Sentado en lo que llama su laboratorio, Nelson Guizzo mira el cielo encapotado de Montevideo, recuerda, cuenta cómo lo hizo la primera vez. Fue en el invierno de 2003. Sobre la ciudad se descargaba un aguacero de aquéllos y él volvía a su casa en colectivo tras una reunión con su grupo de yoga. Recorrió con la vista los nubarrones negros, cerró los ojos, se concentró y durante unos minutos repitió para sí mismo tres palabras: “Ojalá que pare”. Sucedió. Antes de bajarse del colectivo, dejó de llover. Acababa de convertirse en un rainstopper, un “detenedor de lluvias”. A los pocos días se repitió la misma escena con la misma secuencia y el mismo resultado: lluvia, concentración, petición, agua que para. Envalentonado por los resultados, unas semanas después hizo la prueba pero al revés y tras una combinación de meditación y plegarias hizo llover. Pero el agua cayó a baldes. Más concentración entonces. Tuvo que pulir los métodos de meditación. Al fin logró precipitaciones suaves, sin vientos. Nelson Guizzo acababa de graduarse, ahora como rainmaker, un “hacedor de lluvias”.
LOS HOMBRES-CONTACTO.
El hombre recuerda todo esto –habrá que reiterarlo– bajo el cielo nublado montevideano. Nelson no vive retirado en la selva vestido con túnicas y bebiendo jugos de plantas sagradas, aunque la idea no le disgusta. Vive en un dúplex del barrio Bella Italia, a diez minutos de la plaza Independencia de Montevideo, y desde hace tres años es el líder de una veintena de latinoamericanos que forman el Grupo Contacto Agua Vital (CAV). Su objetivo: “Actuar positivamente sobre el clima mediante técnicas paracientíficas”. Hay uruguayos, argentinos, paraguayos y chilenos. Sus identidades son mantenidas en reserva, vaya a saber por qué.
Los rainmakers intervienen sobre el clima cuando hay que dar una mano, pero también cuando los contratan. En estos días los hombres que se contactan con el cielo trabajan para que llueva en el Chaco argentino y pare de diluviar en México. Desde 2005 a la fecha dicen haber modificado las condiciones climáticas en más de una veintena de oportunidades. Así lo juramentan ciertos papeles guardados en una carpeta que exhibe Nelson y que bajo el título de “Antecedentes” detalla todas las intervenciones del Grupo CAV, respaldadas por actas elaboradas por quienes requirieron los servicios y rubricadas por escribanos.
En una declaración jurada, Antonio Carranza, un salvadoreño residente en Australia, dice que en el país de los canguros llevaban cuatro meses sin lluvias hasta que en enero de 2005 le solicitó a Nelson que hiciera llover. El uruguayo aceptó el desafío pero le pidió colaboración: Antonio debía ayunar y orar. “Como resultado, en fecha 2 de febrero por la noche una tormenta cayó en toda Australia y Melbourne. (…) Las lluvias fueron producidas contra todo pronóstico meteorológico”. Carranza aseguró que la cantidad de agua caída superó los registros de los últimos –upa– 150 años.
Aquélla fue la primera vez que Nelson hizo llover a distancia. Hasta entonces sólo había actuado dentro de los límites de Uruguay, tal como sucedió en agosto de 2004, cuando cortó una seca de meses. En esa oportunidad Nelson puso a prueba en juego su prestigio de rainmaker: antes de actuar se comunicó con el diario La República ofreciendo sus servicios de hacedor de lluvias y avisó que en el lapso de las siguientes 72 horas haría descender –un poco a lo Moisés pero en sentido vertical– agua de los cielos. Nelson lo anunció, Nelson lo hizo. Contra las vanas afirmaciones del Servicio Meteorológico, al tercer día del anuncio llovió. –Sólo se trata de una tormenta proveniente de la Argentina.
Lamentablemente, la sequía continuará.
Eso dijeron los meteorólogos. Pero Nelson le advirtió al periodista Albérico Barrios de La República que volvería a llover. Dos días después diluvió sobre el Uruguay. Barrios elaboró un acta notarial que hizo certificar por un escribano donde dejó constancia de los anticipos realizados por Nelson.
WHO’LL STOP THE RAIN.
El rainmaker uruguayo asegura haber logrado lluvias sobre Cuba, Japón, Corea del Norte y del Sur y la provincia de Neuquén. “En las cuatro oportunidades en que le fuera solicitada ayuda a Guizzo y su Grupo CAV ocurrieron los fenómenos de manifestación de lluvias o detención de las mismas”, escribió ante –de nuevo– un escribano Leonardo Ribeiro, un cliente de Nelson que primero pidió agua y después rogó frenar una probable inundación en San Pablo, Brasil, en 2007.
