Mostrando entradas con la etiqueta psicología. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta psicología. Mostrar todas las entradas

domingo, 17 de junio de 2012

¿Funciona la terapia por teléfono?


Los pacientes con depresión son más propensos a continuar con la psicoterapia cuando ésta se administra vía telefónica que cuando se emplean métodos tradicionales como el cara a cara, según reveló un estudio realizado en los Estados Unidos
Sin embargo, aunque la gente no abandone tanto la terapia, el tratamiento en un entorno tradicional pueden ser algo más útil, indican los resultados de la investigación, publicados en Journal of the American Medical Association.
David Mohr, el autor principal del estudio y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Feinberg, dijo que muchas personas quieren hacer terapia como parte del tratamiento de su depresión, pero pueden tener problemas para conseguirla.
“Una de las cosas que hemos descubierto con los años es que es muy difícil para la gente con depresión acceder a psicoterapia“, dijo.
Además de los gastos si el seguro médico no la cubre, la  psicoterapia requiere un compromiso de tiempo -a veces una hora o más a la semana durante meses- que supone un reto cumplir.
Para ver si las sesiones de terapia por teléfono hacen más fácil a las personas seguir con su plan de tratamiento, Mohr y su equipo pidieron a 325 personas con depresión que se sometieran a un tratamiento de 18 semanas.
La mitad de los pacientes recibió terapia a través del teléfono y la otra mitad, en persona. Se retiró más gente de la terapia cara a cara, en concreto 53, frente a aquellos que se sometieron a la terapia a través del teléfono, que fueron 34. Al final del estudio, los pacientes de ambos grupos sintieron algo de alivio en su depresión.
Pero seis meses después de que el estudio finalizara, los pacientes que estuvieron en persona con sus terapeutas se sintieron menos deprimidos que aquellos que tuvieron sus sesiones por teléfono.
“Esto es muy esperanzador y sugiere que el teléfono puede ser un medio efectivo para comunicarse con los clientes durante (la terapia de comportamiento cognitivo)”, dijo Stefan Hofmann, profesor de psicología de la Universidad de Boston, que no participó en el estudio.
“Al parecer hay una ventaja si se hace la terapia cara a cara, pero la razón no está clara”, añadió. Hofmann dijo que sospechaba que la diferencia entre los grupos no estaba en que la terapia en persona funcionara mejor.
El experto dijo que quizá los pacientes podrían beneficiarse de una combinación de ambas terapias, empezando con sesiones telefónicas y siguiendo con aquellas cara a cara.
Fuente: Reuters
infobae.com

domingo, 13 de mayo de 2012

Autoestima

¿Cuánto nos conocemos? ¿Estamos conformes con nuestra vida? ¿Cuán extremadamente autocríticos o ególatras podemos llegar a ser?
La autoestima se refiere a la autovaloración y aceptación de nosotros mismos. Si bien de lo que se trata es de saber si las expectativas son compatibles con lo que resulta ser de nuestras vidas, la autoestima no siempre es compatible con la fidelidad de los espejos.
A la hora de la autocrítica, suelen encontrarse a tomar el té (dulce o amargo). Cuanto más cerca estamos del sabor agradable, más elevados los niveles de satisfacción y autoconformidad.
Cuanto más desagrado y cuanto menos soy lo que quiero ser, todo se torna más oscuro y sin sabor.
Así es como la ansiedad, la angustia, la frustración y tantas otras posibles emociones negativas pueden llegar a sentarse a la mesa para confrontar con valores tan positivos y necesarios para el bienestar personal, como son el amor propio, la confianza, la seguridad y la autocompasión, entre otros.
¿Cuán desajustados estamos con lo que marca nuestra balanza emocional? ¿Cuál es, en este sentido, nuestro peso ideal?
Es cierto, no es fácil (es casi imposible) ser objetivo con uno. Tanto como ir detrás de valores de satisfacción o insatisfacción desmedidos.
No es sencillo regular a conciencia los niveles de rigor o permisividad, de flexibilidad o hipersensibilidad, de culpa o deseo.
Un buen punto de partida, tal vez, sea ser lo más sinceros y saludablemente autocríticos (sin prejuicios ni juicios extremos) con nuestras más íntimas ideas y nuestros sentimientos y valoraciones.
Sería bueno, además, coincidir en que no siempre somos lo que podemos o queremos ver. Así como el vidrio se empaña aún más cuando nos gobierna el deber ser y nos entregamos, sumisos, al mandato o a las expectativas de los otros. De ser así, ¿qué es lo que está en juego a la hora de la autovaloración? Del mismo modo, ¿cuál es la fórmula o la vara con que nos echamos a calcular pesos o medir virtudes y fortalezas?
Más allá de lo que podamos haber aprendido (o desaprendido), o de lo que hayamos conseguido dosificar de los registros de nuestro estado físico y emocional, la reflexión sobre la autoestima nos puede habilitar o despejar el camino hacia la autosuperación más acorde a nuestro verdadero sentido de la vida.
lanacion.com

Hablar de uno mismo en una red social causa el mismo placer que el sexo

WASHINGTON (AFP).- Con la irrupción de las redes sociales en Internet, las personas viven un fenómeno distinto que hoy es analizado desde diversos ángulos por científicos. Escribir de uno mismo en Facebook, Twitter u otra red social y publicar puntos de vista sobre distintos temas en las logra gratificar al cerebro de la misma manera que la comida y el sexo, según concluyó un estudio publicado en Estados Unidos.
El estudio publicado por la Academia Nacional de Ciencia de Estados Unidos (PNAS, por sus siglas en inglés) reveló que hablar de uno mismo genera una secreción de dopamina, un químico vinculado a los sentimientos de placer o la anticipación de una recompensa.
Los investigadores afirman que la mayoría de la gente dedica de 30% a 40% de su discurso a "informar a otros de sus propias experiencias subjetivas, pero en los medios sociales este porcentaje llega al 80%".
"La gente hace confidencias tan voluntariamente porque hablar de uno mismo es en sí mismo un acto con un determinado valor, como lo son las actividades que generan una recompensa inmediata, como comer o hacer el amor", explicaron los investigadores.
El estudio, que no citó específicamente a Facebook, se centró en la respuesta del cerebro de las personas a "la oportunidad de comunicar sus pensamientos y sentimientos a los demás."
"En la medida en que los seres humanos están motivados para revelar lo que piensan, la oportunidad de dar a conocer lo que se piensa se vive como una potente forma de recompensa subjetiva", escribieron Diana Tamir y Jason Mitchell, del laboratorio de neurociencia de la Universidad de Harvard, Massachusetts.

