El Hombre que es Hombre no usa camiseta sin mangas. Sólo la usa para jugar al básquet. Al Hombre que es Hombre no le gustan los canapés ni cualquier otra cosa que lleve menos de 30 segundos para masticar y tragar. El Hombre que es Hombre no come suflé. El hombre que es Hombre –de ahora en más llamado HQEH– no deja que su mujer muestre la cola a nadie, ni siquiera en carnaval. El HQEH no le muestra la cola a nadie. Excepto en el vestuario, para otros hombres, y así si alguno la mira por más de 30 segundos lo golpea.
El HQEH sólo ve films de Zeffirelli cuando su mujer insiste mucho y no para de mirar el reloj. Al HQEH no le gustan los musicales, ni las películas con Jil Clayburgh o de Ingmar Bergman. Va al cine a ver Lee Marvin y Charles Bronson. Dice que un gran actor era Spencer Tracy, y los nuevos, sacando a Clint Eastwood, son todos gays.
El HQEH ya no va al teatro, porque no quiere que los actores le muestren la cola a su mujer. Si quiere ver a un HQEH en el peor momento de su vida, tiene que verlo en el ballet. Dice, a la salida, que hasta el portero es gay y que si ve a alguien más con malla de baile, lo mata.
Y el HQEH tiene razón. Confiese, usted está con él. Usted no quiere que piensen que es un primitivo, un retrógrado, un machista, pero en el fondo está de acuerdo con el HQEH. Claro que no siempre está de acuerdo en todo. Cuando él cuenta lo que va a hacer con la hechicera el día que la encuentre, usted sacude la cabeza y reflexiona sobre el componente de misoginia patológica inherente a la jactancia sexual del hombre latino. Después, comienza a pensar en lo que haría con la hechicera si la encuentra. Dentro de cada brasileño hay un HQEH sepultado bajo camadas de civilización, falsa sofisticación, propaganda femenina y comodidad. Sí, comodidad. ¿Cuántas veces, tirado frente a la tele mirando la novela de las ocho –la misma historia de humillación, renuncia y superación femenina– no se preguntó qué hacía y por qué no daba un salto, vencía la resistencia familiar a puntapiés y buscaba una serie de acción en otro canal?
El HQEH prende la tele sólo para ver fútbol. Tomando cerveza. El HQEH eructa y no pide disculpas.
Si usted no sabe si tiene un HQEH dentro suyo, haga este test. Lea los relatos, estúdielos, piense y después decida cómo reaccionaría ante cada situación. La respuesta le dirá cuál es su coeficiente de HQEH. Si piensa mucho tiempo, no necesita responder: usted no es HQEH. El HQEH no piensa.
Situación 1. Usted está en un restaurante con nombre francés. El menú está escrito en francés. El precio es lo único en reales. Muchos reales. Le pregunta al maître qué significa el nombre de algún plato. Está seguro de que el tipo se esfuerza para no reírse de su pronunciación. El maître demora más en explicar el plato de lo que usted demora en comerlo. Lo que le traen es una pasta sobre una tostada del tamaño de un real pero que cuesta cien. Su acompañante le pregunta sobre el sabor y usted responde que no alcanzó a sentirlo. El plato principal se lo traen cambiado. Usted está seguro que pidió boeuf a vuelque chose y lo que viene es una feta de pato sin guarnición. Sólo. El nombre, canard melancolique. Al principio siente pena del pato y su soledad, pero se arrepiente cuando intenta cortarlo. Cuando llega la cuenta, nota que le cobraron por el pato y por el boeuf que no vino. Usted: a) Paga para que su acompañante no piense que usted se preocupa con cosas vulgares como el dinero; b) Llama discretamente al mozo, le indica el error sonriendo para dar a entender que, merde, alors, estas cosas pasan; c) Tira la mesa, rompe una botella de vino y amenaza al maître al grito de: “Quiero al gerente y es mejor que venga solo”.
