Cada vez son más las personas que viven solas en la ciudad de Buenos Aires.
La Dirección General de Estadísticas y Censos del gobierno porteño registra más de 350.000 hogares unipersonales; esto es el 29 por ciento del total en la Capital.
Y lo llamativo es que esa cifra se viene incrementando considerablemente desde hace una década, especialmente en las zonas de mayor poder adquisitivo.
Mientras que el promedio en el país es de 15 por ciento de las viviendas monoparentales -según el censo de hogares realizado en 2001-, los datos actualizados en la ciudad marcan que, en Recoleta, por ejemplo, el 43 por ciento de los hogares tiene un solo habitante; en Puerto Madero, el 37 por ciento; en Belgrano, el 35 por ciento, y en Palermo, el 34 por ciento, mientras que esa característica tiende a bajar en los barrios del sur y del oeste de la ciudad.
La cifra adquiere por estas horas una relevancia especial a la luz de la trágica historia de Lucas Rebolini Manso, el hijo fallecido de los actores Antonio Grimau y Leonor Manso, que vivía solo en un departamento en la zona de Barrio Norte.
Sus padres hicieron la denuncia de la desaparición el 3 de este mes, pero el joven, de 36 años, había muerto el 10 del mes anterior, en soledad, en el hospital Fernández, sobre lo que se informa por separado.
Lucas Rebolini Manso vivía solo en el departamento que es propiedad de la actriz. No tenía teléfono celular.
Las cifras globales de viviendas no crecen en igual proporción que lo hacen las viviendas unipersonales, por lo que pueden tomarse como referencia los 147.000 hogares en los que vivía una persona sola en 1970 y comparar el dato con los 150.618 registrados en 1980, los 234.936 fichados en 1991, para a su vez vincularlo con el número actual.
Eso no implica que aumente la cantidad de personas solitarias en la ciudad, sino que "la formación de una familia no es la única opción que hoy tienen las personas", explicó María Cristina Castillo, docente del posgrado de clínica psicoanalítica con pareja y familia del Centro Dos.
"Quienes viven solos por elección, y en eso hay que separarlos de aquellos que lo hacen forzados por las circunstancias, eligen cada momento en los que quieren estar acompañados y en los que quieren estar solos; en general no pasa por problemas de vínculos, sino por la priorización de decisiones individuales", comentó la especialista en relaciones familiares.
La relajación de presiones sociales, de aquellas visualizaciones colectivas que marcaban la línea de vida aceptada, como el momento de salida del hogar paterno, el casamiento y la formación de una familia favorecen esa tendencia a los hogares unipersonales. "Se ve mucho esa situación en la postergación que hacen las mujeres de la maternidad", comentó Castillo.
Uno de los fenómenos que pueden aparecer frente a estas características de la sociedad, que se da en mayor medida en los grandes centros urbanos, es el envejecimiento de la gente, como se da en la población europea. También, al dejar pasar más años para procrear, cuestiones biológicas llevan a la formación de familias con menos hijos que décadas atrás.
Según Castillo, hay dos características extremas que se ven en la conformación de hogares. Por un lado, esa decisión cada vez más aceptada de no compartir una vivienda para no modificar la estructura de vida con otro y, por otra parte, la presencia de una adolescencia tardía, que lleva a vivir con los padres hasta los 30 años y más. Más allá de casos particulares, la opción de vivir solo por elección no implica necesariamente la pérdida de lazos sociales.
La Dirección General de Estadísticas y Censos del gobierno porteño registra más de 350.000 hogares unipersonales; esto es el 29 por ciento del total en la Capital.
Y lo llamativo es que esa cifra se viene incrementando considerablemente desde hace una década, especialmente en las zonas de mayor poder adquisitivo.
Mientras que el promedio en el país es de 15 por ciento de las viviendas monoparentales -según el censo de hogares realizado en 2001-, los datos actualizados en la ciudad marcan que, en Recoleta, por ejemplo, el 43 por ciento de los hogares tiene un solo habitante; en Puerto Madero, el 37 por ciento; en Belgrano, el 35 por ciento, y en Palermo, el 34 por ciento, mientras que esa característica tiende a bajar en los barrios del sur y del oeste de la ciudad.
La cifra adquiere por estas horas una relevancia especial a la luz de la trágica historia de Lucas Rebolini Manso, el hijo fallecido de los actores Antonio Grimau y Leonor Manso, que vivía solo en un departamento en la zona de Barrio Norte.
Sus padres hicieron la denuncia de la desaparición el 3 de este mes, pero el joven, de 36 años, había muerto el 10 del mes anterior, en soledad, en el hospital Fernández, sobre lo que se informa por separado.
Lucas Rebolini Manso vivía solo en el departamento que es propiedad de la actriz. No tenía teléfono celular.
Las cifras globales de viviendas no crecen en igual proporción que lo hacen las viviendas unipersonales, por lo que pueden tomarse como referencia los 147.000 hogares en los que vivía una persona sola en 1970 y comparar el dato con los 150.618 registrados en 1980, los 234.936 fichados en 1991, para a su vez vincularlo con el número actual.
Eso no implica que aumente la cantidad de personas solitarias en la ciudad, sino que "la formación de una familia no es la única opción que hoy tienen las personas", explicó María Cristina Castillo, docente del posgrado de clínica psicoanalítica con pareja y familia del Centro Dos.
"Quienes viven solos por elección, y en eso hay que separarlos de aquellos que lo hacen forzados por las circunstancias, eligen cada momento en los que quieren estar acompañados y en los que quieren estar solos; en general no pasa por problemas de vínculos, sino por la priorización de decisiones individuales", comentó la especialista en relaciones familiares.
La relajación de presiones sociales, de aquellas visualizaciones colectivas que marcaban la línea de vida aceptada, como el momento de salida del hogar paterno, el casamiento y la formación de una familia favorecen esa tendencia a los hogares unipersonales. "Se ve mucho esa situación en la postergación que hacen las mujeres de la maternidad", comentó Castillo.
Uno de los fenómenos que pueden aparecer frente a estas características de la sociedad, que se da en mayor medida en los grandes centros urbanos, es el envejecimiento de la gente, como se da en la población europea. También, al dejar pasar más años para procrear, cuestiones biológicas llevan a la formación de familias con menos hijos que décadas atrás.
Según Castillo, hay dos características extremas que se ven en la conformación de hogares. Por un lado, esa decisión cada vez más aceptada de no compartir una vivienda para no modificar la estructura de vida con otro y, por otra parte, la presencia de una adolescencia tardía, que lleva a vivir con los padres hasta los 30 años y más. Más allá de casos particulares, la opción de vivir solo por elección no implica necesariamente la pérdida de lazos sociales.
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