Respuesta cerebral

Según los investigadores, la conclusión sustenta la idea de que los seres humanos, al igual que algunos otros primates, dejarán de lado algunas recompensas por obtener una fuerte respuesta cerebral.
El estudio dio a los participantes una recompensa en efectivo por responder algunas cuestiones factuales sobre cosas que observaban, y una recompensa menor por ofrecer sus propios puntos de vista sobre un tema.
En muchos casos, los participantes eligieron una recompensa menor con tal de poder hablar de sí mismos.
"Así como los monos están dispuestos a renunciar a recompensas para ver a sus compañeros de grupo dominantes y los estudiantes universitarios están dispuestos a pagar para ver a miembros atractivos del sexo opuesto, los participantes en el estudio estaban dispuestos a renunciar al dinero para hablar de sí mismos", señalaron los científicos.
lanacion.com

Pandemia de pesimismo

"Con la que está cayendo". La muletilla se ha instalado en las conversaciones cotidianas, en un día a día atravesado de malas noticias, pendientes del Ibex o de una prima de riesgo "que ya parece de nuestra familia", ironiza el sociólogo Daniel Kaplún. Así, desde hace meses. Muchos. Y sin saber hasta cuándo. La crisis económica extiende un halo de pesimismo social, un manto de tristeza y falta de expectativas que cala en los ciudadanos. No se ve la salida. "No hay futuro y, por tanto, tampoco hay presente", plantea el catedrático de Sociología Enrique Gil Calvo, de la Universidad Complutense. "Hemos pasado de la preocupación a la angustia", diagnostica su colega José Juan Toharia, de la Autónoma madrileña. La que está cayendo refleja un sentimiento colectivo y, también, emociones individuales. Las negativas, el trío de ansiedad, ira y depresión, se pueden disparar, advierte el psicólogo Antonio Cano. Los médicos de familia ya lo notan. ¿Hay salida a la falta de salidas?
"Estamos en una situación de miedo generalizado y pocas veces ha habido tantas razones para sentirlo: cae la economía, la cifra de parados ha subido de 1,8 millones a 5,6 en apenas cuatro años. Además, cuando pensábamos que ya salíamos de una crisis que tenía forma de uve resulta que se ha recrudecido, que la uve era en realidad una uve doble. Y ha llegado la austeridad", diagnostica Gil Calvo. Ello ha llevado a la sensación de "pesadilla" desde que, en 2010, comenzaron los recortes. Un mal sueño vestido de impotencia y que abona un "desánimo general" sin fin. "Ni hay remedio, ni hay remediadores. No se ve la salida. El PSOE ha fracasado. El PP, también, y ya no hay bomberos". Sin apagafuegos, ni soluciones o liderazgos interiores, según Gil Calvo. Y mientras, "cada vez una nueva vuelta de tuerca más en el fondo del pozo". Y "con el síndrome de los viernes: a ver dónde pasan la cuchilla [en el Consejo de Ministros]", añade el psiquiatra Julio Bobes.
Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). / EL PAÍS
"A lo más que podemos aspirar es a no empeorar. Hemos perdido las expectativas y estamos sin horizonte, sin esperanza", explica Daniel Kaplún, sociólogo experto en opinión pública. La víctima es la clase media, "depauperada". "Son los que han perdido el empleo o la fuente de ingresos, como los pequeños empresarios o los autónomos, incluidos los que no logran cobrar lo que se les debe. Muchos están al límite de la exclusión social, o han caído en ella", describe. Suponen "más de un tercio de la población", calcula.
Gente acostumbrada a una vida más o menos rumbosa enfrentada a una secuencia de "pérdida de ingresos, reducción de los gastos con visibilidad social y que otorgan estatus —como el coche— y, también, de los dispendios fuera de casa", a menudo un elemento de socialización. Sobra el tiempo, algo que sufren más los hombres, por ser menos dados a ocuparlo en tareas domésticas o en socializar, prosigue. Pero unos y otras "sienten una mezcla de culpa y vergüenza que les lleva al ensimismamiento, a aislarse, en parte para no gastar", prosigue Kaplún. Una situación que se atenúa en la medida en que sus compañeros o vecinos caen en la misma pauperización que ellos. "Entonces se asume que es un fenómeno colectivo y ya no hay que ocultar las dificultades". Mal de muchos...
La sensación de horizonte cerrado resulta excesiva
Luego, están los "asustados", casi otro tercio de la población, estima Kaplún. Son "gente que conserva íntegro, o casi, su salario o su tasa de beneficio". "Se preguntan 'cuándo me va a tocar'. Están paralizados, mirando las barbas del vecino, y dejan de consumir por las dudas".
Unos gastan menos a la fuerza y otros, por temor al futuro. Se derrumba la confianza. La del consumidor, según el índice que elabora el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) se situó bajo mínimos en abril: 50,3 —sobre un máximo de 200, que indican el optimismo total—, 13 puntos menos que en marzo. La valoración del momento actual es peor aún: 31,9, 18 puntos menos. Solo uno de cada cinco entrevistados cree que la situación de la economía y el empleo mejorarán en los próximos seis meses.
Tristeza, desánimo, ensimismamiento. Y, con la autoestima por los suelos. "Hemos pasado de ser los nuevos ricos de Europa, hasta 2008 y con dinero de los alemanes, a ser los nuevos pobres, cuya salvación depende, de nuevo, de Alemania, y quizá de Francia", apunta Gil Calvo. "Lo que me asusta es que se nos dice que somos culpables, que lo tenemos merecido y que tenemos que hacer penitencia por haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Estamos interiorizando lo que creen de nosotros". De ahí que renazca el sentimiento de inferioridad respecto a la Europa del norte, apunta.
"Estamos en estado de shock, pero no es un accidente, es una estrategia de clase que busca objetivos determinantes. Hay un 1%, los especuladores, que se están forrando", apunta Kaplún. "Decimos 'la que está cayendo', pero es un eufemismo que implica que nadie tiene la culpa. Como si fuera un accidente, una lluvia incontrolable que provoca inundaciones. Pero no. No es la que está cayendo, es la que nos han tirado encima. Los mercados son, en realidad, personas". Verlo así supone cierto alivio, porque la toma de conciencia ayuda, plantea.
Un parado tiene 2,2 veces más riesgo de sufrir ansiedad o depresión
Cayendo por su cuenta o arrojado, pero está ahí. Un clima social de parálisis, resignación y pesimismo. A la espera de que algún día escampe. O no. Solo el 18,7% de los españoles cree que la situación económica será mejor dentro de un año, según el último barómetro del CIS. Casi nueve de cada diez consideran que ahora es mala o muy mala y seis de cada diez la consideran peor que hace un año. El gran problema es la epidemia de paro —lo es para seis de cada diez encuestados—. Es el que más afecta en términos personales —al 38,4% de los entrevistados—.
La crisis económica como enfermedad social y, también, individual. "Genera un sentimiento de que ya no está en manos de cada uno lo que pase con su vida", asegura José Luis Linaza, catedrático de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. "Uno de los problemas más serios que tenemos es que muchos seres humanos no ven un futuro en el plazo de años. Y no son uno ni dos", prosigue. Un futuro que está ligado a un empleo, que es la llave maestra de las expectativas vitales. "Eso se traduce, o bien en el intento de hacer algo o en la sensación de imposibilidad para hacerlo, en una indefensión aprendida que lleva a decir 'no puedo intervenir en el futuro de mi vida'. Esto último lleva a la apatía y a la depresión. Y cuando la depresión, aunque siempre individual, se convierte en una especie de fenómeno colectivo, es un problema mayor", describe Linaza.
"Crece exponencialmente la sensación de desesperanza y de horizonte cerrado, aunque a veces responda más a un temor que a una situación real. Y si no hay esperanza ni horizonte, ¿para qué esforzarse?", prosigue el psicólogo. "Me impresiona la gente que deja de mandar currículos porque tiene la certeza de que no servirá de nada", añade. Es el desaliento personal, alimentado por el colectivo. "El pesimismo general contribuye a la depresión individual", explica Linaza. Y eso, en una recesión "peor que la de 1929", que deja una estela de "ciudadanos mucho más replegados sobre sí mismos y con la familia como balón de oxígeno". Una sociedad "más ensimismada", y bombardeada con malas noticias día tras día, recorte tras recorte, lo que "genera un clima de pesimismo colectivo", un ambiente quizás alentado "porque el mal de muchos beneficia a unos pocos, los especuladores".
La clase media depauperada es más de un tercio de la población
El pesimismo colectivo se alimenta con malas noticias, que producen "saturación", afirma Linaza. El cansancio lleva a veces a querer ignorarlas, pero "todos hemos tenido que aprender economía", tercia Kaplún. "Las malas noticias aumentan las emociones negativas", asegura Antonio Cano, catedrático de Psicología de la Complutense y presidente de la Sociedad Española de Ansiedad y Estrés. "La información amenazante, como la posibilidad de despidos, genera ansiedad. Las noticias sobre pérdidas, como las estadísticas que reflejan el aumento del paro, provocan tristeza", explica.
La pesada factura de la crisis. "Ocasiona cambios en el estilo de vida y en las emociones", prosigue Cano "y los políticos no ayudan a que los ciudadanos manejen mejor las emociones". En la situación actual pueden aumentar las emociones negativas, "aunque todavía no hay datos que lo corroboren". Se refiere sobre todo a tres, que ya menudeaban antes de la crisis "y que son estables": ansiedad, ira y depresión. "La primera surge cuando tememos que suceda algo malo. Por ejemplo, el miedo a perder el empleo. Cuando eso ocurre, aparece la ira, por vernos en esa situación. Y llega la tristeza por la pérdida, que suele ser un paso para la depresión", describe.
Este experto asegura que aún no hay estudios que midan los posibles efectos del deterioro económico en la salud mental de los españoles. Pero no los descarta, habida cuenta de que una persona sin empleo tiene "2,2 veces más probabilidades de tener trastornos depresivos o de ansiedad", señala este catedrático. Con todo, es cauto sobre una posible depresión colectiva. "No se corresponde con las cifras: el 6% de la población tiene síntomas de trastorno de ansiedad y el 4%, de depresión", afirma.
Sin datos, pero con certezas. "La situación de restricción a la que estamos abocados por todos los frentes, incluido el económico y las presiones laborales, tiene un impacto indudable en aspectos psicológicos", tercia Julio Bobes, de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. "Provoca trastornos adaptativos, porque hay que modificar el esquema existencial. Es como cuando uno pasa de comer lo que quiere a estar a dieta". "Muchos ciudadanos se ven en riesgo vital y eso les genera más ansiedad y angustia y más dificultades para dormir, para hacer las cosas", describe. Sin embargo, los trastornos de adaptación, "aunque pesan en la salud mental, no se traducen en un aumento de este tipo de enfermedades", sentencia.
Se va menos al médico de familia, pero con más males psíquicos
El malestar tampoco desemboca en más consultas a los psiquiatras, según Bobes, pero sí llega a las de primaria. "Llevamos nuestra incomodidad al médico de familia", asegura. Los profesionales lo corroboran: "Con la crisis ha aumentado la proporción de consultas por problemas que derivan de un malestar psíquico", asegura Josep Basora, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria.
Mucha subida de la tensión, mucho insomnio, mucha fatiga, ansiedad, angustia de anticipación. Síntomas o consecuencias de un malestar psíquico que se extiende no solo a los protagonistas de una situación difícil, sino también a sus familias, a menudo sobrecargadas de tareas. "Antes de la crisis, el 28% de las consultas al médico de familia se debía a problemas de malestar psíquico. Ahora el porcentaje es mayor, aunque ha caído el número de visitas de pacientes", añade Basora. Una paradoja.
Los españoles van menos al médico —"quizá por la sobrecarga de tareas en casa y el miedo a perder tiempo de trabajo", esboza Basora—, pero lo necesitarían más: "Estamos constatando que el malestar social influye en la salud de las personas", añade.
Empobrecidos, culpables, sin futuro... Y temerosos. "El miedo es el único valor que se transmite más rápido que las enfermedades, y es altamente contagioso", advierte el psiquiatra Bobes. Así las cosas, ¿qué salida existe cuando no se ve ninguna?
“Ni hay remedio ni hay remediadores. No se ve la salida”, dice Gil Calvo
"Vivimos con temor. A que nos despidan, a que los gastos aumenten más que los ingresos... pero luego cada individuo reacciona de distinta manera. En la misma situación, unos son optimistas y otros, depresivos. Influye mucho cómo interpreta cada uno la realidad", plantea Cano. La reacción está marcada por la personalidad, la genética y elementos sociales, como el apoyo familiar, que en España es "muy fuerte" y amortigua los efectos de la crisis sobre las personas. Cano propone dosis de optimismo —"ayuda a blindarse"— y memoria: "Hemos superado otras crisis. Podemos aprovechar para corregir errores".
"Hay que tener metas personales claras, apoyos aunque solo sean morales, y no tirar la toalla", propone Linaza. "Tenemos que pensar que nadie va a resolver nuestros propios problemas. O pensamos que somos parte de la solución o no habrá solución", añade. "No encontramos una salida, que tiene que ser colectiva", afirma Kaplún. Pero ve algún rayo para la esperanza, como los que nacen de una suerte de "cabreo" compartido y se traducen en iniciativas como la plataforma contra los desahucios por impagos de hipoteca o los trueques de tiempo, entre otras cosas, "porque cada vez hay menos dinero". A lo 15-M, quizá. Pero Gil Calvo echa un jarro de agua fría: "La indignación era posible hace un año, cuando parecía que algunas cosas podían cambiar. Ahora eso parece haber pasado. Frente a la indignación de entonces, la resignación de ahora", zanja.
Cuestión de talante. Aislamiento frente a colectivización del malestar. Y mientras, sigue cayendo.
elpais.com

