domingo, 7 de febrero de 2010

Las mujeres le dicen sí a la separación y no al divorcio

En las relaciones humanas todo puede ser maravilloso y complejo a la vez. El amor más profundo y sincero puede convertirse en odio visceral. Muchas parejas suelen transitar las emociones más dispares en algunos años. Y suele ocurrir, cada vez más, que tarde o temprano todo acaba. Pero en las crisis matrimoniales hombres y mujeres parecen moverse de manera diferente.
Cuentan los especialistas que, en general, son las mujeres las que, cuando la relación se empaña, tiran la primera piedra y anuncian la separación. El hombre, más "aguantador", se sorprende y resiste, pero luego de superar el shock, toma el guante y es el que busca al abogado para iniciar el divorcio. Entonces la mujer, ante la realidad de los papeles, en muchos casos empieza a dudar, a dar marcha atrás, a poner palos en la rueda.
¿Cómo se explican estas vueltas femeninas?
Por diversos motivos que parece increíble describir a esta altura de la humanidad. "Hoy la mujer es persona, no se somete", dice un especialista que intenta explicar por qué hoy en día la mujer también quiere separarse.
"Es que la mujer tiene todas las de perder, como siempre", dice otra especialista al justificar la resistencia femenina al divorcio.
"Antes la mujer toleraba todo. Era otra moral. Ya no hay más sometimiento. Hoy el amor es horizontal, y cuando la mujer no soporta algo, lo termina", explica a Clarín Osvaldo Ortemberg, abogado de familia.
"Las mujeres de generaciones anteriores se quedaban, esperaban que el otro cambiara, tenían más paciencia. Hoy la mujer es más exigente y toma la iniciativa", asegura Haydée Birgin, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).
"La mujer toma más rápido la decisión de separarse. En un momento de ira lo echa por distintos motivos, por infidelidad, maltrato, lo que sea. En cambio el hombre, en caso de tener otra mujer, prefiere la doble vida: tener a su familia porque le sirve socialmente, vive con sus hijos y no tiene que dividir su patrimonio. Pero cuando llega la demanda, la mujer la hace difícil, no quiere el divorcio, no le quiere dar la libertad de volver a casarse y a veces incluso quiere obtener del divorcio más de lo que le corresponde por ley porque quiere que el marido le pague por lo que la hizo sufrir. También pasa que pone trabas porque es una manera de seguir vinculada aunque sea a través de la pelea", asegura Victoria Koffman, del Club de las Divorciadas.
"Es la mujer la que en la mayoría de los casos decide separarse y se queda con la casa, el auto. Pero cuando llega el divorcio y hay que arreglar los bienes y la plata, se da cuenta que su status social va a cambiar. Se enfrenta a todos los temores económicos porque en general es la que se queda con los chicos y carga con todo", dice Nora Taracido, abogada de familia.
Está claro que el divorcio es una crisis para los dos. Es el abismo del "nunca más". Y el hombre tiene tantos miedos como la mujer, aunque distintos. A la soledad, a sentirse lejos de sus hijos, a no poder cumplir con la cuota alimentaria.
Los temores femeninos son generales. "En el divorcio la mujer es la perdedora -sentencia Birgin- Claro que a muchos les cuesta, pero hay hombres de buen poder adquisitivo y altos cargos o incluso funcionarios que pagan poco y otros que ni siquiera pagan. La mujer se quiere separar y después le agarra la incertidumbre de si el hombre podrá pasarle alimentos. Es que por más que ella trabaje y quiera, sola no puede mantener la casa y los chicos. Y es la que se rompe el alma, la que está en el día a día, la que controla los deberes".
Algo similar dice Gabriela Pastorino, también de ELA: "Los temores económicos son muchísimos. La mujer trabaja y cría a sus hijos y pone todo su sueldo en la casa. El hombre pasa algo, el resto lo gasta en él. Así se generan un doble estándar de vida. Las diferencias pueden ser enormes".
