domingo, 10 de enero de 2010

Padres Peter Pan

Primera (y fundamental) aclaración: no hablo desde el enojo. No tengo hijos. Por lo tanto, la cuestión sobre la que intentaré escribir es sólo una descripción de sucesos que he visto que les ocurren a otros. A otras, en realidad. Nada personal.
Tener una amiga o conocida separada/divorciada y con hijos es, podría decirse, casi un fenómeno de la naturaleza de tan instaurado. Lo que no es tan igualmente frecuente es que estas mujeres puedan realmente compartir en un plano de relativa igualdad las responsabilidades y obligaciones respecto de sus hijos... con sus ex.
Digo mal: lo que suele suceder con esta larga fila de mujeres y sus chicos es que, sencillamente, están solas para quererlos, que es mucho más que simplemente ocuparse de ellos. Uno puede ver cómo esas criaturas -que por lo general llevan un apellido que no es precisamente el de su madre- esperan con ansiedad la visita de su papá (visita que o nunca llega o se produce mucho después de lo anunciado, y esto sin avisar), con tan poca buena suerte como el pago que mes a mes deben realizar en concepto de "cuota alimentaria".
Y las madres, como se dice, apechugan. Es cierto: también hay papás que a pesar de separaciones o divorcios están, contienen, aman.
Pero lo que más a menudo se ve es otra cosa. Relatos que he escuchado a lo largo de años: padres que se hacen negar por teléfono cuando los hijos los llaman pero que no tienen la picardía de colgar bien el auricular. Ergo: los hijos rechazados escuchan que sus papás no quisieron hablarles. Tenían otros planes.
Mujeres que dan dinero a sus ex (una suerte de "viático") para que los lleven a pasear. Eso, dicen, es preferible antes que causarles a los chicos el dolor de la ausencia paterna.
Padres que se olvidan de comprar el regalito para un compañero de grado y que, como recurso de última, le piden a su hijo obsequiar algún regalo reciente que él haya recibido, con la promesa de comprárselo otra vez en unos días. Pero le piden al hijo que no le cuente nada a la mamá, "para que no nos rete". Y el regalo prometido para reponer el que un chico (¡de 5 años!) se vio obligado a ceder... jamás llega.
Padres que comparten nuevos escenarios con hijos de su matrimonio anterior e hijos de sus nuevas parejas y que no están atentos a la relación de sus hijos con su nueva compañera y con los otros hijos. ¿Son tratados con una razonable igualdad? Si unos tienen chupetines, ¿también los otros?
Madres desesperadas llamando a la madrugada para pedir dinero prestado porque el hijo está volando de fiebre y tiene que comprarle un antibiótico carísimo. El papá del chico prometió llevar el remedio durante dos días, pero no ha ido. Ni llamó por teléfono. Ni mandó a nadie.
Padres que no ven muy a menudo a sus hijos y que para no cancelar su agenda social los llevan a lugares adonde no se admiten menores. Nada malo, un recital, una reunión, pero no es lugar adecuado para una criatura. Y mucho menos si se le pide complicidad y que no cuente adónde fueron. Papá sabe que no está bien lo que hace. Pero lo hace igual y, encima, pide no ser "descubierto".
La carencia no se limita a pagar o no pagar alimentos, vestimenta, escuela, servicio médico, vacaciones.
Es como en la historia de Peter Pan y sus niños perdidos: papá es tan infantil como los hijos que lo rodean y, además, no está interesado en crecer. Papá no está emocionalmente maduro para mirar más allá de sus propias problemáticas, de sus propias urgencias. No se le puede pedir más. ¿Quiere a sus hijos? Es probable. Pero actúa como un chico más. No es capaz de hacerse cargo.
Así, estos padres Peter Pan ponen en marcha la peor apuesta que se puede realizar con miras al futuro. No sólo al futuro de esos hijos, sino del mundo todo. El "hambre de padre", me decía Sergio Sinay hace ya años durante una entrevista periodística, deja profundas huellas en la persona, tomada como individuo, pero también en la sociedad. Los padres que no "hacen de padres" por lo general dan como resultado chicos que desafían todo el tiempo los "no". Irene Loyacono, destacada terapeuta familiar, explica que uno de los "modos" de la función parental es el "modo frontón": para crecer, todos necesitamos ir más allá de los límites, pero necesitamos también que alguien ponga una mano amorosa y firme a la vez que diga "basta". Son esas manos que, de adultos, invariablemente agradecemos. De eso son incapaces los padres Peter Pan. Qué pena por ellos. No saben cuánto se pierden.
La autora es subeditora de LNR

lanacion.com

1 comentario:

ultratumba dijo...

EL PADRE DE MIS HIJOS ES ASI NO LE IMPORTA NADA DE ELLOS, YA ESTAN GRANDES, LUCHANDO POR HACER UNA CARRERA UNIVERSITARIA, EL PREFIRIO SEGUIR EL CAMINO DE ANDAR ATRAS DE CADA MUJER Q SE LE CRUZA TIENE BUEN SUELDO PERO ME PASA MUY POCO, ADEMAS ES VIOLENTO. SI SE FUE PORQUE MOLESTA, ES ACOSADOR Y NUNCA ME DEJA EN PAZ. AL PRINCIPIO NOS AMAMOS MUCHO. AL COMENZAR LA VIDA DE AMIGOS FUTBOL BAILANTAS Y MUJERES SE TERMINO TODO.