“El supervisor que te gusta es casado; te estás pareciendo cada vez más a tu mamá; se te está cayendo todo; tenés 32 y seguís sin novio; te haces las lolas o te vas a Buzios”, repite el pájaro carpintero mientras taladra la cabeza de una mujer. El cerebro femenino no tiene paz: eso plantea, con humor, el comercial de tostadas Twistos.
Y una investigación del Centro de Estudio del Sueño de la Universidad de Loughborough (Inglaterra) acaba de confirmar que las mujeres pagan un alto precio por esa manía de enroscarse con presiones y mandatos de toda índole: necesitan veinte minutos más de descanso nocturno que los varones para rendir de manera satisfactoria.
La ecuación es sencilla: “Cuanto más usa una persona el cerebro durante el día –y ése es el caso de las mujeres, más propensas a realizar varias tareas y a tener varios pensamientos al mismo tiempo–, más horas de sueño necesita para recuperarse”, explicó profesor Jim Horne, a cargo del estudio.
El promedio de horas de sueño que precisan los adultos para reponerse de sus actividades diurnas oscila entre las seis y las ocho horas. La investigación determinó que durante la etapa de descanso profundo –que se registra en las primeras horas de sueño– la corteza del cerebro se desconecta de la memoria, del lenguaje y de los sentidos: eso es lo que le permite recuperarse del uso durante el día.
Pero no es igual para los dos sexos: “El cerebro de las mujeres es diferente del de los hombres, más complejo, por eso necesita descansar más –afirmó Horne–. Un hombre que tiene un trabajo donde debe tomar muchas decisiones complicadas y utilizar el pensamiento lateral también va a necesitar más descanso que la media de los varones, pero probablemente no tanto como una mujer”.
El especialista explicó que, con el correr de las horas, el sueño “se vuelve más liviano y hasta se pueden escuchar ruidos, sobre todo si se trata de sonidos familiares como una alarma, el nombre propio o el llanto de un bebé”. Como las mujeres tampoco se desconectan durante el sueño, por eso son ellas las que despiertan más fácilmente ante el llamado de un hijo.
Horne también cita un relevamiento de la Universidad de Surrey (Inglaterra) que asegura que el 18% de las mujeres encuestadas declaró que no durmió bien al menos cinco veces en la semana, contra el 8% de los varones que tuvieron el mismo problema.
“Las mujeres duermen más, pero descansan menos, porque están siempre conectadas, en estado de alerta permanente por lo que pasa en su familia y en su entorno”, dice Laura Orsi, que es médica psicoanalista y coautora del libro Psicoanálisis y sociedad.
El médico psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Ricardo Rubinstein, disiente con el estudio: “En el mismo sexo, el promedio de sueño varía según si la persona tiene hijos, vive en el campo o en la ciudad, trabaja y estudia o sólo trabaja. No se pueden sacar conclusiones generalizadoras”.
En cambio, Liliana Novaro, psiquiatra y psicoanalista especializada en temas de la mujer, afirma: “Las mujeres deben hacerse cargo de varias tareas al mismo tiempo, y eso implica una exigencia para acomodar su cerebro. La experiencia indica que los hombres se han concentrado en una sola tarea: trabajar. Las mujeres, en cambio, trabajamos y atendemos la familia, llevamos el detalle minucioso de lo que hace falta en la heladera o lo que hay que hacer con los chicos. En ese sentido, uno puede pensar que las experiencias de vida van causando modificaciones en el cuerpo”. Y, también, a la hora de ir a la cama a dormir.
criticadigital.com
Y una investigación del Centro de Estudio del Sueño de la Universidad de Loughborough (Inglaterra) acaba de confirmar que las mujeres pagan un alto precio por esa manía de enroscarse con presiones y mandatos de toda índole: necesitan veinte minutos más de descanso nocturno que los varones para rendir de manera satisfactoria.
La ecuación es sencilla: “Cuanto más usa una persona el cerebro durante el día –y ése es el caso de las mujeres, más propensas a realizar varias tareas y a tener varios pensamientos al mismo tiempo–, más horas de sueño necesita para recuperarse”, explicó profesor Jim Horne, a cargo del estudio.
El promedio de horas de sueño que precisan los adultos para reponerse de sus actividades diurnas oscila entre las seis y las ocho horas. La investigación determinó que durante la etapa de descanso profundo –que se registra en las primeras horas de sueño– la corteza del cerebro se desconecta de la memoria, del lenguaje y de los sentidos: eso es lo que le permite recuperarse del uso durante el día.
Pero no es igual para los dos sexos: “El cerebro de las mujeres es diferente del de los hombres, más complejo, por eso necesita descansar más –afirmó Horne–. Un hombre que tiene un trabajo donde debe tomar muchas decisiones complicadas y utilizar el pensamiento lateral también va a necesitar más descanso que la media de los varones, pero probablemente no tanto como una mujer”.
El especialista explicó que, con el correr de las horas, el sueño “se vuelve más liviano y hasta se pueden escuchar ruidos, sobre todo si se trata de sonidos familiares como una alarma, el nombre propio o el llanto de un bebé”. Como las mujeres tampoco se desconectan durante el sueño, por eso son ellas las que despiertan más fácilmente ante el llamado de un hijo.
Horne también cita un relevamiento de la Universidad de Surrey (Inglaterra) que asegura que el 18% de las mujeres encuestadas declaró que no durmió bien al menos cinco veces en la semana, contra el 8% de los varones que tuvieron el mismo problema.
“Las mujeres duermen más, pero descansan menos, porque están siempre conectadas, en estado de alerta permanente por lo que pasa en su familia y en su entorno”, dice Laura Orsi, que es médica psicoanalista y coautora del libro Psicoanálisis y sociedad.
El médico psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Ricardo Rubinstein, disiente con el estudio: “En el mismo sexo, el promedio de sueño varía según si la persona tiene hijos, vive en el campo o en la ciudad, trabaja y estudia o sólo trabaja. No se pueden sacar conclusiones generalizadoras”.
En cambio, Liliana Novaro, psiquiatra y psicoanalista especializada en temas de la mujer, afirma: “Las mujeres deben hacerse cargo de varias tareas al mismo tiempo, y eso implica una exigencia para acomodar su cerebro. La experiencia indica que los hombres se han concentrado en una sola tarea: trabajar. Las mujeres, en cambio, trabajamos y atendemos la familia, llevamos el detalle minucioso de lo que hace falta en la heladera o lo que hay que hacer con los chicos. En ese sentido, uno puede pensar que las experiencias de vida van causando modificaciones en el cuerpo”. Y, también, a la hora de ir a la cama a dormir.
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