La noche después de la última operación Aníbal Sayavedra no pudo conciliar el sueño. "Me fui a bañar tres veces de la ansiedad que tenía", recuerda Aníbal, que esa noche no podía dejar de mirarse la panza, ahí donde durante 16 años hubo una perforación en la que debía colocar la bolsita que le permitió seguir viviendo después de que a los 23 años le extirparan buena parte de su sistema digestivo.
Hasta el 30 de septiembre de 2010, Aníbal fue uno de los 80.000 argentinos ostomizados, personas que poseen una abertura en el intestino o en las vías urinarias que se comunica a través de la piel con una bolsa desechable que recoge las heces o la orina. Pero ese día se convirtió en la primera persona del mundo a la que se le realizó una cirugía de reconstrucción completa del piso pelviano para revertir el ano contra natura.
"Aunque hay algunas reconstrucciones realizadas a partir del colon, no hay ninguno como ésta, que se haya hecho a partir del intestino delgado, que es más complicado", comentó a LA NACION el doctor Carlos Miguel Lumi, cirujano del hospital Udaondo, que realizó las cirugías que liberaron a Aníbal de "la bolsita".
La técnica desarrollada por el doctor Lumi, a partir de una similar que se aplica en España en pacientes con colostomía, podría ser de utilidad para pacientes ostomizados por diversas causas: cáncer de recto, colitis ulcerosa, poliposis adenomatosa familiar, entre muchas otras.
"Es un gran avance -opinó el doctor Gabriel Gondolesi, jefe de la Unidad de Soporte Nutricional, Rehabilitación y Trasplante Intestinal del Hospital Universitario Fundación Favaloro-, ya que mejora la calidad de vida de los que han sido ostomizados, muchos de los cuales no pueden adaptarse a vivir con la bolsita."
El papá de Aníbal también había sido ostomizado, ya que padecía la misma enfermedad y habría de morir a los 38 años. "La poliposis adenomatosa familiar se caracteriza por pólipos en el tubo digestivo, y si se deja a su evolución natural en el 99% de los casos termina en cáncer de colon", explicó el doctor Juan Pablo Muñoz, de la Unidad de Coloproctología del Udaondo.
Fue por eso que, en 1994, cuando Aníbal comenzó a manifestar los primeros síntomas, los médicos decidieron extirparle el colon, el recto y el ano. "De ver todo lo que había sufrido mi papá, yo no quería saber nada con la bolsita -recordó-; al final tomé coraje y lo logré." En los años siguientes, Aníbal nunca habría de olvidar lo que le había dicho el médico que lo operó: "Tené fe, que la ciencia avanza".
En 2006, su madre vio en un noticiero una nota sobre un trasplante de intestino realizado en la Fundación Favaloro, y le sugirió a Aníbal recorrer los 430 kilómetros que separan su casa en Villaguay, Entre Ríos, de la fundación porteña.
"Fui a ver al doctor Gondolesi. El me dijo que había un médico en el Udaondo que podía llegar a tener una solución para mí, que eran varias cirugías, pero que debía esperar un año." Tres días antes de que se cumpliera al año, Aníbal volvió a Buenos Aires para tener una consulta con el doctor Lumi, del Udaondo. "Me abrazó como si me conociera desde hacía años. Yo dije «este doctor me va a sacar»."
Dos extremos del camino
Aníbal reunía todas las condiciones para ser operado: llevaba más de cinco años sin que el cáncer se manifestara, los tests psicológicos daban bien y una intervención exploratoria reveló que contaba con una intestino suficiente como para realizar la ambiciosa reconstrucción.
La primera operación se realizó en noviembre de 2009 [ver ilustración]. Todo salió perfecto, y en mayo de 2010 Aníbal volvió al quirófano. "Pasados por lo menos 3 meses, si no ha habido infecciones ni estenosis [reducción del calibre del tubo digestivo reconstruido], se coloca un esfínter artificial alrededor del nuevo -explicó Lumi-. Y se espera nuevamente unos meses para ver si el cuerpo no rechaza la prótesis."
"«Doctor, ¿cuándo me va a sacar la bolsita», le decía yo a Lumi cada vez que venía a un control. Lo volvía loco...", recuerda Aníbal, que debió esperar hasta septiembre de 2010 para la última de las cirugías.
"Antes hay que evaluar la función de todo lo reconstruido", explicó Muñoz. Si todo está bien, "el paciente recupera inmediatamente su funcionalidad. Luego son necesarios unos meses hasta que recupere la sensación de necesidad de evacuar", completó Lumi.
"Me costó un tiempo adaptarme", asegura Aníbal, que recuerda que en la sala del Udaondo había un muchacho en la misma situación en la que él se encontraba hacía 16 años.
"Era un chico de Quilmes, se llamaba Germán. Tenía 23 años y le habían puesto la bolsita. Cuando le conté lo que me habían hecho, no lo podía creer."
Mejor calidad de vida
"La colostomía y la ileostomía salvan vidas -dijo el doctor Gabriel Gondolesi, experto en trasplantes-. Hoy se hace mucho en forma transitoria, en pacientes operados por tumores del tubo digestivo, en los que no se puede hacer en forma inmediata su reconstrucción."
Sin embargo, "persiste la idea de que poner una bolsa de colostomía es un certificado de defunción, porque antes se hacía cuando no había chances de operar a un paciente con un tumor irreversible".
"La colostomía transitoria nos permite, por ejemplo, realizar el trasplante de intestino". Lo que es innegable es su impacto psicológico: "Muchos pacientes nos plantean que el cierre de la colostomía es tan importante como el momento del trasplante. De ahí el valor de la cirugía de Lumi, que les permite recuperar su calidad de vida."
lanacion.com
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