viernes, 15 de mayo de 2009

Tanta 'tele' engorda


Cuando un niño de un país desarrollado termina su escolarización ha estado sentado frente a una pantalla una media de tres años; de hecho, ésta es la actividad a la que más tiempo habrá dedicado por detrás del sueño (más que al colegio, teniendo en cuenta las vacaciones). Durante esos años, le habrán bombardeado con unos 10.000 anuncios de comida hipercalórica, con altas dosis de azúcares y grasas; todo un caldo de cultivo para el sobrepeso. No comer de forma equilibrada, no hacer ejercicio o que a sus padres también les sobren kilos son el resto de factores decisivos para que acabe siendo un obeso.

Casanueva: "Comer ante el televisor es malo, se inhiben las señales de saciedad"
El 30% de los niños españoles menores de 14 años tiene obesidad o sobrepeso
La televisión es la primera actividad infantil después de dormir
Según un estudio, la obesidad bajaría un 2,5% sin anuncios de comida basura
Un informe de 1999 dice que el coste de la obesidad era el 7% del fondo sanitario
La solución pasa por la prevención y por políticas educativas de concienciación
El aumento, durante los últimos años, del consumo de otros dispositivos electrónicos no se ha compensado con la bajada del tiempo frente a la televisión, de alrededor de 10 minutos en los últimos 15 años (en 1995 era de 160). Evidentemente 10 minutos es mucho menos de lo que los niños emplean para conectarse a Internet, jugar a las videoconsolas y manejar el teléfono móvil. El consumo de televisión está en dos horas y media y el saldo final para los niños y adolescentes españoles es de muchos más minutos sentado frente a una pantalla. El 40% de los menores, además, prefiere Internet a la televisión y, casi la mitad, los videojuegos a la pequeña pantalla (según un estudio de la Universidad de Navarra en 2006 con niños de varios centros escolares).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años advirtiendo de que la obesidad es una pandemia que tendrá graves consecuencias si no se frena pero, pese a ello, vivimos en un ambiente que cada vez más fomenta el sedentarismo y la mala alimentación, promocionada especialmente desde los medios. Las pantallas y la comida basura se convierten en un círculo vicioso para los niños. Según un estudio publicado en 2006 en la revista estadounidense Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine, se asociaba cada hora de televisión con la ingesta adicional de 167 calorías. El estudio destaca la influencia de la televisión en el desequilibrio del balance energético y sus implicaciones en crecimiento del porcentaje de niños y jóvenes obesos en EE UU.
España aún no está a la altura de EE UU, pero las últimas cifras indican que nos acercamos a Reino Unido, uno de los peor parados de Europa en este sentido, con aproximadamente un tercio de sus niños con problemas de sobrepeso y obesidad. En España, el 30% de los menores de 14 años están por encima de su peso, asegura Ricardo García, jefe del servicio de endocrinología infantil del madrileño hospital La Paz, quien además afirma que, dentro de este 30%, crece la proporción de obesos frente al de niños con sobrepeso. Según la última encuesta realizada por el INE (con datos de 2006), padecía sobrepeso el 27,6% de los niños, un 11,5% más que en la anterior encuesta de 2003.
En España, la prevalencia de la obesidad ha crecido de forma exponencial en los últimos años y los médicos creen que el problema no se percibe con la gravedad que debería. Tampoco hay nada que parezca indicar un cambio de tendencia: "El problema va a peor, no hay más que mirar el estilo de vida: coche para todo, nadie usa las escaleras, los niños no van a clase andando...". Esto es lo que preocupa a Felipe Casanueva, director del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre la fisiopatología de la obesidad y nutrición (CIBERobn), organismo dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación y del Instituto de Salud Carlos III, dedicado a investigar de forma multidisciplinar todos los aspectos de la problemática.
"Un estudio de EE UU concluyó que los niños están una media de 6,5 horas al día enganchados a un aparato electrónico, es una barbaridad", explica vehemente Casanueva. El estudio ALSPAC, realizado en la Universidad de Bristol (RU) a través del seguimiento a más de 14.000 niños desde la gestación, estableció que el riesgo relativo de padecer obesidad en los niños que veían la televisión de 4,1 a 8 horas a la semana era un tercio menor que el de los que la veían más de ocho horas. "Los padres suelen premiar a sus hijos con una televisión para su habitación, un error fatal", critica el director del CIBERobn. El ambiente no facilita las alternativas a la electrónica, que los médicos creen deberían promover los padres. El 60% de las casas españolas tienen ya más de una televisión y el porcentaje de niños que tienen móvil a los 10 años ya está en torno al 70%.
La expansión de los juegos electrónicos ha coincidido con la falta de tiempo y el aumento de los alimentos precocinados y la comida rápida. Las sociedades "obesogénicas" (abundancia de comodidades, mayor acceso a alimentos energéticos y vida sedentaria) están fomentando este crecimiento. La psicóloga experta en trastornos alimentarios, Julia Vidal, también alerta de las complicaciones que muchas veces la sociedad impone a la práctica de ejercicio, "a veces parece que el único deporte asequible es el que se hace con la Wii Fit". No es desdeñable la creciente afición a este tipo de consolas donde el usuario se ejercita mientras juega. Las ventas de Wii crecieron un 58% en 2008 respecto al año anterior.
"Las comodidades producto del desarrollo de las sociedades se han convertido en nuestros enemigos", afirma Gema Frühbeck, directora de la Sociedad Europea de Endocrinología. "Ahora toca aprovechar sus ventajas para adaptarlas a un modo de vida saludable". Frühbeck acaba de copresentar un libro (junto al doctor Gareth Williams, de la Universidad de Bristol), Obesidad: ciencia para practicar, en el que hacen hincapié en la relación directa con las horas de pantallas y en general del sedentarismo. Los niños obesos pasan, según estudios europeos a los que alude Gema Frühbeck, entre seis y 10 horas al día viendo la televisión, mientras que los demás pasan entre dos y cuatro horas. Es la pescadilla que se muerde la cola. Los problemas de relaciones que puede provocar el estar gordo, se unen a que, mientras están frente a aparatos electrónicos, también comen, normalmente comida basura.
