Si la rutina no es buena compañera en la vida ordinaria, menos lo es como 'consorte' en la cama. Pero en ambas situaciones la pregunta siempre es la misma; ¿cómo acabar con ella? En el plano sexual, la lista interminable de juguetes, cosmética o disfraces podrían hacer, en teoría, mucho más fácil el llevarse una sorpresa en la relación, pero ¿cuál es el juguete más adecuado para cada persona? ¿Y el que mejor se ajusta a lo que queremos? ¿Qué hacemos si el pudor nos impide acercarnos a un sex shop?
"Los tuppersex cada vez son más demandados", asegura Fátima Garrido, una de las asesoras de la empresa Erostopersex que, cargada con dos maletas de mano, se dedica a ir a la casa de quien la llama explicando y recomendando los diferentes juguetes sexuales o lubricantes para cada situación y persona.
Para tener una reunión tuppersex un requisito indispensable es ser mayor de edad, "a partir de ahí hacemos reuniones para grupos desde tres personas hasta 12 como mucho", explica Fátima. Sin embargo, todavía hay un claro 'perfil' de los asistentes a estas reuniones. "Aunque cada vez contactan con nosotros más parejas de heterosexuales y también homosexuales, la gran mayoría siguen siendo mujeres entradas en la treintena que buscan conseguir un mayor placer sexual, sorprender a su pareja y, sobre todo, se preocupan por su salud, quieren productos de calidad".
Tocar y preguntar
Fátima tiene claro el motivo por el que contactan con ellos y surgen cada vez más empresas tuppersex. "A una mujer le cuesta más que a un hombre entrar en un sex shop, primero porque normalmente estos lugares se asocian más a los hombres y muchos productos están orientados hacia ellos, desde las películas eróticas y porno, hasta las tiendas que ya tienen cabinas e, incluso, espectáculos de chicas". Pero Fátima remarca un segundo motivo: "En nuestras reuniones prima la privacidad, porque nosotras vamos a sus casas y, sobre todo, nos pueden hacer preguntas".
"Nosotras siempre ofrecemos productos de calidad y eso es lo que nuestros clientes valoran", afirma Fátima. "La gente que nos llama no sólo se preocupa por cómo se utiliza tal o cual juguete, sino también, por ejemplo, quieren saber si les puede perjudicar. Así, entre las preguntas más frecuentes tenemos desde las que nos piden consejo porque tienen sequedad vaginal hasta las que necesitan saber de qué material están hechos, una pregunta muy frecuente cuando damos con mujeres que son, por ejemplo, alérgicas al látex".
De ahí que todas las profesionales tuppersex hayan pasado antes por un periodo de estudio. "Cuando trabajas en esto la propia empresa te forma. En mi caso, antes de cualquier reunión, tuve que prepararme durante tres meses en materia de sexualidad, hay que saber qué se aconseja y lo que se vende. Por ejemplo, en mi caso me gusta que todos mis juguetes sean de silicona médica, que no haya látex, y los tengo también de plástico ABS. En cuanto a lubricantes, todos tienen una base agua para que deslice más y no reseque. Hay cosas que la gente no sabe, como que si se compra un juguete sexual siempre hay que utilizarlo con lubricante, estas son cosas que en un sex shop no se pregunta", comenta.
Pero, además, otra de las ventajas reside en que se puede tocar. "El sexo es un tema importante y nosotros vendemos productos que pueden parecer caros, pero son todos de calidad. Si la gente se preocupa en llamarnos lo que quiere es saber y tocar, por eso siempre llevamos una maleta de muestras y la otra para vender, busco que la gente se quite miedos y tabúes, que toque, que compare, que se sienta cómoda", explica.
'La gente repite'
Haciendo una media de tres o cuatro reuniones al mes, "y eso que la crisis aquí también se nota", Fátima constata que mientras se ha avanzado en la importancia de los juegos preliminares, todavía existen otros tabús. "Normalmente el 'producto estrella' suele ser toda la cosmética erótica: los aceites para los masajes o el chocolate para los juegos preliminares. También los lubricantes, precisamente en este campo se ha avanzado mucho, se busca seducir, y todos los que vendemos se pueden comer", comenta Fátima.
"Por otro lado, los consoladores y vibradores siguen vendiéndose bien, la clienta se anima a comprar uno cuando se siente cómoda, cuando ve que se solucionan sus dudas y que no tiene nada de sórdido o malo. En este apartado nos encontramos los precios más dispares, pues van desde los 25 euros hasta los productos 'deluxe' de 120 euros", enseña Fátima.
Pero, en lo que todavía hay tabúes a veces insuperables es el todo lo referido al sexo anal "sobre todo, si es para hombres. Creo que es un campo que da más miedo, la gente no se siente tan cómoda y tienen miedo al dolor del principio", explica.
"Pero una de las cosas más gratificantes de este trabajo es que ayudas a las personas a disfrutar de su sexualidad y a que no cometan barbaridades", analiza Fátima. "Muchas veces, ya sea porque no hay dinero o por pura vergüenza, la gente es capaz de utilizar desde botellas hasta desodorantes para tener placer. Esto es muy peligroso y un foco de infecciones, mientras que nosotros no sólo vendemos diversión sino, sobre todo, seguridad". Tanto es así que afirma: "Al final, muchas clientas te vuelven a llamar, muchas repiten".
elmundo.es
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