miércoles, 24 de marzo de 2010

Se reciclan en forma ilegal millones de baterías

Cualquiera que maneje un auto sabe que, para que arranque, necesita una batería; es decir, un dispositivo capaz de almacenar energía eléctrica en forma de energía química.
Los camiones, las motocicletas, los tractores, las embarcaciones y las aeronaves también las utilizan, igual que los montacargas, los carritos de golf, los transportes de equipajes del aeropuerto, los automóviles eléctricos, los sistemas de telecomunicaciones, las usinas eléctricas...
En suma, las baterías se encuentran casi en todos lados. Pero hay un problema: tienen una vida útil limitada. Ronda los tres años, en promedio, según la ingeniera Marcela De Luca, docente del Instituto de Ingeniería Sanitaria de la Facultad de Ingeniería de la UBA. En el caso de los autos, cuando se "agotan", el dueño del vehículo adquiere una nueva... y deja la usada en el negocio. Qué ocurre después es una incógnita particularmente preocupante, porque el reciclaje de sus componentes, que se venden en un mercado informal, puede contaminar el medio ambiente y ser peligroso para la salud.
"Según las Naciones Unidas, de los 2.500.000 toneladas de plomo que se producen anualmente en todo el mundo, tres cuartas partes sirven para la fabricación de baterías -explica el ingeniero Basilio Stepanovich, que desde hace más de dos décadas se ocupa de problemas ambientales y actualmente se desempeña como consultor independiente-. Si se tiene en cuenta que en la Argentina circulan unos 13.000.000 de vehículos, anualmente pueden caer en desuso alrededor de siete millones de baterías. Esto representa 4375 toneladas de residuos por mes."
Según Stepanovich, autor de un informe sobre el tema, de esa cantidad, sólo se recicla un 6%. El 94% restante ingresa en el circuito del mercado informal, lo que genera un peligro latente de contaminación al medio ambiente y a la población.
"Hay muchas baterías en circulación, pero nadie sabe adónde van a parar -dice-. Muy pocas ingresan en el mercado legal de reposición. Y las demás van a talleres clandestinos."


Ecuación problemática
Las baterías están compuestas básicamente por placas positivas (láminas de plomo metálico) y negativas (rejillas de plomo metálico recubierto por una pasta de óxido de plomo) que se colocan consecutivamente y aisladas entre sí por separadores, generalmente fundas de polietileno o de PVC. El electrolito [o conductor eléctrico] es ácido sulfúrico diluido al 25%. Su agotamiento se produce debido a que durante la descarga las placas se contaminan cada vez más con sulfato de plomo.
"El ácido no es el problema porque puede neutralizarse -explica la doctora Edda Villaamil, titular de la cátedra de Toxicología y Química Legal de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires-. Pero la persona que lo funde recibe altas dosis del plomo que se libera al ambiente, como constatamos en nuestro laboratorio. Las consecuencias en la población adulta van desde anemia hasta problemas de fertilidad. Pero el mayor riesgo es para los chicos expuestos: basta un nivel de 10 microgramos por decilitro de sangre para que aparezcan importantes alteraciones neurológicas y problemas de conducta y de aprendizaje."
Stepanovich explica que el plomo de las baterías penetra en el ser humano a través de los pulmones por inhalación y se acumula esencialmente en los huesos. Los primeros síntomas de intoxicación son fatiga, jaqueca, dolores en las articulaciones y músculos, pérdida de memoria y de apetito, perturbación del sueño, diarrea, dolores de abdomen, convulsiones, delirio y hasta la muerte.
Por la resolución 544/94 de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano de la Nación, "los vendedores de acumuladores eléctricos están obligados a recibir el acumulador usado" y no deberían tardar más de diez días en hacerlo llegar a una planta de tratamiento.
Sin embargo, según explica Andrés Grippo, vocero de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad, en la Capital no hay plantas de tratamiento de baterías. "Probablemente estén transportándose a la provincia en virtud de algún acuerdo específico de excepción a la ley que prohíbe el transporte de residuos peligrosos", sugiere. Sólo existen dos plantas de tratamiento en la provincia de Buenos Aires, que no dan abasto para reciclar todas las baterías del país, confirman De Luca y Stepanovich.
"La fundición de plomo por recolectores informales, incluso en su propia vivienda, genera contaminación por plomo en el aire y en el suelo -concluye este último-. Su fundición en hornos industriales sin sistemas de tratamiento de emisiones gaseosas genera contaminación. Sin embargo, no tenemos plantas adecuadas ni una normativa clara que regule la actividad. Tendríamos que sincerarnos y resolver este problema."
Nora Bär-lanacion.com

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