La obesidad infantil dista mucho, como se apuntaba, de estar bien identificada por la población y aún queda un largo camino a la concienciación. Aunque Ricardo García asegura que están creciendo tanto los casos de obesidad como las consultas al endocrino, opina que "deberían haber aumentado más, ya que muchas veces no se acude cuando existe sobrepeso, y una vez alcanzada la obesidad es una enfermedad crónica muy difícil de curar". El papel de los padres es, por tanto, fundamental. En la obesidad se cumple el de tal palo, tal astilla. Una de las mayores probabilidades que puede conducir a un niño es, precisamente, que sus padres lo sean (¡Mira el niño, está gordito como su padre...!). Casanueva resalta la importancia de una buena actitud: "Los progenitores desconocen la dimensión del problema y sus actitudes negativas se reflejan en los hijos", explica el investigador, que ahonda en varios de los errores más comunes: "El hecho de comer viendo la televisión es malísimo, está demostrado que se come más porque se produce una desconcentración que inhibe la sensación de saciedad". Otro ejemplo es el tipo de comida, "los padres permiten a los niños caprichos alimenticios que están provocando un estilo de alimentación alejado del tradicional de España, sin frutas, verduras o pescados y con mucha grasa".
La pésima combinación entre comida grasienta, pantallas electrónicas y escasez de deporte tiene los resultados señalados con el agravante de que son crónicos. Más del 80% de los niños o adolescentes obesos siguen siéndolo de por vida. Esto implica una tendencia en aumento hacia una sociedad obesa. El aumento es vertiginoso y Ruiz afirma que "algunos médicos apuntan que la esperanza de vida de los niños nacidos en la década de los 2000 será más baja que la de los de décadas anteriores". Estamos, pues, ante un problema de gran envergadura para la salud pública, pero también para los sistemas económicos.
El impacto de la obesidad tiene un coste sanitario muy elevado. Las estimaciones son muy complicadas por la cantidad de patologías derivadas. No obstante, el estudio Delphy (1999) estimó (para España) en el 7% del presupuesto sanitario lo dedicado a las consecuencias directas e indirectas de la obesidad. En 2002, la RAND Corporation (una institución norteamericana sin ánimo de lucro) valoró que el coste de la obesidad era mayor al derivado del tabaquismo o el alcoholismo en EE UU.
La tendencia de los expertos (a la luz de las estadísticas) es muy pesimista. Para Casanueva, pasa únicamente por una completa estrategia política en todos los ámbitos. "Los políticos tienen que percibir la gravedad del problema; en España, a diferencia de otros países, la obesidad no aparece en los programas políticos". El director del CIBERobn habla de regulaciones, como la de prohibir la venta de bebidas y alimentos hipercalóricos en los colegios e institutos, introducir información sobre nutrición y riesgos en los programas educativos u obligar a los restaurantes a publicar las calorías que llevan sus menús. "Es necesaria una mayor concienciación que sólo se consigue por esta vía", señala el especialista. "Debería haber un movimiento de las autoridades para promover ciudades sanas, ahora está claro que no es una prioridad".
Los estudios indican que las políticas pueden ser muy útiles para combatir el sobrepeso. En un reciente informe aparecido en febrero en la revista Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine sobre un conjunto de niños en Holanda y Australia, determinaba que la eliminación total de publicidad de comida basura supondría una caída en los porcentajes de obesidad infantil de en torno a un 2,5%. En las conclusiones del informe se afirma que la limitación de este tipo de anuncios contribuiría en gran medida al gran esfuerzo necesario para mejorar las dietas infantiles.
El reto es tratar de combatir la epidemia, "con unas perspectivas poco halagüeñas trataremos de dar pasos a nivel global", explica Casanueva, "como los de algunos países escandinavos, que han conseguido estabilizar la prevalencia gracias a medidas como la prohibición de vender productos hipercalóricos en los colegios, prohibir anuncios de ese tipo en horario infantil o incluir programas de educación nutricional en los colegios". Las propuestas políticas concretas, no obstante, deberán llegar tras los recursos: "De momento tenemos que conseguir que los Gobiernos se conciencien y se inviertan las cantidades necesarias", concluye.
A pesar de todo, y más tratándose de menores, no hay que dejar de lado la prudencia. Los adolescentes son un grupo muy vulnerable y es necesario acotar bien las situaciones para evitar que se pase de un extremo a otro, como la anorexia o la bulimia. "No debe transmitírseles la idea de una sociedad de gordos y flacos, donde la importancia de la imagen es excesiva", dice Gaitán. "Los padres y los educadores tienen que sentarse con los niños y enseñarles a comer. Tienen que explicarles a partir de dónde empieza el sobrepeso y prevenir que se obsesionen", afirma Ruiz.
Frühbeck habla también de la "estigmatización de la persona obesa, hay que evitar mensajes de persecución hacia los niños que padecen esta enfermedad, transmitirles apoyo, de forma gradual, no tiránica"; la presidenta de la Sociedad Europea para el Estudio de la Obesidad afirma que la única solución es la educación y las políticas de concienciación. "Los niños necesitan aprender los hábitos alimenticios en el colegio, si no no vamos a conseguir nada".- Dieta saludable. El Ministerio de Sanidad y Política Social tiene implantada la estrategia NAOS, bajo el lema ¡come sano y muévete! establece una serie de alimentos que deben ser la base de la dieta: las frutas, verduras y hortalizas, cereales, productos lácteos, pan y aceite de oliva deben consumirse a diario. También el arroz y la pasta pueden alternarse. Tanto las proteínas como las grasas y los azúcares deben comerse con moderación. Hay que aprovechar la base de la que es la dieta tradicional española, los productos mediterráneos.
- Ejercicio físico. Existen muchas posibilidades para mantenerse en forma. Caminar al colegio o subir las escaleras constituyen ya maneras de evitar caer en una vida sedentaria.
- Eliminar horas frente a las pantallas. Los diferentes estudios demuestran la correspondencia que existe entre las horas que los niños pasan con la televisión, el ordenador o las videoconsolas y su sobrepeso. Es necesario moderarlas y ofrecer alternativas para que se ocupe el tiempo de ocio.
- Equilibrio. Debe tenerse en cuenta que hay que llevar un equilibrio entre la cantidad de energía que se ingiere y lo que se quema mediante la actividad diaria.

Terapia multidisciplinar
Tratar la obesidad infantil es complicado y tiene unas cifras de fracaso muy altas (más del 80%); por ello, los expertos han decidido que la terapia sólo puede funcionar si se aborda de forma multidisciplinar. En Valencia, en colaboración con el CIBER obn, se está desarrollando desde hace un año el proyecto ETIOBE (e-terapia inteligente de la obesidad infantil), que de forma pionera utiliza las nuevas teconologías para ayudar a los niños a atajar la obesidad mientras juegan.
El objetivo es trasladar el hospital a la vida cotidiana del niño, controlarle y motivarle e incrementar así la eficacia del tratamiento. El programa funciona con mascotas virtuales que interactúan con el niño, guiándolo en el proceso. En el sistema intervienen todas las partes implicadas: médicos, psicólogos, padres y profesores, asegurando que el niño tenga incentivos y recompensas para conseguir el éxito.
Empar Lurbe, directora del grupo de investigación y jefa del servicio en el Hospital General Universitario Infantil de Valencia, afirma que cada proyecto se realiza "como un traje a medida, se hace una valoración clínica y se diseña para el niño un programa de alimentación y actividad física con el apoyo psicológico y el de la tecnología".
Lurbe afirma que, aunque aún es pronto para arrojar resultados, "ya tenemos claro lo importante que es una educación y un cambio de hábitos; aunque los niños no pierdan peso rápidamente notamos que cambian y adquieren hábitos cardiosaludables". Como en todos los casos, es necesaria una gran implicación de los padres: "Es complicado, pero notamos como poco a poco se adhieren", explica Lurbe.
elpais.com

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