de la comunicación.
Kraus concluyó que se debería fomentar la educación musical en los colegios e investigar más a fondo los efectos que tiene este entrenamiento en el aprendizaje, la memoria, la atención y las habilidades literarias.

lunes, 6 de septiembre de 2010

El violonchelista Mike Edwards, uno de los fundadores de la Electric Light Orchestra, murió en un insólito accidente en las rutas de Gran Bretaña.
Según informó la policía británica, la camioneta en la que viajaba el músico chocó el viernes en el condado de Devon –donde vivía Edwards- con un enorme fardo de heno, de unos 600 kilos, que rodaba por la ruta. Tras ese impacto, el vehículo chocó con un segundo coche, cuyo conductor resultó ileso. Edwards falleció en el acto.
El violonchelista fue uno de los creadores de estilo de la ELO a principios de los años 70, aunque dejó la banda poco tiempo después.
La ELO se caracterizó por combinar sonidos rock y pop con música clásica y sonidos de violas, chelos y violines y tuvo un notable éxito durante las décadas de los '70 y '80. Uno de sus mayores hits, posterior a la etapa de Edwards, fue "Last train to London".
(Fuente: Télam)
clarin.com

lunes, 9 de agosto de 2010

Las chicas de la generación Gaga

NUEVA YORK ( The New York Times) .- "¡Odio la verdad!", gritó Lady Gaga en la mitad de la segunda de sus tres fechas agotadas del mes pasado en el Madison Square Garden. Convenientemente, la verdad también detesta a la cantante.
En la memoria reciente del pop, no ha habido mayor enemigo de lo auténtico que Lady Gaga. En su universo, no muy meticulosamente construido, no hay nada que no pueda reescribirse, revisarse o renacer. Hasta no hace mucho, tocaba en el piano melodías confesionales en diminutos locales de Nueva York.
Ahora es la estrella del pop más grande del momento, un talento veleidoso escondido bajo una orgía de bolas de espejo, racimos de burbujas, cortinas de vinilo y encaje pegajoso. Lady Gaga se hizo exitosa adhiriendo a la creencia de que no existe verdad interior para publicitar o rescatar: lo único que se puede hacer es volver a inventarse.
Por donde se mire, el pop se convirtió en Gaga. Está bien, es el poder que confieren los disfraces, pero sus huellas están por todas las imágenes modificadas de Christina Aguilera, Rihanna, Katy Perry y Beyoncé; y en las artistas nuevas como Kesha, Janelle Monáe y Nicki Minaj. Es posible que no citen a Lady Gaga como influencia directa, pero el trabajo que viene haciendo desde su primer álbum, The Fame (2008) refrescó los lábiles límites convencionales. Hacía tiempo que el espacio para que las mujeres pudieran probar nuevas identidades estéticas en el pop no era tan extenso.
Este nuevo feminismo se trata más de la posibilidad de elegir que de una elección específica. Y es liberadora esta expansión musical hacia espacios tanto visuales como sónicos, instintivos como intelectuales, interpretados como vividos.
En el pop masivo más nuevo, la mayoría de las artistas femeninas son excéntricas, raras, aventureras. Para ellas, la actuación y la exterioridad son fundamentales en su presentación, mucho más que cualquier mensaje en sus canciones.
De muchas maneras, es un bastardeo del modelo Madonna. Desde el comienzo de su carrera, la cantante fue una embustera inteligente del pop, que usaba una imaginería escandalosa a modo de distracción mientras metía de contrabando en su música ideas sobre religión y política social. Por el contrario, la mayor parte de la generación Gaga está interesada en la distracción como un fin en sí mismo.
El futuro está aquí
La era de Gaga, en realidad, comenzó hace una década, con la llegada de Britney Spears y Christina Aguilera. Los puristas se quejaban de que eran una construcción, una queja sorda. Pero su aporte a la teatralidad del pop -de un modo que los artistas masculinos de la época rara vez lograban- terminó siendo más importante que los debates sobre la autenticidad que inspiraron. Ellas sentaron las bases para lo que resultó una década de más de lo mismo.
Lady Gaga llevó ese movimiento hacia su fin lógico, casi hasta el punto de prescindir de la música por completo. Es casi siempre una gran cantante: el hecho de que lo oculte tan bien es uno de sus muchos trucos. (No es tan buena bailarina, algo que para alguien tan integrado en una actuación perfecta es un punto débil tremendo, uno que rara vez se discute.) Y sus canciones son absolutamente vacías, simples esqueletos con los que envolverse.
Además, lo que realmente separa a Lady Gaga de las sirenas poperas de hace una década es que su capacidad de seducción fue neutralizada y recontextualizada. Cerca del final de su última presentación en el Madison Square Garden, salió al escenario con unos artilugios en el pecho y la entrepierna, de los que salían bengalas, mientras Gaga escupía mínimos bocadillos provocativos. "¡Díganles que le prendí fuego al lugar!", gritó. Fue un claro repudio a la iconografía hipersexualizada. No había qué tocar sin lastimarse.
También se la vio así en la tapa de la revista Rolling Stone norteamericana, en la que posaba con un corpiño con ametralladoras -similar al que usa en el videoclip de "Alejandro", su último y probablemente menos ambicioso single de su discografía-, blandiéndolas ante un enemigo invisible.
Es provocativo, es cierto, pero para Lady Gaga, tal vez demasiado ideológico. En serio, la única persona con la que Lady Gaga emprendió una guerra es contra ella misma.
Jon Caramanica

lanacion.com

sábado, 24 de julio de 2010

Según la prensa británica, los Stones preparan una gira mundial de despedida

Los Rolling Stones preparan una gira mundial para despedirse de los escenarios tras 50 años de actuaciones, según aseguró en su edición de hoy el diario británico The Sun.
De acuerdo al periódico, el grupo, integrado por Mick Jagger y Keith Richards, ambos de 66 años; Ronnie Wood, de 63; y Charlie Watts, de 69, lanzará la serie de conciertos el próximo año. Como ya es habitual en los tours de la banda, se espera que la gira recaude cientos de millones de dólares.
Según The Sun, la banda está en negociaciones con la firma promotora Live Nation para organizar el gigantesco tour internacional. "Es probable que toquen en estadios. Será ciertamente la última gira mundial a gran escala del grupo", declaró un portavoz de la compañía. "La banda se ha dado cuenta que la edad se está volviendo un impedimento. Ellos quieren despedirse estando en la cima y no defraudar a los fans", agregó.
Los Stones llevan vendidos más de 250 millones de discos en todo el mundo, lo que los convierte en uno de los conjuntos más exitosos de todos los tiempos. En 1989 fueron incluidos en el Salón de la Fama del Rock and Roll.

clarin.com

jueves, 22 de julio de 2010

Kylie Minogue: "Lo que hago está teñido por mi experiencia con la enfermedad"

El año lo abrió Pandora y lo va a cerrar Afrodita. Pueden pasar de aquí en más algunas otras cosas, claro, o muchas, pero de quedar así el asunto, pavimentado por los mitos, no se podrá decir de ningún modo que éste ha sido un mal año. Pandora era la exuberante luna de James Cameron en Avatar, el planeta-cerebro en el que la vida (y el cine) podían aspirar a un nuevo comienzo. Afrodita (Aphrodite) es el álbum de estudio número 11 de Kylie Minogue, un disco-cuerpo que se corresponde perfectamente con los atributos de la deidad que le da nombre. Al decir de la inmemorial Encyclopædia Britannica: “Antigua diosa griega del amor sexual y la belleza ( …) Aunque las prostitutas la consideraban su santa patrona, su culto público era en general solemne e incluso austero”.
Ahí queda definida bastante bien Kylie, o al menos Kylie en su versión pre-Aphrodite: no faltan ni sobran palabras. Incluso encaja lo de la santa de perfil moderado: “Nunca quiso que la gente conociera su business, a pesar de que su business es el show”, sostenía Chrissy Iley en el Sunday Times. Siguiendo con ese orden de cosas, el nuevo disco ha sido recibido sin mayor alharaca, ubicándose al menos tres escalones de entusiasmo por debajo de cualquier nueva evacuación de talento producida por Madonna (Aphrodite viene sin las obligaciones que la Señora Material tiende a imponer), dos por debajo de Britney (sin titulares en tabloides) y uno y medio por debajo de Lady Gaga (sin dispositivos biónicos ni disfraces). Como si de Kylie se pudiese esperar un disco casi exclusivamente para fans, de ser posible gays, correcto, con algún hit, incapaz de defraudar pero incapaz también de sorprender.
Tiene que haber algún problema, con la música o con el mundo, o con el mundo de la música, para que esto pase, porque, ¿saben qué?, Aphrodite es un tremendo discazo. Modestamente, en una entrevista que el sello EMI le ofreció a Clarín en exclusiva, Kylie cuenta que éste es el disco con el que más se divirtió en su carrera”. Y asegura: “es el que tiene la mayor cohesión de mi carrera”, declaración que puede perderse en ese género horrible conocido como “mi última obra es la mejor”, pero que aquí es 100 x 100 verdad y está certificada por el productor Stuart Price, fan suyo de toda la vida y artífice de las aventuras modernas de Madonna (Confessions on a Dance Floor), que resume sencillamente la fórmula del éxito: “Quería que el disco mostrara algo nuevo, algo que no supiésemos de ella, pero que al mismo tiempo fuera inequívocamente Kylie la que lo estaba cantando”. Ella: “Con Stuart vamos a registrar una nueva forma de testear la viabilidad de una canción: el ‘Examen químico de Dolly Parton’. Se hace cantando sin producción: él tomaba la guitarra acústica y yo cantaba arriba imitando a la Parton”. Así salió Aphrodite.
Dicen que hay una Kylie para cada necesidad: la jovencísima de la telenovela Neighbours, la que vía The Loco-Motion llama la atención de los productores Stock, Aitken & Waterman y graba esa profecía en forma de canción titulada I Should Be So Lucky, la novia del de INXS, la Kylie adulta que sorprende grabando con Nick Cave, la que llena pistas al ritmo de la obsesión amorosa extrema (Can’t Get You Out of my Head), la marca de perfumes, la que se enferma y se retira, la que se recupera y regresa, la del novio mega-chongo-hispanense (Andrés Velencoso), la generalizada Kylie ícono y seguro que hay más …
Aphrodite es momento de máximo brillo de la supernova de larga distancia que es su carrera. Exactamente así es como se la puede ver en el video del primer single del disco, All the Lovers, no sólo diciéndole a su amante que es el mejor de todos los que pasaron por su vida, sino también proclamando ante el mundo, desde la cima de una pirámide de desnudez humana, que está “en llamas”, directamente.
¿Los motivos? El cáncer de mama que le diagnosticaron a mediados de 2005 (que operación y tratamiento de quimioterapia mediante entró en remisión) no tenía manera de no modificar su manera de ver las cosas. Dice: “Todo lo que hago ahora está, de algún modo, teñido por la experiencia que tuve con la enfermedad”. Pero así como en su décimo disco, X (2007), escribió alguna canción sobre el tema, en Aphrodite, asumiendo que en la vida hay un antes y un después de una enfermedad grave, lo que hace es potenciar el “antes” con el prisma del “después”: la luz que llega tras las sombras suprime distancias aristocratizantes, anula esa ambigüedad que era sutil marca de fábrica y hace que cada canción del disco impacte poderosamente en el blanco, desde el comienzo con All the Lovers, la del amante y el fuego (los susurros de la dama recortados contra el coro de sintetizadores retro del caballero marcan de entrada el tono del disco), hasta el cierre con Can’t Beat the Feeling, pasando por algún que otro descanso espiritual o relativo (Everything Is Beautiful, Looking for an Angel) o subidones de ritmo radicalizados (Too Much, firmada por Minogue, Calvin Harris y Jake Shears de Scissor Sisters).
Cuando se escriba su biografía, el capítulo 2010 no habrá que buscarlo en entrevistas ni en chismes, sino en los temas del disco, empezando por el que le da título: Aphrodite. Ahí la tenemos diciendo: 1) que es la verdad y es un hecho: me había ido y estoy de vuelta; 2) tengo espíritu, ¿o acaso pensabas que yo no era real?; 3) soy feroz, me siento poderosa, soy una chica de oro. Puro orgullo, sí: le habla a un a persona en particular, y a también a todo aquel que quiera escucharla.
Cuando le preguntan por qué abundan las alusiones divinas y angélicas, responde: “Hay un sentimiento celestial atravesando el álbum.
Personalmente, siempre me atrajeron las ideas universales, etéreas, estelares. ¡A este disco lo grabamos en el Cielo!” ¿Y cuál es su tema preferido del disco? Aphrodite. Dice que hubiese sido una grandísima canción para su regreso de hace un par de años, para salir de la “etapa oscura”. Sólo que, simplemente, la canción no estaba ahí. Quizás sea ése, Aphrodite, el “Momento Kylie” más alto del disco, entendiendo por eso la precisa definición lanzada por el intrépido team del sitio Popjustice. com: “Un ‘Momento Kylie’ es cuando un pedacito de una canción inspira una oleada de emoción y felicidad ligeramente inesperada, pero al mismo tiempo genera algo de tristeza, la sensación de estar cerca de las lágrimas sin motivo aparente. El ‘Momento Kylie’ es un poco como la Navidad”.

clarin.com

sábado, 10 de julio de 2010

Música para recuperarse de un infarto cerebral

CRISTINA G. LUCIO
MADRID.- Cada año, alrededor de 20 millones de personas sufren un infarto cerebral en el mundo. Muchos logran superar el ataque, pero, a menudo, tienen que acudir a rehabilitación para superar las secuelas motoras, comunicativas o sensitivas que puede causar el ictus. A la lista de tratamientos de recuperación que se utilizan habitualmente, podría unirse pronto la musicoterapia, según los resultados de una revisión de estudios.
Esta investigación, que se publica en las páginas de la revista 'Cochrane', sugiere que la estimulación rítmica auditiva -un tipo de musicoterapia que se basa en la conexión entre ritmo y movimiento- podría ser útil para mejorar la velocidad, la cadencia y la amplitud de la zancada en pacientes con problemas de movilidad en las extremidades inferiores.
"Nuestros resultados son alentadores", comentan los autores de esta investigación, quienes, con todo, remarcan que, antes de establecer nuevas recomendaciones para la práctica clínica, es necesario que otros estudios ratifiquen sus conclusiones.
La investigación
En total, revisaron siete trabajos que, previamente, habían analizado la efectividad de la musicoterapia -ejercida por especialistas debidamente formados- en la recuperación de personas con daño cerebral adquirido.
Al cruzar los datos recopilados por cada investigación, los autores encontraron que la gran heterogeneidad de metodologías no facilitaba la comparación de los resultados.
Sin embargo, sí vieron que dos de los estudios sugerían claramente que la estimulación rítmica auditiva era útil para mejorar la funcionalidad de los miembros inferiores y la capacidad para caminar en pacientes que habían sufrido un ictus.
"Esto sugiere que el ritmo puede ser fundamental para facilitar la movilidad en este tipo de enfermos", comentan los investigadores.
En cambio, la evidencia científica proporcionada por estos trabajos no era suficiente para recomendar la terapia musical en el tratamiento de problemas en las extremidades superiores, el lenguaje o la orientación cognitiva, por lo que los investigadores reclaman nuevos estudios clínicos amplios y controlados al respecto.
"Son necesarios trabajos futuros que también clarifiquen la frecuencia y la duración de las intervenciones y los efectos del tratamiento", concluyen.

elmundo.es

domingo, 4 de julio de 2010

El icono global que nadie esperaba

Otoño de 2008. Fangoria grabábamos un disco en Londres y mientras desayunábamos en nuestro apartamento del barrio de Mayfair contemplábamos vídeos musicales en la televisión. Había uno que se repetía cada día, Poker face, el segundo sencillo del álbum The fame, de Lady Gaga. Con el primero, Just dance, había conseguido colarse en las pistas de baile de las salas más vanguardistas y en la prensa de actualidad musical. Y aún más importante, comenzaba a acaparar páginas en eso que llaman revistas de tendencias. Las más modernas, para entendernos.
A mí la música me gustaba y la imagen también, así que comencé a prestar atención a sus entrevistas, interesándome por sus declaraciones de principios y por las sorpresas que iba desvelando. Lady Gaga tenía entonces 22 años. Ciertamente, parecía mayor física y mentalmente. Stefani Joane Angelina Germanotta era una italo-neoyorquina que llevaba años pateándose la escena de clubes y pequeñas salas de conciertos con su piano. Incluso formó parte de un equipo de compositores que escriben canciones para artistas pop, como Pussycat Dolls, New Kids on the Block o Fergie. Así que detrás de la impactante imagen había una chica que preparaba sus canciones concienzudamente. Es más, las componía ella misma. Confieso que tampoco me hubiera importado que fuera una marioneta en manos de unos productores, aun así hubiera destacado por una cualidad de la que carecen ese tipo de estrellas prefabricadas: singularidad.
Elije su nombre artístico en homenaje a Radio Gaga, la canción de Queen, siendo Freddie Mercury uno de sus intérpretes favoritos. Y Bowie se perfila como una gran influencia musical y estética. Lady Gaga utiliza la imagen icónica del cantante en la portada del disco Aladdin sane como recurso visual continuo: el maquillaje, en este caso en forma de rayo, que atraviesa la cara y cubre solo un ojo. Entiende que el glam rock sibilinamente mezclado con música electrónica y con grandes dosis de teatralidad es el camino a seguir. Por supuesto, Madonna y su visión comercial del escándalo como vehículo de marketing y promoción forman parte de la filosofía Gaga. Y también el imaginario del genio más singular de todos los tiempos, Michael Jackson. Pero no solo de música se nutre una entonces todavía aspirante a fenómeno de masas. Donatella Versace es su musa inspiradora (¿acaso no se parecen?), y el diseño de moda figura como vehículo artístico añadido al potencial musical. Y si nos ponemos profundos aparece Rainer María Rilke. Lady Gaga lleva tatuadas en su antebrazo unas líneas extraídas de Cartas a un joven poeta. Lo dicho, constantes declaraciones de principios.
Su imagen, sus apariciones públicas y sus entrevistas iban conquistándonos. Así es como definía sus influencias y finalidades desde su página web: "The fame habla de cómo cualquiera puede sentirse famoso. La cultura pop es arte. Odiar la cultura pop no te convierte en alguien más cool. Yo la he adoptado y ese es mi concepto de fama, pero es una fama para compartir, quiero invitaros a todos a la fiesta, quiero que la gente se considere parte de esta forma de vida".
No contenta con estar poseída por el espíritu de Andy Warhol, Lady Gaga no se ha cansado de repetir hasta la saciedad que la importancia está en la interpretación y la representación, no solo en la música. Por todo este bagaje cultural, en su momento pensé que Lady Gaga iba a resultar demasiado extravagante para conseguir colarse en los feudos del mainstream y las imposiciones culturales establecidas por la industria musical. Sus primeras candidaturas a los grandes premios de la música corroboraban mi teoría: candidaturas para Just dance como mejor grabación dance, y para The fame como mejor álbum de electrónica/dance. Cuando la industria te nomina dentro de una subcategoría y no directamente como mejor canción o disco del año, mal vamos, quiere decir que no pueden quedar en evidencia dejándote fuera, pero que tu producto es demasiado raro para ser asimilado sin prejuicios.
Mi teoría comenzó a desmoronarse cuando comprobé el alcance del fenómeno Gaga. No había sesión de disc jockey en la que alguien no me pidiera que la pinchara, y no solo en las salas indies, sino en esas fiestas de marcas ultrafashion donde los más pijos y desconectados del underground se dan cita. Sus singles habían llegado a todo el mundo. Aun así, me parecía imposible que una chica tan rara llegara para quedarse. En fin, pensé, se trata de una moda pasajera y pronto todos menos algunos la olvidarán. Como si hubiera leído mis pensamientos, Lady Gaga descubrió que más que el amor, más que la comida, más que el sexo y la fiesta, lo que amaba era trabajar hasta caer (literalmente) desmayada. Así que no solo no se diluyó su imagen entre las de otras celebrities transitorias, sino que cada día adquirió mayor presencia. En verano de 2009 salió a la venta Paparazzi, el último sencillo extraído de su primer álbum, con un vídeo impresionante dirigido por uno de los dioses inquietantes del género, Jonas Åkerlund. A la vez, la nueva diva recorría el mundo con su gira The fame ball tour, afianzándose como favorita para mundos muy diversos. La chica rara convertida en la chica de moda. Las comparaciones son odiosas, pero la semejanza con el fenómeno Madonna de hace 25 años fue inevitable. Lady Gaga zanjó la cuestión declarando que tras el revulsivo supuesto por Madonna, la última gran revolución del pop del siglo XX, la primera gran revolución del pop del siglo XXI era la Gagamanía. Y Madonna zanjó la cuestión apareciendo con la nueva diosa en un sketch humorístico del programa Saturday night live, donde ambas acababan rodando por el suelo y tirándose de los pelos en una pelea de gatas épica. La Emperatriz daba su visto bueno.
