Alberto Armendáriz
Para LA NACION
NUEVA YORK.- En el Complejo 40 de la Estación de la Fuerza Aérea en Cabo Cañaveral, Florida, los técnicos de la compañía aeroespacial SpaceX preparan las últimas pruebas a las que someterán a su cohete Falcon 9. Corren contra reloj para tener listo el mes próximo este sistema de lanzamiento que representa una pieza clave en la nueva estrategia privada de exploración espacial que el presidente Barack Obama decidió incorporar a la NASA.
"Si no hay contratiempos, el lanzamiento del Falcon 9 se realizará a finales de abril", informó a LA NACION Emily Shanklin, vocera de SpaceX, empresa creada por el multimillonario Elon Musk, fundador del sistema de pagos online PayPal, que se encuentra a la delantera de los esfuerzos privados por sacar provecho del nuevo esquema de funcionamiento para la NASA.
Con arreglo al programa de Servicios Comerciales de Transporte Orbital (COTS, por sus siglas en inglés), la NASA firmó contratos con dos firmas privadas, Orbital Sciences y SpaceX, para que éstas transporten carga primero y astronautas más adelante a la Estación Espacial Internacional, una vez que los transbordadores espaciales estatales sean jubilados a fin de año.
"Mucho está en juego en el vuelo inaugural del Falcon 9. Estas pruebas son cruciales", resaltó a la prensa el administrador de la NASA, Charles Bolden, la semana pasada, luego de que el ansiado lanzamiento fuese postergado una vez más.
Efectivamente, tras el anuncio de Obama de que debido a los altos costos presupuestarios y los retrasos sufridos desmantelaría el programa Constellation -establecido por el presidente George W. Bush y que pretendía colocar de nuevo a astronautas en la Luna para 2020 con sus cohetes Ares y la cápsula Orion-, los vuelos a la órbita baja terrestre serán, de ahora en adelante, subcontratados a empresas comerciales. Estas nuevas y ascendentes firmas, entre las que se encuentran Blue Origins, Sierra Nevada Corp., y Bigelow Aeropace, además de United Launch Alliance ( joint venture entre las gigantes Boeing y Lockheed Martin), prometen hacer el trabajo a un costo mucho menor y con la misma seguridad que ofrecen los transbordadores espaciales de la NASA, que, por cierto, sufrió dos mortales accidentes con el Challenger, en 1986, y el Columbia, en 2003.
La nueva estrategia le permitirá a la NASA concentrarse en el desarrollo de tecnología para construir cohetes más poderosos, capaces de llevar la exploración científica espacial a sitios más lejanos, como la Luna, asteroides cercanos y, eventualmente, Marte, con robots y humanos. Pero no todo el mundo está contento con el cambio de prioridades.
Para empezar, legisladores de California, Texas, Florida y Alabama, estados que concentraban gran parte de los empleos espaciales, criticaron el desmantelamiento del programa Constellation, que temen aumentará el desempleo en sus circunscripciones. Y, con otras cuestiones en mente, los expertos espaciales también advirtieron sobre los riesgos.
"La comercialización de los vuelos a la órbita baja de la Tierra no es algo malo en sí; el problema es que se vuelve algo peligroso al retirar por completo al estado de esa actividad", indicó a LA NACION Scott Pace, director del Space Policy Institute, en Washington. "Ahora, si los proyectos privados tienen dificultades técnicas o financieras, no habrá ninguna red de reaseguro en la cual apoyarse porque el programa estatal será desmantelado; la única opción será depender de los rusos y de su programa Soyuz. El gobierno estadounidense no tendrá capacidad propia para llevar a sus astronautas al espacio", resaltó.
Los otros países socios de la Estación Espacial Internacional, europeos y japoneses, tampoco ven con buenos ojos dejar Rusia como el único transportista. Otros especialistas espaciales, sin embargo, indicaron que el escenario sería similar si se hubiese decidido continuar con el programa Constellation, porque su primera misión no hubiese estado lista sino hasta 2017. Y mientras por un pasaje individual los rusos cobran 51 millones de dólares, las empresas privadas estadounidenses se han comprometido a reducir ese costo a sólo 20 millones de dólares.
"Esta administración no tenía opción y necesitaba ganar tiempo mientras repiensa la política espacial. Como nación hemos administrado mal nuestro programa espacial por al menos una década y ahora nos enfrentamos a algunas decisiones difíciles", apuntó a este diario James Lewis, director del programa de Tecnología del Center for Strategic and International Studies, también en la capital.
"Este gobierno es un gran creyente en el espíritu emprendedor y la innovación, y espera poder replicar el modelo que funcionó para la tecnología de la información y aplicarlo al espacio. Es una gran apuesta, pero hay esperanzas de que funcione", afirmó.
Lo cierto es que hasta que no se establezca una rutina de vuelos, cada misión será un experimento. Y el primero comenzará con el lanzamiento del Falcon 9 en abril. Si todo funciona bien, SpaceX estará en condiciones de cumplir con sus iniciales 12 misiones de transporte de carga, y luego se animará a llevar astronautas en su cápsula Dragon.
"Tenemos que ver lo que sucedió con la industria de las aerolíneas. La gente no tiene problemas en volar con esta o aquella compañía si son seguras y costoefectivas. Y a pesar de los problemas que ocurren de tanto en tanto, nadie aboga por que el gobierno se haga cargo de la industria", subrayó confiado Elon Musk, el joven empresario de la pionera SpaceX.
20 millones de dólares
Es el costo de llevar un astronauta a la Estación Espacial Internacional al que se han comprometido las compañías aeroespaciales privadas estadounidenses.
