lunes, 26 de enero de 2009

A algunos, el sexo les causa depresión



Richard A. Friedman
The New York Times
NUEVA YORK.- Como todo el mundo sabe, el sexo hace bien.
Sin embargo, en los últimos años me he encontrado, sistemáticamente, con (algunos)muchos pacientes para los que el sexo no no es placentero.
Un joven de unos 25 años lo describía así: "Después de tener sexo, me sentía literalmente dolorido y deprimido durante un día". Su estado de salud física y psiquiátrica era normal, y no pude encontrar una buena explicación. Aunque sus síntomas y su tristeza eran muy reales, le dije que no padecía ningún trastorno psiquiátrico mayor que requiriera tratamiento. Se retiró del consultorio totalmente decepcionado.
Tiempo después atendí a otra persona con quejas similares. Era una mujer de 32 años que experimentaba un período de entre cuatro y seis horas de depresión intensa e irritabilidad después de cada orgasmo, ya fuera sola o con su pareja. Eso era tan desagradable que había comenzado a evitar el sexo.
Hace poco, un psicoanalista conocido por su habilidad para descubrir psicopatologías me llamó por otro caso similar. Estaba desorientado ante un hombre de 24 años psiquiátricamente sano, salvo por la depresión intensa que padecía durante varias horas después del sexo.
No es para nada extraño experimentar algo de tristeza después del placer sexual. De hecho, un dicho afirma que "Todos los animales están tristes después de tener sexo". Pero esos pacientes sentían un intenso malestar que duraba demasiado.
A los psiquiatras y psicólogos les gusta esa broma acerca de que todo tiene que ver con el sexo, salvo el sexo en sí. Esto equivale a decir que todo comportamiento humano está atravesado por un significado sexual oculto.
Quizá sea así, aunque me pregunto si ese sentimiento no será nada más que una rareza de la neurobiología del sexo.
Poco es lo que se sabe sobre lo que sucede en el cerebro durante el acto sexual. En 2005, el doctor Gert Holstege, de la Universidad de Groningen, en Holanda, usó tomografía por emisión de positrones para escanear el cerebro de hombres y mujeres durante el orgasmo. Descubrió, entre otros cambios, una reducción en la actividad de la amígdala, la región del cerebro que participa del procesamiento de los estímulos que causan temor.
La literatura científica sobre la depresión inducida por el sexo es casi inexistente, pero una búsqueda en Google muestra una gran cantidad de sitios y salas de chat sobre la "tristeza" poscoito. ¡Haberlo sabido antes! Allí pude leer un montón de casos casi idénticos a los de mis pacientes, y cómo solucionar el problema.
Una pista hacia un posible tratamiento la ofrecen los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, como el Prozac, que es sabido que interfieren en mayor o menor grado con la función sexual. La serotonina es buena para el estado de ánimo, pero demasiada en el cerebro es mala para el sexo.
Pensé entonces que si podía modular la respuesta sexual de mis pacientes -hacerla menos intensa-, reduciría también sus efectos emocionales negativos. En otras palabras, aprovechar los desagradables efectos secundarios de esos medicamentos como un posible efecto terapéutico.
Después de dos semanas bajo tratamiento, mis pacientes dijeron que el sexo se había vuelto menos placentero, pero no sufrían ya de los abismos emocionales posteriores al coito.
Esos pacientes me enseñaron que los problemas sexuales no siempre se deben a problemas psicológicos oscuros y profundos. En realidad, el órgano sexual más importante de los humanos es el cerebro. El sexo quizá sea el más físico de nuestros actos, pero la depresión puede ser física también, y a veces no más importante que una rareza de la biología.
El autor es psiquiatra, experto en depresión y trastorno bipolar

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