MARÍA SÁNCHEZ-MONGE
MADRID.- Cuando parecía que ya no quedaba nada que decir sobre el escándalo con el que han iniciado el año los norirlandeses, saltó a la prensa la noticia de que el joven amante de la primera dama la dejó con la excusa de un supuesto tumor de testículos. Cansado del insaciable apetito sexual de Mrs. Robinson, Kirk McCambley le aseguró que el médico le había recomendado reposo genital.
Aparentemente, el pretexto no iba desencaminado, ya que más del 40% de los pacientes con cáncer padece alguna disfunción sexual. Sin embargo, la interrupción de las relaciones íntimas no se debe, en la mayoría de los casos, a una imposición médica. Además, se ha comprobado que, con el tratamiento adecuado, una buena parte de los enfermos puede mejorar de forma significativa. Por otro lado, el de testículos no es uno de los procesos tumorales con mayor impacto. Como en otros temas tabú, cunde la desinformación.
"Nadie te avisa de los problemas sexuales relacionados con los tratamientos del cáncer". Montserrat Domenech, presidenta del Grupo Ágata de Barcelona, integrado en la Federación Española de Cáncer de Mama (Fecma), expresa con estas palabras una queja muy común entre quienes acuden a su asociación en busca de apoyo. La extirpación del pecho (mastectomía) trastoca la imagen corporal y, por lo tanto, las relaciones íntimas. A veces se produce un rechazo por parte del cónyuge. "Una mujer me comentó que, tras la intervención de mama que le practicaron 20 años antes, su marido nunca volvió a querer verla desnuda", comenta la representante del colectivo de pacientes.
Domenech asegura que ella ha tenido la inmensa suerte de no haber sufrido ningún problema serio en sus relaciones íntimas a raíz de su tumor de mama. Su pareja "se dio a la fuga" poco después del diagnóstico, pero no fue por esta causa.
Un murciano afectado de cáncer de colon que prefiere no dar su nombre experimentó una suerte de renacer sexual: "Me diagnosticaron la enfermedad hace cinco años, cuando tenía 52. Estaba tan inmerso en el trabajo que no tenía tiempo para ocuparme de mi salud. Llevaba un año con diarreas bastante frecuentes que se agudizaron esa Navidad. Fue entonces cuando decidí acudir al médico. Tras hacerme una colonoscopia comprobaron que tenía un tumor tan grande que ocupaba gran parte del intestino".
Lógicamente, con el mazazo del diagnóstico y la noción de que su vida corría peligro, lo último en lo que podía pensar era en el sexo. En todo caso, las relaciones conyugales con su mujer venían siendo bastante escasas en los últimos meses, debido a la situación de estrés laboral que atravesaba.
Sin embargo, su perspectiva vital pronto experimentó un cambio radical. "Fue todo muy rápido: el ingreso, la intervención y la salida del hospital. Los cuatro meses de quimioterapia los viví como un periodo de relajación, alejado de la angustia que me provocaba la oficina", explica. El resultado fue que no sólo no tuvo que soportar ninguna disfunción sexual, sino que incluso recobró el deseo perdido.
Cuestiones tabú
La historia de este señor de Murcia no puede, ni mucho menos, generalizarse a todas las personas con tumores de colon. Aquellas a los que se les ha practicado una colostomía (abertura en la pared del abdomen que permite la salida de heces al exterior) son los que atraviesan mayores dificultades para mantener relaciones sexuales con normalidad.
Sacar estos temas en la consulta de un profesional sanitario sigue siendo un reto pendiente. Yolanda Escobar, médico adjunto del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y miembro de la sección de cuidados continuos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), reconoce que "las altas cifras de pacientes que sufren algún tipo de disfunción sexual contrastan con la poca conciencia que existe en la práctica clínica respecto a estos temas a los que los propios enfermos suelen restar importancia".
"Cuando les mandamos al psicólogo, muchas veces nos encontramos con que no quieren ir", corrobora Graciela García, oncóloga radioterápica y asesora del Comité Técnico de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). "Hay muchos menos varones que mujeres que aceptan acudir por otras cuestiones relacionadas con su salud mental y, según mi experiencia, ninguno lo hace por temas relativos a la sexualidad", añade.