Cuando se trata de catástrofes (sequías prolongadas, inundaciones, huracanes), Nelson y su grupo actúan en forma solidaria. Pero si el que necesita lluvias es, por ejemplo, un productor sojero la tarifa puede llegar a 500 dólares. La tarifa depende de la extensión del campo y del tiempo que haya pasado sin llover. Una llamada de urgencia para que el equipo del CAV frene una tormenta de granizo puede costar el doble. Se paga sólo si hay resultados y si las lluvias no fueron previstas por el Servicio Meteorológico. La mayoría de los que contratan al Grupo CAV –dicen los del Grupo CAV– son productores agrícolas.
–Hace poco –cuenta Nelson– un empresario rural uruguayo solicitó nuestro servicio. Le pedimos 300 dólares. Le pareció mucho. Hasta le ofrecimos hacer una prueba gratis. ¿Sabés cuánto cobra una de esas empresas que genera precipitaciones con cohetes?
La Argentina tiene experiencia en esto de contratar gente que actúa sobre el clima. El más conocido es el caso de la provincia de Mendoza, que entre 1998 y 2005 hizo un acuerdo con la firma norteamericana Weather Modification. Sólo por el último año de trabajo, el gobierno provincial pagó cinco millones de dólares para deshacer en la atmósfera posibles tormentas de granizo. Con cuatro aviones, 27 mil cartuchos, tres mil bengalas y una dotación de 14 pilotos, más meteorólogos y asistentes de radar, obtuvieron resultados que todavía se discuten. Un estudio difundido por la administración mendocina concluye que desde la utilización de aviones se redujo el riesgo sólo en un 27% de los cultivos. Sin necesidad de tanto avión y cohete, Nelson promete mejores resultados. Y si no cumple – insiste– no cobra.
Cierta vez, los servicios del Grupo CAV fueron requeridos por un club de fútbol uruguayo que quería que el fin de semana estuviera soleado. Nelson accedió al pedido: los rainmakers también pueden programar días de sol.
JUST DO IT.
Hay algo en Nelson muy típico: lee a Chopra, escucha a Enya. Navega mucho por internet y tiene el televisor siempre apagado. En este momento tiene dos discípulos uruguayos que están en la etapa rainstopper. Ya lograron detener una decena de lluvias. Cuando el agua para, deben enviarle a Nelson un mensaje de texto con la frase “noche estrellada”.
–En diez o quince minutos podemos detener una lluvia. Hacer llover es más difícil, se necesita más tiempo.
Así habla Nelson, suave y pausado. Aspira a ser un rainmaker full time y a abandonar su trabajo de oficinista. La ecuación todavía no le cierra, pero los pedidos de lluvia van en aumento. El boca a boca es la mejor publicidad –él dice que hay boca a boca y publicidad– de CAV. También ha ofrecido sus servicios al gobierno de Tabaré, pero nunca lo convocaron; ni siquiera el ministerio de Ganadería, cuando lo comandaba el Pepe Mujica.
–Soy de izquierda, simpatizo con el Frente Amplio y en especial con el Pepe. Una lástima que no nos haya dado bola.
Nelson dice: todos podemos influir sobre el clima. Nelson ejemplifica: los 6 de enero, Día de Reyes, como los chicos están contentos, siempre hay sol. En cambio, los 1 de mayo, cuando se recuerda a los trabajadores ejecutados en Chicago, suelen ser nublados y lluviosos.
INSTRUCCIONES PARA HACER LLOVER.
Por las tardes se encierra en su laboratorio para el “protocolo de entrenamiento”, una serie de ejercicios de meditación que le permiten estar en forma cuando llega el momento de entrar en acción. En el laboratorio hay un pequeño escritorio, una silla, una frazada sobre las baldosas. De las paredes blancas cuelga una foto del rostro de Jesús, un afiche que promociona el reiki y una imagen de Juan Baigorri Velar, un argentino que en 1939 se hizo famoso porque lograba hacer llover con una máquina casera. La única ventana está cerrada y el cuarto huele a sahumerio. “Están bendecidos por un cura alquimista”, dice Nelson. Los usa para limpiar el laboratorio de energías.
Las técnicas utilizadas por estos rainmakers son –y cómo no– secretas. Pero Nelson acepta revelar una parte del así llamado protocolo de petición de lluvia.
Algo como lo que sigue:
–Enciendo las pastas alquímicas, me visto todo de blanco, hasta las medias, y me paro sobre una frazada de lana, que me sirve como aislante de las ondas telúricas patógenas.
Y sigue así:
–Siempre mirando al Este, pido esferas de energía para mis manos y otra para el centro de mi pecho.
