Fabiola Czubaj
LA NACION
Un efecto poco explorado de la presión alta es la obstrucción silenciosa de los pequeños vasos sanguíneos del cerebro, que, en apenas cinco años, es capaz de reducir un 20% funciones como la memoria, el lenguaje o la orientación.
Es que la hipertensión es responsable del 70% de esos miniaccidentes cerebrovasculares (ACV), que pueden producir lesiones de apenas 1,5 cm. Llamados también infartos lacunares o subcorticales, ocurren cuando se obstruye un vaso pequeño intracraneal. Si no se detectan, con el tiempo pueden causar demencia y parálisis.
"En este caso, no se trata sólo de cantidad, sino de calidad. Es decir que lo más importante es el sitio del cerebro en el que aparecen estos infartos de los vasos pequeños, porque van afectando las capacidades cognitivas y funcionales", dijo el doctor Oscar Benavente, director del Programa de Enfermedades Cerebrovasculares y profesor de Neurología de la Universidad de Texas en San Antonio, Estados Unidos.
Benavente, que nació en la Argentina y participó la semana pasada en el XVI Congreso Argentino de Hipertensión, en La Plata, es el investigador principal del estudio multicéntrico SPS3, por las siglas en inglés de Prevención Secundaria de los Infartos Pequeños Subcorticales ( www.sps3.org ).
Desde 1999, primero con un estudio piloto y, a partir de 2003, con el seguimiento de 2300 pacientes de 70 hospitales en el mundo -cinco en la Argentina-, el equipo dirigido por este neurólogo nacido en el país busca cómo prevenir que esos infartos pequeños se repitan y determinar el deterioro cognitivo que producen. Además, el SPS3, financiado por los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, indaga cuál es el mejor valor máximo de presión que debería mantener un paciente después de un infarto cerebral: ¿menos de 130 o entre 130 y 149 mmHg?
"Si uno, como gobernante o responsable de las políticas de salud de un país, tuviera que tomar una buena medida para la población, elegiría prevenir la hipertensión, porque el beneficio es enorme", aseguró el especialista. Es que el 80% de los participantes del SPS3 sólo es hipertenso.
Estos infartos lacunares tienen tres características fundamentales, detalló Benavente. "Ocurren a menor edad [62 años] que los otros infartos, están muy asociados con la hipertensión, muchos son silenciosos y predisponen al deterioro cognitivo." Cuando no afectan zonas "mudas" del cerebro (asintomáticos), los síntomas son debilidad súbita en la cara, el brazo o la pierna, vértigo o torpeza al mover una mano. En la Argentina, de los 100.000 ACV anuales, 30.000 serían lacunares.
Un efecto poco explorado de la presión alta es la obstrucción silenciosa de los pequeños vasos sanguíneos del cerebro, que, en apenas cinco años, es capaz de reducir un 20% funciones como la memoria, el lenguaje o la orientación.
Es que la hipertensión es responsable del 70% de esos miniaccidentes cerebrovasculares (ACV), que pueden producir lesiones de apenas 1,5 cm. Llamados también infartos lacunares o subcorticales, ocurren cuando se obstruye un vaso pequeño intracraneal. Si no se detectan, con el tiempo pueden causar demencia y parálisis.
"En este caso, no se trata sólo de cantidad, sino de calidad. Es decir que lo más importante es el sitio del cerebro en el que aparecen estos infartos de los vasos pequeños, porque van afectando las capacidades cognitivas y funcionales", dijo el doctor Oscar Benavente, director del Programa de Enfermedades Cerebrovasculares y profesor de Neurología de la Universidad de Texas en San Antonio, Estados Unidos.
Benavente, que nació en la Argentina y participó la semana pasada en el XVI Congreso Argentino de Hipertensión, en La Plata, es el investigador principal del estudio multicéntrico SPS3, por las siglas en inglés de Prevención Secundaria de los Infartos Pequeños Subcorticales ( www.sps3.org ).
Desde 1999, primero con un estudio piloto y, a partir de 2003, con el seguimiento de 2300 pacientes de 70 hospitales en el mundo -cinco en la Argentina-, el equipo dirigido por este neurólogo nacido en el país busca cómo prevenir que esos infartos pequeños se repitan y determinar el deterioro cognitivo que producen. Además, el SPS3, financiado por los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, indaga cuál es el mejor valor máximo de presión que debería mantener un paciente después de un infarto cerebral: ¿menos de 130 o entre 130 y 149 mmHg?
"Si uno, como gobernante o responsable de las políticas de salud de un país, tuviera que tomar una buena medida para la población, elegiría prevenir la hipertensión, porque el beneficio es enorme", aseguró el especialista. Es que el 80% de los participantes del SPS3 sólo es hipertenso.
Estos infartos lacunares tienen tres características fundamentales, detalló Benavente. "Ocurren a menor edad [62 años] que los otros infartos, están muy asociados con la hipertensión, muchos son silenciosos y predisponen al deterioro cognitivo." Cuando no afectan zonas "mudas" del cerebro (asintomáticos), los síntomas son debilidad súbita en la cara, el brazo o la pierna, vértigo o torpeza al mover una mano. En la Argentina, de los 100.000 ACV anuales, 30.000 serían lacunares.
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