Quienes logran liberarse de los prejuicios culturales descubren que es mucho lo que se puede hacer para mejorar esta parcela tan ligada a la calidad de vida de la persona. De hecho, se calcula que aproximadamente un 70% de los pacientes de cáncer con disfunción sexual mejora con tratamientos adecuados.
Escobar confirma que la sanidad pública carece de medios suficientes para tratar este tipo de dificultades, pero cree que "lo fundamental es que tengamos la sensibilidad de reconocer el problema. Tenemos que ser capaces de generar en el paciente una confianza suficiente para que hable del tema. Con eso ya ganaríamos muchísimo". E ilustra su argumentación con ejemplos de consejos que se le pueden ofrecer: "Cambios posturales que disminuyan el dolor durante el coito, trucos para disimular las bolsas de colostomías o utilizar sujetadores sexis para las mujeres operadas de mama".
El siguiente paso es saber cuándo derivar al afectado a una unidad de andrología, a la consulta de ginecología o a un psicólogo especializado en terapia de pareja.
Al fin y al cabo, los escollos que pueden surgir son de muy diversa índole. Para empezar, en todos los cánceres hay que tener en cuenta los factores emocionales, que pueden traducirse en ansiedad y depresión. La autoestima también suele salir perjudicada tras los cambios corporales (amputaciones, alopecia, pérdida de peso, cicatrices) asociados al tratamiento. "Otros factores son el cansancio, el dolor y los cambios en las relaciones de familia", recapitula Eva Béjar, psicooncóloga de la AECC. Cuando el enfermo es quien se encarga de ingresar dinero en las arcas de la economía familiar, el hecho de que se convierta en un paciente que necesita cuidados repercute, a menudo, en su relación de pareja en todos los aspectos, incluido el sexual.
Béjar explica que existen distintas opciones de tratamiento psicológico, adaptadas a cada caso. "Hay terapias en las que se incluye a los dos miembros de la pareja y se procura focalizar su atención en sus sensaciones y dificultades. Se les educa en comunicación emocional y se procura favorecer una actitud abierta", relata. El proceso "suele ser bastante lento", se lamenta la psicóloga, "porque es un tema que no solemos abordar fácilmente en nuestra cultura".
Más allá del coito
Los especialistas en salud mental también tienen la misión de ayudar a reformular su vida íntima a quienes sufren complicaciones orgánicas debidas al tratamiento, tales como estrechamiento de la vagina o disfunción eréctil. "En esos casos, resulta esencial educar al paciente en una sexualidad no centrada en lo genital o el coito, sino en la búsqueda del placer desde un concepto más amplio", señala Béjar.
Por otro lado, considera crucial que se informe a los pacientes sobre las posibles consecuencias de las terapias desde el momento del diagnóstico y se les ofrezcan alternativas terapéuticas menos traumáticas siempre que sea posible.
Tanto la quimio como la radioterapia pueden causar efectos como la disminución de la libido en todos los tumores, pero hay cánceres en los que estas terapias, además de la cirugía, son mucho más devastadoras. Es el caso del de vejiga y, sobre todo, del de próstata, muchos de cuyos afectados tienen que pagar el tributo de quedar impotentes a cambio de salvar la vida.
"Aunque es posible aplicar técnicas con la intención de preservar la potencia en pacientes muy seleccionados, en la mayoría se precisa realizar cirugías más radicales", señala Bernardino Miñana, coordinador del grupo de Urooncología de la Asociación Española de Urología. En los más afortunados, es decir, aquellos con tumores detectados precozmente y poco agresivos, se puede intentar conservar los nervios y vasos sanguíneos que van pegados a la próstata y posibilitan la erección.