domingo, 6 de mayo de 2012

Toda Wendy tiene su Peter Pan


El llega a casa, saluda a su mujer y, mientras le relata cómo estuvo su día, va desparramando por doquier la ropa que se quita. Ella lo sigue atrás, murmura insultos ofensivos, pero levanta prenda por prenda. Esta escena se repite día a día en muchos hogares. Tanto es así que algunos psicólogos hablan del síndrome de Wendy o de la mujer madre, un trastorno basado en la necesidad de satisfacer al otro de una manera exagerada y a la imposibilidad de decir que no. Este nombre hace referencia a la compañera de Peter Pan, el protagonista de la obra que el escritor escocés James M. Barrie publicó a principios del siglo pasado y que narra las aventuras de un chico que no quería crecer y una chica que se hacía cargo de todos los niños perdidos que habitaban el País del Nunca Jamás. Y así como se suele decir que detrás de cada hombre hay una gran mujer, detrás de cada Wendy siempre hay un Peter Pan o un hombre inmaduro a quien le cuesta cumplir con las responsabilidades que se imponen a lo largo de la vida.
Si bien también existen hombres sobreprotectores, este rasgo se presenta con más frecuencia en el sexo femenino, aseguran los especialistas. La maternidad y el mandato cultural, producto de una distribución de roles hegemónica hasta hace algunos años, ubicaron a la mujer en el lugar de servir al varón, acompañarlo, dedicarse a él y a los hijos, y postergarse. Décadas atrás, esta situación no se cuestionaba. Así eran las cosas y así estaban bien. Pero la mujer comenzó a ocupar esos espacios que durante siglos le fueron vedados y con eso adquirió otra conciencia de sí misma. Sin embargo, a pesar de estos cambios, todavía hay muchas Wendy. Es que la personalidad se va formando desde la temprana infancia y a veces, producto de la identificación con la figura materna, se repite el modelo de mujeres abnegadas y sacrificadas que viven para los demás.
Pero, ¿qué le pasa a Wendy? La psicóloga Adriana Guraieb, autora del libro El camino de salida e integrante de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) asegura que estas mujeres sufren un profundo complejo de inferioridad, un marcado temor a ser abandonadas y una fuerte necesidad de sentirse imprescindibles. Por eso están dispuestas a hacer cualquier cosa, con tal de ser aceptadas y darle el gusto al otro. "Ellas tienen una enorme dificultad para decir que no, aunque esto les complique el día y les impida hacer actividades propias o desarrollos personales. Porque, como una imposición interna, primero deben cumplir con lo que le hace falta al otro, aunque no se trate de algo trascendental: puede ser ir a buscar algo a la tintorería, por ejemplo. Lo que se impone es el temor a que el otro se enoje y las abandone", explica Guraieb.
Esta atención exacerbada la manifiestan con sus maridos Peter Pan, quienes las eligieron justamente por ser contenedoras, proveedoras y hacerse cargo de los compromisos que ellos no son capaces de asumir. "Con el paso de los años, esta mujer se va convirtiendo en una especie de esclava porque no puede disfrutar, tiene que resignarse y sufrir. Suspirar, bajar la cabeza, cumplir con el mandato familiar y servir al hombre para que él brille y tenga éxito. Y si no es así, es ella la que sale como un bombero a apagarle los incendios a su esposo, ya sea porque dejó los cheques en rojo, porque no pagó la escuela de los chicos o por lo que sea", afirma la psicóloga.
Con sus hijos también revelan este rasgo, a quienes, aunque ya estén en condiciones de ocuparse de sí mismos, les hacen los resúmenes de los libros, las presentaciones para la escuela o los dibujos para la Facultad.
En la historia de Barrie aparece un tercer personaje, que es el hada Campanita. Ella encarna la contratara de Wendy. Las mujeres con perfil de Campanita son independientes, tienen proyectos personales, saben de seducción y tienen un buen nivel de autoestima, producto de haber sido mimadas y estimuladas en la infancia. En una relación, ellas están muy bien plantadas, no se frustran ni se amargan porque no están dispuestas a pagar el precio que paga Wendy por retener un hombre a su lado. "Tengo una paciente -relata Guraieb- que es una Wendy y tiene una amiga que es Campanita. Son personas grandes, ambas separadas, y a la amiga le abundan los candidatos. Una tercera amiga decidió presentarle a la mujer Campanita otro candidato y Wendy dijo: ¿Por qué no me lo presentan a mí? Yo la invité a que reflexionara sobre si ella tenía disposición y disponibilidad para armar una relación con un hombre, ya que estaba de acá para allá atendiendo las demandas de los hijos y los nietos. Se trata de renunciar un poquito a cada uno de los otros espacios para ver si uno puede dar lugar al armado de los distintos aspectos que tenemos las mujeres."
Esta imposibilidad de decir que no deja a las Wendy en una calesita que siempre gira al compás de la misma música, y de la que no se pueden bajar. Mientras tanto, se colman de resentimiento porque están en la peor de las situaciones posibles: esperar a que su Peter Pan cumpla con las promesas. En esa espera sólo profundizan su amargura y frustración. Cuando el nivel de estrés va creciendo en su psiquismo, aparecen los primeros indicadores de afecciones como insomnio, dolor de cabeza, acidez o gastritis. "Entonces se queja por la vida que tiene y por todo lo que le duele sostenerla. Con lo cual no cierra que una persona mantenga esa posición", afirma la psicóloga.
Por fin llega un día en que Wendy comienza a poner condiciones y es ahí cuando empiezan las crisis en este tipo de parejas. Comienza una fuerte pulseada porque Peter Pan está muy arraigado en su estructura y hace falta tiempo, conciencia y ganas para cambiar. El amor y la convivencia, según dice Guraieb, tendrían que basarse en una reciprocidad, en un dar y recibir. Pero no sólo para satisfacer la necesidad del otro; tiene que haber algo de deseo también. "Todas tenemos en nuestro interior un poquito de Wendy y un poquito de Campanita. El tema es hacia dónde se inclina la balanza. Si está equilibrada, es lo más parecido a la utopía de la normalidad. Pero si está desequilibrada, cada una se va a tener que hacer cargo del déficit en algún aspecto", puntualiza.
Las mujeres Wendy tienen la necesidad de reforzar la autoestima de afuera hacia adentro. Quiere decir que aquello que no han constituido internamente lo buscan afuera. Pero claro está que los cambios verdaderos y estables nunca son de afuera hacia adentro, sino al revés. Este es el momento entonces para que Wendy pida ayuda y pueda entender lo que le está pasando. Este cambio es fundamental no sólo para ella, sino también para sus hijos. La madre Wendy no es un buen modelo identificatorio, ya que podría estar criando futuros Peter Pan y Wendy. "Por un acto responsable por ella y por su descendencia, sería bueno que esta mujer tome conciencia y se pregunte si este imaginario de ser tan imprescindible es una necesidad de ella. Si no pone un límite nunca va a saber si la aman de verdad o solamente la necesitan", concluye Guraieb.
El tratamiento psicológico para estas personalidades hace foco en que puedan desarrollar una buena autoestima, que aprendan a quererse mejor, que entiendan que tienen cualidades y que pueden darse satisfacciones y gratificaciones. Es importante que comprendan que pueden y deben disfrutar, y que no todo es sacrificio y abnegación.

