Con la jurisprudencia de su lado y la lenta caída de los estigmas que rodean al acto de fumarse una flor, los cultores del cannabis van disfrutando el sabor del triunfo. Lejos del narcotráfico y cerca de la botánica, son cada vez más los comercios que ofrecen macetas, fertilizantes, lámparas y temporizadores para que los cultivadores privados hagan cumplir con éxito un ciclo que empieza con un puñado de semillas y termina en el característico humo dulzón.
“Hay cada vez más negocios –quizá 20 en todo el país–, en paralelo con que cada vez más gente deja de comprar en el narcotráfico”, confirma Sebastián Basalo, director de la revista de cultura cannábica THC. También asegura que ninguno de esos comercios vende plantas ni semillas –hay que comprarlas en bancos del exterior o sacarlas de algún prensado paraguayo– porque la planta de cannabis está prohibida en la Argentina.
El 25 de agosto de 2009, el “fallo Arriola” se erigió como una primera instancia superadora, al despenalizar la tenencia de marihuana para consumo personal y pedir modificaciones a la ley de drogas (23.737) vigente. Sin embargo, hasta que no haya una nueva norma, los consumidores seguirán dependiendo de jueces más o menos contemplativos. No hay más riesgo de prisión, pero sí de detención y de que “te armen una causa hasta que demuestres que tenías la planta para consumo personal”.
“Sé que estoy del lado de la verdad”, profesa Leo. Es el dueño de Cultivo Esperanza, un local con sucursales en Villa Urquiza y la web, desde donde saluda una plantita antropomórfica de dos manos y cinco puntas. El negocio propone cultivos indoor, para los que hace falta un espacio de un metro cuadrado, estructuras metálicas, lámparas, timers y ventiladores. En los outdoors se puede plantar directo en la tierra, aunque siempre con fertilizantes.
Leo sitúa el crecimiento del negocio en dos planos. Por un lado, “la gente de bien que fuma marihuana encuentra la posibilidad de hacerlo sin relacionarse con marginales”. Por el otro, reconoce que “estamos saliendo de la sombra del delito para entrar en una situación más normal”. Su negocio es un vivero especializado en una planta “caprichosa, glotona y delicada de raíces”, que demanda tierras mejoradas, buenos fertilizantes e insecticidas orgánicos “porque a los bichitos también les gusta mucho”.
¿Por qué tanto esfuerzo, en vez de salir a comprarse el producto terminado? Contesta Basalo: “Primero, por tu salud. En vez de consumir algo que no sabés qué tiene ni quién lo hizo, vos cortás los frutos y consumís lo que cosechaste. Segundo, por una cuestión ética: cultivás algo natural, en lugar de alimentar el narcotráfico. Tercero, por tu seguridad. No es fácil para hombres ni mujeres frecuentar ambientes de clandestinidad ni exponerse a una situación policial. Después hay cuestiones de índole espiritual y de enseñanza: para disfrutar de algo tenés que trabajar, poner tu esfuerzo y tu amor”.
Cuando Nacho estaba en Ámsterdam para conocer los pormenores del indoor, decidió prender un porro mientras admiraba los canales holandeses. El momento de relajación se interrumpió cuando un policía se le acercó y –con la mejor onda– le dijo que ahí no podía hacerlo; debía fumar en los coffee shops. Entonces empezó a confirmar su teoría de la ciudad-Playmobil: ordenada, respetuosa, donde todo tiene su lugar y su momento. Decidió trasladar el modelo a Basta de Lobby, cuya web se cuida de nombrar la palabra marihuana.
“Lo que vos cultivás es problema tuyo. Sería –compara– como tener una armería”. Después de aclarar que en sus home boxes alemanes (invernaderos portátiles que oscilan entre los 1.050 y los 4.000 pesos) “podés cultivar toda la María que quieras”, reconoce que con el tema del cannabis las fronteras de la legalidad todavía son lábiles. “Estoy anotado legalmente, facturo como un vivero y no proveo ninguna sustancia”.
Gonzalo abrió Mota hace cuatro meses, en el barrio de Monte Castro. Aclara que “somos cannábicos, pero nos interesa la cultura agro”. Por eso su local no es tan chalero: amplio y luminoso, tiene un discreto sector cultural a la entrada, donde se puede leer la revista Spannabis o libros sobre el cultivo. Por 600 pesos vende un set hogareño: portalámparas, lámpara, balasto –el arrancador de la lámpara–, proyector y timer, que prende y apaga las luces de forma automática (la planta se debe iluminar 18 horas cuando está en estado vegetativo y 12 cuando llega la floración).
“Recibimos al público en general, pero somos activistas. Queremos que esto se normalice, aunque sea con la tenencia de un par de fasitos”, pide. Después de mostrar todos los papeles –de la AFIP– al día, Gonzalo jura que no tiene problemas con la policía. Un poco a contramano de Keith Richards, quien después de uno de sus tratamientos aclaró para la posteridad: “Yo nunca tuve problemas con las drogas; sólo con la policía”.
1. Poner a germinar las semillas entre dos servilletas húmedas dentro de dos platos. Si se cultiva al aire libre, la siembra es entre septiembre y diciembre. En interior se cultiva en cualquier época, con lámparas de halogenuro de mercurio para el crecimiento de la planta y de alta presión de sodio para la floración.
2. Una vez que asoma la raíz de la semilla, se la introduce con la colita blanca hacia abajo directamente en la tierra o en una maceta con tierra negra, compost, humus de lombriz y perlita.
3. Cuando las raíces ocuparon todo el pan de tierra, se trasplanta a una maceta más grande.
4. En el momento en que las plantas muestran sus flores, se reconoce a los machos por las pequeñas bolitas verdes que crecen en la unión de los tallos y que luego toman la forma de un racimo de sacos amarillos. Se los retira de inmediato del cultivo.
5. Cuando entre el 30 y el 70 por ciento de los pelitos blancos que componen los cogollos (flores de una planta hembra) se marchitan y se vuelven color óxido, se cortan las ramas, se quitan todas las hojas y se ponen a secar boca abajo en un lugar fresco y oscuro.
criticadigital.com
“Hay cada vez más negocios –quizá 20 en todo el país–, en paralelo con que cada vez más gente deja de comprar en el narcotráfico”, confirma Sebastián Basalo, director de la revista de cultura cannábica THC. También asegura que ninguno de esos comercios vende plantas ni semillas –hay que comprarlas en bancos del exterior o sacarlas de algún prensado paraguayo– porque la planta de cannabis está prohibida en la Argentina.
El 25 de agosto de 2009, el “fallo Arriola” se erigió como una primera instancia superadora, al despenalizar la tenencia de marihuana para consumo personal y pedir modificaciones a la ley de drogas (23.737) vigente. Sin embargo, hasta que no haya una nueva norma, los consumidores seguirán dependiendo de jueces más o menos contemplativos. No hay más riesgo de prisión, pero sí de detención y de que “te armen una causa hasta que demuestres que tenías la planta para consumo personal”.
“Sé que estoy del lado de la verdad”, profesa Leo. Es el dueño de Cultivo Esperanza, un local con sucursales en Villa Urquiza y la web, desde donde saluda una plantita antropomórfica de dos manos y cinco puntas. El negocio propone cultivos indoor, para los que hace falta un espacio de un metro cuadrado, estructuras metálicas, lámparas, timers y ventiladores. En los outdoors se puede plantar directo en la tierra, aunque siempre con fertilizantes.
Leo sitúa el crecimiento del negocio en dos planos. Por un lado, “la gente de bien que fuma marihuana encuentra la posibilidad de hacerlo sin relacionarse con marginales”. Por el otro, reconoce que “estamos saliendo de la sombra del delito para entrar en una situación más normal”. Su negocio es un vivero especializado en una planta “caprichosa, glotona y delicada de raíces”, que demanda tierras mejoradas, buenos fertilizantes e insecticidas orgánicos “porque a los bichitos también les gusta mucho”.