Pero incluso cuando no es factible mantener la potencia hay alternativas terapéuticas para estos pacientes. En primer lugar, pueden tomar medicamentos orales, como Viagra, Cialis o Levitra, que potencian la erección. Dado que éstos son menos eficaces en personas sometidas a cirugía que en los individuos con otro tipo de problemas sexuales, existe una segunda opción: las inyecciones de unas sustancias denominadas prostaglandinas directamente en el pene. Su efecto es prácticamente inmediato, pero no pueden obviarse las molestias asociadas al pinchazo. En tercer lugar, las prótesis de pene son bastante efectivas y tienen una duración media de entre ocho y 10 años. El único inconveniente es que su colocación requiere una intervención quirúrgica.
Las repercusiones orgánicas del tratamiento de los cánceres ginecológicos también son, con frecuencia, considerables. Así, en el caso del de cuello de útero (cérvix), la principal consecuencia de la cirugía es que "la vagina se acorta", indica José Antonio Vidart, jefe del Servicio de Ginecología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. "Si además es necesario, por el tipo de tumor, completar con radioterapia, la situación se complica aún más", agrega. No obstante, la colocación de un tampón con estrógenos ayuda a que la vagina no se cierre. Vidart precisa que la sexualidad de la mujer ha ido cobrando importancia a la hora de instaurar una terapia.
Andrés Poveda, coordinador del Área Clínica de Oncología Ginecológica (Acog) del Instituto Valenciano de Oncología, subraya que la terapia de las disfunciones sexuales es una de las áreas más relevantes. "De hecho, estamos haciendo un estudio y hemos visto que entre un 15% y un 20% reconoce que estas alteraciones son un problema importante". Este especialista tiene motivos para lanzar un mensaje positivo: "Sin duda, se puede mejorar". Según los casos, los profesionales recomiendan estrógenos, lubricantes e hidratantes vaginales; además de dispositivos que incrementan el flujo sanguíneo al clítoris y aumentan la sensibilidad.
Sin olvidarse, claro está, de otros tipos de apoyo. El psicólogo experto en inteligencia emocional Carlos Hué, que además ha sufrido un cáncer y es el presidente en funciones de la asociación Europacolon, recomienda "huir de la inactividad, que es el peor enemigo de las personas enfermas".
MADRID.- Cuando parecía que ya no quedaba nada que decir sobre el escándalo con el que han iniciado el año los norirlandeses, saltó a la prensa la noticia de que el joven amante de la primera dama la dejó con la excusa de un supuesto tumor de testículos. Cansado del insaciable apetito sexual de Mrs. Robinson, Kirk McCambley le aseguró que el médico le había recomendado reposo genital.
Aparentemente, el pretexto no iba desencaminado, ya que más del 40% de los pacientes con cáncer padece alguna disfunción sexual. Sin embargo, la interrupción de las relaciones íntimas no se debe, en la mayoría de los casos, a una imposición médica. Además, se ha comprobado que, con el tratamiento adecuado, una buena parte de los enfermos puede mejorar de forma significativa. Por otro lado, el de testículos no es uno de los procesos tumorales con mayor impacto. Como en otros temas tabú, cunde la desinformación.
"Nadie te avisa de los problemas sexuales relacionados con los tratamientos del cáncer". Montserrat Domenech, presidenta del Grupo Ágata de Barcelona, integrado en la Federación Española de Cáncer de Mama (Fecma), expresa con estas palabras una queja muy común entre quienes acuden a su asociación en busca de apoyo. La extirpación del pecho (mastectomía) trastoca la imagen corporal y, por lo tanto, las relaciones íntimas. A veces se produce un rechazo por parte del cónyuge. "Una mujer me comentó que, tras la intervención de mama que le practicaron 20 años antes, su marido nunca volvió a querer verla desnuda", comenta la representante del colectivo de pacientes.
Domenech asegura que ella ha tenido la inmensa suerte de no haber sufrido ningún problema serio en sus relaciones íntimas a raíz de su tumor de mama. Su pareja "se dio a la fuga" poco después del diagnóstico, pero no fue por esta causa.
