Por Jorge Mosqueira
Una semana después del Día de los Enamorados las flores ya se habrán marchitado. La celebración, que cayó en domingo, puede haber facilitado el ocultamiento de la relación que comparte Juan, de la oficina "A", con María, de la sección "B". Si esto se supiera en la empresa, correría como pólvora por los pasillos. ¿Podría convertirse en un escándalo? Depende de cuáles sean las políticas al respecto.
Un informe de la consultora Randstad dio como resultado que el 53% de los entrevistados respondió afirmativamente a la pregunta "¿Mantendría relaciones sentimentales con un compañero de trabajo?" Entre éstos, el 10% marcó una excepción: nunca con su jefe directo.
En la mayoría de los países no hay regulación legal sobre estos asuntos. Se diría que los omite, como si no existieran. En Estados Unidos, varias empresas han desarrollado una especie de contrato que firman sus empleados, donde se comprometen a informar cuando dos de ellos deciden mantener una relación de común acuerdo. La medida tiene por objeto prevenir sobre consecuencias no deseadas respecto del manejo de información, o la probabilidad de acoso sexual, o favoritismos, entre otras. La tendencia, sin embargo, es intervenir cada vez menos en la vida privada de las personas, lo que ubica el tema en una zona poco clara.
Si se genera un vínculo sentimental entre dos empleados, sean del sexo que fueran, los prolijos procesos exhibidos en los organigramas corren peligro de alterarse significativamente. Si ella, o él, ocupara un puesto jerárquico, el acceso a las decisiones importantes que podrían incluir al otro miembro de la pareja fluiría a través de las intimidades compartidas. Supongamos que se estuviera al borde de un despido masivo. Quien se enterara primero hará lo posible por resguardar al otro y esto no es condenable: es natural, pero tendrá que elegir entre la fidelidad a la empresa o a su pareja. Una situación difícil. Da pie a una discusión entre los partidarios de la ascética pertenencia a una institución y los amantes del amor.
Aun cuando aquellos contratos de las empresas estadounidenses tienen la intención de anticipar conflictos, es bastante complejo acertar con el momento preciso en el que debe blanquearse una relación sentimental. Se sabe, ésta no madura de un momento para el otro como si se oprimiera la llave de la luz. Hay un proceso intermedio: atracciones no declaradas ni a sí mismos, cortejo, aceptaciones y negaciones, ensayos, encuentros y separaciones, hasta que desembarcan en tierras más firmes. En este caso, la empresa cumpliría el papel de Registro Civil o Iglesia, que da por declarada la unión.
Todo lleva a pensar si las relaciones sentimentales pueden, en verdad, regularse dentro o fuera de cualquier organización. Cuando las horas diarias de convivencia son iguales o mayores que las del mundo exterior, es probable que surja alguna atracción estimulada por la cercanía física o los proyectos compartidos.
Entonces, ¿qué hacer? No se puede evitar lo inevitable o suspenderlo por decreto y mucho menos ignorar que los amoríos en los ámbitos laborales existen, con distintos grados de intensidad y compromiso.
Es en estas cuestiones donde, para anticipar posibles conflictos, habría que intervenir, si fuera verdaderamente necesario, respetando la vida privada de cada empleado.
lanacion.com
Una semana después del Día de los Enamorados las flores ya se habrán marchitado. La celebración, que cayó en domingo, puede haber facilitado el ocultamiento de la relación que comparte Juan, de la oficina "A", con María, de la sección "B". Si esto se supiera en la empresa, correría como pólvora por los pasillos. ¿Podría convertirse en un escándalo? Depende de cuáles sean las políticas al respecto.
Un informe de la consultora Randstad dio como resultado que el 53% de los entrevistados respondió afirmativamente a la pregunta "¿Mantendría relaciones sentimentales con un compañero de trabajo?" Entre éstos, el 10% marcó una excepción: nunca con su jefe directo.
En la mayoría de los países no hay regulación legal sobre estos asuntos. Se diría que los omite, como si no existieran. En Estados Unidos, varias empresas han desarrollado una especie de contrato que firman sus empleados, donde se comprometen a informar cuando dos de ellos deciden mantener una relación de común acuerdo. La medida tiene por objeto prevenir sobre consecuencias no deseadas respecto del manejo de información, o la probabilidad de acoso sexual, o favoritismos, entre otras. La tendencia, sin embargo, es intervenir cada vez menos en la vida privada de las personas, lo que ubica el tema en una zona poco clara.
Si se genera un vínculo sentimental entre dos empleados, sean del sexo que fueran, los prolijos procesos exhibidos en los organigramas corren peligro de alterarse significativamente. Si ella, o él, ocupara un puesto jerárquico, el acceso a las decisiones importantes que podrían incluir al otro miembro de la pareja fluiría a través de las intimidades compartidas. Supongamos que se estuviera al borde de un despido masivo. Quien se enterara primero hará lo posible por resguardar al otro y esto no es condenable: es natural, pero tendrá que elegir entre la fidelidad a la empresa o a su pareja. Una situación difícil. Da pie a una discusión entre los partidarios de la ascética pertenencia a una institución y los amantes del amor.
Aun cuando aquellos contratos de las empresas estadounidenses tienen la intención de anticipar conflictos, es bastante complejo acertar con el momento preciso en el que debe blanquearse una relación sentimental. Se sabe, ésta no madura de un momento para el otro como si se oprimiera la llave de la luz. Hay un proceso intermedio: atracciones no declaradas ni a sí mismos, cortejo, aceptaciones y negaciones, ensayos, encuentros y separaciones, hasta que desembarcan en tierras más firmes. En este caso, la empresa cumpliría el papel de Registro Civil o Iglesia, que da por declarada la unión.
Todo lleva a pensar si las relaciones sentimentales pueden, en verdad, regularse dentro o fuera de cualquier organización. Cuando las horas diarias de convivencia son iguales o mayores que las del mundo exterior, es probable que surja alguna atracción estimulada por la cercanía física o los proyectos compartidos.
Entonces, ¿qué hacer? No se puede evitar lo inevitable o suspenderlo por decreto y mucho menos ignorar que los amoríos en los ámbitos laborales existen, con distintos grados de intensidad y compromiso.
Es en estas cuestiones donde, para anticipar posibles conflictos, habría que intervenir, si fuera verdaderamente necesario, respetando la vida privada de cada empleado.
lanacion.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario