Martín Baraldo (42) tiene 3 hijos de su primer matrimonio (un varón de 11 y dos mujeres de 14 y 8), y está casado con Carolina Fernández (33), que tiene una hija de 8 de su matrimonio anterior. Además, juntos tienen a Tobías, de 3 años y medio. La mayor parte del tiempo la pareja vive con la hija de Carolina y Tobías. Pero los fines de semana y las vacaciones, cuando se juntan todos, son un familión.
"Somos una familia de 7 personas, aunque no estemos todo el tiempo juntos. Yo quisiera ver más seguido a mis hijos, pero en los juzgados van quedando cosas viejas, como el famoso ´régimen de visitas´ que por suerte pude ampliar un poco. Yo no visito a mis chicos: ellos tienen dos casas", asegura Martín. "Acá tenemos 3 dormitorios: uno para nosotros, otro para las nenas de 8 y el bebe y otro donde duermen la nena de 14 y el nene de 11. Todos están felices con Tobías. Fue un factor de unión muy importante", asegura Martín.
La escena puede parecer idílica y divertida cuando se ven tantos chicos que juegan juntos. Pero el camino de toda familia donde se integran hijos de distintos matrimonios empieza por una pérdida.
"Una separación no es fácil para nadie. Para mí es muy duro no estar con mis hijos. Cuando recién me separé me fui a vivir solo, y los chicos no se quedaban a dormir porque eran muy chiquitos. La primera vez que se quedaron, la que hoy tiene 14 se puso a llorar porque quería irse con la madre -recuerda Baraldo-. Después me costó ir a vivir con Carolina y su hija. Sentía culpa porque estaba más con ellas que con mis hijos. Pero eso me dio fuerza para involucrarme con el colegio de los chicos, algo que antes no hacía."
Durante casi dos años, Martín, que vivía en el centro, se iba hasta Pilar para buscar a sus hijos y llevarlos al colegio. "Me hacía dos horas de viaje para verlos 20 minutos, pero era mi manera de estar. Por suerte ahora vivimos más cerca."
Cuando se casó, Adriana Coronel (42) lo hizo "para toda la vida". Sin embargo, luego de tener dos hijos, Nadia y Lucas -que hoy tienen 17 y 15 años- hace 8 años se separó. Y hace cinco que está con Jorge (44), también divorciado y con dos hijos, Fede, de 8 y Nidia, de 21 años, que está en pareja y a su vez tiene dos pequeñas hijas. Adriana y Jorge conformaron -esta vez sin papeles- un nuevo tipo de familia, que los especialistas llaman "ensamblada o binuclear", una de las estructuras familiares que más están creciendo.
En los finales del siglo XX y los albores del presente, el modelo familiar "tradicional" (papá, mamá e hijos) ha dado paso a múltiples formas de vivir en familia: madres solas que viven con sus hijos; parejas que viven juntas sin casarse; hijos nacidos fuera del matrimonio o cuyo padre es la ciencia porque son fruto de la fertilización asistida, uniones gay y familias con hijos míos y tuyos... y nuestros.
Hoy las familias constituidas por una pareja e hijos representan menos del 40% de los hogares, cuando en los 90 eran el 46,8%, según datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal). En apenas dos décadas también aumentó la proporción de mujeres que son jefas de hogar (del 21 al 29%), y de jóvenes de entre 20 y 29 años que viven con sus padres debido a la imposibilidad económica de irse a vivir solos y formar nuevas familias. En tanto, casi el 80% de quienes se separan o divorcian forman nuevas parejas, lo que explica el crecimiento de las familias ensambladas.
Estos nuevos esquemas familiares "no reemplazan a la familia tradicional", se apura a aclarar Dora Davison, terapeuta familiar especializada en Familias del Divorcio y directora de la fundación Familias 21 Internacional. "Lo que hay es una pérdida del modelo hegemónico de familia nuclear. Pero de ninguna manera la institución familiar está en crisis", subraya.
El nuevo ensamble
"No fue fácil", dice Adriana. "Las primeras vacaciones que fuimos todos juntos, hubo celos, peleas y mi hija prometió: nunca más me voy con ustedes. A mis hijos les costó aceptar a Jorge, pero hoy tienen una excelente relación". Al principio, se mantenían en casas separadas y Jorge venía de visita. Con el tiempo, los hijos de Adriana le pedían que se quede, ahora quieren que se casen y hasta piden "un hermanito", entusiasmados con las nenas de Nidia, la hija mayor de Jorge, que son las bebas de la familia.
Sin embargo, hay reglas que provienen de los hogares anteriores y no se cambian. "A él lo respetan -dice, por su actual pareja-. Pero los límites con mis hijos los pongo yo, y soy la que me ocupo de ir a los actos escolares y organizar las fiestas de cumpleaños, junto con el padre." Lo mismo ocurre en el caso de Fede, el hijo menor de Jorge, aunque en este caso la relación es mucho más difícil, dado que no se ven muy seguido porque vive gran parte del año en Entre Ríos con su mamá. "Cuando viene algún fin de semana largo, en las fiestas o en las vacaciones, directamente no permite decirle nada. Vos no sos mi mamá, me contesta. Pero me doy cuenta de que no son palabras de él. El problema muchas veces lo tenemos los adultos, cuando no aceptamos la nueva relación de nuestras ex parejas", se sincera.
Los focos de conflicto
El principal problema por el que consultan las parejas ensambladas es "por la relación con los hijos de su pareja y, en segundo lugar, por el manejo del dinero", dice Dora Davison. Esto ocurre porque se imita el funcionamiento de una familia nuclear. Entonces la nueva pareja intenta asumir el rol de padre o madre de los hijos del otro y enseguida vienen los choques. En cuanto al dinero, "no es fácil administrarlo cuando debe compartirse con el otro hogar de los chicos. Se necesita tiempo, buena fe y diálogo abierto para alcanzar la estabilidad en ese aspecto", añade.
"Lo que se observa en muchas parejas ensambladas es que tratan de reparar un proyecto que se frustró en otro momento de la historia de ambos, y se le exige a la nueva experiencia completar aquello que se ha interrumpido", dice la psicóloga Sonia Kleiman, directora de la Especialidad Psicología Vincular del Instituto Universitario del Hospital Italiano.
A veces, en el genuino deseo de que el nuevo proyecto se consolide, se fuerzan las relaciones sin darles tiempo a que devengan como tales. "Es como si por el hecho de haber una cancha, las personas que están en ella, inmediatamente fueran un equipo", dice Kleiman. Se crean así situaciones conflictivas, que son habituales en la conformación de cualquier grupo, pero aquí se agrega el ingrediente de las alianzas de lealtad exigidas (más o menos explícitamente) por los padres/madres respecto de la inclusión de la nueva pareja. Y también están las relaciones entre los niños y adolescentes, que se ven raros, en una nueva situación que todavía no eligieron, y que los involucra muy intensamente".
Familias muy normales
Mercedes Moss (33) está en pareja desde hace cuatro años con Juan Pablo (33), con quien tuvo a Agustina, de 6 meses, que se suma a las dos hijas del matrimonio anterior de él: Sofía de 8 y Milena de 7. "Apenas lo conocí me dijo que era divorciado y con dos hijas. Y la segunda vez que salimos trajo a las nenas que son dos soles y por suerte nos llevamos muy bien", dice Mercedes. "El estaba viviendo en la casa de los padres, y al poco tiempo se mudó a mi departamento de un ambiente. Los fines de semana teníamos que tirar colchones por todos lados para dormir los cuatro", cuenta. "Nunca nos fuimos de vacaciones en pareja, sino con las nenas. Y cuando estuvimos un tiempo distanciados y él se fue a vivir a lo de un amigo, yo los extrañaba a los tres. Finalmente nos volvimos a arreglar y nació Agustina, que es la luz de mis ojos", dice con convicción. "Estoy muy feliz con mi hija, pero a veces siento que todo lo que para mí es un descubrimiento y una ilusión, como cuando la nena empezó a balbucear o hace unos días, cuando se sentó solita, para él es historia repetida porque ya lo vivió con sus hijas", confiesa.
Lo bueno es que la llegada de la bebe también puso felices a sus "hermanas mayores". "Los otros días fuimos al cumpleaños de Milena y ellas decían que era su hermanita. Esto también tiene que ver con que tengo buena relación con su mamá, la ex de Juan Pablo, que nunca les llenó la cabeza, como a veces ocurre".
El caso de María José Literas (33), en pareja con Elvio Roger (32), es diferente. Ellos son los papás de Lola (3 meses), y a su vez María José tiene un hijo de su matrimonio anterior (Matías, de 12). Ella se separó hace 6 años, y hace cuatro conoció a Elvio. "Obviamente, desde el primer momento le dije que tenía un hijo, pero no se lo presentaba, porque estaba muy descreída de volver a formar una pareja, y no quería que Mati sufriera si se conocían y la cosa después no funcionaba", cuenta María José. "La primera vez que vino a casa fue como amigo, y enseguida pegaron onda. Tanto, que Mati me pedía que lo invitara y después de casi un año que salíamos nos hizo ´gancho´ para que fuéramos novios.
"Yo venía a cenar después del trabajo, y si me quedaba, él dormía con su mamá y yo en el living para que no se sintiera invadido -cuenta Elvio-. Nada estuvo planificado, las cosas se fueron dando. Tuvimos la oportunidad de comprar juntos un departamento más grande, y ahí me mudé definitivamente."
La convivencia es muy buena, pero no es algo que se logró sin esfuerzo. "Como yo paso casi más tiempo con él que su mamá, porque trabajo en casa (como diseñador gráfico) y ella lo hace afuera (en una escuela de Arte), no me queda otra que ponerle ciertos límites. El me respeta porque sabe que cumplo tanto con los premios como con las prohibiciones. Pero no fue fácil. Más de una vez me dijo vos no sos mi papá. Reconozco que era porque yo me había ´sacado´."
A fines de 2009 llegó Lola, y sorprendentemente todos estos cambios fueron muy positivos para Matías, que "anda mejor en el colegio, y les cuenta a todos que tiene una hermanita", dice su mamá. También se adaptó mucho a la familia de Elvio. "Disfruta cuando vamos a la casa de mis padres, en Olavarría, y también cuando se junta con mi hermano más chico, que tiene 17 años y es una especie de hermano mayor para él: tocan juntos la guitarra y se llevan muy bien", asegura el papá de Lola.
Un nombre para los vínculos
La irrupción de las familias ensambladas es tan reciente en la historia de las sociedades que "ni siquiera hay un nombre que indique el grado de relación que tienen dos chicos cuando son hijos de cada miembro de la pareja", ejemplifica Graciela Faiman, psicoanalista especializada en Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina. "Tampoco hay nombres para la nueva pareja del padre o la madre, ya que madrastra y padrastro son palabras connotadas muy negativamente desde los cuentos. Si no hay cómo nombrar a estos vínculos, a pesar de que son muy comunes, es porque la sociedad no termina de aceptarlos", dice Faiman.
Sin embargo, "los chicos lo toman con más naturalidad (que los adultos). Un nene muy chiquito que vive con la mamá, su nuevo esposo y los hijos de aquél, inventó que los otros chicos son sus primos -cuenta la psicoanalista-. Y otro niño cuyos padres están separados y la pareja de su papá tiene hijos, dice que son sus hermanos".
En una sociedad donde los vínculos se arman y se desarman cada vez más rápido y con menos compromiso, "cada vez es más frecuente que lleguen a la consulta chicos cuyos padres se separaron y formaron parejas varias veces. Esto es algo muy doloroso para ellos. Hay que tener mucho cuidado antes de presentarles a alguien", advierte Faiman.
Para evitar esta clase de situaciones, antes de volver a casarse, Martín Baraldo y Carolina Fernández hicieron un pacto: que cada uno fuera colaborador del otro con los chicos. "Ella le da mucha prioridad a su hija y yo a mis hijos", dice Martín. "Ella sabía con lo que yo venía y yo también. Lo principal es que los chicos sientan que pase lo que pase, no pierden ni a la madre ni al padre."
Por María Gabriela Ensinck
Modelos familiares para armar
Familia moderna o tradicional (hasta la década del 60)
La familia Falcón
Promedio de edad de la mujer al casarse: 20 años.
Casamiento por Civil y por Iglesia.
Roles: Hombre proveedor, mujer dedicada a la crianza de los hijos.
Cantidad de hijos por mujer: 6,5.
Predominio de la familia extensa que incluye a tíos, abuelos u otros parientes.
Familia en transición (década del 80 y 90)
De carne somos
Edad promedio de la mujer al casarse: 26.
Alto índice de casamientos y divorcios.
Roles: repartidos, la mujer ingresa fuertemente al mercado laboral.
Cantidad de hijos por mujer: 2.5.
Predominio de las familias nucleares (padre, madre e hijos).
Familia posmoderna (siglo XXI)
Bella y Benny
Edad promedio de la mujer al casarse: 27
Cantidad de hijos por mujer: 2.2
Roles: compartidos y a veces invertidos (más mujeres jefas de hogar).
Baja el número de casamientos y divorcios, crecen las uniones consensuadas.
Gran incremento de familias monoparentales y hogares sin hijos, consolidación de las familias ensambladas.
Las vacaciones, todo un desafío
"Las parejas que se proponen vacaciones compartidas con hijos de ambos deben suspender algo de ese proyecto fantaseado e imaginado para que lo que realmente suceda tenga un espacio", dice la psicóloga Sonia Kleiman, del Hospital Italiano.
"Las vacaciones son un momento especial en que cambia casi todo: desde el lugar de vivienda hasta las actividades y los tiempos. En general los niños y adultos necesitan un período para adaptarse a esta situación inédita, mucho más si se trata de convivir con nuevos vínculos", agrega la especialista.
Para Dora Davison, de la Fundación Familias 21, "el hecho de que los padres estén separados y hasta que formen nuevas parejas no significa que no puedan criar a sus hijos en conjunto, tomando decisiones sobre la base de mínimos acuerdos. Si esto es así, nada muy diferente debería ocurrir durante las vacaciones, más allá de que la rutina cambia y hay más tiempo para la recreación".
Sin embargo, Davison advierte que muy distinta es la situación "si los padres no se hablan, o cuando la nueva pareja alimenta fantasías de ser una familia nuclear o el padre o la madre se sienten tironeados entre las expectativas de sus hijos y de su pareja. En esos casos, las vacaciones pueden convertirse en un verdadero infierno".
Actitudes y palabras
Padrastros e hijastros tiene que darse un tiempo para conocerse.
La palabra clave es "paciencia".
Aquí, algunas recomendaciones:
No espere querer a los hijos de su pareja o que ellos los quieran sólo por el amor que tienen a sus progenitores.
No compita con los padres biológicos.
Deje la disciplina para el progenitor y siempre bríndele apoyo en las decisiones que toma.
Cuando haya ganado la confianza del niño podrá compartir el rol disciplinario con su pareja.
Mostrar interés por las actividades, logros y amigos de su hijastro de una manera no invasora lo hará sentir importante y sabrá que usted se preocupa por él.
Sea justo, no muestre favoritismos entre sus hijos y los de su pareja.
Fuente: El fortalecimiento de la familia ensamblada", Emily Visher y John Visher, Editado por la Fundación Familas Siglo 21.
http://www.familias21online.com/
Familias argentinas
Según el informe de Situación de la Población Argentina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), las familias "nucleares" (pareja e hijos, no importa si son del primer o segundo matrimonio) representan menos del 40% del total de hogares. En un 11% de los casos vive un padre o madre con sus hijos, otro 14% corresponde a parejas sin descendencia, un 26 % son "familias extendidas" (una pareja o persona con o sin hijos además de una abuela, tía u otro pariente), y un 15% son hogares unipersonales.
GEN, la generación egoísta y narcisista
En los 90 fueron los DINK (double income no kids). Parejas homosexuales y heterosexuales sin hijos que disfrutan de un alto nivel de vida. Ahora, los especialistas en marketing se desviven por los LAT (Living Apart Together), aquellas parejas (generalmente sin hijos) que viven cama afuera y por lo tanto duplican su nivel de compras: dos casas, dos autos, dos plasmas, dos cuotas del cable e Internet Wi-Fi... Este tipo de hogares "unipersonales" es cada vez más relevante, no sólo por su número, sino por su poder de consumo.
En Europa preocupa el fenómeno, pero cada vez más personas se niegan a tener descendencia. Aducen desde problemas económicos hasta un desencanto total con el futuro del mundo. Por "culpa" de la llamada GEN (Generación Egoísta y Narcisista), la fuerza laboral envejece, se crean conflictos sociales y el tan ansiado bienestar que esta misma generación persigue se aleja cada vez más.
En la Argentina, "según el Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas (Indec) de 2001, el 12,2 % de las mujeres de 35 a 39 años no tiene descendencia", cuenta la periodista Mónica Soraci en su libro "¿Hijos? No, gracias". Entre las de 25 a 29, el 36,7 % no tiene hijos, y en el grupo de las de 45 a 49, el 9,1 % tampoco.
Las cifras no mienten: una de cada 10 argentinas en edad reproductiva no es madre.
lanacion.com
"Somos una familia de 7 personas, aunque no estemos todo el tiempo juntos. Yo quisiera ver más seguido a mis hijos, pero en los juzgados van quedando cosas viejas, como el famoso ´régimen de visitas´ que por suerte pude ampliar un poco. Yo no visito a mis chicos: ellos tienen dos casas", asegura Martín. "Acá tenemos 3 dormitorios: uno para nosotros, otro para las nenas de 8 y el bebe y otro donde duermen la nena de 14 y el nene de 11. Todos están felices con Tobías. Fue un factor de unión muy importante", asegura Martín.
La escena puede parecer idílica y divertida cuando se ven tantos chicos que juegan juntos. Pero el camino de toda familia donde se integran hijos de distintos matrimonios empieza por una pérdida.
"Una separación no es fácil para nadie. Para mí es muy duro no estar con mis hijos. Cuando recién me separé me fui a vivir solo, y los chicos no se quedaban a dormir porque eran muy chiquitos. La primera vez que se quedaron, la que hoy tiene 14 se puso a llorar porque quería irse con la madre -recuerda Baraldo-. Después me costó ir a vivir con Carolina y su hija. Sentía culpa porque estaba más con ellas que con mis hijos. Pero eso me dio fuerza para involucrarme con el colegio de los chicos, algo que antes no hacía."
Durante casi dos años, Martín, que vivía en el centro, se iba hasta Pilar para buscar a sus hijos y llevarlos al colegio. "Me hacía dos horas de viaje para verlos 20 minutos, pero era mi manera de estar. Por suerte ahora vivimos más cerca."
Cuando se casó, Adriana Coronel (42) lo hizo "para toda la vida". Sin embargo, luego de tener dos hijos, Nadia y Lucas -que hoy tienen 17 y 15 años- hace 8 años se separó. Y hace cinco que está con Jorge (44), también divorciado y con dos hijos, Fede, de 8 y Nidia, de 21 años, que está en pareja y a su vez tiene dos pequeñas hijas. Adriana y Jorge conformaron -esta vez sin papeles- un nuevo tipo de familia, que los especialistas llaman "ensamblada o binuclear", una de las estructuras familiares que más están creciendo.
En los finales del siglo XX y los albores del presente, el modelo familiar "tradicional" (papá, mamá e hijos) ha dado paso a múltiples formas de vivir en familia: madres solas que viven con sus hijos; parejas que viven juntas sin casarse; hijos nacidos fuera del matrimonio o cuyo padre es la ciencia porque son fruto de la fertilización asistida, uniones gay y familias con hijos míos y tuyos... y nuestros.
Hoy las familias constituidas por una pareja e hijos representan menos del 40% de los hogares, cuando en los 90 eran el 46,8%, según datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal). En apenas dos décadas también aumentó la proporción de mujeres que son jefas de hogar (del 21 al 29%), y de jóvenes de entre 20 y 29 años que viven con sus padres debido a la imposibilidad económica de irse a vivir solos y formar nuevas familias. En tanto, casi el 80% de quienes se separan o divorcian forman nuevas parejas, lo que explica el crecimiento de las familias ensambladas.
Estos nuevos esquemas familiares "no reemplazan a la familia tradicional", se apura a aclarar Dora Davison, terapeuta familiar especializada en Familias del Divorcio y directora de la fundación Familias 21 Internacional. "Lo que hay es una pérdida del modelo hegemónico de familia nuclear. Pero de ninguna manera la institución familiar está en crisis", subraya.
El nuevo ensamble
"No fue fácil", dice Adriana. "Las primeras vacaciones que fuimos todos juntos, hubo celos, peleas y mi hija prometió: nunca más me voy con ustedes. A mis hijos les costó aceptar a Jorge, pero hoy tienen una excelente relación". Al principio, se mantenían en casas separadas y Jorge venía de visita. Con el tiempo, los hijos de Adriana le pedían que se quede, ahora quieren que se casen y hasta piden "un hermanito", entusiasmados con las nenas de Nidia, la hija mayor de Jorge, que son las bebas de la familia.
Sin embargo, hay reglas que provienen de los hogares anteriores y no se cambian. "A él lo respetan -dice, por su actual pareja-. Pero los límites con mis hijos los pongo yo, y soy la que me ocupo de ir a los actos escolares y organizar las fiestas de cumpleaños, junto con el padre." Lo mismo ocurre en el caso de Fede, el hijo menor de Jorge, aunque en este caso la relación es mucho más difícil, dado que no se ven muy seguido porque vive gran parte del año en Entre Ríos con su mamá. "Cuando viene algún fin de semana largo, en las fiestas o en las vacaciones, directamente no permite decirle nada. Vos no sos mi mamá, me contesta. Pero me doy cuenta de que no son palabras de él. El problema muchas veces lo tenemos los adultos, cuando no aceptamos la nueva relación de nuestras ex parejas", se sincera.
Los focos de conflicto
El principal problema por el que consultan las parejas ensambladas es "por la relación con los hijos de su pareja y, en segundo lugar, por el manejo del dinero", dice Dora Davison. Esto ocurre porque se imita el funcionamiento de una familia nuclear. Entonces la nueva pareja intenta asumir el rol de padre o madre de los hijos del otro y enseguida vienen los choques. En cuanto al dinero, "no es fácil administrarlo cuando debe compartirse con el otro hogar de los chicos. Se necesita tiempo, buena fe y diálogo abierto para alcanzar la estabilidad en ese aspecto", añade.
"Lo que se observa en muchas parejas ensambladas es que tratan de reparar un proyecto que se frustró en otro momento de la historia de ambos, y se le exige a la nueva experiencia completar aquello que se ha interrumpido", dice la psicóloga Sonia Kleiman, directora de la Especialidad Psicología Vincular del Instituto Universitario del Hospital Italiano.
A veces, en el genuino deseo de que el nuevo proyecto se consolide, se fuerzan las relaciones sin darles tiempo a que devengan como tales. "Es como si por el hecho de haber una cancha, las personas que están en ella, inmediatamente fueran un equipo", dice Kleiman. Se crean así situaciones conflictivas, que son habituales en la conformación de cualquier grupo, pero aquí se agrega el ingrediente de las alianzas de lealtad exigidas (más o menos explícitamente) por los padres/madres respecto de la inclusión de la nueva pareja. Y también están las relaciones entre los niños y adolescentes, que se ven raros, en una nueva situación que todavía no eligieron, y que los involucra muy intensamente".
Familias muy normales
Mercedes Moss (33) está en pareja desde hace cuatro años con Juan Pablo (33), con quien tuvo a Agustina, de 6 meses, que se suma a las dos hijas del matrimonio anterior de él: Sofía de 8 y Milena de 7. "Apenas lo conocí me dijo que era divorciado y con dos hijas. Y la segunda vez que salimos trajo a las nenas que son dos soles y por suerte nos llevamos muy bien", dice Mercedes. "El estaba viviendo en la casa de los padres, y al poco tiempo se mudó a mi departamento de un ambiente. Los fines de semana teníamos que tirar colchones por todos lados para dormir los cuatro", cuenta. "Nunca nos fuimos de vacaciones en pareja, sino con las nenas. Y cuando estuvimos un tiempo distanciados y él se fue a vivir a lo de un amigo, yo los extrañaba a los tres. Finalmente nos volvimos a arreglar y nació Agustina, que es la luz de mis ojos", dice con convicción. "Estoy muy feliz con mi hija, pero a veces siento que todo lo que para mí es un descubrimiento y una ilusión, como cuando la nena empezó a balbucear o hace unos días, cuando se sentó solita, para él es historia repetida porque ya lo vivió con sus hijas", confiesa.
Lo bueno es que la llegada de la bebe también puso felices a sus "hermanas mayores". "Los otros días fuimos al cumpleaños de Milena y ellas decían que era su hermanita. Esto también tiene que ver con que tengo buena relación con su mamá, la ex de Juan Pablo, que nunca les llenó la cabeza, como a veces ocurre".
El caso de María José Literas (33), en pareja con Elvio Roger (32), es diferente. Ellos son los papás de Lola (3 meses), y a su vez María José tiene un hijo de su matrimonio anterior (Matías, de 12). Ella se separó hace 6 años, y hace cuatro conoció a Elvio. "Obviamente, desde el primer momento le dije que tenía un hijo, pero no se lo presentaba, porque estaba muy descreída de volver a formar una pareja, y no quería que Mati sufriera si se conocían y la cosa después no funcionaba", cuenta María José. "La primera vez que vino a casa fue como amigo, y enseguida pegaron onda. Tanto, que Mati me pedía que lo invitara y después de casi un año que salíamos nos hizo ´gancho´ para que fuéramos novios.
"Yo venía a cenar después del trabajo, y si me quedaba, él dormía con su mamá y yo en el living para que no se sintiera invadido -cuenta Elvio-. Nada estuvo planificado, las cosas se fueron dando. Tuvimos la oportunidad de comprar juntos un departamento más grande, y ahí me mudé definitivamente."
La convivencia es muy buena, pero no es algo que se logró sin esfuerzo. "Como yo paso casi más tiempo con él que su mamá, porque trabajo en casa (como diseñador gráfico) y ella lo hace afuera (en una escuela de Arte), no me queda otra que ponerle ciertos límites. El me respeta porque sabe que cumplo tanto con los premios como con las prohibiciones. Pero no fue fácil. Más de una vez me dijo vos no sos mi papá. Reconozco que era porque yo me había ´sacado´."
A fines de 2009 llegó Lola, y sorprendentemente todos estos cambios fueron muy positivos para Matías, que "anda mejor en el colegio, y les cuenta a todos que tiene una hermanita", dice su mamá. También se adaptó mucho a la familia de Elvio. "Disfruta cuando vamos a la casa de mis padres, en Olavarría, y también cuando se junta con mi hermano más chico, que tiene 17 años y es una especie de hermano mayor para él: tocan juntos la guitarra y se llevan muy bien", asegura el papá de Lola.
Un nombre para los vínculos
La irrupción de las familias ensambladas es tan reciente en la historia de las sociedades que "ni siquiera hay un nombre que indique el grado de relación que tienen dos chicos cuando son hijos de cada miembro de la pareja", ejemplifica Graciela Faiman, psicoanalista especializada en Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina. "Tampoco hay nombres para la nueva pareja del padre o la madre, ya que madrastra y padrastro son palabras connotadas muy negativamente desde los cuentos. Si no hay cómo nombrar a estos vínculos, a pesar de que son muy comunes, es porque la sociedad no termina de aceptarlos", dice Faiman.
Sin embargo, "los chicos lo toman con más naturalidad (que los adultos). Un nene muy chiquito que vive con la mamá, su nuevo esposo y los hijos de aquél, inventó que los otros chicos son sus primos -cuenta la psicoanalista-. Y otro niño cuyos padres están separados y la pareja de su papá tiene hijos, dice que son sus hermanos".
En una sociedad donde los vínculos se arman y se desarman cada vez más rápido y con menos compromiso, "cada vez es más frecuente que lleguen a la consulta chicos cuyos padres se separaron y formaron parejas varias veces. Esto es algo muy doloroso para ellos. Hay que tener mucho cuidado antes de presentarles a alguien", advierte Faiman.
Para evitar esta clase de situaciones, antes de volver a casarse, Martín Baraldo y Carolina Fernández hicieron un pacto: que cada uno fuera colaborador del otro con los chicos. "Ella le da mucha prioridad a su hija y yo a mis hijos", dice Martín. "Ella sabía con lo que yo venía y yo también. Lo principal es que los chicos sientan que pase lo que pase, no pierden ni a la madre ni al padre."
Por María Gabriela Ensinck
Modelos familiares para armar
Familia moderna o tradicional (hasta la década del 60)
La familia Falcón
Promedio de edad de la mujer al casarse: 20 años.
Casamiento por Civil y por Iglesia.
Roles: Hombre proveedor, mujer dedicada a la crianza de los hijos.
Cantidad de hijos por mujer: 6,5.
Predominio de la familia extensa que incluye a tíos, abuelos u otros parientes.
Familia en transición (década del 80 y 90)
De carne somos
Edad promedio de la mujer al casarse: 26.
Alto índice de casamientos y divorcios.
Roles: repartidos, la mujer ingresa fuertemente al mercado laboral.
Cantidad de hijos por mujer: 2.5.
Predominio de las familias nucleares (padre, madre e hijos).
Familia posmoderna (siglo XXI)
Bella y Benny
Edad promedio de la mujer al casarse: 27
Cantidad de hijos por mujer: 2.2
Roles: compartidos y a veces invertidos (más mujeres jefas de hogar).
Baja el número de casamientos y divorcios, crecen las uniones consensuadas.
Gran incremento de familias monoparentales y hogares sin hijos, consolidación de las familias ensambladas.
Las vacaciones, todo un desafío
"Las parejas que se proponen vacaciones compartidas con hijos de ambos deben suspender algo de ese proyecto fantaseado e imaginado para que lo que realmente suceda tenga un espacio", dice la psicóloga Sonia Kleiman, del Hospital Italiano.
"Las vacaciones son un momento especial en que cambia casi todo: desde el lugar de vivienda hasta las actividades y los tiempos. En general los niños y adultos necesitan un período para adaptarse a esta situación inédita, mucho más si se trata de convivir con nuevos vínculos", agrega la especialista.
Para Dora Davison, de la Fundación Familias 21, "el hecho de que los padres estén separados y hasta que formen nuevas parejas no significa que no puedan criar a sus hijos en conjunto, tomando decisiones sobre la base de mínimos acuerdos. Si esto es así, nada muy diferente debería ocurrir durante las vacaciones, más allá de que la rutina cambia y hay más tiempo para la recreación".
Sin embargo, Davison advierte que muy distinta es la situación "si los padres no se hablan, o cuando la nueva pareja alimenta fantasías de ser una familia nuclear o el padre o la madre se sienten tironeados entre las expectativas de sus hijos y de su pareja. En esos casos, las vacaciones pueden convertirse en un verdadero infierno".
Actitudes y palabras
Padrastros e hijastros tiene que darse un tiempo para conocerse.
La palabra clave es "paciencia".
Aquí, algunas recomendaciones:
No espere querer a los hijos de su pareja o que ellos los quieran sólo por el amor que tienen a sus progenitores.
No compita con los padres biológicos.
Deje la disciplina para el progenitor y siempre bríndele apoyo en las decisiones que toma.
Cuando haya ganado la confianza del niño podrá compartir el rol disciplinario con su pareja.
Mostrar interés por las actividades, logros y amigos de su hijastro de una manera no invasora lo hará sentir importante y sabrá que usted se preocupa por él.
Sea justo, no muestre favoritismos entre sus hijos y los de su pareja.
Fuente: El fortalecimiento de la familia ensamblada", Emily Visher y John Visher, Editado por la Fundación Familas Siglo 21.
http://www.familias21online.com/
Familias argentinas
Según el informe de Situación de la Población Argentina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), las familias "nucleares" (pareja e hijos, no importa si son del primer o segundo matrimonio) representan menos del 40% del total de hogares. En un 11% de los casos vive un padre o madre con sus hijos, otro 14% corresponde a parejas sin descendencia, un 26 % son "familias extendidas" (una pareja o persona con o sin hijos además de una abuela, tía u otro pariente), y un 15% son hogares unipersonales.
GEN, la generación egoísta y narcisista
En los 90 fueron los DINK (double income no kids). Parejas homosexuales y heterosexuales sin hijos que disfrutan de un alto nivel de vida. Ahora, los especialistas en marketing se desviven por los LAT (Living Apart Together), aquellas parejas (generalmente sin hijos) que viven cama afuera y por lo tanto duplican su nivel de compras: dos casas, dos autos, dos plasmas, dos cuotas del cable e Internet Wi-Fi... Este tipo de hogares "unipersonales" es cada vez más relevante, no sólo por su número, sino por su poder de consumo.
En Europa preocupa el fenómeno, pero cada vez más personas se niegan a tener descendencia. Aducen desde problemas económicos hasta un desencanto total con el futuro del mundo. Por "culpa" de la llamada GEN (Generación Egoísta y Narcisista), la fuerza laboral envejece, se crean conflictos sociales y el tan ansiado bienestar que esta misma generación persigue se aleja cada vez más.
En la Argentina, "según el Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas (Indec) de 2001, el 12,2 % de las mujeres de 35 a 39 años no tiene descendencia", cuenta la periodista Mónica Soraci en su libro "¿Hijos? No, gracias". Entre las de 25 a 29, el 36,7 % no tiene hijos, y en el grupo de las de 45 a 49, el 9,1 % tampoco.
Las cifras no mienten: una de cada 10 argentinas en edad reproductiva no es madre.
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Las familias ensambladas se configuran a partir de la segunda o ulterior unión conyugal de un progenitor. En cambio, la "familia binuclear" se conforma a partir del divorcio conyugal. La familia nuclear formada por padres e hijos (un sólo núcleo) se transforma, por efecto del divorcio, en una familia binuclear, con dos núcleos representados por la casa del papá y de la casa de la mamá. Dora Davison
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