No vaciló en jugar con las palabras y construir con ellas mundos pródigos de fantasía y humor para la zambullida de sus pequeños lectores. Así, María Elena Walsh marcó un innovador antes y después en la literatura infantil argentina.
La poetisa, una figura esencial de la cultura local, cumple 80 años el próximo lunes. Y sus versos y canciones, que conquistaron con su frescura y sensibilidad a varias generaciones, ya pasaron a la oralidad, convertidos en clásicos.
La autora, cantante, traductora, compositora y guionista nació un 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, con un padre descendiente de ingleses e irlandeses y una madre hija de criollos y gaditanos.
De su pluma nacieron personajes entrañables, entre los que se destaca Manuelita la tortuga, llevada al cine en dibujos animados con gran éxito. Y sus versos trascendieron fronteras en las voces de Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat, entre otros.
"Cantar canciones para los que no tienen ilusiones, poesía para los que perdieron la alegría", sintetiza María Elena Walsh su labor en los versos de "Cantar canciones", del Cancionero contra el mal de ojo (1976).
Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes, y publicó en 1947 Otoño imperdonable, su primer libro de poemas para adultos. Poco después, el español Juan Ramón Jiménez visitaba Buenos Aires y le extendía una invitación para pasar una temporada en su casa de Maryland, Estados Unidos.
En 1951 editó otro libro de poemas, Baladas con Ángel y al año siguiente, en auge del peronismo, decidió autoexiliarse en París. Walsh, que alguna vez se definió como "cupletista", residió allí cuatro años y formó un exitoso dúo de cantantes folclóricas con Leda Valladares.
En Francia empezó a escribir canciones y poemas infantiles, y el cambio de destinatario se concretó en 1960, con la publicación de Tutú Marambá. En 1962 estrenó con excelente recepción en el teatro Canciones para mirar, seguida un año después por la obra Doña Disparate y Bambuco.
A lo largo de esa década llegarían muchos otros libros como El reino del revés, Zoo Loco, Dailan Kifki, Cuentopos de Gulubú y Versos tradicionales para cebollitas. Su producción infantil posterior abarca entre otros Chaucha y Palito, Pocopán y el más reciente Hotel Pioho's Palace.
Sus obras fueron traducidas a diversos idiomas y le valieron premios literarios como el Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen por la International Board of Books for Young People (IBBY).
Los disparates de su creación literaria fluyen en un lenguaje desacartonado y coloquial, que invita a un mundo de imaginación alocada y de placer del juego con las palabras. En la irrealidad del reino del revés, en los objetos que toman el té, o en las naranjas que pasean se apela a lo absurdo como expresión lúdica de humor.
El humor como arma contra la solemnidad y los prejuicios son aún más evidentes en sus canciones para adultos. A partir de 1968, su público integrado por mayores pudo disfrutar de sus versos en recitales unipersonales.
"Serenata para la tierra de uno", "Oración a la justicia" o "Como la cigarra" se convirtieron en himnos populares y fueron adoptadas por diferentes grupos para expresar sus reclamos. Se trataba de canciones populares con un lenguaje diferente, con los que dibujó el perfil de su tierra con ironía y ternura.
Dueña de una obra fecunda que se reimprime permanentemente, en 2008 publicó "Fantasmas en el parque", entre la novela y la autobiografía, siguiendo los vaivenes del recuerdo.
Pero María Elena Walsh también supo alzar su voz cuestionadora contra situaciones de opresión, autoritarismo o injusticia mediante sus artículos en medios periodísticos.
Obtuvo gran repercusión en 1979 con "Desventuras en el País- Jardín-de-Infantes", un ejemplo de resistencia frente a la censura militar. Esos años fueron duros no sólo por la situación política en el país, sino también por sus problemas de salud.
En tanto, en "La pena de muerte" en 1991, durante el gobierno de Carlos Menem, manifestó su resuelta postura opositora a la iniciativa. También se haría tiempo para defender a la letra emblemática del idioma español, en su ingenioso artículo "La eñe también es gente".
Es que, como afirma la propia autora, "hay demasiado mundo mudo. Procuremos, en fin, no callar tanto, que trae desgracia". En definitiva, no amainar la rebeldía y seguir cantando, como la cigarra.
