Por Robert J Barro y José F. Ursua
Aquí estamos, tratando de encontrar la salida a la peor crisis financiera desde los años 30, cuando se presenta la posibilidad de una epidemia global de gripe. Aunque el primer temor relacionado con la nueva cepa del virus A/H1N1 tiene que ver con la salud, también debemos preocuparnos de que una potencial pandemia de gripe intensifique los problemas económicos del mundo.
Un estudio todavía en curso de desastres económicos en 36 países desde 1870 sugiere que este temor está bien sustentado. En esta muestra, hemos aislado 158 depresiones —definidas como declives del producto interno bruto per cápita (PIB) de al menos 10%. Las características más relevantes de estas depresiones son las guerras y las crisis financieras.
Pero el cuarto pero evento macroeconómico global desde 1870 parece ser la Gran Epidemia de Gripe de 1918-20. Este "shock sanitario" se corresponde con 13 depresiones. En contraste, la Segunda Guerra Mundial está asociada con 25, la Primera Guerra Mundial con 23 y la Gran Depresión de principios de los años 30 con 21.
La Gran Epidemia de Gripe (llamada la Gripe Española) empezó en los primeros meses de 1918, se propagó en tres o cuatro oleadas y duró hasta 1920. La extensión de la enfermedad fue causada por el desplazamiento internacional, que involucró el desplazamiento de tropas en 1918 debido a la Primera Guerra Mundial. Los cálculos de las muertes en todo el mundo causadas por la gripe difieren, pero rondan normalmente los 50 millones.
Hasta ahora, hemos compilado estimaciones de excesos de muertes debido a la gripe entre 1918 y 1920 para 32 de nuestros 36 países. La mediana del exceso en el índice de mortandad era de 0,7 por cada 1.000, con una variación que abarca desde 0,1 en Argentina a 4,4 en India y Sudáfrica (la tasa promedio fue de 1,1 por cada 1.000). España, perennemente asociada con la gripe, experimentó una tasa de mortalidad de 1,2 por cada mil, bastante por encima de la mediana. Estados Unidos, en 0,65, estuvo cerca de la mediana (hubo 675.000 muertes). Al aplicarse a la población actual de EE.UU., esta tasa se traduciría en dos millones de muertes.
Como muchos comentaristas han observado, la gripe de 1918-1920 fue inusual en que un gran porcentaje de las muertes fue en personas en su mejor edad productiva, sobre todo entre 20 y 40 años. Esto sugiere que la epidemia hubiera tenido implicaciones económicas más serias que sólo el gran número de casos de gripe y muertes.
Los puntos más bajos en la actividad macroeconómica que asociamos con la Gran Epidemia de Gripe se dieron típicamente entre 1920 y 1921. No todos los 36 países sufrieron declives económicos en este periodo. Pero en promedio, la caída en el PIB real per cápita respecto a su anterior máximo en 1918 (o a veces en 1919 o 1920) fue de 6,6%. (Para los 24 países con datos, la reducción promedio del consumo por persona fue similar al del PIB real per cápita). Entre los declives del PIB más notables entre los 13 casos de depresión se contaron Canadá y Sudáfrica, con 24%, e Italia con 22%. Para EE.UU., entre 1918 y 1921, la caída en PIB per cápita y del consumo estuvo en 12% y 14% respectivamente, lo que significa que esta contracción fue la segunda en tamaño, después de la Gran Depresión, desde 1870.
Irónicamente, dado el nombre gripe española, España tuvo un mejor desempeño que la media. El PIB per cápita aumentó durante la epidemia, aunque el consumo por persona cayó en 1920-21.
Los años entre 1918 y 1920 o 1921 también vieron marcados declives en los precios bursátiles en muchos países. Tenemos datos sobre las tasas reales de retornos bursátiles en estos años para 18 de los 36 países en nuestra muestra. Entre estos 18, 11 experimentaron un colapso bursátil, definido como una tasa real de retornos de menos 25% o peor. Los mercados más débiles en este periodo incluyeron Italia, con -69%; Dinamarca, con -57%; Suiza, -54%; Japón, -52%; y Francia y España, con -46%. Alemania tuvo retornos de -78%, pero esto reflejaba en parte los pagos de reparación impuestos por el Tratado de Versalles al final de la Primera Guerra Mundial. El mercado bursátil de EE.UU. tuvo un desempeño por encima del promedio, pero el retorno real en 1920 todavía fue un paupérrimo -22%.
Parece improbable que la epidemia de gripe de 2009 alcanzará ni de lejos la gravedad de la pandemia de 1918-20. Para obtener comparaciones más recientes, se podría empezar con las pandemias de gripe de 1957-58 y 1968-70, que fueron serias en términos de su mortandad pero no comparables a 1918-20. En estos casos, los precios de las acciones cayeron temporalmente en algunos países, hasta que el carácter limitado de las pandemias resultó aparente. En 1976, una amenaza de gripe porcina causó una caída de los precios de las acciones en algunos países y una campaña masiva de vacunación en EE.UU. Pronto se reveló la relativa inocuidad de la enfermedad, sin embargo, y los efectos generales sobre los mercados financieros fueron menores.
El evento más reciente fue el brote de SARS a fines de 2002. Esta pandemia causó una caída generalizada en los precios bursátiles, hasta que se determinó que se trataba de una enfermedad de alcance limitado en la primavera de 2003. El impacto económico de los cuatro eventos de gripe posteriores a la Segunda Guerra Mundial es difícil de determinar y sin duda son de una magnitud mucho menor que el de la pandemia de 1918-20.
Para la mayoría de países —con México como probable excepción— la epidemia de gripe porcina de 2009 podría acabar no teniendo consecuencias macroeconómicas mayores que las de otras crisis gripales posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ya tenemos riesgos sustanciales de depresión, que podríamos situar en entre 20% y 30% en EE.UU., debido a la crisis financiera global que empezó en 2008. El potencial de una pandemia de gripe sin duda aumenta las posibilidades de una depresión, sobre todo porque —como la epidemia de 1918-20— la cepa actual afecta mayormente a personas en edad productiva.
Como Max Weber, uno de los fundadores de la sociología, escribió en "La ciencia como Vocación": "Nuestra época se caracteriza por la racionalización, intelectualización y, sobre todo, por el desencanto con el mundo". Así, el pensador moderno se apoya en la "tecnología y el cálculo" — llegando incluso a usar datos históricos para calcular probabilidades de pandemias de gripe, crisis financieras y depresiones. Weber claramente habría apoyado este tipo de análisis cuantitativo. Lamentablemente, su propio trabajo llegó a su fin abruptamente a la edad de 56 años debido a la Gran Pandemia de Gripe, de la que murió en Alemania en 1920.
Barro es profesor de economía en la Universidad de Harvard y profesor invitado en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ursua es un estudiante de doctorado en economía en Harvard.
the wall street journal
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