"La separación costó mucho por los chicos y por el qué dirán"
Marta Gutiérrez (51) estuvo casada 26 años con un empresario. Todavía no entiende cómo aguantó la última mitad de su matrimonio en el calvario de la infidelidad. Además, asegura que padeció desprecios y amenazas del hombre que le juró amor de por vida.
"Teníamos hijos chicos y él me decía que iba a matarse si lo dejaba", cuenta la mujer. Marta sabe que él no quería divorciarse porque estaba muy cómodo en la condición de marido con derecho a tener otras mujeres, que ella misma le había permitido. Sin embargo, la mayor preocupación del hombre era la división de bienes. Pasaron trece años para que Marta se diera cuenta de que ya no estaba dispuesta a esperar a su marido con "la comida lista, la casa limpia y la ropa planchada a que él llegara de revolcarse".
Luego de crisis nerviosas que se cobraron con su salud física y mental, la mujer le avisó por última vez que iba a iniciar los trámites de divorcio, aún consciente de que eso le significaría muchos años de pleitos para obtener el patrimonio que construyó la pareja durante más de dos décadas. El hombre se fue de la casa de la familia en agosto del año pasado y al momento no cumple con la mensualidad que exije la ley para estos casos.
"Me cortó todo, no me pasa una moneda y a los chicos, de 23 y 25 años, los tiene comprados con algunos billetes que les da cada tanto", dice ella. Marta exige porque ella estuvo al lado de su marido para construir el patrimonio en disputa.
"La lucha y el sacrificio es de los dos, jamás lo molesté ni siquiera para llevar a los chicos al médico", relata la mujer.
¿Por qué costó tanto la separación? "Por los hijos, por el que dirán y porque uno sigue hasta tomar conciencia de que lo están manejando psicológicamente. Se terminó, hoy prefiero morirme de hambre pero ser feliz", asegura la mujer.
"Fue un matrimonio muy difícil, marcado por el sometimiento"
Samira Yoma viene de una familia bien, de alto nivel socio cultural. En un evento en la embajada de Siria conoció a su ex esposo, Emir Yoma, hombre influyente del gobierno menemista, 16 años mayor que ella. Al poco tiempo, cuando la joven tenía sólo 18 años, se casaron.
En más de dos décadas juntos tuvieron cuatro hijos bajo, dice, un techo de silencio y humillaciones.
"Fue un matrimonio muy difícil marcado por el sometimiento y la vergüenza de que el entorno supiera lo que sucedía puertas adentro -cuenta ella-. Era agreviso, dominante y siempre me desvalorizó".
Samira empezó a desconocer a su marido cuando él incursionó en el terreno político, en el que ganó poder rápidamente: "Todo lo que yo podía expresar no servía, me decía que me iba a dejar en la calle, que iba a terminar haciendo empanadas y siempre me subestimó, estaba convencido de que yo no era capaz", recuerda.
Samira se quiebra cuando dice que hoy sus hijos "son rehenes" de esta dolorosa disputa y que, "a pesar de todo, ella siempre lo ayudó.
"Yo iba a verlo todos los días cuando estaba preso en Campo de Mayo, pero me devolvió todo con odio y maldad ", cuenta con la voz de una mujer que se hizo fuerte. Tuvo que intervenir la Justicia para que Samira recibiera los alimentos para criar a sus hijos. Hoy valora cada paso que avanzó junto a sus abogadas del Club de las Divorciadas y le pide a las mujeres que "no se dejen humillar".
"La verdad, se está portando muy mal con la persona que durante 17 años estuvo junto a él y lo apoyó en todo. Todavía no lo puedo creer. Estoy muy dolida". Ahora sólo espera una sensata división de bienes y poder educar en armonía a su hija menor de cinco años.
clarin.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

la Dra Taracido tendría que opinar menos y ocuparse mas de sus adicciones a los psicotrópicos. Con que carga ud. Doctora? no se cara dura!