¿Con quien te identificas?

Las que siguen son preguntas que responden a tests de personalidad orientados a develar personas con rasgos de Wendy, Peter Pan y Campanita. Las respuestas positivas se encuadran dentro de estos perfiles.
¿Sos una mujer Wendy?
Así se define a quienes son más madres que mujer con su pareja. Suelen enamorarse de hombres que se niegan a crecer y a cumplir con compromisos.
¿Te considerás imprescindible?
¿Sos de bancar, hacerte cargo de responsabilidades que tendría que realizar tu pareja?
¿Estás siempre disponible?
¿Preferís disculparlo aunque no tenga razón?
¿Tu miedo a perder la relación afectiva es muy grande?
¿Sos capaz de pedir perdón por el simple hecho de complacerlo, aunque no hayas hecho nada?
¿Acusás a tu pareja de abusar de tu buena fe, pero no hacés nada para cambiar la situación?
¿Te quejás, pero denunciás poco la situación o la minimizás para no enfrentar el conflicto?
¿Lo más importante para vos no es la verdad, sino que no se enoje con vos?
¿Te cuesta mucho decir que no?
¿Sos un varón Peter Pan?
Se denomina de este modo a los adultos que, como niños grandes, se resisten a asumir compromisos acordes con su edad y quieren vivir siempre jóvenes.
¿Es muy importante para vos producir efectos en el sexo opuesto?
¿Necesitás que te acepten, pero una vez que lo lográs, te cansás o aburrís con facilidad?
¿Te has convencido de que tu bienestar y seguridad interior dependen en gran parte de la aprobación de los demás?
¿Tenés facilidad para prometer y no cumplir?
Si tenés que hacer algo por obligación y a la vez te sentís tentado de hacer algo que da placer, ¿elegís el placer?
¿Has escuchado que se dice de vos que sos un irresponsable?
¿Te angustia mucho el paso del tiempo, envejecer?
¿Primero sos un gran conquistador y luego se decepcionan de vos?
¿Has dejado muchos proyectos inconclusos?
¿Considerás casi siempre que la culpa de tus problemas la tienen los que te rodean?
¿Sos una mujer Campanita?
Según el famoso relato, Peter Pan consideró a Campanita como el perfil de lo que se ha dado en llamar una mujer femenina y segura de sus atributos.
¿Te considerás audaz?
¿Sos una mujer de carácter fuerte?
¿Te han comentado que tenés mucha presencia?
¿Sos visualmente atractiva?
¿Tenés autoconfianza?
¿Te gustan los desafíos amorosos?
¿Utilizás todos tus recursos a la hora de la seducción?
¿Te considerás inteligente y sociable?
¿Te encanta llamar la atención?
¿Sos sexy?

MAS ESTERIOTIPOS

La mujer intelectual: Se interesa solamente por su estudio pues tiene una enorme curiosidad y es allí donde ella pone toda su energía.
La rubia tonta: Presenta a la mujer blonda como poco inteligente. Pueden ser profesionales muy destacadas, pero si son rubias, parecería que algo falla. Esto se encuadra dentro de prejuicios aún vigentes en la sociedad.
La mujer orquesta: Tiene familia, trabaja y quiere cumplir con todo con mucha exigencia. Se reparte entre su casa, su trabajo y las actividades de sus hijos.
La abuelita cariñosa: Es quien tiene que estar a disposición de los nietos, no importa si es una profesional, si tiene vida propia o si está armando una pareja. Sus hijos le exigen que esté siempre abocada a sus nietos.
La mujer fatal: Es quien gusta de los hombres casados o con compromiso estable. Esta conducta responde a raíces muy arcaicas, donde seguramente la mujer no pudo resolver la rivalidad con la madre respecto del cariño del padre. Esa tensión se traslada a su vida adulta y reedita la problemática en cada situación amorosa que se le plantea.
lanacion.com

domingo, 29 de abril de 2012

Satisfacción


Panza llena, corazón contento. Cuando logramos saciar el hambre con algo rico y saludable solemos darnos por satisfechos.
¿Qué cosas le gustarán a nuestra mente para sentirse satisfecha? ¿Le daremos lo que realmente necesita? ¿Sabremos cuán justo y necesario es el plato que le ofrecemos a diario?
Se dice que la satisfacción es un punto de equilibrio físico y emocional que nos permite descubrir la plenitud. La insatisfacción, en cambio, parece remitir a la falta, al desajuste, a lo desadaptativo, al dolor de no ser, tener o poder lo que realmente nos gustaría.
"Yo soy, yo estoy, yo tengo, yo puedo. Me gustaría".
Completar estas consignas parece ser un buen ejercicio para descubrir cuán satisfechos estamos con nosotros y con nuestro auténtico proyecto personal.
En definitiva, cuanto más sintonicemos con nuestros deseos y posibilidades, cuanto más conozcamos y aceptemos cómo verdaderamente somos, la plenitud parece ser/estar más acorde al sentido de realidad de lo que se tiene/se puede/se desea.
De poco sirve alimentar falsas identidades, deseos ajenos, costumbres impuestas o recetas prestadas. Sería como ponerle sal al café o alimentar al perro con comida para gatos. Si bien esto (y mucho más) es probable, todo esto sería lo más parecido a un atentado contra la esencia, contra la mismísima satisfacción, la búsqueda permanente de lo necesario, de lo que nos motiva. Así, la relación entre lo deseable y lo accesible parece acercarnos o alejarnos del punto cero (y máximo) de la vida plena.
Partiendo de la idea de que no existe lo ideal o lo perfecto, ¿cuán satisfecho está uno con la vida que lleva?
Habrá que subirnos a la balanza y saber leer cuántos kilos de menos tenemos por no alimentarnos con lo deseable y apropiado; o cuántos kilos de más cargamos por comer tanto alimento chatarra para el alma.
lanacion.com

miércoles, 15 de febrero de 2012

¿Conocés el método Alkymia?


Por Agustín Lavagnino
revistaohlala.com

¿Qué es?

Una técnica de autoterapia que busca activar las glándulas pineal y pituitaria, que están alojadas en el cerebro y son una poderosa vía para proteger tu salud: en pocas palabras, el objetivo final del método es que puedas llegar a la autosanación. Su única herramienta es el pensamiento. Para que tengas una idea de su importancia, el centro pineal-pituitario es representado en las religiones por diferentes símbolos: la hindú, por ejemplo, lo reconoce a través del tercer ojo.

¿Cómo se aplica?

Hay diferentes ejercicios para la activación del centro pineal-pituitario. Sólo tenés que transitar la lectura de una serie de indicaciones, en la más absoluta tranquilidad. A medida que vayas escuchando cada frase, se van a ir creando en tu mente diferentes ideas. Es fundamental que confíes en ellas y te dejes impulsar. Podés desarrollarlos por tu cuenta o ser asistida por un facilitador. No hay secretos ni trucos mágicos, sino un instructivo cuyo resultado dependerá de tu plena conciencia.

¿Qué síntomas trata?

Los especialistas que desarrollan Alkymia plantean que no existen enfermedades físicas o psicológicas que no puedan ser tratadas con este sistema: ellos reciben consultas para tratar alergias crónicas, psoriasis, colon irritable, migrañas, alteraciones en el sistema digestivo y trastornos de sueño. Cuentan, incluso, que recibieron consultas de pacientes terminales que lograron contrarrestar sus dolencias. El método, además, sirve para desarrollar al máximo tu creatividad.

Paso a paso

Leé esto con conciencia y tranquilidad. Funciona casi como una visualización: no es necesario estar en penumbras y podés hacerlo en cualquier momento del día.
1. Sentate en una silla, con la espalda derecha, y ordenales a tus músculos que cedan de una sola vez, soltándose a la gravedad de la Tierra. Llevá la atención a la glándula pineal y ordenale que se encienda.Visualizala como una esfera de luz que ilumina hacia ambos hemisferios cerebrales.
2. Visualizá cómo esta luz se expande, tanto que, por aquellos rayos que salen por sobre tu cabeza, vas al encuentro de los rayos arcoíricos que provienen de la Fuente, Padre/Madre o Arquetipo Uno, y te conectás con la Fuente.
3. Recibí su Luz-Amor, que se manifiesta en dos de los rayos: el rosa y el amarillo. Bajan hasta el centro cardíaco y se anclan formando un sol en expansión que irradia en esos dos colores. Al inhalar, llegan desde el centro cardíaco hacia vos, y al exhalar lo irradiás hacia todo el resto. Podés abarcar el planeta entero si querés. Activaste una red de conexión a tu Padre-Madre, desplazando lo humano, para dar cabida a tu divinidad que comienza a despertar. Un sentimiento de amor te inunda.
4. Los rayos arcoíricos que vienen de la Fuente pasan por tus brazos y salen por la yema de los dedos, como largos rayos de colores, que podés enviar hacia donde quieras.
5. Ahora vas a sentir cómo una espiral de color violeta eléctrico te envuelve vertiginosamente desde los pies hasta por sobre la cabeza. Experimentás sensaciones de paz, armonía y ausencia de limitaciones. Es tu ser-energía libre y armónico en disposición a la experiencia de cocrear con la Fuente.
6. Ordená reintensificar la luminosidad de la glándula pineal, que ahora se expande hacia la glándula pituitaria, que se abrirá como una flor de luz, hasta sentir que se fusionaron en una sola red de luz. Eso dará paso a una triangulación lumínica que es el portal de entrada hacia los campos de creación superior.
7. Vas a sentir surgir del centro de la flor de luz los rayos arcoíricos. Te envuelven y por ellos subís a los campos de creación superior. Recordá mantener la atención en la Fuente y el sentimiento de amor irradiando durante todo el acto creativo. Es momento de comenzar a cocrear, a manifestar sueños y anhelos con el poder del sentimiento y el pensamiento que fueron elevados a la perfección de la Fuente.

¿Quién lo impulsa?

