lunes, 4 de mayo de 2009

Cómo vengarse de los jefes villanos en forma segura


En Reino Unido, tiramos un ladrillo a la ventana de nuestro jefe. En Francia, encierran a sus superiores en su despacho y echan la llave.Y en Estados Unidos, los critican en Twitter. Los trabajadores de todo el mundo se están uniendo, no tanto para librarse de sus cadenas, sino para vengarse de sus jefes.
La ira contra los dirigentes está más de moda que nunca y me descubro observando este despliegue con sentimientos alternos de júbilo y malestar. El enfado resulta bastante comprensible; el problema es la elección de las válvulas de escape,unas más atractivas que otras. El método británico, consistente en lanzar ladrillos a través de las ventanas, es el menos atractivo de todo el lote. Feo, vandálico e ilegal, también es poco productivo.
Sir Fred Goodwin, el ex consejero de Royal Bank of Scotland, era uno de los hombres más vilipendiados del país hasta que algún idiota lanzó un ladrillo contra la ventana del salón de su casa de Edimburgo. Estuvo a punto de volver nuevamente la popularidad al desacreditado banquero.
La técnica francesa, la nueva moda de ‘tomar desprevenido al jefe‘-con la que los trabajadores encierran bajo llave a sus superiores durante unas horas-, es ligeramente preferible. Tiene el encanto superficial de los patios de recreo y está en consonancia con el amor francés por la protesta aunque, por lo demás, es poco recomendable.
Recuerdo la emoción que sentí cuando, en mi adolescencia, una compañera de clase encerró a la profesora de gimnasia en el armario de los palos de hockey. La profesora no me caía bien, por lo que el sonido de la llave encerrándola me produjo un gran placer. Sin embargo, la emoción pronto dio plazo al pavor y la ansiedad: no me gustaba imaginármela en la oscuridad de ese hediondo armario. No consideraba que estuviera bien encerrar a alguien, y sigo sin hacerlo. En cambio, la opción estadounidense de liberar la ira en Internet tiene todo a su favor. Es pacífica, legal, divertida y adecua el castigo al crimen.
La última víctima de este tipo de ataque es John V. Soden III, un director gerente de Thomas Weisel Partners, un banco de inversión de San Francisco. En la página web de Gawker hay un correo electrónico enviado al parecer por Soden el Viernes Santo ordenando al personal que acudiera al trabajo.
‘A menos que sea ortodoxo, venga por favor a la oficina. Únase a Wells Fargo y trabaje como cajero si quiere vacaciones‘, parece ser que decía. Este poco atractivo mensaje provocó la ira entre los subalternos, y les llevó a crear una falsa cuenta en Twitter a nombre de Soden con frases como “Adoro mi vida” y “El analista se está yendo otra vez. Me dirijo a la mezquita para traerle de nuevo al trabajo. El tráfico apesta”.
La sátira es una de las venganzas más infalibles que existen. En1992, estuve implicada en la caída de un jefe autoritario y, pese a que mi papel fue accidental, ha sido uno de mis temas de conversación desde entonces. Había ido a entrevistar a Bob Horton, el máximo responsable por entonces de BP, y éste me dijo solemnemente lo importante que era. Un humorista del periódico tomó mi artículo y escribió una parodia en la que sugería que Horton era amigo de Pol Pot y que el mobiliario de su oficina estaba inspirado en el trono de Napoleón.
Su difusión fue muy amplia y fue todo un espectáculo. En el plazo de unas pocas semanas, Horton fue derrocado por el consejo. No hay nada más divertido que ver cómo los jefes caen víctimas de sus propias palabras. David Greer, un ejecutivo de Shell, alegró a muchas personas con un correo que se filtró en el que ordenaba a sus subalternos: ‘Guíenme, síganme o salgan de mi camino‘. De igual forma que la furiosa muchedumbre solía tirar verduras podridas a los actores en el teatro, los trabajadores leen e-mails falsos y disfrutan colgando sus propios comentarios feroces en el ciberespacio.
Hay otra forma de vengarse más segura y honesta, pero lleva más tiempo. Consiste en no hacer nada.Casi todos acaban llevándose su merecido. Si esperamos lo bastante, los malos jefes (incluso algunos de los buenos) terminarán por meter la pata por sí solos.
cronista.com

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