Fuente: DPA/criticadigital.com
La poetisa, una figura esencial de la cultura local, cumple 80 años el próximo lunes. Y sus versos y canciones, que conquistaron con su frescura y sensibilidad a varias generaciones, ya pasaron a la oralidad, convertidos en clásicos.
La autora, cantante, traductora, compositora y guionista nació un 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, con un padre descendiente de ingleses e irlandeses y una madre hija de criollos y gaditanos.
De su pluma nacieron personajes entrañables, entre los que se destaca Manuelita la tortuga, llevada al cine en dibujos animados con gran éxito. Y sus versos trascendieron fronteras en las voces de Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat, entre otros.
"Cantar canciones para los que no tienen ilusiones, poesía para los que perdieron la alegría", sintetiza María Elena Walsh su labor en los versos de "Cantar canciones", del Cancionero contra el mal de ojo (1976).
Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes, y publicó en 1947 Otoño imperdonable, su primer libro de poemas para adultos. Poco después, el español Juan Ramón Jiménez visitaba Buenos Aires y le extendía una invitación para pasar una temporada en su casa de Maryland, Estados Unidos.
En 1951 editó otro libro de poemas, Baladas con Ángel y al año siguiente, en auge del peronismo, decidió autoexiliarse en París. Walsh, que alguna vez se definió como "cupletista", residió allí cuatro años y formó un exitoso dúo de cantantes folclóricas con Leda Valladares.
En Francia empezó a escribir canciones y poemas infantiles, y el cambio de destinatario se concretó en 1960, con la publicación de Tutú Marambá. En 1962 estrenó con excelente recepción en el teatro Canciones para mirar, seguida un año después por la obra Doña Disparate y Bambuco.
A lo largo de esa década llegarían muchos otros libros como El reino del revés, Zoo Loco, Dailan Kifki, Cuentopos de Gulubú y Versos tradicionales para cebollitas. Su producción infantil posterior abarca entre otros Chaucha y Palito, Pocopán y el más reciente Hotel Pioho's Palace.
Sus obras fueron traducidas a diversos idiomas y le valieron premios literarios como el Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen por la International Board of Books for Young People (IBBY).
Los disparates de su creación literaria fluyen en un lenguaje desacartonado y coloquial, que invita a un mundo de imaginación alocada y de placer del juego con las palabras. En la irrealidad del reino del revés, en los objetos que toman el té, o en las naranjas que pasean se apela a lo absurdo como expresión lúdica de humor.
El humor como arma contra la solemnidad y los prejuicios son aún más evidentes en sus canciones para adultos. A partir de 1968, su público integrado por mayores pudo disfrutar de sus versos en recitales unipersonales.
"Serenata para la tierra de uno", "Oración a la justicia" o "Como la cigarra" se convirtieron en himnos populares y fueron adoptadas por diferentes grupos para expresar sus reclamos. Se trataba de canciones populares con un lenguaje diferente, con los que dibujó el perfil de su tierra con ironía y ternura.
Dueña de una obra fecunda que se reimprime permanentemente, en 2008 publicó "Fantasmas en el parque", entre la novela y la autobiografía, siguiendo los vaivenes del recuerdo.
Pero María Elena Walsh también supo alzar su voz cuestionadora contra situaciones de opresión, autoritarismo o injusticia mediante sus artículos en medios periodísticos.
Obtuvo gran repercusión en 1979 con "Desventuras en el País- Jardín-de-Infantes", un ejemplo de resistencia frente a la censura militar. Esos años fueron duros no sólo por la situación política en el país, sino también por sus problemas de salud.
En tanto, en "La pena de muerte" en 1991, durante el gobierno de Carlos Menem, manifestó su resuelta postura opositora a la iniciativa. También se haría tiempo para defender a la letra emblemática del idioma español, en su ingenioso artículo "La eñe también es gente".
Es que, como afirma la propia autora, "hay demasiado mundo mudo. Procuremos, en fin, no callar tanto, que trae desgracia". En definitiva, no amainar la rebeldía y seguir cantando, como la cigarra.
Fuente: DPA/criticadigital.com
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