Neil Harbisson tiene 29 años, es hijo de una catalana y un irlandés y vive en las afueras de Barcelona, donde hace poco más de un año estableció la Fundación Cyborg “para difundir las ventajas de usar la tecnología como parte del cuerpo”. Es que gracias a un dispositivo electrónico que usa sobre su frente, conectado a un chip en su nuca, Harbisson adquirió la extraña capacidad de escuchar los colores. Y en cierta forma, desafió la acromatopsia con la que nació, condición por la que sus ojos sólo pueden ver en blanco y negro.
Tan importante es su “tercer ojo” para él que en 2004 logró convertirse en el primer –y por ahora único– cyborg reconocido como tal por un país. Fue cuando las autoridades británicas aceptaron que el músico posara para la foto del pasaporte con su aparatito –bautizado eyeborg–, luego de que les presentara un certificado médico y les insistiera que como el dispositivo era una extensión de sus sentidos ya formaba parte de su cuerpo.
Harbisson está en Brasil participando de un megaevento de tecnología (ver recuadro). Desde allí, respondió las preguntas de PERFIL. “El eyeborg detecta la frecuencia de luz de cada color; esta frecuencia se envía a un chip que tengo en la nuca, el que transforma la frecuencia lumínica en su correspondiente frecuencia sonora y manda el sonido al hueso. Eso me permite escuchar los colores por vía ósea”, explicó.
—¿Cómo creó la escala según la cual cada color se corresponde con una nota?
—La relación color-sonido no es arbitraria, es física. Si todos pudiésemos escuchar el color rojo, su nota sería entre Fa y Fa#. Al principio usé la escala sonocromática musical, que se basa en la percepción de visión humana (360 grados de un círculo cromático dentro de una octava musical). Luego creé la escala sonocromática pura, cuando me di cuenta de que la visión humana es muy limitada y que los círulos cromáticos están basados en ella y no en la realidad. La nueva escala me permite percibir los infrarojos y ultravioletas.
—¿Qué pasa si alguien no sabe nada de música?
—Es mucho mejor no tener ningún conocimiento musical. A las personas musicales les cuesta más adaptarse a las escalas sonocromáticas porque están acostumbradas a tener 12 notas en una octava, en cambio en esta escala hay 360 notas en una octava.
Historia. Como suele ocurrir con las enfermedades poco frecuentes, Neil tardó en saber que padecía una patología que le impedía ver los colores y hasta los 11 años pensó que era daltónico. Dice que tras el diagnóstico correcto su vida no cambió mucho, salvo que consiguió que en la escuela donde hizo el bachillerato artístico lo dejaran usar sólo blanco y negro. Al finalizar sus estudios viajó a Inglaterra, donde siguió su formación en arte. Allí, asistió a una conferencia del experto en cibernética Adam Montandon acerca de extensiones sensoriales. Tras la charla, se le acercó y le contó su caso; con el tiempo se asociaron para trabajar en el primer eyeborg.
—La relación color-sonido no es arbitraria, es física. Si todos pudiésemos escuchar el color rojo, su nota sería entre Fa y Fa#. Al principio usé la escala sonocromática musical, que se basa en la percepción de visión humana (360 grados de un círculo cromático dentro de una octava musical). Luego creé la escala sonocromática pura, cuando me di cuenta de que la visión humana es muy limitada y que los círulos cromáticos están basados en ella y no en la realidad. La nueva escala me permite percibir los infrarojos y ultravioletas.
—¿Qué pasa si alguien no sabe nada de música?
—Es mucho mejor no tener ningún conocimiento musical. A las personas musicales les cuesta más adaptarse a las escalas sonocromáticas porque están acostumbradas a tener 12 notas en una octava, en cambio en esta escala hay 360 notas en una octava.
Historia. Como suele ocurrir con las enfermedades poco frecuentes, Neil tardó en saber que padecía una patología que le impedía ver los colores y hasta los 11 años pensó que era daltónico. Dice que tras el diagnóstico correcto su vida no cambió mucho, salvo que consiguió que en la escuela donde hizo el bachillerato artístico lo dejaran usar sólo blanco y negro. Al finalizar sus estudios viajó a Inglaterra, donde siguió su formación en arte. Allí, asistió a una conferencia del experto en cibernética Adam Montandon acerca de extensiones sensoriales. Tras la charla, se le acercó y le contó su caso; con el tiempo se asociaron para trabajar en el primer eyeborg.
—¿Participó o consultaron a algún neurólogo?
—El primer eyeborg estaba basado en una webcam, un portátil y unos auriculares. El segundo fue creado en colaboración con Peter Kese, un desarrollador de software que aumentó el eyeborg a 360 colores y añadió valores de saturación a valores de color. Y el tercer eyeborg lo realicé con Matías Lizana, quien transformó el software en un chip. Nunca consultamos a un neurólogo, sino a cirujanos especializados en implantes osteointegrados.
En una nota publicada en el diario español El País, Harbisson contó que no se quita su tercer ojo para dormir ni para ducharse y que desde que lo usa, una de las cosas que más le gusta es ir al supermercado, sobre todo, a la sección de limpieza. “Allí tengo todas las notas para hacer una canción. Si fuera el encargado, ordenaría todo de otro modo, formando melodías. El supermercado es maravilloso, mejor que un bosque, que es muy aburrido”, dijo.
—¿Cómo compatibiliza estar expuesto todo el tiempo al sonido ambiente más el sonido de los colores?
—Tengo dos entradas de audio: por los oídos escucho los sonidos normales y por los huesos, los sonidos visuales. Eso me ayuda a diferenciar bien los dos mundos. Así como ustedes nunca tienen la necesidad de dejar de ver el color, yo no tengo necesidad de apagar mi sentido. Estoy acostumbrado a escuchar colores.
—¿Hay gente a la que no se acerca porque “suena mal”?
—No, pero hay veces que me interesa más el sonido de su cara que lo que me está diciendo. Lo bueno de escuchar los colores es que la belleza no tiene nada que ver con la forma; una persona fea puede sonar muy bien y una persona muy bonita, no.
—El primer eyeborg estaba basado en una webcam, un portátil y unos auriculares. El segundo fue creado en colaboración con Peter Kese, un desarrollador de software que aumentó el eyeborg a 360 colores y añadió valores de saturación a valores de color. Y el tercer eyeborg lo realicé con Matías Lizana, quien transformó el software en un chip. Nunca consultamos a un neurólogo, sino a cirujanos especializados en implantes osteointegrados.
En una nota publicada en el diario español El País, Harbisson contó que no se quita su tercer ojo para dormir ni para ducharse y que desde que lo usa, una de las cosas que más le gusta es ir al supermercado, sobre todo, a la sección de limpieza. “Allí tengo todas las notas para hacer una canción. Si fuera el encargado, ordenaría todo de otro modo, formando melodías. El supermercado es maravilloso, mejor que un bosque, que es muy aburrido”, dijo.
—¿Cómo compatibiliza estar expuesto todo el tiempo al sonido ambiente más el sonido de los colores?
—Tengo dos entradas de audio: por los oídos escucho los sonidos normales y por los huesos, los sonidos visuales. Eso me ayuda a diferenciar bien los dos mundos. Así como ustedes nunca tienen la necesidad de dejar de ver el color, yo no tengo necesidad de apagar mi sentido. Estoy acostumbrado a escuchar colores.
—¿Hay gente a la que no se acerca porque “suena mal”?
—No, pero hay veces que me interesa más el sonido de su cara que lo que me está diciendo. Lo bueno de escuchar los colores es que la belleza no tiene nada que ver con la forma; una persona fea puede sonar muy bien y una persona muy bonita, no.
Un encuentro con fanáticos “techies” en Brasil
Neil Harbisson estará hasta mañana en Brasil participando de la Campus Party de San Pablo. “He venido a hablar de las ventajas que tiene usar la tecnología como parte de nuestro cuerpo y no como herramienta. Para esto, pongo mi caso como ejemplo y otros que estamos llevando a cabo en la Fundacion Cyborg”, le cuenta a PERFIL. La Campus Party es un megaevento tecnológico, que reúne a unos 7 mil fanáticos –la mayoría de entre 18 y 29 años–, que tendrán acceso a más de 500 horas de conferencias con expertos internacionales, concursos y debates.
Los temas centrales del evento son inclusión y movilidad digital, educación, activismo en las redes sociales, novedades en robótica y astronomía, y emprendimientos digitales.
La Campus Party nació en 1997 en España y se internacionalizó en 2008, con ediciones en Brasil, Colombia y México y una Campus Party Iberoamérica en paralelo al encuentro regional de San Salvador en 2008. La edición 2010 fue realizada en Madrid.
Los temas centrales del evento son inclusión y movilidad digital, educación, activismo en las redes sociales, novedades en robótica y astronomía, y emprendimientos digitales.
La Campus Party nació en 1997 en España y se internacionalizó en 2008, con ediciones en Brasil, Colombia y México y una Campus Party Iberoamérica en paralelo al encuentro regional de San Salvador en 2008. La edición 2010 fue realizada en Madrid.
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