Y después:
–Luego junto las manos en el pecho y me quedo así unos segundos o minutos, hasta que siento esa energía. Pido una esfera de energía para mi cabeza y otra para mis pies y así llego a un momento en que siento sobre mi cabeza una fuerza energética importante. Eso es “hacer contacto”.
Este ejercicio es muy fuerte, algunos que lo han practicado terminan desmayados. Y hasta ahí llego, más no te puedo contar. Nelson también invoca a Dios, suelta frases como “tuyo es el reino” y “tuyo el poder”. No teme que lo llamen delirante. Algunos amigos dejaron de frecuentarlo. No falta el compañero de oficina que quiere jugarle una apuesta para que frene una lluvia. Él les responde con una sonrisa y a veces, muy pero muy de vez en cuando, acepta el reto.
Una vez su hijo Matías lo puso a prueba. Mientras almorzaban en un restaurante vegetariano le pidió parar un chaparrón. Nelson apartó los cubiertos. Cerró los ojos. Se concentró. Meditó y en unos minutos la lluvia terminó.
–¿Qué pasa cuando la petición de lluvias falla?
–En esos casos, hago una autocrítica y reelaboro las técnicas. Pero nunca, nunca pierdo la fe.
El Mago de Villa Luro, un homenaje
Hace setenta años un ingeniero argentino descubrió que con una máquina podía provocar lluvias. Fue idolatrado por las masas, vapuleado por los científicos y finalmente olvidado. Se llevó el secreto a la tumba y nunca más se supo de aquel aparato capaz de llevar el agua a las tierras más secas del país. El hombre se llamó Juan Baigorri Velar. Aún se lo recuerda como “el Mago de la Lluvia”.
Baigorri se consagró cuando cumplió su promesa e hizo llover sobre Buenos Aires. “El Mago de Villa Luro” –como lo apodaba la prensa de la época– desafió a los científicos del Servicio Meteorológico que se burlaban de su invento y envió una nota a los diarios Crítica y Noticias Gráficas anunciando que el 2 de enero de 1939 haría llover en la Capital. Ese día diluvió sobre la ciudad; miles de personas vivaron al ingeniero.
Baigorri también hizo llover en Santiago del Estero, San Juan, Córdoba, La Pampa y Carhué. A fines de 1952 envió una nota al gobierno peronista. Quería saber si su “descubrimiento sobre lluvia artificial interesa o no al gobierno”. Le pidieron que realizara “un informe detallado de las bases técnico-científicas” de su invento. Baigorri se negó. También dijo “no” cuando empresarios norteamericanos quisieron comprarle su máquina.
El Mago de la Lluvia murió a los 81 años, solo y pobre, el 17 de junio de 1972. Fue en el Día Mundial de la Meteorología y cuando enterraron su cuerpo en la Chacarita, llovió.
El camino del iniciadoNelson tiene 45 años, muchos de ellos dedicados a los asuntos del espíritu. Empezó a los 12 con la severa lectura de Cuarta Dimensión, la revista sobre OVNIS y fenómenos paranormales que editaba Fabio Zerpa. Entonces era un púber tímido que vivía con su madre. Su padre se había ido de Uruguay cuando él tenía dos años. El colegio católico le inculcó respeto y temor a Dios. Pero el futuro rainmaker necesitaba respuestas que la religión no le daba. A los 17 se sumía en largas meditaciones y leía filosofía oriental. Se interesaba más por la vida de los yoguis que por el fútbol o las tetas de sus compañeras de escuela. La madre prefería algo más convencional para su único hijo, pero no se interpuso en el camino que Nelson había elegido.
Tenía 19 cuando ingresó en la administración pública montevideana y ya practicaba yoga, reiki, meditación trascendental y aikido. Se alimentaba a puro vegetal. Tenía novia, pero no tenía sexo. Por entonces lograba bajar el nivel de tensiones al máximo, al punto de dejar de sentir. Las novias, incomprensivas, lo dejaban. Se casó a los 35, tuvo tres hijos, se separó, formó otra pareja, tuvo otro hijo y volvió a separarse. El yoga y el ejercicio le permitieron en los últimos meses seguirle el ritmo a una bella argentina de 25 años.
1 comentario:
Pues ahora los muchachos de Contacto Agua Vital, hemos sido contratados para hacer lluvia en nuestra patria.
http://elcorresponsal.blogia.com/2009/020403--no-hay-sequia-que-nos-asuste-en-3-dias-hicimos-llover-afirmo-nelson-guizzo.php
Saludos Fraternos
Nelson Guizzo
Celular: 0059897137625
http://www.antecedentes.zzl.org
http://www.aguavital.tk
http://www.egrupos.net/grupo/difusioncav
Publicar un comentario