viernes, 10 de octubre de 2008

intentarán que un software chatee con un hombre y logre engañarlo



Alice, Brother Jerome, Elbot, Eugene Goostman, Jabberwacky y Ultra Hal. No son ni los nombres de raperos famosos en Youtube ni una nueva camada de celulares. Ni siquiera tienen músculos o huesos. Son, más bien, “chatbots”, un tipo de software o programa artificial que simula mantener una conversación con una persona.
El próximo domingo, los chatbots se someterán a una de las pruebas más arduas dentro de las ciencias de la computación: el test o prueba de Turing para determinar si las computadoras que están detrás de ellos son capaces (o no) de pensar.
Dieciocho años antes de que el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke imaginara a HAL 9000, la computadora que se volvió loca en 2001: odisea espacial, y que Stanley Kubrick la llevara al unísono al cine, un hombre, luego devenido héroe científico, se sentó a pensar sobre la inteligencia artificial. Se llamaba Alan Turing, era matemático, criptógrafo y filósofo, además de inglés y genio, y dentro de sus hazañas figura la de romper uno por uno los códigos nazis, en especial los de la máquina Enigma durante la Segunda Guerra Mundial.
Turing, a quien hay que aplaudir de pie y agradecer por las computadoras que tenemos a nuestro alrededor, ideó alrededor de 1950 un experimento para decidir si una máquina podía pensar: si una computadora era capaz de mantener un diálogo en cuartos separados con un ser humano sin que la persona advirtiera que del otro lado había un ser artificial, la máquina en cuestión podía ser considerada “inteligente”, con todos los roces que trae aparejadas esta espinosa palabra.
Desde entonces, ninguna computadora logró pasar el ya famoso test. Y eso que lo intentaron varias: una de las tentativas más conocidas pero a la vez más polémicas fue realizada por Joseph Weizenbaum en 1966, quien creó un programa conversacional y terapéutico llamado “Eliza”, bautizada en honor a Eliza Doolittle, protagonista de la obra de teatro Pygmalion y su versión cinematográfica My Fair Lady.
Los seis chatbots en cuestión son los nietos de Eliza, y este domingo a las nueve de la mañana comenzarán a ser bombardeados con preguntas en la Universidad de Reading, Inglaterra, donde se buscará repetir otro hito de la inteligencia artificial como el conseguido en 1997, cuando la supercomputadora Deep Blue de IBM derrotó al campeón de ajedrez Gary Kasparov.
Quienes los examinarán se sentarán frente a una computadora con una pantalla separada en dos: de un lado, el “interrogador” chateará sobre cualquier tema con una persona desconocida y del otro, con una de las computadoras que corre el chatbot. Si el software consigue burlar durante cinco minutos al interrogador –o sea, sin que este último se dé cuenta de quién es quién–, los diseñadores del programa conversacional se llevarán una medalla de oro y los 100 mil dólares del Premio Loebner. Y también se habrá hecho historia.
El estadounidense Richard Wallace es el diseñador de Alice (Artificial Linguistic Internet Computer Entity, alicebot.blogspot.com), tal vez el más conocido de todos estos programas que, al hacerles una pregunta, contestan buscando respuestas en sus bases de datos.
Robert Medeksza está detrás de Ultra Hal (www.ultrahal.com); el inglés Rollo Carpenter creó Jabberwacky (www.jabberwacky.com/george); Peter Cole es el responsable de Brother Jerome (www.be9.net/BJ); el alemán Fred Roberts creó a Elbot (elbot.blogspot.com), y Vladimir Veselov le dio forma a Eugene Goostman (www.mangoost.com/bot/bot.jsp).
Ray Kurzweil, un futurólogo y experto en inteligencia artificial, apostó 10 mil dólares a que un sistema artificial pasará el test de Turing recién en 2029. Tal vez debería ir juntando la plata: el domingo quizás alguno de estos seis chatbots se adelante y se lleve a su casa la corona de inteligencia.

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