Situación 2. Su mujer, novia o amiga (el HQEH no tiene amigas, el que tiene amigas es gay) lo convenció para hacer un curso de “sensibilidad oriental”. Usted duda en ponerse la malla enteriza negra, pero lo hace. El curso lo da un japonés probablemente gay. Todos se sientan en círculo alrededor del japonés y en posición de loto. Menos usted que, como está fuera de forma, se sienta en posición de arbusto caído por el viento. Durante quince minutos todos deben cerrar los ojos, juntar las puntas de los dedos y decir “ommm” hasta integrarse en la “gran corriente universal” que viene de Tíbet, pasa por las ciudades sagradas de India y Oriente Medio y, cosa extraña, por sobre la casa del japonés y luego regresa a Oriente. Una vez llegados a ese estado, cada uno se acerca a la persona que tiene al lado y estudia su rostro con la punta de los dedos. Durante el “ommm”, usted se esfuerza pero no puede integrarse en la gran corriente universal, aunque siente una sensación rara que identifica como calambres. A) Finge que alcanzó la integración para no cortar la onda; b) Finge que no entendió las instrucciones, arranca con “ommm” y se acerca a la rubia. A la hora de tocar su rostro, se equivoca y le toca los senos y no los suelta aunque el japonés le arranque las orejas; c) Dice que no sintió nada, que no quiere seguir con esa estupidez y que todo eso es cosa de gay.
Situación 3. Usted esta en una reunión en la que hay muchos lugares para sentarse pero todo el mundo se sienta en el suelo. Como no quiere ser distinto, se tira en un almohadón y descubre, tarde, que se sentó sobre la dueña de casa. Su mujer o novia charla, tomada de la mano, con una chica que parece Charlton Heston con bigotes. La cena es a la americana. Usted no sabe dónde apoyar la copa, el plato y hacer equilibrio con todo. El peluquero, sentado a su lado, le ofrece una rodilla. Usted no lo conoce. A) Entra en el espíritu de la fiesta y se saca los pantalones; b) Se sienta en un rincón con la copa de vino y observa, entre divertido e irónico, ese curioso grupo humano; c) Agarra a su mujer o novia y se va, pero antes le da una trompada a Charlton Heston.
Si eligió la respuesta “a” para todas las situaciones, usted no es HQEH.
Si fue la “b”, no es HQEH.
Y si fue la “c”, tampoco es HQEH.
El HQEH no responde tests. El HQEH cree que un test es cosa de gay.
As mentiras que os homens contam (2001)
criticadigital.com
El HQEH sólo ve films de Zeffirelli cuando su mujer insiste mucho y no para de mirar el reloj. Al HQEH no le gustan los musicales, ni las películas con Jil Clayburgh o de Ingmar Bergman. Va al cine a ver Lee Marvin y Charles Bronson. Dice que un gran actor era Spencer Tracy, y los nuevos, sacando a Clint Eastwood, son todos gays.
El HQEH ya no va al teatro, porque no quiere que los actores le muestren la cola a su mujer. Si quiere ver a un HQEH en el peor momento de su vida, tiene que verlo en el ballet. Dice, a la salida, que hasta el portero es gay y que si ve a alguien más con malla de baile, lo mata.
Y el HQEH tiene razón. Confiese, usted está con él. Usted no quiere que piensen que es un primitivo, un retrógrado, un machista, pero en el fondo está de acuerdo con el HQEH. Claro que no siempre está de acuerdo en todo. Cuando él cuenta lo que va a hacer con la hechicera el día que la encuentre, usted sacude la cabeza y reflexiona sobre el componente de misoginia patológica inherente a la jactancia sexual del hombre latino. Después, comienza a pensar en lo que haría con la hechicera si la encuentra. Dentro de cada brasileño hay un HQEH sepultado bajo camadas de civilización, falsa sofisticación, propaganda femenina y comodidad. Sí, comodidad. ¿Cuántas veces, tirado frente a la tele mirando la novela de las ocho –la misma historia de humillación, renuncia y superación femenina– no se preguntó qué hacía y por qué no daba un salto, vencía la resistencia familiar a puntapiés y buscaba una serie de acción en otro canal?
El HQEH prende la tele sólo para ver fútbol. Tomando cerveza. El HQEH eructa y no pide disculpas.