La psicóloga chilena Lita Donoso explora los diferentes métodos de autoterapia como vía de sanación. Es la autora de El método y El fin de la era del miedo , libros que explican en detalle los pasos para desarrollar el método Alkymia.
¿Cómo describirías esta técnica?
Es una forma sencilla y original de conectarnos a nuestra Fuente para usar correctamente las facultades creativas por excelencia: sentir, pensar y atender. Reentrenar estas habilidades permite que el cerebro reactive zonas desconocidas, con un infinito potencial.
¿Cómo repercute en la gente?
Los más impresionados son los médicos, familiares y amigos que no encuentran respuesta a las sanaciones espontáneas.
¿Qué sentís al poder difundir esta herramienta?
La responsabilidad de ser un instrumento de transmisión. No inventé nada. Sólo organicé conocimientos milenarios que nuevamente están a disposición de la humanidad.
¿Dónde podés practicarlo? Alkymia Global Argentina. Tel.: 4743-7976 / Mail: juanlucasm@gmail.com.
Más información:
www.alkymiaglobal.com / www.puntovital.cl
Libros: El método y El fin de la era del miedo de Lita Donoso, editorial Aguilar, $79 cada uno.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Cuando ponerse lo “in” sólo nos lleva al ridículo


A los trece años, yo sentía que el verano empezaba el día en que lo anunciaban las revistas de la farándula. Era un punto de inflexión. La primera semana de diciembre salía un número que tenía una modelo semidesnuda con un trapo fluorescente en la cabeza y la cola hecha milanesa en la tapa, y con eso arrancaba la temporada. En general, la chica no era famosa, pero iba a serlo. A su manager le servía que la nombraran “la chica del verano” y a la revista le convenía que ella posara en cuatro patas para ilustrar lo que se iba a usar y lo que no. A veces, la tapa todavía era más pava y había una rubia y una morocha espalda con espalda. En alguna ocasión incluso hubo tres, tocándose un poco, pero sin pasarse de la raya.
En ese entonces, con trece años, yo tenía un montón de tonterías en la cabeza. Me la pasaba todo el año enfundada en el uniforme de colegio y sentía que el verano era mi momento de brillar. Leía las notas, sesuda y concentrada, para llenar mi vacío pueblerino y adolescente, torturada porque las mallas de Elizabeth Márquez y Valeria Mazza no me entraban y no podía caminar con esas plataformas de corcho sin caerme de cara sobre la arena. De nada me servía comprar el maquillaje y la bijouterie que aparecía en esas paginitas arrugadas de las revistas chimenteras: mientras que ellas eran hadas etéreas con camisolas hindúes alanfaenescas, en túnica blanca yo parecía una heladera whirpool de 1400 litros sin no frost.
Por ese entonces la moda era torpe y superficial, pero inocente. Las vedettes todavía no acostumbraban mostrar todo en revistas eróticas de venta libre y las modelos posaban con una bikini y una camisa transparente apenas reveladora. “La moda de la ropa interior en la playa”, “La vuelta de los trenzados flúo”, “El boom de los dreadlocks” repetían los pasquines, aunque allá afuera, en la playa real, la gente de carne y hueso no se animara a salir de su carpa con el pelo de Bob Marley o en vez de bikini, una bombacha.
Me acuerdo un verano que con mi mejor amiga fuimos a Pinamar. Yo tenía 15 años y según las revistas, el último grito de la moda era usar borceguíes de cuero en la arena. Yo había hecho una dieta rabiosa para llegar flaca al verano y me había comprado esas botas diabólicas e invernales que se ablandaban con el sol y me quemaban las piernas con las hebillas de hierro hirviendo. Solo a un sádico se le podía ocurrir una moda tan idiota, pero yo, que estaba en la edad más pava del mundo, no sólo me morí de calor, sino que también aspiré el olor a pata que salía de los borceguíes de mi amiga durante todo febrero. Ahora me entristece pensar que nadie apreció mi esfuerzo por ser moderna, y que probablemente se hayan reído al ver una gordita acalorada corriendo en botas hasta la carpa. En ese momento, sentía que había cumplido con un “must”.
El año siguiente, con 16, leí que si no tenías el pelo lacio eras un horror, y como por entonces tenía rulos, me la pasé friéndome las puntas con esas planchitas tibias y precarias que te dejaban todo el pelo erizado como a Beatriz Salomón. Por suerte, ese año se empezó también a usar la bikini con minishort y mis abultadas nalgas tuvieron un respiro. No tuve la misma suerte con la parte de arriba, que se bronceó como un budín marmolado porque algún ocioso decretó que no eras nadie si no ibas vestida con un sweater de crochet calado a ver la puesta del sol.
En marzo la universidad me absorbió y me curó de pavadas. Desde entonces me pasé los veranos estudiando, ojerosa y en jogging, y por fin supe —como un niño que descubre los trucos de un mago torpe— que detrás de esas modas horrendas había modelos bellísimas, una estilista, un fotógrafo profesional, una maquilladora, un peluquero y un diseñador.
Ahora, casi veinte años más tarde, ni siquiera piso la playa. Detesto los lugares de moda, el bullicio, pasar enero en la costa atlántica. Sé que empieza el verano cuando mi gata deja de dormir en el sillón y empieza a acostarse en la ventana. Entonces busco una casa en el delta, bien lejos de las revistas y la televisión, y hago todo lo que está out: me calzo con crocs espantosos, como sandía en el muelle y duermo la siesta al lado del río toda despatarrada. Mientras tanto, en la playa, algunos adolescentes arruinan su celular con la arena, ahorran para una bikini espantosa de animal print, o se tuercen los tobillos por caminar en plataformas en los médanos. Todavía no saben que lo único in del verano es hacer lo que te de la gana.
clarin.com

domingo, 29 de enero de 2012

¿Cómo son los miembros de la Generación X?


Ni mediocres, ni inseguros, ni angustiados. Según un nuevo estudio a largo plazo realizado por la Universidad de Michigan (EE UU), la mayoría de los miembros de la llamada Generación X (nacidos entre 1961 y 1981) tienen vidas activas, equilibradas y felices, y dedican su tiempo libre a la cultura, el ocio al aire libre o a la lectura, entre otras actividades. “Son activos en sus comunidades, mayormente satisfechos con sus empleos y capaces de equilibrar el trabajo, la familia y el esparcimiento”, explica el científico John D. Miller, coautor del informe, que incluye ahora respuestas de unos 4.000 integrantes de la Generación X.

“Los 84 millones de estadounidenses de esta generación, con edades entre los 30 y los 50 años, son los padres y madres de los niños que ahora van a la escuela”, explica Miller. “Y en las próximas dos o tres décadas los miembros de la Generación X estarán al frente de la nación. Por eso es importante entender sus valores, su historia, los desafíos del presente y sus metas para el futuro”, añade.

Los resultados indican que, al menos en Estados Unidos, comparados con una muestra nacional de todos los adultos, los miembros de la Generación X son más propensos a estar empleados, y pasajan trabajando y viajando de casa al trabajo y del trabajo a casa significativamente más horas por semana que el adulto típico. Por otra parte, dos tercios de los adultos en la Generación X están casados y el 71 por ciento tiene niños menores de edad en su casa. El treinta por ciento de los adultos de la Generación X son miembros activos de organizaciones profesionales, de negocios o sindicales. El noventa y cinco por ciento habla por teléfono, al menos una vez por semana, con amigos o familiares, y el 29 por ciento asegura que lo hace al menos una vez al día.

