domingo, 19 de octubre de 2008

Los suicidas por Enrique Pinti


La ignorancia de otros tiempos en los que todo fenómeno natural era explicado por supersticiones y mitologías de décima categoría intelectual explicaba en parte el retraso y las desgraciadas consecuencias que tales omisiones traían al género humano. Enfermedades como la lepra o la epilepsia se identificaban como "posesiones diabólicas" o "castigo divino" por vaya a saber qué horribles pecados. Ni hablar de malformaciones congénitas y, aun en siglos más ilustrados, la sífilis y cualquier otra enfermedad emparentada con la actividad sexual eran tema tabú, hasta llegar a los finales del "adelantado" siglo veinte, con la marginación, el desprecio y el rechazo a los enfermos de SIDA. El cavernario hombre primitivo no podía explicarse racionalmente el rayo, el trueno, la lluvia, el terremoto o el huracán, y entonces, presa del miedo y el desconcierto, sacrificaba animales y congéneres humanos (a veces hasta a sus propios hijos) a dioses feroces con códigos severísimos y un sistema de premios y castigos más allá de la comprensión humana.
Los "aportes" de la política y la religión horrorosamente mezclados produjeron cazas de brujas y persecuciones a científicos acusados de herejía, cuyos cuerpos y obras iban a parar a la hoguera, con el consiguiente retraso para descubrimientos que hubieran podido, cordura mediante, dar a la humanidad una mejor calidad de vida. Y es que somos nuestros propios verdugos, nuestros propios y más crueles enemigos, y somos capaces de poner altos y sagrados valores como Dios, patria, hogar, libertad y justicia como estandartes de cruzadas dignas de mejor causa. Y como gran vuelta de tuerca, en los últimos tiempos la búsqueda del confort, la exacerbación del progreso tecnológico y el autismo egoísta de gran parte de la raza humana, han permitido abusos que han llevado al planeta Tierra a un estado de alarmante precariedad. Y ni siquiera tenemos la excusa de la ignorancia, porque están a nuestra disposición en todos los medios masivos las advertencias acerca del efecto negativo de gases, combustibles, aerosoles o cacerías esnobs que contribuyen a la extinción de especies animales, en un espantoso desprecio por la "cadena ecológica" imprescindible para el equilibrio natural. Así, turistas en cuyos países se reglamenta y se prohíbe la caza indiscriminada viajan a territorios con gobernantes ávidos de divisas y muy proclives a hacer la vista gorda ante la depredación, que perjudica el medio ambiente pero que hincha el bolsillo del prestador de servicios.
Las potencias han desarrollado planes armamentistas so pretexto de utilizar esas armas sólo en caso de que la libertad, Dios, la patria, el hogar y etc., etc., etc. estén en peligro de ser conculcados por enemigos que a su vez se arman para defender la libertad, Dios, la patria, el hogar y etc., etc., etc. de sus respectivos países. Durante años y años de Guerra Fría se amontonaron armamentos y se ensayaron en "pequeñas guerras regionales" con, eso sí, nada pequeñas cantidades de pérdidas humanas y distintos horrores químicos que contaminaron campos, cielos y océanos. Fertilizantes, componentes antinaturales en la elaboración de alimentos, pestes de todo tipo, tala de bosques, avances del cemento y los shoppings en medio de los otrora vírgenes parajes naturales, son algunas de las "delicias" que nosotros, desde nuestras malas conductas cotidianas y los irresponsables locos de turno que elegimos por urnas en las democracias y por aclamación en la plaza, o fanatismos religiosos en los regímenes totalitarios, consumamos contra nuestro hábitat natural. Somos capaces de inventar vacunas, de combatir enfermedades, de mejorar el mundo con reflexiones y prédicas positivas, y hasta de prever catástrofes con aparatos de complejidad y perfección notables, pero también podemos -y desgraciadamente lo hacemos; los ricos, los pobres, los religiosos, los ateos, los capitalistas y los comunistas- destruir nuestro único lugar, ese mundo tan maravilloso como ancho y ajeno que aguanta estoicamente los embates del retraso fanático e ignorante o del progresismo tecnológico desmadrado y mercantilista al servicio de los peores intereses.
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