51 millones de dólares
Es lo que cobra el programa espacial ruso por transportar a un astronauta.
lanacion.com
Para LA NACION
NUEVA YORK.- En el Complejo 40 de la Estación de la Fuerza Aérea en Cabo Cañaveral, Florida, los técnicos de la compañía aeroespacial SpaceX preparan las últimas pruebas a las que someterán a su cohete Falcon 9. Corren contra reloj para tener listo el mes próximo este sistema de lanzamiento que representa una pieza clave en la nueva estrategia privada de exploración espacial que el presidente Barack Obama decidió incorporar a la NASA.
"Si no hay contratiempos, el lanzamiento del Falcon 9 se realizará a finales de abril", informó a LA NACION Emily Shanklin, vocera de SpaceX, empresa creada por el multimillonario Elon Musk, fundador del sistema de pagos online PayPal, que se encuentra a la delantera de los esfuerzos privados por sacar provecho del nuevo esquema de funcionamiento para la NASA.
Con arreglo al programa de Servicios Comerciales de Transporte Orbital (COTS, por sus siglas en inglés), la NASA firmó contratos con dos firmas privadas, Orbital Sciences y SpaceX, para que éstas transporten carga primero y astronautas más adelante a la Estación Espacial Internacional, una vez que los transbordadores espaciales estatales sean jubilados a fin de año.
"Mucho está en juego en el vuelo inaugural del Falcon 9. Estas pruebas son cruciales", resaltó a la prensa el administrador de la NASA, Charles Bolden, la semana pasada, luego de que el ansiado lanzamiento fuese postergado una vez más.
Efectivamente, tras el anuncio de Obama de que debido a los altos costos presupuestarios y los retrasos sufridos desmantelaría el programa Constellation -establecido por el presidente George W. Bush y que pretendía colocar de nuevo a astronautas en la Luna para 2020 con sus cohetes Ares y la cápsula Orion-, los vuelos a la órbita baja terrestre serán, de ahora en adelante, subcontratados a empresas comerciales. Estas nuevas y ascendentes firmas, entre las que se encuentran Blue Origins, Sierra Nevada Corp., y Bigelow Aeropace, además de United Launch Alliance ( joint venture entre las gigantes Boeing y Lockheed Martin), prometen hacer el trabajo a un costo mucho menor y con la misma seguridad que ofrecen los transbordadores espaciales de la NASA, que, por cierto, sufrió dos mortales accidentes con el Challenger, en 1986, y el Columbia, en 2003.
La nueva estrategia le permitirá a la NASA concentrarse en el desarrollo de tecnología para construir cohetes más poderosos, capaces de llevar la exploración científica espacial a sitios más lejanos, como la Luna, asteroides cercanos y, eventualmente, Marte, con robots y humanos. Pero no todo el mundo está contento con el cambio de prioridades.
Para empezar, legisladores de California, Texas, Florida y Alabama, estados que concentraban gran parte de los empleos espaciales, criticaron el desmantelamiento del programa Constellation, que temen aumentará el desempleo en sus circunscripciones. Y, con otras cuestiones en mente, los expertos espaciales también advirtieron sobre los riesgos.
"La comercialización de los vuelos a la órbita baja de la Tierra no es algo malo en sí; el problema es que se vuelve algo peligroso al retirar por completo al estado de esa actividad", indicó a LA NACION Scott Pace, director del Space Policy Institute, en Washington. "Ahora, si los proyectos privados tienen dificultades técnicas o financieras, no habrá ninguna red de reaseguro en la cual apoyarse porque el programa estatal será desmantelado; la única opción será depender de los rusos y de su programa Soyuz. El gobierno estadounidense no tendrá capacidad propia para llevar a sus astronautas al espacio", resaltó.
Los otros países socios de la Estación Espacial Internacional, europeos y japoneses, tampoco ven con buenos ojos dejar Rusia como el único transportista. Otros especialistas espaciales, sin embargo, indicaron que el escenario sería similar si se hubiese decidido continuar con el programa Constellation, porque su primera misión no hubiese estado lista sino hasta 2017. Y mientras por un pasaje individual los rusos cobran 51 millones de dólares, las empresas privadas estadounidenses se han comprometido a reducir ese costo a sólo 20 millones de dólares.
"Esta administración no tenía opción y necesitaba ganar tiempo mientras repiensa la política espacial. Como nación hemos administrado mal nuestro programa espacial por al menos una década y ahora nos enfrentamos a algunas decisiones difíciles", apuntó a este diario James Lewis, director del programa de Tecnología del Center for Strategic and International Studies, también en la capital.
"Este gobierno es un gran creyente en el espíritu emprendedor y la innovación, y espera poder replicar el modelo que funcionó para la tecnología de la información y aplicarlo al espacio. Es una gran apuesta, pero hay esperanzas de que funcione", afirmó.
Lo cierto es que hasta que no se establezca una rutina de vuelos, cada misión será un experimento. Y el primero comenzará con el lanzamiento del Falcon 9 en abril. Si todo funciona bien, SpaceX estará en condiciones de cumplir con sus iniciales 12 misiones de transporte de carga, y luego se animará a llevar astronautas en su cápsula Dragon.
"Tenemos que ver lo que sucedió con la industria de las aerolíneas. La gente no tiene problemas en volar con esta o aquella compañía si son seguras y costoefectivas. Y a pesar de los problemas que ocurren de tanto en tanto, nadie aboga por que el gobierno se haga cargo de la industria", subrayó confiado Elon Musk, el joven empresario de la pionera SpaceX.
20 millones de dólares
Es el costo de llevar un astronauta a la Estación Espacial Internacional al que se han comprometido las compañías aeroespaciales privadas estadounidenses.
51 millones de dólares
Es lo que cobra el programa espacial ruso por transportar a un astronauta.
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