"Estos datos indican que los miembros de la Generación X no van solos a jugar a los bolos; tienen extensas redes sociales, de ocupación y comunidad", aclara Miller, que añade que son participantes activos en las organizaciones de padres y maestros, los clubes de deportes juveniles, clubes de libros y otras organizaciones comunitarias.

Miller señala que, además, casi el 90 por ciento de los adultos de la Generación X participa en al menos una actividad al aire libre cada mes, como el montañismo, la natación o la pesca, y el 40 por ciento ha participado en dos o más actividades de ocio por mes. En el aspecto cultural, el 45 por ciento de los adultos de la Generación X encuestados habían asistido a por lo menos una representación teatral, sinfonía, ópera o ballet durante el año anterior, y el 13 por ciento indicó que había asistido a tres o más acontecimientos culturales durante el último año.

“Los adultos de la Generación X también son lectores”, apuntó Miller. “El 72 por ciento lee un periódico, impreso o en línea, al menos una vez a la semana, y el 80 por ciento ha comprado y leído al menos un libro durante el último año. Casi la mitad de los encuestados dijo que habían leído seis o más libros en el último año”.

Finalmente, Miller asegura que los adultos de la Generación X se declaran satisfechos con sus vidas, con un nivel promedio de 7,5 en una escala de diez puntos en la cual el 10 equivale a “muy feliz”.

El segundo "Informe de la Generación X" se emitirá en enero de 2012 y se centrará en la
gripe. Sobre la base de los datos recolectados durante la epidemia de gripe en 2010, el informe explorará cómo los adultos jóvenes se mantuvieron informados sobre el asunto y qué acciones eventualmente emprendieron para protegerse y proteger a sus familias. Otros informes siguientes se ocuparán de asuntos como la comida y la cocina, el clima, la exploración espacial, y ciudadanía y votación.
muyinteresante.es

domingo, 22 de enero de 2012

Bienestar

Podríamos conformarnos con decir que bien-estar es estar bien, pero hay algo más (mucho más). Por lo pronto, investigadores de la vida saludable y positiva han elegido la palabra bienestar, no para reemplazar sino para hacer mucho más accesible esto de la felicidad.
Querer ser feliz, sentir felicidad, vivir para ser feliz. Parece algo tan abstracto, agotador e inalcanzable que para no sentirnos frustrados en el camino, perdiendo oportunidades, podríamos pensar en que nuestro tren pueda detenerse a disfrutar de las tantas estaciones que nos esperan mucho antes de nuestro gran destino final.
Buscar el bienestar es pensar en cómo hacemos para salir a buscar, experimentar y disfrutar de gran parte o todo aquello que creemos nos haría sentir o pensar que estamos bien.
Además de tomar conciencia plena de preguntas tan puntuales como las que siguen, la propuesta es apuntar todo lo que pueda surgir como respuesta. ¿Qué cosas, qué personas, qué situaciones nos hacen o nos harían sentir bienestar? (si necesita pensarlo en relación a la idea original o aprendida, reemplace bienestar por felicidad). ¿Qué estamos buscando? ¿Qué estamos esperando? ¿Qué tipo de confort creemos necesario para sentirnos bien? ¿Qué tipo de bienes o logros acumulamos?
Lo que resulte de estas preguntas dará cuenta de cuan próximos o distantes estamos de lograr aquello que tanto deseamos (o creemos que puede hacernos bien).
Muchas veces corremos como burros o asnos detrás de zanahorias impuestas por los dueños de la asnada, la moda, las doctrinas o el mercado que no hacen más que hacernos planear sobre la base de deseos prestados o vivir insatisfechos por comprar proyectos momentáneos que ofrecen vidas ajenas.
La suma de objetivos cortos, posibles y simples, pero auténticos e intensos, tanto para el corazón como para la mente, parecen ser algo que deberíamos tener en cuenta para que el bienestar llegue a nuestras vidas para quedarse.
Eduardo Chaktoura-psicólogo y periodista
lanacion.com

sábado, 21 de enero de 2012

Gratitud

Saber decir y valorar la recepción de un gracias genera emociones positivas, tanto en quien agradece como en quien recibe el agradecimiento.
La gratitud promueve el bienestar, reduce el estrés y fortalece los vínculos y las relaciones interpersonales. Un gracias puede más que el resonar mismo de la palabra.
Se postula como una de las virtudes más deseables para la humanidad. Es, en definitiva, una cuestión de actitud que merece convertirse en hábito.
Más allá de que, como dirían las abuelas, corresponde agradecer con quien estamos en deuda o con quien ha colaborado o contribuido con nuestra causa o motivo, la gratitud es una decisión.
Elegimos decir gracias y, desde la libre elección, sabemos (o deberíamos ser conscientes) por qué lo hacemos, cómo y con qué fines.
Podemos elegir no ser agradecidos; o bien, tal como postula Nietzsche, hacerlo desde la idea del gracias como un disfraz para ocultar intereses. En el otro extremo estarán los que creen que agradecer significa inmolarse a los pies de su benefactor. Sobran también los benefactores a los que no hay gracias que les alcance para pagar el esfuerzo y los costos de su acción benéfica.
A propósito, ¿solemos decir gracias a menudo? ¿Cuándo lo hacemos? ¿Con qué fines? ¿A quiénes sí y a quiénes no? ¿Qué sentimos cuando agradecemos? ¿Nos alcanza con un gracias? ¿Qué buscamos a cambio de nuestras acciones? Preguntas que ayudan a descubrir por qué aguas nadan nuestros ideales de aceptación y reconocimiento.
Más allá de las costumbres y propósitos que resulten, al menos por hoy alcanza con que logremos reconocer los beneficios que conlleva el acto mismo de agradecer o de recibir un agradecimiento.
Estudios científicos avalan este fenómeno saludable y positivo, desconocido para muchos, al menos desde lo teórico o lo concreto. Cuántas veces, sin saber la eficacia de la fórmula, habremos experimentado placer y bienestar por un gracias que hayamos dicho o hayamos recibido de regalo.
Emmons & McCullough descubrieron que tan solo con identificar y escribir acerca de cinco cosas por las que estamos agradecidos, nuestro nivel de felicidad se puede incrementar en un 25 por ciento. ¿Quién se va a perder la oferta del día?
Por cierto, ¡gracias!
Eduardo Chaktoura-psicólogo y periodista
lanacion.com