Más de uno que ronde los 60 años daría cualquier cosa por volver algunas décadas atrás y permanecer en una eterna juventud. "Si yo tuviera tu edad...", suelen decir los abuelos a los nietos y completan la frase con una lista interminable de deseos pendientes. Pero ahora, quienes sueñan con hacer un viaje en el tiempo, deberían pensarlo dos veces.
Porque un estudio publicado en la revista que edita la Clínica de Mayo, de Estados Unidos, sostiene que la edad de oro para ser feliz se sitúa entre los 60 y los 70 años. La receta de la felicidad se completa con dos ingredientes más: buena salud, estar casado y contar con estudios superiores. Entre otras definiciones, el artículo -que recoge varias investigaciones realizadas por un grupo de economistas en Estados Unidos y Reino Unido con más de dos millones de personas procedentes de 80 países- asegura que la edad es un componente fundamental para alcanzar la felicidad.
En ese sentido, fundamenta que entre los 60 y los 70 años ya se ha superado el bajón emocional típico de los 40. Dicen los expertos que en esa instancia se acepta con más realismo la vida, se reconocen las debilidades y se alcanza mayor madurez.
"La felicidad, como un estado de existencia plena, puede aparecer en diferentes momentos de la vida", aclara de antemano Gabriela Pedrotti, docente y psicoanalista del Centro DOS, una asociación dedicada a la asistencia y docencia del psicoanálisis. No obstante, cree que en la madurez la persona alcanza un grado de sabiduría, producto de la experiencia, que le permite "pensarse mejor".
Para Pedrotti, el desarrollo del ser humano tiene que ver con la aceptación de lo mortal, porque ayuda a concretar metas pendientes y poner fin a las postergaciones.
¿Será entonces que pasadas las seis décadas la idea de la muerte comienza a asomar con más fuerza? "Si consideramos que la felicidad es un estado de plenitud, no se alcanza, porque siempre falta algo. Se vive más satisfactoriamente a cualquier edad cuando uno acepta lo que tiene y lo que falta", agrega, por su parte, Silvia Luchessi, miembro del Espacio de Adultos Mayores de la Asociación Argentina de Psiocología y Psicoterapia de Grupo.
"La edad da mayor experiencia y sabiduría para enfrentar la vida. Se aprende a valorar mejor ciertas cosas", coincide. En las investigaciones, el matrimonio aparece como promotor de bienestar. "El amor es fundamental para sentirse acompañado", dice Pedrotti.
Aunque amor y matrimonio no siempre son sinónimos. "Hay matrimonios que funcionan, pero hay otros desdichados. Lo fundamental son los vínculos porque no estamos aislados, somos comunidad", apunta Luchessi. Al igual que el nivel de educación, la salud es otro factor para alcanzar la felicidad. De hecho, según cita el artículo, las personas sanas son hasta un 70% más felices; a lo que habría que sumar el peso de los genes. "Numerosas investigaciones han demostrado que la genética explicaría hasta el 50% de las diferencias en el estado de bienestar y los rasgos positivos de personalidad", dice el boletín de la Clínica Mayo.Además, las personas más satisfechas con su vida puntúan mejor en una serie de indicadores de salud: niveles de la hormona del estrés, marcadores inflamatorios del cansancio físico y mental y de la tensión arterial.
Madurez, matrimonio, estudios superiores y buena salud. ¿Es realmente esa la fórmula de la felicidad? ¿O cada cual tendrá su propia receta?
¿Y qué pasa con el dinero?
Las investigaciones han puesto en duda la tradicional fórmula de la felicidad. Porque para ser feliz no hace falta el dinero; pero sí salud y amor. Eso no significa que la pobreza conduzca necesariamente a ser más feliz; pero parece que una vez atendidas las necesidades básicas los ingresos económicos no alteran demasiado las satisfacciones vitales.
"La felicidad no pasa por la adquisición de objetos. No es más feliz quien tiene más cosas", dice la psicóloga Gabriela Pedrotti. Y da un ejemplo: en Estados Unidos, donde predomina la cultura narcisista y capitalista, intentan sosportar el vacío afectivo con el consumo. Sin embargo, allí se registra un elevado índice de suicidios que dan cuenta de un estado de infelicidad en las personas.
Según Lord Layar, autor del libro "Felicidad", "El dinero puede hacerlo más feliz pero cuando usted juzga su riqueza y, por lo tanto, su felicidad, la compara con la de las personas que lo rodean. Todavía peor, las sociedades occidentales comenten el terrible error de decirle a la gente que debe trabajar aún más duro para competir".
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