¿Por qué tanto esfuerzo, en vez de salir a comprarse el producto terminado? Contesta Basalo: “Primero, por tu salud. En vez de consumir algo que no sabés qué tiene ni quién lo hizo, vos cortás los frutos y consumís lo que cosechaste. Segundo, por una cuestión ética: cultivás algo natural, en lugar de alimentar el narcotráfico. Tercero, por tu seguridad. No es fácil para hombres ni mujeres frecuentar ambientes de clandestinidad ni exponerse a una situación policial. Después hay cuestiones de índole espiritual y de enseñanza: para disfrutar de algo tenés que trabajar, poner tu esfuerzo y tu amor”.
Cuando Nacho estaba en Ámsterdam para conocer los pormenores del indoor, decidió prender un porro mientras admiraba los canales holandeses. El momento de relajación se interrumpió cuando un policía se le acercó y –con la mejor onda– le dijo que ahí no podía hacerlo; debía fumar en los coffee shops. Entonces empezó a confirmar su teoría de la ciudad-Playmobil: ordenada, respetuosa, donde todo tiene su lugar y su momento. Decidió trasladar el modelo a Basta de Lobby, cuya web se cuida de nombrar la palabra marihuana.
“Lo que vos cultivás es problema tuyo. Sería –compara– como tener una armería”. Después de aclarar que en sus home boxes alemanes (invernaderos portátiles que oscilan entre los 1.050 y los 4.000 pesos) “podés cultivar toda la María que quieras”, reconoce que con el tema del cannabis las fronteras de la legalidad todavía son lábiles. “Estoy anotado legalmente, facturo como un vivero y no proveo ninguna sustancia”.
Gonzalo abrió Mota hace cuatro meses, en el barrio de Monte Castro. Aclara que “somos cannábicos, pero nos interesa la cultura agro”. Por eso su local no es tan chalero: amplio y luminoso, tiene un discreto sector cultural a la entrada, donde se puede leer la revista Spannabis o libros sobre el cultivo. Por 600 pesos vende un set hogareño: portalámparas, lámpara, balasto –el arrancador de la lámpara–, proyector y timer, que prende y apaga las luces de forma automática (la planta se debe iluminar 18 horas cuando está en estado vegetativo y 12 cuando llega la floración).
“Recibimos al público en general, pero somos activistas. Queremos que esto se normalice, aunque sea con la tenencia de un par de fasitos”, pide. Después de mostrar todos los papeles –de la AFIP– al día, Gonzalo jura que no tiene problemas con la policía. Un poco a contramano de Keith Richards, quien después de uno de sus tratamientos aclaró para la posteridad: “Yo nunca tuve problemas con las drogas; sólo con la policía”.
Cómo tener la cosecha propia
La revista THC explica cómo tener una cosecha propia de marihuana:1. Poner a germinar las semillas entre dos servilletas húmedas dentro de dos platos. Si se cultiva al aire libre, la siembra es entre septiembre y diciembre. En interior se cultiva en cualquier época, con lámparas de halogenuro de mercurio para el crecimiento de la planta y de alta presión de sodio para la floración.
2. Una vez que asoma la raíz de la semilla, se la introduce con la colita blanca hacia abajo directamente en la tierra o en una maceta con tierra negra, compost, humus de lombriz y perlita.
3. Cuando las raíces ocuparon todo el pan de tierra, se trasplanta a una maceta más grande.
4. En el momento en que las plantas muestran sus flores, se reconoce a los machos por las pequeñas bolitas verdes que crecen en la unión de los tallos y que luego toman la forma de un racimo de sacos amarillos. Se los retira de inmediato del cultivo.
5. Cuando entre el 30 y el 70 por ciento de los pelitos blancos que componen los cogollos (flores de una planta hembra) se marchitan y se vuelven color óxido, se cortan las ramas, se quitan todas las hojas y se ponen a secar boca abajo en un lugar fresco y oscuro.
criticadigital.com
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