Un murciano afectado de cáncer de colon que prefiere no dar su nombre experimentó una suerte de renacer sexual: "Me diagnosticaron la enfermedad hace cinco años, cuando tenía 52. Estaba tan inmerso en el trabajo que no tenía tiempo para ocuparme de mi salud. Llevaba un año con diarreas bastante frecuentes que se agudizaron esa Navidad. Fue entonces cuando decidí acudir al médico. Tras hacerme una colonoscopia comprobaron que tenía un tumor tan grande que ocupaba gran parte del intestino".
Lógicamente, con el mazazo del diagnóstico y la noción de que su vida corría peligro, lo último en lo que podía pensar era en el sexo. En todo caso, las relaciones conyugales con su mujer venían siendo bastante escasas en los últimos meses, debido a la situación de estrés laboral que atravesaba.
Sin embargo, su perspectiva vital pronto experimentó un cambio radical. "Fue todo muy rápido: el ingreso, la intervención y la salida del hospital. Los cuatro meses de quimioterapia los viví como un periodo de relajación, alejado de la angustia que me provocaba la oficina", explica. El resultado fue que no sólo no tuvo que soportar ninguna disfunción sexual, sino que incluso recobró el deseo perdido.
Cuestiones tabú
La historia de este señor de Murcia no puede, ni mucho menos, generalizarse a todas las personas con tumores de colon. Aquellas a los que se les ha practicado una colostomía (abertura en la pared del abdomen que permite la salida de heces al exterior) son los que atraviesan mayores dificultades para mantener relaciones sexuales con normalidad.
Sacar estos temas en la consulta de un profesional sanitario sigue siendo un reto pendiente. Yolanda Escobar, médico adjunto del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y miembro de la sección de cuidados continuos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), reconoce que "las altas cifras de pacientes que sufren algún tipo de disfunción sexual contrastan con la poca conciencia que existe en la práctica clínica respecto a estos temas a los que los propios enfermos suelen restar importancia".
"Cuando les mandamos al psicólogo, muchas veces nos encontramos con que no quieren ir", corrobora Graciela García, oncóloga radioterápica y asesora del Comité Técnico de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). "Hay muchos menos varones que mujeres que aceptan acudir por otras cuestiones relacionadas con su salud mental y, según mi experiencia, ninguno lo hace por temas relativos a la sexualidad", añade.
Quienes logran liberarse de los prejuicios culturales descubren que es mucho lo que se puede hacer para mejorar esta parcela tan ligada a la calidad de vida de la persona. De hecho, se calcula que aproximadamente un 70% de los pacientes de cáncer con disfunción sexual mejora con tratamientos adecuados.
Escobar confirma que la sanidad pública carece de medios suficientes para tratar este tipo de dificultades, pero cree que "lo fundamental es que tengamos la sensibilidad de reconocer el problema. Tenemos que ser capaces de generar en el paciente una confianza suficiente para que hable del tema. Con eso ya ganaríamos muchísimo". E ilustra su argumentación con ejemplos de consejos que se le pueden ofrecer: "Cambios posturales que disminuyan el dolor durante el coito, trucos para disimular las bolsas de colostomías o utilizar sujetadores sexis para las mujeres operadas de mama".
El siguiente paso es saber cuándo derivar al afectado a una unidad de andrología, a la consulta de ginecología o a un psicólogo especializado en terapia de pareja.
Al fin y al cabo, los escollos que pueden surgir son de muy diversa índole. Para empezar, en todos los cánceres hay que tener en cuenta los factores emocionales, que pueden traducirse en ansiedad y depresión. La autoestima también suele salir perjudicada tras los cambios corporales (amputaciones, alopecia, pérdida de peso, cicatrices) asociados al tratamiento. "Otros factores son el cansancio, el dolor y los cambios en las relaciones de familia", recapitula Eva Béjar, psicooncóloga de la AECC. Cuando el enfermo es quien se encarga de ingresar dinero en las arcas de la economía familiar, el hecho de que se convierta en un paciente que necesita cuidados repercute, a menudo, en su relación de pareja en todos los aspectos, incluido el sexual.
Béjar explica que existen distintas opciones de tratamiento psicológico, adaptadas a cada caso. "Hay terapias en las que se incluye a los dos miembros de la pareja y se procura focalizar su atención en sus sensaciones y dificultades. Se les educa en comunicación emocional y se procura favorecer una actitud abierta", relata. El proceso "suele ser bastante lento", se lamenta la psicóloga, "porque es un tema que no solemos abordar fácilmente en nuestra cultura".
Más allá del coito
Los especialistas en salud mental también tienen la misión de ayudar a reformular su vida íntima a quienes sufren complicaciones orgánicas debidas al tratamiento, tales como estrechamiento de la vagina o disfunción eréctil. "En esos casos, resulta esencial educar al paciente en una sexualidad no centrada en lo genital o el coito, sino en la búsqueda del placer desde un concepto más amplio", señala Béjar.
Por otro lado, considera crucial que se informe a los pacientes sobre las posibles consecuencias de las terapias desde el momento del diagnóstico y se les ofrezcan alternativas terapéuticas menos traumáticas siempre que sea posible.
Tanto la quimio como la radioterapia pueden causar efectos como la disminución de la libido en todos los tumores, pero hay cánceres en los que estas terapias, además de la cirugía, son mucho más devastadoras. Es el caso del de vejiga y, sobre todo, del de próstata, muchos de cuyos afectados tienen que pagar el tributo de quedar impotentes a cambio de salvar la vida.
"Aunque es posible aplicar técnicas con la intención de preservar la potencia en pacientes muy seleccionados, en la mayoría se precisa realizar cirugías más radicales", señala Bernardino Miñana, coordinador del grupo de Urooncología de la Asociación Española de Urología. En los más afortunados, es decir, aquellos con tumores detectados precozmente y poco agresivos, se puede intentar conservar los nervios y vasos sanguíneos que van pegados a la próstata y posibilitan la erección.
Pero incluso cuando no es factible mantener la potencia hay alternativas terapéuticas para estos pacientes. En primer lugar, pueden tomar medicamentos orales, como Viagra, Cialis o Levitra, que potencian la erección. Dado que éstos son menos eficaces en personas sometidas a cirugía que en los individuos con otro tipo de problemas sexuales, existe una segunda opción: las inyecciones de unas sustancias denominadas prostaglandinas directamente en el pene. Su efecto es prácticamente inmediato, pero no pueden obviarse las molestias asociadas al pinchazo. En tercer lugar, las prótesis de pene son bastante efectivas y tienen una duración media de entre ocho y 10 años. El único inconveniente es que su colocación requiere una intervención quirúrgica.
Las repercusiones orgánicas del tratamiento de los cánceres ginecológicos también son, con frecuencia, considerables. Así, en el caso del de cuello de útero (cérvix), la principal consecuencia de la cirugía es que "la vagina se acorta", indica José Antonio Vidart, jefe del Servicio de Ginecología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. "Si además es necesario, por el tipo de tumor, completar con radioterapia, la situación se complica aún más", agrega. No obstante, la colocación de un tampón con estrógenos ayuda a que la vagina no se cierre. Vidart precisa que la sexualidad de la mujer ha ido cobrando importancia a la hora de instaurar una terapia.
Andrés Poveda, coordinador del Área Clínica de Oncología Ginecológica (Acog) del Instituto Valenciano de Oncología, subraya que la terapia de las disfunciones sexuales es una de las áreas más relevantes. "De hecho, estamos haciendo un estudio y hemos visto que entre un 15% y un 20% reconoce que estas alteraciones son un problema importante". Este especialista tiene motivos para lanzar un mensaje positivo: "Sin duda, se puede mejorar". Según los casos, los profesionales recomiendan estrógenos, lubricantes e hidratantes vaginales; además de dispositivos que incrementan el flujo sanguíneo al clítoris y aumentan la sensibilidad.
Sin olvidarse, claro está, de otros tipos de apoyo. El psicólogo experto en inteligencia emocional Carlos Hué, que además ha sufrido un cáncer y es el presidente en funciones de la asociación Europacolon, recomienda "huir de la inactividad, que es el peor enemigo de las personas enfermas".
elmundo.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario