viernes, 19 de febrero de 2010

50 cosas peligrosas (que deberías permitirles hacer a tus hijos)

"Tiren porquerías desde los balcones”, “usen un taladro”, “péguense los dedos de una mano”, “jueguen con fuego”, “manejen un coche”, “arrojen cosas por la ventanilla del auto”. Éstos son algunos de los consejos que da el libro 50 cosas peligrosas (que deberías permitirles hacer a tus hijos), un impensado best seller estadounidense que desde hace unos días está en el tope de la lista de libros para jóvenes más vendidos de Amazon y que resume una filosofía singular: que algunos accidentes pueden mantener seguros a los chicos, porque la sobreprotección a la que están sometidos es perniciosa en el mediano plazo.
“Por supuesto que debemos proteger a los niños del peligro, ésa es una promesa que los adultos les hacemos como sociedad –explicó al diario inglés The Guardian Julie Spiegler, coautora junto con Gever Tulley, su marido–. Pero cuando esa protección se transforma en sobreprotección, fallamos como sociedad porque los chicos no aprenden a medir los riesgos por sí mismos. Así que debemos ayudarlos a entender la diferencia entre aquello que es desconocido y aquello que es verdaderamente peligroso”.
Por este tipo de posturas, en un comienzo el libro parecía destinado al fracaso. Antes de ser el fenómeno de ventas que es hoy, 50 cosas peligrosas… fue rechazado por 16 editoriales que consideraban que el riesgo de que un niño se lastimara siguiendo los consejos –y de que sus padres demandaran a la editorial como responsable– eran demasiado elevados. Sin darse por vencida, la pareja de autores subió un video a YouTube (imperdible para aquellos que hablan inglés), donde se ve a Tulley hablando sobre sus “cinco peligros infantiles favoritos”: jugar con fuego, tener una navaja en el bolsillo, tirar una jabalina, desarmar electrodomésticos y desarmar –destornillador en mano– la lectora de CD. La respuesta por parte de los internautas fue tan favorable que Spiegler y Tulley se animaron a pagar de su bolsillo un sistema de print on demand (impresión a pedido). El primer mes vendieron más de 5.000 copias, y pasado ese plazo el libro trepó tanto que ya se está comercializando en el Reino Unido y se espera que –si todo sucede tal como se lo planea– en los próximos meses llegue a América Latina.
Por supuesto, las editoriales que antes les cerraron la puerta ahora piden de rodillas ser tenidas en cuenta. “Pasamos de los portazos en la cara a que se peleen para ver quién paga más –dice Spiegler–. Penguin nos llamó el pasado jueves para hablar de derechos internacionales y tuvimos que decirles que también están interesadas empresas de Gran Bretaña, China y España. La cosa no podría estar mejor”.
CHICOS AUDACES. En la Argentina existe un título similar, llamado El libro de los chicos audaces, lanzado por V&R el pasado mes de septiembre. Si bien la intención del libro no es tan extrema como la versión estadounidense, el espíritu se parece bastante: se enseña a los lectores a prender fuego por su cuenta, a hacer una escalera colgante, a atrapar pájaros, a construir paredes derechas, a hacer una gomera y a hacer un asado “como los piratas”. “Existe una tendencia internacional a que los chicos hagan determinadas cosas que antes hacían sus padres, cuando no había computación ni televisión por cable –explica Cristina Lemani, editora de V&R, que en los próximos meses sacará El manual de las chicas audaces–. Editorialmente hay una vuelta a la lectura y hay un intento de sacar a los chicos de las pantallas”.
El intento tampoco es a cualquier costo. En el caso de 50 cosas peligrosas..., el libro es mucho menos terrible de lo que parece. Cuando los autores animan a un chico a conducir un auto, por ejemplo, el consejo completo incluye hacerlo en un estacionamiento vacío o en un campito, y sobre la falda de un adulto que pueda manejar los pedales y tomar el volante en caso de ser necesario.
“Conducir ayuda a que un niño entienda que, cuando un adulto está manejando, está ocupado –explica Tulley–. Y cuando lo impulsamos a trepar a un árbol, buscamos que el niño aprenda a hacerlo de un modo seguro. Si nunca lo dejás trepar uno, lo terminará haciendo y posiblemente del modo más inseguro posible. O peor, quizás no lo haga nunca en su vida, lo que podría ser una tragedia todavía mayor”.
Para disipar cualquier riego eventual, el libro tiene una estructura de reducción de daños, que incluye practicar por pasos y tomar precauciones razonables. Así y todo, el título empieza con una aclaración de los autores: “No nos hacemos responsables de cualquier daño que pueda resultar del uso –apropiado o del otro– de la información que hay en este libro. No garantizamos que esta información sea completa, segura o correcta”.
criticadigital.com

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