domingo, 7 de diciembre de 2008

Los búnkers alemanes son ahora hoteles de lujo o galerías de arte


Laura Lucchini Para LA NACION
BERLIN.- Una galería de arte berlinesa que expone la prestigiosa colección de Christian Boros; un hotel de lujo en los Alpes; otro, de "cero estrellas", en la frontera entre Suiza y Alemania, y un museo de historia subterráneo en la ciudad de Bonn.
Todos estos lugares, que parecen no tener demasiado en común, fueron construidos en antiguos búnkers nazis y de la Guerra Fría, cuyo uso, con fines muy distintos a los originales, está a la orden del día en este país.
Al pasear por Mitte, el barrio central de Berlín, puede causar cierta sorpresa o angustia ver por primera vez un edificio lóbrego entre las calles Reinhardt y Albretch. Se trata de una construcción de más de 3000 metros cuadrados; un cubo de piedra que deja filtrar escasa luz a través de minúsculas ventanas.
Este edificio de estilo nazi aloja ahora una prestigiosa colección de arte de Christian Boros, que expone piezas de artistas estrellas del arte contemporáneo mundial como Wolfang Tillmans, Olafur Eliasson, Santiago Sierra y Chris Martin.
Sin embargo, cuando fue construido, en 1942, fue pensado para alojar hasta a 3000 pasajeros que transitasen por la cercana estación Friedrichstrasse en caso de un ataque aéreo.
La Boros Collection es sólo un ejemplo de las numerosas obras de recuperación de construcciones que siguen siendo símbolos de guerra.
Según un recuento oficial, existen, en toda Alemania, unos 110 grandes refugios antiaéreos y antiatómicos construidos entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
En particular entre las décadas del 50 y 80, el búnker fue parte de una estrategia de defensa calculada al milímetro en un mundo prácticamente dividido en dos bloques, según explica Jörg Diester, autor de un libro acerca de este tema. Ahora, el desafío es destapar estos lugares y reconvertirlos para que cumplan otras funciones.
Secreto develado
Un enorme laberinto de túneles de 19 kilómetros fue durante décadas el secreto mejor guardado de la República Federal Alemana. Este búnker inexpugnable, preparado para acoger al gobierno de Alemania occidental en caso de ataque militar por parte de los países del Pacto de Varsovia, se ha convertido este año en un museo para recordar los años oscuros de la Guerra Fría, que dejaron en este territorio sus huellas más profundas.
Bajo las colinas vinícolas de Bad-Neuenahr, cerca de Aharweiler, a 30 kilómetros de Bonn, se escondían 936 habitaciones, 895 oficinas, cinco comedores y una peluquería para alojar durante un mes hasta 3000 personas. Unas 200 personas trabajaban allí de manera fija, aunque este búnker, el más grande de toda Europa, nunca fue usado. "Se trata de un documento único de la Guerra Fría y yo creo que se puede comparar su significado con el del muro de Berlín", declaró Juergen Pfoehler, administrador de Aharweiler, cuando se inauguró el museo.
"El búnker era una parte del sistema de amenaza nuclear de ambas partes, pero nuestros hijos no saben ni siquiera qué fue la Guerra Fría. Por eso, creo que es importante mantenerlos informados", explicó Florian Mausbach, director de la Autoridad Federal para las Construcciones.
Pero no siempre la reconversión de estos dramáticos refugios respeta la memoria histórica, como se ha hecho en Aharweiler. Hay otros casos en los que la historia sirve más bien de publicidad. Por ejemplo, en Kehlsteinhaus, el Nido del Aguila, la residencia veraniega de Adolf Hitler en Berchtesgaden, un pueblo de montaña de la región de Bavaria, convertido hace algunos años en un hotel de lujo, con sauna, piletas y un campo de golf.
La fascinación de este lugar aún se debe a su pasado: altos jerarcas del partido nazi le regalaron la propiedad al Führer cuando éste cumplió 50 años. El Nido del Aguila le servía a Hitler para reuniones secretas o para descansar con su pareja oficial, Eva Braun. Hoy, esta residencia mantiene el nombre que tuvo en aquellos años.
Otro tipo de operación ha sido efectuada en Seleve, Suiza, donde un refugio nuclear se transformó en el primer hotel de "cero estrellas" (ese también es su nombre). Se trata de un hotel con los servicios básicos y a bajo costo.
El reciclado fue encargado por el ayuntamiento a los gemelos Frank y Patrik Rikilin bajo la estricta condición de que estuviera aún disponible como refugio antiatómico.
"Usando el arma del arte hemos creado un hotel de bajo costo y con encanto", dijeron. Mayor encanto sería que estos refugios no tengan más razón de existir, salvo para ser hoteles y galerías de arte.

1 comentario:

Monica dijo...

hicieron salones de fiestas en esos hoteles? me dijeron que lo equiparon increible y que mucha gente se hospeda ahi