Fritz Kahn fue un ilustrador de principios del siglo XX del que, posiblemente, es deudora la serie educativa infantil Érase una vez la vida…
Sus centenares de dibujos esquemáticos han servido para divulgar de una forma muy visual (y también engañosa, si somos justos) toda clase de temas científicos, desde el funcionamiento del metabolismo hasta los ciclos y biotopos de la naturaleza.
Sus esquemas más célebres, con todo, son los orientados a explicar el cuerpo humano. Desde la mirada de Kahn, entonces, nuestro cuerpo adquiere el aspecto de una factoría funcionando a todo trapo gracias a la laboriosa dedicación de diminutos seres que, activando mecanismos y conexiones, representan diversas funciones de nuestro organismo (cogéis ahora lo de Érase una vez la vida…?)
Las ilustraciones, de un valor artístico innegable, pueden revisarse en una reciente edición: Fritz Kahn Man Machine. Sin embargo, ¿hasta qué punto son válidos sus trabajos para hacer llegar la ciencia a la gente?
Desde mi punto de vista, estas ilustraciones, al igual que series como Érase una vez la vida, pueden ser útiles para hacer comprensible abstrusas explicaciones científicas: vuelve descifrable y muy visual lo que de otro modo sería imposible de imaginar para un ciudadano sin formación científica sólida.
Pero también es cierto que estos dibujos pueden desvirtuar la realidad y entorpecer un conocimiento más profundo sobre cómo funcionan las cosas. ¿Acaso no ha hecho mucho daño el clásico dibujo esquemático del átomo, compuesto por un núcleo y dos o tres electrones orbitándolo como si el átomo fuera una suerte de sistema solar?
Que existan analogías humanas para casi todas las cosas de la naturaleza puede mejorar su divulgación en primera instancia, pero sin duda vicia su comprensión posteriormente. Quizá por eso no es buena idea decir demasiadas veces que el corazón es una bomba, el ojo es una cámara fotográfica, los genes son recetas, el cerebro está hecho de cables e interruptores o el sistema inmunológico es una agencia de contraespionaje. Aunque lo parezcan.
Porque, entonces, los dibujos de Kahn podrían hacer creer a la población general, de a pie, que el cuerpo humano es algo así como un robot que cualquier día se rebelará contra nosotros, a lo Skynet. Kahn, Érase una vez la vida o las analogías comprensibles son útiles, pero también estimulan la imaginación mágica más elemental y ramplona.
genciencia.com
Sus centenares de dibujos esquemáticos han servido para divulgar de una forma muy visual (y también engañosa, si somos justos) toda clase de temas científicos, desde el funcionamiento del metabolismo hasta los ciclos y biotopos de la naturaleza.
Sus esquemas más célebres, con todo, son los orientados a explicar el cuerpo humano. Desde la mirada de Kahn, entonces, nuestro cuerpo adquiere el aspecto de una factoría funcionando a todo trapo gracias a la laboriosa dedicación de diminutos seres que, activando mecanismos y conexiones, representan diversas funciones de nuestro organismo (cogéis ahora lo de Érase una vez la vida…?)
Las ilustraciones, de un valor artístico innegable, pueden revisarse en una reciente edición: Fritz Kahn Man Machine. Sin embargo, ¿hasta qué punto son válidos sus trabajos para hacer llegar la ciencia a la gente?
Desde mi punto de vista, estas ilustraciones, al igual que series como Érase una vez la vida, pueden ser útiles para hacer comprensible abstrusas explicaciones científicas: vuelve descifrable y muy visual lo que de otro modo sería imposible de imaginar para un ciudadano sin formación científica sólida.
Pero también es cierto que estos dibujos pueden desvirtuar la realidad y entorpecer un conocimiento más profundo sobre cómo funcionan las cosas. ¿Acaso no ha hecho mucho daño el clásico dibujo esquemático del átomo, compuesto por un núcleo y dos o tres electrones orbitándolo como si el átomo fuera una suerte de sistema solar?
Que existan analogías humanas para casi todas las cosas de la naturaleza puede mejorar su divulgación en primera instancia, pero sin duda vicia su comprensión posteriormente. Quizá por eso no es buena idea decir demasiadas veces que el corazón es una bomba, el ojo es una cámara fotográfica, los genes son recetas, el cerebro está hecho de cables e interruptores o el sistema inmunológico es una agencia de contraespionaje. Aunque lo parezcan.
Porque, entonces, los dibujos de Kahn podrían hacer creer a la población general, de a pie, que el cuerpo humano es algo así como un robot que cualquier día se rebelará contra nosotros, a lo Skynet. Kahn, Érase una vez la vida o las analogías comprensibles son útiles, pero también estimulan la imaginación mágica más elemental y ramplona.
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