jueves, 21 de enero de 2010

Los secuestrados deben recibir asistencia psicólógica precoz

PATRICIA MATEY
MADRID.- Un director de una surcusal bancaria en un aparcamiento céntrico de Getafe (Madrid); una hija de un empresario en Miraflores de la Sierra (pueblo de la capital); una mujer en Castelldefels (Cataluña) o un vecino del Polígono del Valle de Jaén. Los secuestros exprés parece que están también 'de moda' en nuestro país.
Se trata de una forma de detención ilegal, extendida en México y Colombia, en la que la víctima permanece retenida contra su voluntad de unas horas a un máximo de unos pocos días. El asalto tiene fines económicos. Y, aunque el tiempo de privación de libertad es reducido, los afectados pueden padecer consecuencias físicas y mentales.
"En este tipo de secuestros, las posibilidades de desarrollar trastornos neuropsiquiátricos son menores, en comparación con los que sufren retenciones más largas [como la que están experimentando los tres cooperantes españoles capturados por Al Qaeda en pasado 29 de noviembre]. Sin embargo, los raptos más cortos suelen ir acompañados de mucha violencia", aclara Alfredo Calcedo Barba, psiquiatra forense y profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid.
Formas de reaccionar
Por este motivo y para reducir al mínimo el riesgo de secuelas es fundamental que tanto la víctima como sus familiares tengan atención psicológica inmediatamente después de la liberación. Sin embargo, no todas las personas reaccionan igual ante las mismas situaciones trágicas, ni todos los secuestros producen efectos similares en sus víctimas. Las condiciones psicológicas de cada individuo antes de sufrir este tipo de acto violento son las que pueden determinar su estabilidad emocional posterior.
"Las personas que ya padecían un trastorno de ansiedad o son más susceptibles a sufrir depresión son las que más vulnerabilidad tienen para desarrollar problemas mentales tras el secuestro", recalca el doctor Calcedo, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Legal.
Pese a todo, afortunadamente, la mayoría de las personas que viven una tragedia no llega a padecer el síndrome de estrés postraumático. La gravedad de este trastorno y las probabilidades de que se desarrolle no dependen de la naturaleza de la tragedia vivida, sino de cómo se enfrenta cada uno a ella. Y esta forma de reaccionar ante una situación dura e inusual depende mucho de la sensibilidad y de los recursos personales.
Estos últimos están determinados por las características genéticas de cada individuo, su personalidad y la situación vital concreta que esté atravesando en esos momentos. Influyen también la experiencia de vivencias traumáticas anteriores y el tejido familiar y social que le rodean.
El estrés postraumático
La disociación es, en palabras del psiquiatra forense de Madrid, "una de las reacciones más frecuentes en los secuestrados de larga duración. Este fenómeno, que es un acto de supervivencia que emplea el cerebro para no sufrir, ocasiona que las funciones normalmente integradas de la consciencia, identidad, memoria o percepción del ambiente estén interrumpidas". Son, precisamente, estas personas las que "más riesgo tienen de padecer síndrome de estrés postraumático", agrega.
Sus víctimas reexperimentan la situación vivida, tienen pesadillas y reacciones físicas o emocionales desproporcionadas ante acontecimientos asociados a la situación traumática. También presentan irritabilidad, compulsividad, agresividad, evitación de lugares o personas, bloqueo emocional y aislamiento social.
Las opciones terapéuticas
Los fármacos (existe media docena de antidepresivos que cuentan con esta indicación) junto a otros tipos de tratamientos, como la terapia cognitiva conductual, "durante meses, incluso años, ayudan a vencerlo. Muchos pacientes acuden derivados de sus médicos de cabecera porque se sienten mal físicamente, con pesadillas, otros problemas de sueño, escalofríos... y no saben la causa. Su cuerpo les recuerda lo que su mente no quiere rememorar. En estos casos, es fundamental que verbalicen lo vivido para poder superarlo", agrega Alfredo Calcedo.
Desafortunadamente, este trastorno suele ir asociado a otros problemas psíquicos en un elevado número de pacientes. "Un 50% de los afectados tiene además depresión. La ansiedad, las fobias y los trastornos obsesivo-compulsivos son también frecuentes entre los afectados", recuerda. Asimismo, los pacientes tienen más posibilidades de consumir drogas y de experimentar un proceso de victimización.

elmundo.es

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