Invitada a la primera fila de las pasarelas más cotizadas, a las galas benéficas, a las manifestaciones por los derechos de los homosexuales, imagen de la campaña de Mac para su barra de labios Viva Glam con la que se recaudan fondos para los portadores del VIH... era obvio que esta chica iba a tardar mucho tiempo en tener un rato libre para sentarse a componer y grabar un nuevo disco. O eso pensábamos los que ignorábamos que tenía capacidades de superheroína de cómic, porque en el otoño de 2009, apenas año y medio después de la publicación de su primer trabajo discográfico, sale a la venta el segundo álbum de Lady Gaga, The fame monster, precedido por el single Bad romance. Desde ese momento, Lady Gaga trascendió aún más las barreras entre carrera de calidad y carrera comercial, entre artista de culto y objeto de consumo masivo. No hay día en que no genere una noticia, bien porque cae fulminada durante una actuación por deshidratación severa, porque confiesa que es bisexual o hermafrodita, porque despide a sus guardaespaldas por falta de celo profesional o porque es demandada por Rob Fusari, que exige beneficios por haber sido novio, productor, mánager y compositor.
Lady Gaga es presencia habitual en revistas que normalmente no se hacen eco del día a día de chicas como ella. Bueno, quizá el superlativo moño de Amy Winehouse sea otra excepción. La prensa que persigue a Paris, Britney y Lindsay nunca la olvida, aunque sea para resaltar su estrafalario vestuario. No hay semana en que no aparezca en las listas de las peor vestidas, y ya es un personaje fijo en revistas divertidísimas como Cuore. Si mi teoría sobre la imposibilidad de éxito masivo para la Gran Gaga debida a tanta particularidad, tanta distinción y tanto alejamiento de la vulgaridad estaba moribunda, con la llegada de 2010 ha quedado muerta y enterrada.
En abril, nuevo single, Telephone, esta vez un dúo con otro miembro de la realeza musical, Beyoncé. Resultado: sexto número uno consecutivo en la lista de Billboard, la única artista que tiene este récord. Y el nada despreciable añadido de otro récord difícil de pulverizar, 200 millones de visitas en YouTube, el vídeo más visto de la historia de la humanidad desde que la humanidad puede ser contabilizada viendo vídeos en Internet. Mi sorpresa llega al limite cuando empiezo a descubrir a Lady Gaga en la portada de todas las revistas. Entiendo que Billboard, Q, Rolling Stone y las publicaciones musicales le dediquen ese puesto de honor. Doy por hecho que creadoras de tendencia como V y Neo2 la muestren donde se merece. Empiezo a quedarme ojiplática cuando la veo en la portada del suplemento de The Sunday Times, o en las de revistas para chicas como Cosmopolitan o Elle, normalmente reservadas para modelos guapísimas o estrellonas de Hollywood igualmente alabadas por su belleza. Finalmente, la descubro en la portada de dos cabeceras destinadas al consumo erótico light de los chicos, FHM y Playboy. La conquista es total. La venganza, también. Para la mayoría de los mortales, Lady Gaga no es objetivamente guapa: que si antes estaba gorda, que si ahora está demasiado flaca, que si la gravedad le juega una mala pasada a su pecho, que si un ojo se le queda gacho, que si tiene cachetes de hámster..., pero la realidad es que ahí está, quitándole portadas a las más deseadas del planeta.
Las páginas de Internet, las publicaciones alternativas, los festivales de música, los clubes de nuestro mundo occidental... hay una rica diversidad de tendencias, estilos musicales, visiones del mundo. Pero si sigues escalando y llegas a la cima del éxito, todo se vuelve gris. Siempre he defendido a Madonna cuando aseguran que no inventa nada, que lo único que hace es amplificar modas y sonidos que ya suenan en el underground. ¿¡Y qué si así fuera!? Conseguir amplificar una actitud singular, establecerla dentro del mainstream y encima vendérsela a un público acostumbrado a lo más convencional y falto de riesgo ya es un triunfo. Pensemos que Madonna y Lady Gaga compiten en el mercado internacional no solo con las divinas reverenciadas a nivel minoritario, como Alison Goldfrapp, Alison Mosshart, Siouxsie o Beth Ditto, sino con auténticos monstruos de la promoción edulcorada, como Mariah Carey, Christina Aguilera o Miley Cyrus. Además, obligan a estas divas establecidas a currarse un poco más la imagen, las portadas, los vídeos... sorprendente la apariencia gagaizada en el último disco de la Aguilera, o las influencias extravagantes en Beyoncé, Rihanna y hasta en los Black Eyed Peas.
No nos engañemos, ver a Lady Gaga escupiendo sangre en la entrega de los MTV Video Music Awards o rompiendo una botella contra el piano en los American Music Awards es un revulsivo dentro de una industria fosilizada. Podría ser la anécdota de una excéntrica que ya no sabe qué hacer para llamar la atención. Pero las ventas la respaldan, y eso dentro del sistema de mercado es incuestionable. Casi 20 millones de álbumes y 50 millones de singles. Son cifras que ya hubieran resultado exageradas hace años, antes de la crisis de la industria discográfica. Ahora son sencillamente un milagro. Y el reconocimiento de la industria se salda con nuevas nominaciones y premios. Mientras, Lady Gaga sigue sin dar tregua, inmersa como está en una nueva gira, The monster ball tour, la publicación de un álbum de remezclas, The remix, y el lanzamiento de un nuevo single, Alejandro. No contenta con eso, declara que ya tiene compuesto su tercer álbum y que pronto lo tendrá terminado: "Es mi mejor disco hasta la fecha".
Mientras esperamos ese disco para finales de 2010, Lady Gaga sigue acaparando atención en todos los frentes. Se espera un cómic basado en su persona, Polaroid la ha contratado para que revolucione el mercado de las cámaras fotográficas, una serie de culto como Glee le ha dedicado un capítulo entero, las teorías conspiratorias apuntan hacia ella como una marioneta utilizada por los Illuminatti para establecer el nuevo orden mundial, los diseñadores más importantes le diseñan modelos galácticos de alta costura, mientras que su propia firma de moda, Haus of Gaga, se presenta como la más innovadora y deseada por los consumidores temerarios. La idea de que el momento Gaga era pasajero va quedando muy, muy, lejana hasta para los más descreídos.
Stefani Joane Angelina Germanotta nunca se sintió aceptada: "No encajaba con mis compañeras de clase, me sentía un bicho raro. Se reían de mí, me tiraban del pelo, me llamaban gorda...". Como el personaje de Emily the Strange (la niña gótica favorita en la mitología de las adolescentes inadaptadas), Gaga es una inspiración para todas las que saben que son diferentes. Es una película de Tim Burton hecha realidad.

Gaga antes de Gaga
'Si me llamas Stefani es que no me conoces". A Stefani Joanne Angelina Germanotta (Nueva York, 1986) ya no le gusta su verdadero nombre. "Es Lady Gaga", corrige siempre a los periodistas. La última estrella pop global no prefabricada tiene ascendencia y nariz italianas, como Madonna, creció en el exclusivo Upper East Side de Manhattan y estudió en el colegio católico El Sagrado Corazón, como Paris Hilton. Aunque, matiza, su familia no era de las más ricas. Su padre dirigía una compañía que instalaba wifi en hoteles, y su madre fue vicepresidenta de la operadora de móviles Verizon. Con su primer sueldo de camarera, Gaga se compró un bolso de Gucci, un capricho que le negaban en su casa. Celosas de su éxito en los musicales de fin de curso, algunas alumnas la llamaban "germen", pero, pese a la leyenda, sus compañeros la recuerdan como una estudiante popular. Hizo sus primeros pinitos de rock en el barrio del Lower East Side y participó en el reality de cámara oculta Boling pints (MTV), que circula por YouTube. Hasta que conoció a Rob Fusari, un productor de Destiny's Child que buscaba a una chica "no necesariamente guapa, pero con algo" para liderar una versión femenina de Los Strokes. Redirigida hacia el dance, Gaga encontró su público. "Siempre fui famosa", declaró, "lo que pasa es que nadie se había dado cuenta".toño de 2008. Fangoria grabábamos un disco en Londres y mientras desayunábamos en nuestro apartamento del barrio de Mayfair contemplábamos vídeos musicales en la televisión. Había uno que se repetía cada día, Poker face, el segundo sencillo del álbum The fame, de Lady Gaga. Con el primero, Just dance, había conseguido colarse en las pistas de baile de las salas más vanguardistas y en la prensa de actualidad musical. Y aún más importante, comenzaba a acaparar páginas en eso que llaman revistas de tendencias. Las más modernas, para entendernos.
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miércoles, 30 de junio de 2010

Música que estimula el apetito

¿Puede una canción llamar a la gula? ¿Puede una música provocar un deseo irrefrenable de encaminarse hacia el frigorífico, abrirlo de par en par, y tragar y tragar?
En los años ochenta, para el tema de sintonía de uno de los primeros programas gastronómicos de la televisión, Con las manos en la masa, Joaquín Sabina escribió y cantó con ese dúo celestial que se llamó Vainica Doble, lo siguiente: "Siempre que vuelves a casa / me pillas en la cocina, / embadurnada de harina / con las manos en la masa... Papas con arroz / bonito con tomate / cochifrito, caldereta, migas con chocolate, cebolleta en vinagreta, morteruelo, lacón con grelos, bacalao al pilpil y un poquito de perejil".
Hambre, ¿no? Así lo cree María José Monterrubio, del restaurante Chantarella (Doctor Fleming, 7): "Yo escucho Con las manos en la masa y me entran ganas de comer ya. Ese es un ejemplo claro de que la música puede abrir el apetito". Sergi Arola sabe mucho del asunto: es un gran melómano, toca la guitarra y compone; además, es referencia gastronómica con su restaurante Arola Gastro (Zurbano, 31). Arola se muestra tajante: "No existe una música que abra el apetito. Lo que sí hace una canción es activar el biorritmo y ponerte en predisposición". Y expone ejemplos: un lugar de tapas (como el suyo, Le Cabrera, en Bárbara de Braganza, 2) suele ambientarlo con soul, porque es una atmósfera desenfadada. "Sin embargo, para un restaurante considero un error poner música. Hay que estar concentrado en la comida. El silencio puede ser muy enriquecedor", añade. De la misma opinión es Andrea Tumbarello, de Don Giovanni (paseo de la Reina Cristina, 23): "No creo que estimule el apetito. Sirve de complemento, como música agradable de fondo".
Se abre el debate. Fran Muñiz, de Ramón Freixa (Claudio Coello, 67), está en proceso de cambiar de opinión: "Al principio la música en el restaurante nos parecía un estorbo, pero ahora nos lo estamos planteando. Es que puede tener una función importante: la de amortiguar algunos ruidos, como al principio de los servicios, el choque de los cubiertos o los comentarios que se perciben desde la cocina". Tiene su lógica. Muñiz propone que en lugar de "sigue mesa" o "marcha vale" (típicos mensajes desde la cocina) se escuche jazz instrumental, o crooners actuales, "como Michael Bublé o Jamie Cullum". Javier Muñoz, de T.a.r.t.a.n (General Pardiñas, 56), apuesta por la música como función ambientadora: "El silencio en los restaurantes es malo. Hay que llenarlo. Nosotros lo hacemos con música clásica". En Viridiana (Juan de Mena, 14) se inclinan por el flamenco. "Como Paco de Lucía o Camarón. Queremos que el cliente se sienta protegido, que haya un filtro musical", argumenta Senen García.
En el restaurante mexicano Entre Suspiro y Suspiro (Caños del Peral, 3) se escuchan desde boleros a la voz arrebatada de Lila Downs. Adrián Castañeda es su propietario: "La música es fundamental en los establecimientos gastronómicos. Hay que ser muy psicólogo. Si el público es joven, apuesto por Luis Miguel o Julieta Venegas. Si la media de edad sube, entonces pongo boleros, jazz tranquilo o cantantes como Tony Bennett. Y el volumen es un poco alto, para que no se oiga el choque de los platos o las conversaciones de la mesa de al lado, que son muy incómodas". Castañeda no tiene dudas sobre si una canción puede llamar al apetito: "Te pones El rey, clásico de José Alfredo Jiménez, o canciones de Paquita la del Barrio y quieres comer".
Mario Villalón tiene una visión especial por su edad (26 años) y porque su restaurante, El Padre (uno, Serrano, 45, y otro, Santa Leonor, 24) acoge sobre todo a gente joven. "Ponemos rock clásico, como los Eagles, Tom Petty o Bob Dylan. También soul. Se trata de crear un ambiente acogedor, agradable. El volumen es bajo, para que la gente no tenga que chillar cuando hable", apunta Mario, que tiene su teoría sobre la música que acentúa el apetito: "Tiene que ver con las emociones. Si escuchas un tema que te trae buenos recuerdos, surge la emoción y puede estimular el apetito. Por ejemplo, yo pincho Hotel California, de los Eagles, y me apetece un buen plato de pasta".
El soul es el estilo que más citan los chefs como incentivo gastronómico. Sacha Hormaechea, propietario de Sacha (Juan Hurtado de Mendoza, 11), sugiere una receta mientras se escucha a Otis Redding o Aretha Franklin: "Un steak tartare musculoso con patatas fritas a la francesa y tostadas de pan. De bebida, vodka". Para el rock setentero de los Rolling Stones o los Eagles, Sacha recomienda: "Una gran ensalada muy verde y hamburguesas hechas con mostaza y ligadas con mango". Y atención a su sugerencia para ligar con música española: "De fondo, Fito&Fitipaldis. Y en el plato: gamba rosa marinada con ajete y lima. Acompáñese para beber con mezcal". Buen provecho.

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