¿Qué hacer cuando se está enamorado y ese amor no es correspondido?
Para evitar tal sufrimiento, la Iglesia Católica es pródiga en mediadores: son varios los santos que pueden interceder frente al Altísimo para que obre el milagro y se unan dos corazones. En la actualidad, el más mentado de todos es San Valentín, otrora humilde patrono del amor honesto que cobró popularidad en los Estados Unidos gracias al magnetismo de un experto en misiones imposibles aún no canonizado: San Marketing.
Aquí, como ocurre con el festejo importado de Halloween, el tal Valentín aún no es lo que se dice una pasión de multitudes. Y para muestra bastan dos botones: al menos en las santerías Mara y San Judas Tadeo –en Congreso y Monserrat– se le hace el vacío al santo importado. No se lo venera, ni se lo celebra. Al contrario, detrás del mostrador ningunean al milagrero foráneo y a cambio aconsejan dos opciones que –juran– tienen garantía de infalibilidad. Uno es un clásico de clásicos: San Antonio. El otro, San Marcos de León, un santo que viene marchando.
La dueña de la Santería Mara tira la primera piedra pero no esconde la mano: dice, sin anestesia, que "San Antonio pasó de moda". Que ahora la gente prefiere a San Marcos, el evangelista que predicó en el desierto y se enfrentó al león. La idea es que si el hombre desarmó a un león, qué no podrá hacer con el ser amado.
La oración en su honor lo dice sin ambages: "Tú, que desataste y desarmaste a la fiera más grande del mundo, desármale el corazón a tal (aquí se pronuncia el nombre del ingrato) para que venga, que nadie lo detenga; que corra, que corra, que nadie lo socorra, que las calles se le acorten y sus pasos se alarguen, que llegue a mí como manso cordero, humilde y redondo a mis pies".
La poética de la oración tiene su correlato en un rito complementario para avivar las llamas. Se ponen a arder cinco velas de colores diferentes –"velones de San Marcos", les dicen–, que quemarán un papel en el que se ha escrito con tinta virgen el nombre del amado. Cinco días después, se echan las cenizas al viento. Si con eso el amado no cae a los pies de su amante, será mejor anotarse (ellas) en un curso para arreglar televisores, donde siempre hay hombres en exceso, o en uno de porcelana fría (ellos), donde abundan las féminas hacendosas y un tanto aburridas.
El santo imbatible
Para Betty –dueña de la santería San Judas Tadeo–, el culto a San Antonio de Padua sigue vigente. Basta con encenderle una vela roja y decir la oración que figura en su estampita y que finaliza con estas palabras: "Que encontremos todas las cosas, tanto espirituales como materiales, que necesitemos o hayamos perdido".
Cuenta Betty que, contra la creencia de que todo el santoral es de origen italiano, San Antonio era portugués y tomó su nombre cuando entró en la orden franciscana, en Padua, donde murió el 13 de junio de 1231. Fue la persona más velozmente canonizada; apenas 352 días después de dar las hurras ya era santo. Se le invoca para dar con los objetos perdidos y sobre todo, para pedir un buen esposo.
León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo" porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes y su culto atraviesa fronteras en serio. A tal punto, que hasta aparece en la canción popular del "Pedile a San Antonio que te mande un novio/ todos los domingos", que hicieran famosa Los Wawancó. Y también en versos de Chayanne, quien coreó "Tengo a San Antonio/ puesto de cabeza/ si no me da un novio/ nadie lo endereza".
Aunque es un santo conocido por lo hacendoso en los temas de relaciones desavenidas, hablando técnicamente es el patrono de los imposibles: esa sutileza teologal la explica Stella, quien está a cargo de la secretaría de la Iglesia San Antonio de Padua de Parque Patricios. Y cuenta que en este punto, podría decirse que la labor de Santa Rita de Casia y la de Antonio se yuxtaponen, con la diferencia de que ésta focaliza su accionar en los mal casados (Rita sabía de qué hablaba, ya que había sufrido a un marido violento).
A propósito, ¿habrá algo más imposible que volver amable a un marido mandón? "Sí –dice Stella, haciendo referencia a San Antonio–, porque no hay imposible más grande que casar a una solterona".
El Padre Jordi –de la misma iglesia– aclara que, a pesar de ser el patrono de los imposibles, siguen yendo muchachas y muchachos a pedir por un novio y matrimonios en conflicto que ruegan por su intercesión.
Los días martes –el santo fue enterrado un martes– y los 13 de cada mes también se reparte el pan de San Antonio, que era abogado de los pobres. Por la iglesia, dice Jordi, pasan quinientas personas cada día, cifra que se duplica los fines de semana.
Según la devoción popular, el santo responde si uno es prolijo a la hora de pedir. Antes que nada, dicen, hay que construir un altarcito casero, donde reine la imagen del santo. Luego viene el rito llamado "de la sandalia de San Antonio", por el que se recorta una plantilla con la forma de pie, se escribe allí el nombre del amado y se pone a arder una vela roja. Si al cabo de siete días el amado no aparece, hay que poner al santo de cabeza o de cara a la pared hasta que cumpla el milagro.
Hay quienes, con mayor crueldad, cuando se las ven negras –si el amado se casa con otra oel marido se va detrás de esa chiruza– meten la estatuilla en el freezer... hasta que estalle.Los devotos recomiendan hablarle a San Antonio como a un niño caprichoso y terco.
El poder de la fe es inmenso y en apariencia hace feliz a más de uno en la viña del Señor. No obstante, a la hora de rogar a las Alturas convendría recordar las sabias palabras de Santa Teresa –"se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas"– y en todo caso salir de copas para consolarse. Al fin y al cabo, San Patricio nunca abandona a los bebedores.
clarin.com
Para evitar tal sufrimiento, la Iglesia Católica es pródiga en mediadores: son varios los santos que pueden interceder frente al Altísimo para que obre el milagro y se unan dos corazones. En la actualidad, el más mentado de todos es San Valentín, otrora humilde patrono del amor honesto que cobró popularidad en los Estados Unidos gracias al magnetismo de un experto en misiones imposibles aún no canonizado: San Marketing.
Aquí, como ocurre con el festejo importado de Halloween, el tal Valentín aún no es lo que se dice una pasión de multitudes. Y para muestra bastan dos botones: al menos en las santerías Mara y San Judas Tadeo –en Congreso y Monserrat– se le hace el vacío al santo importado. No se lo venera, ni se lo celebra. Al contrario, detrás del mostrador ningunean al milagrero foráneo y a cambio aconsejan dos opciones que –juran– tienen garantía de infalibilidad. Uno es un clásico de clásicos: San Antonio. El otro, San Marcos de León, un santo que viene marchando.
La dueña de la Santería Mara tira la primera piedra pero no esconde la mano: dice, sin anestesia, que "San Antonio pasó de moda". Que ahora la gente prefiere a San Marcos, el evangelista que predicó en el desierto y se enfrentó al león. La idea es que si el hombre desarmó a un león, qué no podrá hacer con el ser amado.
La oración en su honor lo dice sin ambages: "Tú, que desataste y desarmaste a la fiera más grande del mundo, desármale el corazón a tal (aquí se pronuncia el nombre del ingrato) para que venga, que nadie lo detenga; que corra, que corra, que nadie lo socorra, que las calles se le acorten y sus pasos se alarguen, que llegue a mí como manso cordero, humilde y redondo a mis pies".
La poética de la oración tiene su correlato en un rito complementario para avivar las llamas. Se ponen a arder cinco velas de colores diferentes –"velones de San Marcos", les dicen–, que quemarán un papel en el que se ha escrito con tinta virgen el nombre del amado. Cinco días después, se echan las cenizas al viento. Si con eso el amado no cae a los pies de su amante, será mejor anotarse (ellas) en un curso para arreglar televisores, donde siempre hay hombres en exceso, o en uno de porcelana fría (ellos), donde abundan las féminas hacendosas y un tanto aburridas.
El santo imbatible
Para Betty –dueña de la santería San Judas Tadeo–, el culto a San Antonio de Padua sigue vigente. Basta con encenderle una vela roja y decir la oración que figura en su estampita y que finaliza con estas palabras: "Que encontremos todas las cosas, tanto espirituales como materiales, que necesitemos o hayamos perdido".
Cuenta Betty que, contra la creencia de que todo el santoral es de origen italiano, San Antonio era portugués y tomó su nombre cuando entró en la orden franciscana, en Padua, donde murió el 13 de junio de 1231. Fue la persona más velozmente canonizada; apenas 352 días después de dar las hurras ya era santo. Se le invoca para dar con los objetos perdidos y sobre todo, para pedir un buen esposo.
León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo" porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes y su culto atraviesa fronteras en serio. A tal punto, que hasta aparece en la canción popular del "Pedile a San Antonio que te mande un novio/ todos los domingos", que hicieran famosa Los Wawancó. Y también en versos de Chayanne, quien coreó "Tengo a San Antonio/ puesto de cabeza/ si no me da un novio/ nadie lo endereza".
Aunque es un santo conocido por lo hacendoso en los temas de relaciones desavenidas, hablando técnicamente es el patrono de los imposibles: esa sutileza teologal la explica Stella, quien está a cargo de la secretaría de la Iglesia San Antonio de Padua de Parque Patricios. Y cuenta que en este punto, podría decirse que la labor de Santa Rita de Casia y la de Antonio se yuxtaponen, con la diferencia de que ésta focaliza su accionar en los mal casados (Rita sabía de qué hablaba, ya que había sufrido a un marido violento).
A propósito, ¿habrá algo más imposible que volver amable a un marido mandón? "Sí –dice Stella, haciendo referencia a San Antonio–, porque no hay imposible más grande que casar a una solterona".
El Padre Jordi –de la misma iglesia– aclara que, a pesar de ser el patrono de los imposibles, siguen yendo muchachas y muchachos a pedir por un novio y matrimonios en conflicto que ruegan por su intercesión.
Los días martes –el santo fue enterrado un martes– y los 13 de cada mes también se reparte el pan de San Antonio, que era abogado de los pobres. Por la iglesia, dice Jordi, pasan quinientas personas cada día, cifra que se duplica los fines de semana.
Según la devoción popular, el santo responde si uno es prolijo a la hora de pedir. Antes que nada, dicen, hay que construir un altarcito casero, donde reine la imagen del santo. Luego viene el rito llamado "de la sandalia de San Antonio", por el que se recorta una plantilla con la forma de pie, se escribe allí el nombre del amado y se pone a arder una vela roja. Si al cabo de siete días el amado no aparece, hay que poner al santo de cabeza o de cara a la pared hasta que cumpla el milagro.
Hay quienes, con mayor crueldad, cuando se las ven negras –si el amado se casa con otra oel marido se va detrás de esa chiruza– meten la estatuilla en el freezer... hasta que estalle.Los devotos recomiendan hablarle a San Antonio como a un niño caprichoso y terco.
El poder de la fe es inmenso y en apariencia hace feliz a más de uno en la viña del Señor. No obstante, a la hora de rogar a las Alturas convendría recordar las sabias palabras de Santa Teresa –"se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas"– y en todo caso salir de copas para consolarse. Al fin y al cabo, San Patricio nunca abandona a los bebedores.
clarin.com
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