domingo, 7 de diciembre de 2008

Ofrecen a las clientas atar sus carteras para no ser robadas


Paula Soler LA NACION
"¿Están robando mucho?", preguntó Ana Pedrini, al ver que el mozo, luego de pedirle permiso, tomaba su bolso y lo aseguraba a un lazo que colgaba del respaldo del asiento. "No señorita: es sólo prevención", le contestó el hombre amablemente.
Esto ocurrió en el restaurante Piacere, de la avenida Cabildo y Gorostiaga, donde hace dos meses colocaron en las sillas lazos con ganchos de seguridad, hechos de metal, para sujetar carteras y mochilas.
Este tipo de medida antirrobo es una tendencia que crece día tras día en los negocios gastronómicos porteños.
El robo de una cartera que se deja en el respaldo de una silla de un bar o restaurante es responsabilidad del cliente y no del comercio, según dijeron a LA NACION fuentes de la organización de defensa del consumidor Adelco. No obstante, los comercios gastronómicos instrumentan este sistema para evitar que sus clientes pasen un mal momento.
"El problema socioeconómico del país no lo vamos a solucionar. Sólo tratamos de prevenir los arrebatos para que el cliente no esté pendiente de dónde pone sus cosas", dijo a LA NACION Antonio Santillo, gerente del restaurante Piacere, y agregó: "Hace cuatro años que aquí no hay robos... Toco madera".
Sea en Belgrano, en Barrio Norte o en Almagro, los ganchos en sillas parecen ser hoy una necesidad.
"Al principio no entendía para qué servían. Ahora me siento más segura, aunque a veces temo olvidarme la cartera colgada", dijo a LA NACION Delfina Gutiérrez cuando tomaba un café en Doors, confitería situada en la avenida Pueyrredón y Arenales, que también utiliza ese mecanismo de seguridad.
Cuidar al turista
Este sistema se empezó a instrumentar hace un par de años en unos pocos bares de Palermo Viejo, principalmente para resguardar a los clientes extranjeros, ya que sus carteras con euros o dólares eran y siguen siendo el objetivo predilecto de los ladrones. Gerentes de numerosos locales, consultados por LA NACION, coincidieron en que es importante cuidar al turista.
Un robo famoso a un visitante extranjero y que tuvo repercusión en todo el mundo fue el que sufrió una de las dos hijas del presidente norteamericano George Bush, Barbara, a quien un carterista le robó el bolso mientras almorzaba en un local de San Telmo, en noviembre de 2006.
"Hace cinco años que esta práctica existe en restaurantes de mi país, así que no me sorprende ni me asusta", dijo a LA NACION Jessica Nogares Rúa, una turista colombiana que suele pasar sus vacaciones en Buenos Aires.
La idea de sujetar a la silla o a la mesa las pertenencias tuvo su eco en negocios de accesorios, donde se pueden conseguir ganchos de metal con detalles de colores para llevarlos a toda hora en la cartera y hacerlos un elemento más de decoración personal. En los sitios de venta online se consiguen a 18 pesos, y en los negocios a la calle, a 25 pesos.
En lugares como el restaurante El Claustro, de San Martín 705 y Cabañas Las Lilas, en Puerto Madero, no tienen ganchos, sino precintos. Cuando los comensales llegan, los mozos toman sus pertenencias y las aseguran a las sillas con esas cintas plásticas a prueba de tirones que hoy hasta usa la policía en reemplazo de las esposas.
"Primero se sorprenden, nos preguntan si el lugar es seguro y les explicamos que son sólo medidas preventivas", dijo a LA NACION Gastón del Valle, uno de los gerentes de Cabañas Las Lilas, local que tiene un sistema de video y seguridad privada.
"No queremos dar una mala imagen del país, pero Prefectura nos recomendó ofrecer los precintos después de mostrarnos videos increíbles de cómo roban bolsos de una manera casi imperceptible", contó del Valle.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si entran ladrones no es seguro el lugar y eso que siempre hay un policia cuidando yo no voy mas atienden mal y lo colocan donde quieren ellos antes atndian bien ahora no