jueves, 4 de febrero de 2010

Giacometti destronó a Picasso en el ranking de las obras más caras

Una escultura del suizo Alberto Giacometti (1901-1966) es desde ayer la obra de arte más cara jamás vendida en una subasta. El hombre que marcha I, un bronce fundido en 1961, se vendió en 104,3 millones de dólares en la subasta de arte del siglo XX celebrada en la casa Sotheby´s de Londres.
La escultura es una de las emblemáticas figuras humanas escuálidas de Giacometti, mide 183 centímetros de alto y es una rareza por su tamaño. La obra de Giacometti superó los 104,1 millones de dólares que se pagaron en 2004 por Muchacho con pipa, el cuadro de Pablo Picasso que hasta ayer lideraba la lista de precios de arte en subastas.
Aunque la cifra fue toda una sorpresa (el catálogo de Sotheby´s estimaba su precio entre los 20 y los 30 millones de dólares), quedó por debajo de las que se supone que son las obra de arte más caras del mundo: No 5, 1948, un cuadro de Jackson Pollock (1912-1956), y Retrato de Adele Bloch-Bauer I (1862-1918), de Gustav Klimt, vendidos en 140 y 135 millones de dólares en intercambios privados.
A la hora de explicar el récord de Giacometti, varios especialistas recordaron que era la primera vez que una de estas emblemáticas esculturas de figuras humanas caminando sale a subasta en los últimos veinte años y que fue hecha en el mejor momento de su trayectoria artística. En el catálogo de la casa de subasta también se destaca que con El hombre que marcha I, el artista dio un sorprendente salto en la escala. Hasta entonces, sus obras en torno de la figura humana habían sido de mucho menor tamaño, incluso miniaturas.
Giacometti es uno de los escultores más importantes del siglo XX. Fue amigo de Picasso y habitualmente se lo asocia a las vanguardias surrealistas, pero hay quienes también destacan su relación con otros movimientos de posguerra como el existencialismo y el teatro del absurdo, con cuyo principal exponente, Samuel Beckett, colaboró en varias ocasiones.
Giacometti esculpió El hombre que marcha I en 1960. La obra se fundió en bronce en 1961, en la emblemática casa Susse de París. El artista suizo la había pensado como parte de una serie de esculturas que le habían encargado para la Chase Manhattan Plaza de Nueva York, pero cuando el proyecto se frustró decidió conservar esta y otra versión (la II) como obras independientes. Para el mismo proyecto, había hecho otras cuarenta figuras en yeso que él mismo destruyó. En 1961, tras un breve paso por la galería Maeght, de París, El hombre que marcha I fue comprada por la galería Sidney Janis de Nueva York. En 1968 la compraron dos coleccionistas privados estadounidenses; en 1980 la adquirió el banco alemán Dresdner Bank y de ahí pasó a la colección del Commerzbank, donde se exhibía. Por ahora, la identidad del comprador no ha trascendido.


Giacometti Básico
Pintor y escultor. Suiza, 1901-1966.

Su padre era el pintor Giovanni Giacometti. En su juventud lo marcó el arte del antiguo Egipto. Vivió en Roma, Venecia y en 1922 se trasladó a París, donde entró en contacto con Picasso y Max Ernst. En 1934 rompió con el surrealismo y comenzó a esculpir figuras humanas realistas. A finales de los 30, conoció a Samuel Beckett y Sartre. Sus figuras humanas se hicieron cada vez más pequeñas y alejadas del canon realista. El reconocimiento masivo le llegó en 1962, con el Gran Premio de Escultura de la Bienal de Venecia. En 1965, el MoMA (Nueva York) le dedicó una muestra individual.
La escultura dejó de ser la Cenicienta
Ya estamos acostumbrados a que el mercado del arte parezca no conocer límites. Pero ahora la novedad es doble: es la primera vez que una escultura trepa por encima de una pintura, sobre todo siendo esta última de Pablo Picasso.

Pero no se trata de los autores, porque Alberto Giacometti, el nuevo recordista en el universo de las subastas, es un artista de culto. Sus longuilíneas figuras, hieráticas, como seres de otro planeta, alejadas de las vanguardias, envueltas en su propio clima, tienen una sugestión única.
Más que el duelo de dos artistas en la puja loca de los precios, se trata de un inédito pugilato entre dos géneros del arte.
La escultura nunca tuvo el aura de la pintura: es reproducible, suele haber varios originales repartidos en distintos museos, y por eso mismo no tiene el mismo atractivo para los coleccionistas del arte. La prueba es que "L'Homme qui marche I" -título idéntico a un bronce de Auguste Rodin de similar postura- arrancó con un estimado de 28,6 millones de dólares para elevar su cotización en menos de ocho minutos.
Y aunque de "El hombre que marcha" existen varias versiones, repartidas en museos de Europa y los Estados Unidos, nada detuvo su marcha. Nadie esperaba eso y menos que fuera un Picasso el destronado. Los cables inundaron las redacciones. Hoy, el mercado del arte dio una vuelta de página.
Alberto Giudicicritico de arte y curador
clarin.com

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