Si usted no sabe si tiene un HQEH dentro suyo, haga este test. Lea los relatos, estúdielos, piense y después decida cómo reaccionaría ante cada situación. La respuesta le dirá cuál es su coeficiente de HQEH. Si piensa mucho tiempo, no necesita responder: usted no es HQEH. El HQEH no piensa.
Situación 1. Usted está en un restaurante con nombre francés. El menú está escrito en francés. El precio es lo único en reales. Muchos reales. Le pregunta al maître qué significa el nombre de algún plato. Está seguro de que el tipo se esfuerza para no reírse de su pronunciación. El maître demora más en explicar el plato de lo que usted demora en comerlo. Lo que le traen es una pasta sobre una tostada del tamaño de un real pero que cuesta cien. Su acompañante le pregunta sobre el sabor y usted responde que no alcanzó a sentirlo. El plato principal se lo traen cambiado. Usted está seguro que pidió boeuf a vuelque chose y lo que viene es una feta de pato sin guarnición. Sólo. El nombre, canard melancolique. Al principio siente pena del pato y su soledad, pero se arrepiente cuando intenta cortarlo. Cuando llega la cuenta, nota que le cobraron por el pato y por el boeuf que no vino. Usted: a) Paga para que su acompañante no piense que usted se preocupa con cosas vulgares como el dinero; b) Llama discretamente al mozo, le indica el error sonriendo para dar a entender que, merde, alors, estas cosas pasan; c) Tira la mesa, rompe una botella de vino y amenaza al maître al grito de: “Quiero al gerente y es mejor que venga solo”.
Situación 2. Su mujer, novia o amiga (el HQEH no tiene amigas, el que tiene amigas es gay) lo convenció para hacer un curso de “sensibilidad oriental”. Usted duda en ponerse la malla enteriza negra, pero lo hace. El curso lo da un japonés probablemente gay. Todos se sientan en círculo alrededor del japonés y en posición de loto. Menos usted que, como está fuera de forma, se sienta en posición de arbusto caído por el viento. Durante quince minutos todos deben cerrar los ojos, juntar las puntas de los dedos y decir “ommm” hasta integrarse en la “gran corriente universal” que viene de Tíbet, pasa por las ciudades sagradas de India y Oriente Medio y, cosa extraña, por sobre la casa del japonés y luego regresa a Oriente. Una vez llegados a ese estado, cada uno se acerca a la persona que tiene al lado y estudia su rostro con la punta de los dedos. Durante el “ommm”, usted se esfuerza pero no puede integrarse en la gran corriente universal, aunque siente una sensación rara que identifica como calambres. A) Finge que alcanzó la integración para no cortar la onda; b) Finge que no entendió las instrucciones, arranca con “ommm” y se acerca a la rubia. A la hora de tocar su rostro, se equivoca y le toca los senos y no los suelta aunque el japonés le arranque las orejas; c) Dice que no sintió nada, que no quiere seguir con esa estupidez y que todo eso es cosa de gay.
Situación 3. Usted esta en una reunión en la que hay muchos lugares para sentarse pero todo el mundo se sienta en el suelo. Como no quiere ser distinto, se tira en un almohadón y descubre, tarde, que se sentó sobre la dueña de casa. Su mujer o novia charla, tomada de la mano, con una chica que parece Charlton Heston con bigotes. La cena es a la americana. Usted no sabe dónde apoyar la copa, el plato y hacer equilibrio con todo. El peluquero, sentado a su lado, le ofrece una rodilla. Usted no lo conoce. A) Entra en el espíritu de la fiesta y se saca los pantalones; b) Se sienta en un rincón con la copa de vino y observa, entre divertido e irónico, ese curioso grupo humano; c) Agarra a su mujer o novia y se va, pero antes le da una trompada a Charlton Heston.
Si eligió la respuesta “a” para todas las situaciones, usted no es HQEH.
Si fue la “b”, no es HQEH.
Y si fue la “c”, tampoco es HQEH.
El HQEH no responde tests. El HQEH cree que un test es cosa de gay.
As mentiras que os homens contam (2001)
criticadigital.com
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